domingo, 22 de febrero de 2009

Jornada Autista

Hoy tengo un día autista.
Beeeeeeep. Silencio. Se acabó el post.
Tranquilos, es broooooma. Mi autismo no doblega jamás, bien al contrario, mis ganas de escribir. Alcanzo el estado de autismo cuando se cruzan de manera persistente en la senda de mi cotidianidad al menos tres factores que tengo bien "pillados". Primero, un listado inabarcable de proyectos laborales pendientes con los que lucho a brazo partido sin escuchar las señales de cansancio. Segundo (consecuencia del anterior) un agotamiento levemente crónico por avanzar sobre los quehaceres con la actitud de un cid conquistador de ignotos territorios. Y tercero cierta revolución hormonal que se repite cíclicamente.

Así llego al estado autista que consiste en que necesito tiempo y espacio para mi, es decir, silencio y actividades solitarias que colmen mi alma reseca de tanto bregar en la materia. Normalmente paro un poco antes de llegar a este estado, escucho las señales de stop-alarma, me concedo treguas y pacto equilibrios de mínimos entre el "debo" y el "quiero". Esta semana sin embargo me he puesto el mundo por montera: he realizado jornadas propias de los mineros en los años setenta y ¡aqui estoy! recomponiéndome ante ustedes en un striptease que ojalá provoque cierto eco ejemplarizante. No por lo que hago (ya ven que bastante imperfecto) sino por lo que entre todos podamos deducir.

El estado de cansancio profundo me provoca ciertos efectos colaterales desestabilizantes. Entre otros, desata en mí una añoranza dolorosa de lo que amé. Sueños que han perdido intensidad-color. Personas que ya no están, y un repertorio de emociones descatalogadas. Una de esas personas es Miguel. Me enseñó tanto, me protegió tanto, me dió tanto que después casi nadie a podido estar a la altura de aquel amor primerizo. Ya no está. Hace mucho que no está para otros aunque yo sigo alimentándome de sus enseñanzas y generosidad. Era mi padre y eso acaso le reste mérito ?? !! Le echo de menos y cuanto consigo un triunfo mundano se lo dedico porque él creyó en mí.

El sock autista me conecta con sueños inconclusos y en stand by: es una llamada de atención persistente que me recoloca ante lo que fue, es y acaso será. Además de Atenea (la hija del padre) ahora ejerzo de Hestia, el arquetipo junguiano que sale en mitad de la noche con un farolillo a iluminar a quienes se han perdido o se hallan confusos en una encrucijada de caminos. Ya he escrito en el blog sobre el fabuloso libro de Shinoda Bolen (Las diosas de cada mujer).

No es que me otorgue sabiduría alguna ¡vive Dios que no! Me limito a sostener el farolillo y eso ilumina a veces a otros para evitar que caigan en los fosos de la desesperanza que acecha. Me explico. James M.Barrie dijo en una ocasión que cada vez que un adulto piensa-siente "... No creo en los sueños, no creo en las hadas, uno de estos pequeños seres cae muerto..."

Yo no quiero que caiga un solo ser alado (ni siquiera una libélula) así que aliento un sueño remoto y antiguo que no se hace realidad. Añoro una casita de madera en el campo con una cerca pintada de verde y un jardín en el que dar rienda suelta a mi green thumb (mi dedo verde) o habilidad de trasformar cualquier semilla en un árbol. Me fastidia bastante sostener un sueño reincidente que por ahora no alcanzo a materializar. Acaso no sea el tiempo ?? !!

Cuestión de aceptar lo que no puede ser cambiado. Cuestión de luchar por lo que sí puede cambiarse y lucidez para distinguir entre ambas cuestiones.

Me voy al cine. Casi siempre lo hago en jornadas autistas. Hoy veré una película coachiniana que les recomiendo (he leído el argumento): Revolutionary Road. Ya les contaré. Por cierto ¿cómo equilibran ustedes su días autistas, esos en los que no están para nadie?

martes, 17 de febrero de 2009

Trabajo vocacional

Por favor, permitan que hoy me desahogue yo que paso muchas horas al día (muchos días a la semana) absorbiendo como una esponja los desahogos de las personas. Hoy mi desahogo es de agradecimiento total: ha sido un día top. Quiero compartirlo con ustedes. Síganme, por favor.

El día ha comenzado con el entrenamiento de un equipo nuevo compuesto por ocho personas, en verdad ocho directivos que en el minuto uno han querido clarificar que no se sentían tales sino responsables en el doble sentido de la palabra: de su propio trabajo y de otras personas a las que alientan, orientan y dirigen.

Esa propuesta iniciática ha dado pie a la reflexión del equipo entorno a los posibles vínculos entre los conceptos directivo-compromiso-responsable no sólo del propio trabajo sino del rendimiento o resultados del proyecto en su conjunto. El líder -muy divertido y liberado del papel dinamizador que habitualmente le toca realizar- ha disfrutado mucho observando a sus profesionales y al propio Coach y ha matizado con firmeza que (en su opinión) sí existe una vinculación rotunda entre la auto-consideración de "directivo" y los resultados globales del proyecto.

Un miembro de equipo ha asumido voluntariamente el rol de secretario del encuentro y redactará un acta con aprendizajes, discrepancias, puntos de mejora etc. Otro compañero ha ejercido con entusiasmo el rol de medidor de tiempo e impulsador de la toma de decisiones mientras que una tercera ha aceptado con alegría uno de los roles más difíciles al comienzo de un proceso de Coaching: el de ofrecer feedback -ella prefiere el término retroalimentación- a sus compañeros de equipo. El más joven del equipo ha recordado la importancia del inner game (del juego interior o poder de la actitud) tanto en el propio entrenamiento de hoy y sucesivos como en el logro de resultados tangibles del equipo.

Roles de Alain Cardon (padre del concepto Coaching de Equipo y reuniones delegadas) en pleno funcionamiento hoy en el despacho con una energía eléctrica, rápida, juguetona que a ratos desafiaba al Coach muy sana y vigorosamente y a ratos le permitía sacarles un poquito de la "zona de confort". Ha sido un lujazo de equipo. Dinámicos, rápidos, rebotadores, activos, respetuosos, facilitadores de las dinámicas y pelín escépticos ¡como debe ser!

El día ha terminado con un aluvión de llamadas telefónicas interesándose por el aprendizaje del diseño y logro de objetivos toda vez que al parecer (aún no lo he visto en papel aunque sí en versión digital) el Diario Vasco de hoy, rotativo del que se dice que lo que no aparece en él ¡¡no existe!! se hace eco del Coaching de nuestro despacho. Decenas de voces al otro lado del teléfono facilitando su Email para obtener más información, preguntando por fechas de cursos posibles y de lecturas inspiradoras.

Amo este trabajo. Es mi pasión y vocación: emites una esforzada señal motivadora-pedagógica-alegre-desafiante- y obtienes un eco de plenitud gratificante de otros seres. Es bellísimo ser testigo de la evolución de los equipos, de los directivos, de los responsables de vidas y departamentos.

Siento que la magia de los dioses me alcanza, otra vez, de otra manera. ¡Ah! no se lo digan a nadie: el de esta mañana es un equipo de alto rendimiento. Lo mediremos juntos: ellos, el líder y yo misma (si me lo piden) dentro de unos meses. Se lo contaré entonces. Promisse.

domingo, 15 de febrero de 2009

Madeja del pensamiento

La vida -hermosa y libre- sigue su devenir de espaldas a la madeja de nuestros pensamientos. Bajo un manto amarillo de mimosas (árbol de olorosas flores dulzonas) -ver foto en álbum Picassa- una cabra ha parido hoy ante mis perplejos ojos tres cabretillos: como en el el mejor de los cuentos, de los sueños. Ha sido una explosión de vida -acaso con mayúscula- inesperada, fluida, natural, sin pretensiones, como todo lo que en verdad merece la pena.



