jueves, 1 de enero de 2009

2009 Mi nueva vida

Ras ras ras, splas splas splas... mis botas pisando el monte sobre una cama de hojas secas el primer día de mi nueva vida: hoy, uno de enero de 2009. Ras ras ras, splas splas splas, 16 grados centígrados en la capital guipuzcoana, sol y un silencio de templo Shaolin a las 10 de la mañana. La población durmiendo la resaca de cohetes, de bailongos, de petardos, de alcoholes.


"Naturaleza y silencio, la única medicina" escribí una vez por encargo para un libro de haikus, modalidad japonesa de escritura minimalista que combina poesía con trazos pictóricos hablados, en métrica de 5-5-7 silabas más-menos o 7-5-5 como prefieran. Muy breve. Mario Benedetti tiene un libro precioso de haikus inspiradores para leer en medio del combate: momentos-visagra de reflexión diaria en el metro, a la espera del tranvía, entre conexiones de la T-4.


Ras ras ras, splas splas splas miles de marrones y ocres, miles de especies de hojas secas, miles de diminutos sonidos al pisar en medio del silencio el primer día de mi nueva vida: hoy, uno de enero de 2009. He recordado un paseo similar en la Sierra de Gredos (cercanías de Candeleda) con un grupo de frikies intentando capturar el arte de la felicidad posible. Con su ejemplo más que con su palabra, un monje del templo Shaolín nos instruía en artes marciales.


Un día tras la obligada siesta-reposo-meditación nos reunimos en el salón cuyos ventanales daban al río justo en el momento en el que un inmenso rebaño de cabras negras del valle del Tietar pasaban al otro lado de los cristales ajenas a nuestros afanes mundanos... acaso espirituales... Las más intrépidas se ponían sobre dos patas en el tronco de los árboles cercanos para comerse los brotes más tiernos. Y creemos que son tontas, que carecen de conciencia ?!
En fin, tras el paseo de la mañana, el reposo de la tarde, y la reunión en el salón central donde el fuego de la chimenea nos arropaba a todos comenzó el turno de las preguntas. Desde el fondo de la sala alguien alzó la mano y formuló en voz alta algo que muchos de los participantes en el retiro solían comentar en el comedor, en los pasillos, en los paseos... Maestro, ¿cómo se siente la vida tras la iluminación? Nuestro monje del templo Shaolín sonrió con la dulzura de un niño santo, de un niño sin pecado original, de un niño cuyo grupo sanguíneo estuviera hecho de azucar y caramelo. La sonrisa se prolongó algunos segundos... caso algunos minutos... a lo que ya estábamos acostumbrados. Las últimas cabras empujadas por el pastor y por los perros ya estaban fuera de nuestro alcance visual. Entonces, al cabo de un rato que para los más inquietos pareció una eternidad, el monje dijo: "Antes de la iluminación, limpiar y fregar. Después de la iluminación, limpiar y fregar."

Las reflexiones, prácticas marciales, lecturas, preguntas y ejercicios se prolongaron hasta el atardecer. Tras la cena hice un nuevo y breve paseo montañero: ras ras ras, splas splas splas pisadas sobre hojas secas entonces y hoy uno de enero de 2009, el primer día de mi nueva vida.

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