lunes, 11 de mayo de 2009

Plomo en las alas

Me salen novios. No lo busco, no lo pretendo y -sin embargo- me salen novios de ambos sexos para establecer alianzas de tipo laboral. ¡Plof! Ya se han desmotivado. ¡Vale! Podría haber jugado un poco más con la metáfora y decirles que hombres de treinta años me miran las piernas cuando llevo vestiditos y voy en bicicleta. También es cierto y resulta halagador. Más que halagador gracioso lo mal que calculan mi edad...

Casi cada semana aterriza alguien por el despacho o recibo un Email con algún tipo de coqueteo empresarial. Todos venden. Algunos tienen la honestidad de ser claros en sus propuestas. Otros no tanto. Se parapetan en el dichoso win-win y en realidad sólo hay un win: el suyo. Ni con prismáticos alcanzas a ver qué pudiera aportarte su propuesta: bien al contrario en el minuto uno detectas que -si pueden- se llevan el felpudo del despacho o al menos los caramelos del hall. Igual exagero ¡¡seguro que exagero!! Sin embargo es la sensación que tengo de un tiempo a esta parte.

La piedra filosofal de los negocios, el begin de begin (el comienzo de todo) consiste en el establecimiento de una relación de confianza y esto ¡cielo santo! resulta más difícil de conseguir que el reconocimiento político del Tibet. La confianza a su vez se asienta en ponerse unos segundos en el lugar del otro, "en calzarse sus mocasines" que dicen los indios navajos, y desde ahí preguntarse con honestidad qué puede ser interesante para el otro de la propuesta que nosotros realizamos. Simple como un corcho. Lo sé. Y sin embargo... no ocurre.

Vivimos en la frecuencia del yoismo que se conjuga en yo-mi-me-conmigo y para mi y ¡claro! desde ahí ni te calzas los mocasines ni te planteas cómo resultarle útil-interesante-complementario al otro. La cultura del "sanpara". San-para-mi para ser más exactos. Estoy un poco hasta el pitorro de la boina de estos novios-novias que sólo buscan colocarse. Por favor, los matrimonios de conveniencia al tarro de basura -perdonen es que estoy releyendo a Fritz Perls-. Yo aún creo en el amor. Es más sin amor y sin valores no apetece el desgaste que resulta vivir.

Autenticidad-Simplicidad-Honestidad. ¿Se han fijado en que las tres terminan en DAD? Ni más ni menos: DAD para RECIBIR. Ya lo dijo el buen amigo Covey: Win-Win, Ganar-Ganar y una ración de mocasines y si se descuidan de alas: de valores. Al fin y al cabo -sigamos jugando con las palabras- sólo se trataría de añadir una G = WIN-G.

Yo quiero ir por la vida ligera de equipaje, como los hijos de la mar (que decía el poeta) y la deslealtad huele a plomo, casi a bala.

No hay comentarios: