domingo, 10 de agosto de 2008

Pasaje Orquestal

He tenido el honor de convivir durante 48 horas con la West Eastern Divan Orchestra, dirigida por Daniel Barenboim como parte de los festejos de la Expo 2008 de Zaragoza. Todo un espectáculo de juventud -muchachos de ambos sexos de entre 18 y 28 años-, diversidad -no menos de veinte nacionalidades-, tolerancia -musulmanes, judíos y católicos- y profesionalidad: la práctica totalidad de la orquesta está formada por genios de su especialidad, personas que tras haberse formado académicamente en sus respectivos países de origen se unen en un proyecto tan bello como ambicioso: contribuir a la disolución de los conflictos en la zona de Oriente Próximo.

Convivir con estos jóvenes durante 48 horas permite absorber diversos aprendizajes aplicables al mundo de la empresa, el liderazgo, el trabajo en equipo, el éxito con minúscula, el éxito con mayúscula, la entrega, el sentido de la responsabilidad y el ritmo.

Aprendizaje uno: aunque casi cualquiera de los músicos posee talento para ser un solista, tocan diluidos en la orquesta entre un sinfín de compañeros dando lo mejor de sí mismos en pro del objetivo común de que cada pieza suene gloriosa. La meta común por encima de los intereses particulares. El conjunto orquestal por encima de las individualidades.

Aprendizaje dos: cuando Guy Braunstein (violín) se destaca como solista en la sinfonía concertante en Si bemol de Haydn lo hace dejándose la piel sumando al conjunto un sonido potente, entregado y agradecido hacia el resto de compañeros. La belleza de una composición musical no puede transmitirse en plenitud sin la orquesta entera. Todos somos necesarios, todos sumamos.

Tercer Aprendizaje: los músicos de la Diván, a pesar de ser talentosos, jovenes, y bienintencionados ensayan durante ocho horas muchas jornadas antes de presentarse ante el público. Siembran denodadamente antes de llevarse la cosecha de aplausos. A pesar de su juventud han aprendido a dar, a poner y a esforzarse antes de esperar la más mínima recompensa. Nuestras empresas irían sin duda infinitamente mejor si antes de tomar cualquier decisión, cambiar cualquier proceso, o seleccionar a cualquier directivo se tomasen el tiempo y el interés previo que ponen estos muchachos. Nuestros líderes brillarían con luz propia si ensayasen sus intervenciones en la misma proporción que estos jóvenes.

Aprendizaje cuatro: Daniel Barenboim, considerado un genio musical merecedor de infinitos galardones -Premio Príncipe de Asturias 2002, Gran Cruz de la Orden del Mérito en Alemania, Premio de la Paz de Hesser y Medalla Goethe en 2007, Premio Imperial en Japón, Mensajero de la Paz de las Naciones Unidas etc.etc.- tiene un particular método de trabajo que consiste en que en cada ensayo los músicos cambien de atril lo cual significa romper la jerarquía que otorga el posicionamiento en atriles cercanos al director. Lo que significa así mismo cambio de compañero. Estarán de acuerdo conmigo en lo revolucionario que resultaría sugerir en nuestras empresas modificaciones semejantes: que nadie tuviera de por vida un lugar asignado como propio, que nadie se anclase a un compañero durante décadas e incluso algo mucho más sencillo: que nadie se sentase durante años en la misma sillita del consejo de dirección... Con la rotación se refuerzan: la flexibilidad mental/ emocional, la profesionalidad por encima de fobias y filias con determinados compañeros, la comunicación (en inglés, en hebrero, en castellano,en alemán, en árabe), el desafío permanente por dar lo mejor de uno mismo estés donde estés y con quien estés. Sumando, siempre. Bajo la atenta y exigente mirada del maestro que llama la atención a cualquiera que no dé el diez, sea un consagrado concertino profesional o un estudiante que apenas acaba de terminar su formación universitaria, sea palestino, israelí, español, paquistaní, hombre o mujer.

El método Barenboim incluye la selección: no todo el que lo desea puede tocar en la Divan ofreciendo conciertos en Madrid, Estocolmo, Copenhague, Oslo, Londres, Colonia, Italia, Berlín, Paris... Cuando ensaya, el maestro lo exige todo. Cuando dirige, el maestro lo da todo. Y el equipo, el fantástico equipo de genios bien entrenados de la Divan, ha de seguirle... de otro modo no renuevan y, al año siguiente, no cuentan con él/ ella. Todo a un ritmo trepidante: hacer las maletas, deshacerlas, colgar el traje de concierto, recogerlo, con poquísimo tiempo para comer, apenas seis horas para dormir, ritmo fuerte, rápido, delirante, como las variaciones de Schönberg que tanto desconcertaron al público aragonés. Schönberg, música contemporánea, una apuesta arriesgada por la innovación musical.

Pasaje Orquestal: toda una metáfora inspiradora para nuestras empresas con presencia de tres parámetros clásicos del Management (Fred Kofman): el IT (objetivo,tarea), el WE (relaciones) y el I (el yo, la identidad).

IT-OBJETIVO: rozar la excelencia, en este caso musical.
WE-RELACIONES INTERPERSONALES 24 horas al día (comunicación,flexibilidad y aceptación de la diferencia).
Y el YO-IDENTIDAD, bienestar y desarrollo propio, en la base, como garantía del ser.

3 comentarios:

P.R. dijo...

Pues qué quieres que te diga: no creo que hayamos venido al mundo a trabajar a un ritmo trepidante, con prisas, sin tiempo para comer, con ensayos inacabables y agotadores, sin tiempo para disfrutar de la vida: sólo trabajo, trabajo y más trabajo para que al final los beneficios, sean económicos o de los otros, se los lleven siempre los mismos.
Ese ritmo de vida frenético me huele siempre a dictadura, a imposición, a ritmo militar, a competición, a modo de vida americano. Los que valen triunfan y así todo va bien...para unos cuantos.
No conozco a Barenboim, pero, por lo que cuentas...no tengo muchas ganas de conocerle.

Unknown dijo...

Estimado macmanaman, siento discrepar contigo. No creo que la idea esencial de esta entrada sea "trabajo, trabajo, trabajo" sino más bien, una dímanica de cómo llevarlo a cabo, al máximo nivel de rendimiento, con creatividad y profesionalidad. Eso si, a un nivel de deportista de élite, preparandose para las olimpiadas.
Todo el que conoce o ha oído hablar de Barenboim tiene su propia opinión, pero no se le puede negar ni su talento, ni su trabajo, ni su inteligencia y entraga en todo lo que hace.
Y precisamente esa entrega e inteligencia a la hora de trabajar es con lo que yo me quedo del texto "pasaje orquestal", y de las innovaciones el un grupo de trabajo, como el que hay en cualquier empresa.

P.R. dijo...

Azucena escribió: "Todo a un ritmo trepidante: hacer las maletas, deshacerlas, colgar el traje de concierto, recogerlo, con poquísimo tiempo para comer, apenas seis horas para dormir, ritmo fuerte, rápido, delirante,"

Si eso no es una dinámica de "trabajo, trabajo, trabajo"...¿qué es?
Tú misma hablas del nivel del deportista de élite que se prepara para las olimpiadas. Yo creo que esos no son deportistas sanos. Son los mejores, sin duda. Y también son los que ganan, seguro. Pero no son los más completos y, no te quepa duda,no son los más felices.