viernes, 20 de noviembre de 2009

Alentar sueños

Querido Antonio, te gustará saber que hoy he estado en tu ciudad -que es la mía- convertida en un gigantesco ciclamen rosa y blanco (todos los jardines tienen esas flores). Con veinticinco grados centígrados, el cielo azul y despejado, y las aceras secas y llenas de hojarasca pasear por la city ha sido una delicia. Me he sentido acompañada por tus cuentos, tus retratos constumbristas hechos de palabras y tus tertulias...

Al mediodía he relacado en el Mao, restaurante oficial de mis jornadas de trabajo en Bilbao donde el menú es correcto, el servicio amable y la estética agradable. Había un ejecutivo que no te hubiera gustado porque salía del comedor cada seis minutos para hablar por su móvil de última generación, estiraba todo el tiempo el brazo derecho para mostrar el puño de la camisa y los gemelos; al andar, ya podrás imaginarlo, daba unas zancadas diez centímetros más largas de lo que su pierna permitía de una manera natural. Sin duda se creía guapo -y en parte lo era salvo por estas manías que comparto contigo-. Se creía importante -y acaso lo fuera- y mostraba síntomas de aburrimiento mientras permanecía sentado en su mesa frente a un amigo o compañero gordito y sereno. Debía ser un parroquiano del Mao ya que de vez en cuando charlaba amigablemente con el maitre... En fin, había muchas otras personas que observar. Eso es lo más incómodo de comer sola: clavas la mirada fuera, para que no la claven en ti.


Tras la macedonia de frutas, me he asomado al Museo de Bellas Artes en cuya tienda he comprado una nueva Moleskine, carísima, como siempre. No he encontrado este modelo en el que escribo, sino el tradicional (un poco más pequeño) de 13 por 21 centímetros, negro y con goma. Ya sabes, la que utilizaban Hemingway y Picasso. Entiendo que con esta adquisición tengo el soporte para mis reflexiones cotidianas antes de inmortalizarlas en el pen drive.

En Abandoibarra he visto gente, es decir, personas como tú (Antonio Trueba) y como yo. Bueno, más como yo porque tú estás muerto y te recordamos por la estátua que hay en los Jardines de Albia en honor a tu trayectoria de escritor costumbrista. Después he trabajado un poco con una directiva que padece mobbing y he vuelto a casa. Mañana estaré en Santiago de Compostela para impartir un curso de Coaching Creativo o el arte de alentar sueños haciéndolos realidad. Leonard Wolk lo llama "el arte de soplar brasas". Ya te contaré qué descubro allí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bienvenida a la ciudad de Antonio, que también es la tuya.
La próxima vez, en lugar de comer sola y hablar con el bronce, puedes compartir las reflexiones sobre ese ejecutivo y recibir respuestas de viva voz.
A Antonio le hablo todos los días y nunca me responde...