sábado, 5 de diciembre de 2009

España languidece

España languidece. Hoy he viajado cuatrocientos kilómetros de paisajes yermos, cuatrocientos kilómetros de tendidos eléctricos en los que las águilas reposan y aguantan los vientos de la tramontana que decapita las últimas hojas de los árboles. La plaza mayor del pueblo -de cualquier pueblo- aparece despoblada de paisanos y -en las esquinas- grupúsculos de emigrantes en paro pasan las horas al frío del invierno que comienza. Muchos han venido de los países del este y han perdido sus trabajos en el sector de la construcción. Negro porvenir. Suenan las campanas de la iglesia del pueblo -de cualquier pueblo- y sólo los ancianos acuden a la llamada encorvados por los años, la artrosis y el desaliento. En los bares juegan a las cartas una tarde entera con un carajillo de coñac enfundados en boinas empolvadas, pantalones azul obrero y palillos en la boca. España parece haber perdido el tren de los tiempos modernos como el reloj estropeado de algunas estaciones por las que ya no pasa la Robla.


He caminado más de diez kilómetros monte arriba por el Valle de Tobalina divisando el bellísimo pantano de Sobrón repleto hasta los bordes y habitado de zarapitos. A decir de los lugareños está lleno de mejillón cebra, una auténtica plaga. Los buitres, las cornejas y los cuervos hacen círculos entorno a cualquiera que esté quieto más de un cuarto de hora en las alturas. Cumplen con su instinto carroñero. Parecido a la codicia de quienes calcularon que el ladrillo era una teta ilimitada. Desde los montes divisas con prismáticos muchas construcciones abandonadas en la primera planta: tabiques al aire, columnas, hormigón que estropea el paisaje y el alma.

Por la tarde -en otro pueblo de la España que languidece- he observado a muchos jóvenes en chándal con pendientito en la oreja e incluso en la nariz. Muchas jóvenes en exceso maquilladas con pantalones dos tallas inferiores a la suya, muchas motos haciendo ruido y contaminando el silencio por lo demás escandaloso de lugares en los que no existe actividad alguna. Las huertas vacías, los aperos de labranza en un rincón con telarañas, el ganado custodiado por los perros que asustan en mitad de la campiña cuando te rodean. Hay setas de todas clases y colores, hay castañas que nadie recoge, hay cientos de bellotas de roble, hay ciervos que cruzan raudos el sendero en busca de agua, hay ardillas que huyen de los humanos y uno se pregunta qué razón tendrán ??!! y hay jabalíes a los que disparan muchos cazadores que hoy también hacían acto de presencia por los bellísimos montes de Castilla-León.

Out. Ha sido un día alejada del asfalto y próxima a una realidad que no suelo contemplar. La ciudad lo enmascara todo con sus luces, con sus pompas. Conviene no perder pie en lo real y -si es posible- hacer algo por mejorarlo.

1 comentario:

Socrates dijo...

Así son las cosas...y así se las hemos contado :P

Pues sí...un país dirigido por - lo que yo llamo - sentimientos negativos (llámese codiciosos, avarientos, etc. etc.) solo puede llevar a un lugar, también, negativo.

Veremos...(como decían muy convencidos un grupito de ciegos muy optimistas).