Ha ocurrido en mi paseo matinal de los domingos, siguiendo el camino de Santiago dirección Orio, pueblo costero de Guipúzcoa donde vive mi buen amigo Álvaro. Hoy no iba a verle. En verdad mi pretensión era una vez más conectar con la naturaleza muy salvaje en esa zona al borde de los acantilados del Cantábrico.



Cuando ocurre algún acontecimiento como el de hoy me siento tocada por los dioses. Lo vivo como un regalo. Tres cabretillos que apenas se sujetaban sobre sus patitas: preciosos, tiernos, frágiles, ajenos por completo a las mil noticias grises contenidas en las páginas sepia que yo había leído apenas dos horas antes empapándome de economía y tendencias en gestión y entrenamiento de personas, mi trabajo (como saben).



Ya lo dijo hace tiempo Woody Allen "... la vida es lo que ocurre mientras estamos enredados en otras cosas...". Eso, justo, hoy, bien claro, bien alto para todo el mundo: la vida -hermosa y libre- continúa su devenir de espaldas a la madeja de nuestros pensamientos.



Arriba el azul más potente de las últimas semanas. Abajo el mar reflejando tonalidades. Al lado las mimosas amarillo reventón. Junto a mi la cabra exhausta y digna arropando a tus tres crías, lamiéndoles la piel con su entrega. Y yo... con mis páginas sepia en la mochila ensimismada ante el milagro de la vida (congelando por unos instantes la dichosa madeja sobre la que tanto escribió Krishnamurti).

Un gran espectáculo, una gran lección ¡de vida!

lunes, 9 de febrero de 2009

Mota de polvo en el Universo

Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Total... para terminar (en el mejor de los casos) emulado en forma de estatua con una paloma viva y aleteante en la cabeza. En sus viajes por todas las ciudades del mundo... ¿Se han fijado que casi todas las esfinges nobles poseen su correspondiente paloma adherida a la cocorota? Hoy quiero que pongamos juntos la mirada en la Schlossplatz (plaza del castillo nuevo de Stuttgart) y en Christopher... un noble que sirvió a Alemania y al Kaiser allá por el lejano 1556. El pobre... ¡tantos desvelos y esta mañana me ha entrado la risa al verle el sombrero cuajado de excrementos de ave!


Acaso sea útil pararse un momento y mirar hacia dentro. Allí -más evidente que oculto- hallaremos agazapado a nuestro Ego: en unos grande, en otros enorme, en todos presente. Ese Ego inflado como una palomita de maíz que nos hace, a ratos, pensar o sentir que nosotros y nuestras preocupaciones somos el centro del mundo ¡qué digo del mundo! del universo entero y sus galaxias imaginables. Tendemos a imaginar que todo gira entorno a ese diminuto foco de atención que constituye nuestra limitada consciencia.


No entiendo porqué hay gaviotas en la ciudad más alejada del mar de toda Europa. ¿Qué hacen aquí? Imagino que es divertido atormentar a Christopher y a algunos otros nobles convertidos en estatuas y no precisamente de sal... Sin embargo, me gustaría conocer las razones de un biólogo. En fin están aquí y se pelean con palomas, gorriones, petirrojos, zarapitos, patos y cisnes por las miguitas de pan que les llevamos los turistas. Tenían que verles arremolinados en la esquinita del lago que no está helada, en el único corner en el que da el sol un ratito al mediodía, cuando sale. En el resto, el agua congelada aguanta el peso de un adulto. He hecho la prueba y ¡resiste! (Ver foto en el álbum Picassa).


