sábado, 18 de abril de 2009

Darwin

Cabeza abajo rápida y ágilmente se desplaza sin temor. Ajena al qué dirán, a los hábitos y usos del lugar. Ajena desde luego a la normativa vigente ya que desconoce la teoría de la Ley de la Gravedad según la cual es imposible desplazarse en vertical pared abajo sin desplomarse.

Acaso sea esa ignorancia la que le permite hacerlo. Tal vez el hecho de carecer de ideas preconcebidas le propicie ser ella misma, jugar su propio juego invitando a otros (si quieren) a seguirla o continuar en solitario si no desean hacerlo. Libertad en estado puro.

Cabeza abajo se desplaza sin temor la lagartija que esta mañana me ha contado lo revuelta que anda la primavera con su savia arriba-savia abajo, lo coquetos que se están poniendo los árboles frutales con sus incipientes flores de cerezo, y lo molesto que le resulta el revoloteo de las primeras mariposas (volvoretas en gallego -en honor a mi amigo Pablo-). A mi me encantan, lagartija: deja que me deleite con ellas y que me inspiren con su capacidad de transformación y cambio. Hace apenas unas semanas eran feas e inmóviles orugas. Hoy volvoretas de colores tan frágiles como efímeras, tan efímeras como felices, tan felices como hermosas. Las he visto amarillas, violetas, granates, con manchitas y casi negras. Mariposas entorno a la casa derruida donde alguien esta mañana ha desafiado la Ley de la Gravedad siendo ella misma, abriendo un camino de posibilidades que otros dirían imposibles. Acaso eso exactamente sea la creatividad con la que tanto me gusta coquetear a diario en mi trabajo y mi vida: abrir caminos inexplorados.

No ha querido venir a casa conmigo: dice preferir la libertad. Se ha quedado en su pared de piedra calentita al sol primaveral. Mi lagartija hace su camino y yo el mio que con ustedes comparto. ¿Tienen una historia de lagartijas que contar? ¡Adelante con sus comentarios!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Pues es verdad, que mejor momento de escoger un nuevo camino que en primavera, cuando el sol empieza a brillar, las flores salen, los arboles crecen y todo esta en crecimiento , aprovechemos pues la sabiduria de la naturaleza y pillemos la OLA del nuevo camino a recorrer, que el camino se hace andando...y descubriendo a cada paso, como la lagartija.

Anónimo dijo...

"Aunque tenga miedo, hágalo igual", nos sigue diciendo Susan Jeffers desde su libro ya clásico (la fatalidad de los libros de autoayuda es que los temas son limitados, luego siempre me parece que los primeros en abordarlos seriamente son los originales de infinitos remakes, suelo olvidarme de que lo que a mí me parece serio puede no servirle a otro). No nos engañemos: no se hace igual. Se hace, pero no igual, porque al miedo hay que vencerlo y, en esa lucha, perdemos una parte de la energía que, sin tenerlo, hubiésemos podido dedicar íntegra a nuestra tarea.

Imaginemos que educamos a una lagartija en no subirse por las paredes, porque es superpeligroso para nosotros. Nosotros, a los dos pasos que demos por una pared, nos pegamos un batacazo que nos abre la cabeza y nos disuade para siempre (si no, no tardaremos mucho). Por tanto, es nuestro afán protector el que nos hace aconsejar a la lagartija que estamos educando que no se suba por las paredes que tanto daño nos han hecho. Y, si no obedece a los consejos, la castigaremos, tanto por su amor al peligro como por su falta de respeto a sus maestros. Si, finalmente, la lagartija, llevada por su genética, trepase por una pared, quizá el miedo que debe vencer la haría caer, y confirmaría por sí misma lo que ya le advirtieron: que la escalada vertical es imposible y que ponerse cabeza abajo es garantía de conmoción y puede que muerte. La lagartija, educada para el fracaso, no viviría ya nunca en el universo 'paralelo' que le corresponde, que es aquel donde trepar libremente es posible porque ella tiene las patas distintas de las nuestras.

Hay muchos mundos posibles, y la gran pregunta es si estamos viviendo en el nuestro o en otro.