Apelo hoy a la humildad entendida como capacidad de jugar, de admitir que se está equivocado, de pedir disculpas o perdón, de escuchar a los demás y de pedir ayuda, según definición del fantástico libro que me regaló mi amiga Marta (En busca de los mimos perdidos, de Cesare Giacobbe).


Apelo a la humildad, en primer lugar a la mía. Apenas somos una mota de polvo en el cosmos. Es algo que percibo con nitidez (que siento profundamente) cada vez que viajo en avión. Siempre pido ventanilla y desde los diez mil o más metros de altitud una persona -incluso el mismo Christopher de bronce- parece menos que una pestaña. Piénsenlo: una pestaña.

sábado, 7 de febrero de 2009

Una pareja

Lo encontré una mañana en la plaza de Schiller. Yo acudí bien abrigada con mi bufanda, guantes y gorro de lana años veinte en tonos verdes y amarillos. Era febrero, hacía frío y en la plaza del poeta más que rimas se escuchaban murmullos de mujeres con sus cestas de mimbre visitando los puestos de flores del mercado, husmeando las mieles de brezo, de espliego y de romero, pidiendo panes negros de espelta, de avena, de sésamo, de trigo sarraceno... Dos grados bajo cero en el termómetro de la torreta de la plaza del Castillo Nuevo, en Stuttgart.



Al principio él no dijo nada y yo apenas le miré. Estaba recogiendo inputs para mi vida, impactos de adrenalina que después mis neuronas transforman en compost-outputs o textos para mis libros, conferencias y mi blog.



Él era peludo, bajito, y gozaba de un aire salvaje que me atrajo desde el primer momento. Yo iba sola, era extranjera y resultaba vulnerable. Él parecía oriundo de la tierra y se movía entre las gentes con soltura aunque un tanto errático: tan pronto caminaba hacia el norte como lo hacía hacia el sur como si no hubiera decidido aún su destino.



Compré una docena de tulipanes y dos prímulas gigantes que animadas por el frío y la humedad germana proliferan con vigor. Me olvidé de él por un rato y visité la casa de los cuadernos, los sobres, los rotuladores... Haufler Am Markt... tres plantas de magia y lujo en papelería internacional. Compré los sobres y papeles a juego que sólo encuentro allí y utilizó en ocasiones especiales para enviar a alguien un mensaje de celebración o condolencia. Me entretuve unos treinta minutos y me permití algunos lujos por unos sesenta euros. Salí a la plaza del mercado y miré a la derecha, hacia el ayuntamiento. Allí estaba él. Me pareció extraño que entre la multitud aquel bajito y peludo volviera a cruzarse en mi camino. Sosegada y mansamente se acercó a mi y por primera vez ronroneó.



Fussel entró en mi vida y desde entonces no nos hemos separado aun cuando mi profesión me obliga a viajar. Es fiel y es paciente, dos cualidades difíciles de encontrar entre los humanos. Su compañía no tiene precio en las largas noches de invierno y cuando escribo textos -ahora mismo- se pone en mi regazo y me mira con admiración. Es más de lo que soñé cuando nos conocimos. Sigue siendo peludo y bajito y a veces desaparece durante días en andanzas que desconozco. Supongo que es el ramalazo salvaje que tanto me atrajo al comienzo. Respeta mis manías y yo sus silencios. Ha engordado algo y su pelo es aún más pelirrojo que cuando le conocí. A ratos le miro y pienso que aún no ha decidido si va al norte o al sur aunque de momento los dos nos hemos anclado en GaussStrasse 32, una casita mágica, diminuta y con jardín en la que leo, escribo, sueño y me olvido del mundo que gira a la velocidad de vertigo y a contrapié.



Me saluda cuando llego a casa... acaricia mi soledad, se sienta a mi lado cuando abro la correspondencia e incluso cuando cocino. Es todo un personaje al que algún día echaré de menos cuando ya no viva aquí, ni visite los sábados el mercado de las flores bajo la atenta mirada del poeta Schiller. Fussel es un gato hindú cuya historia merece un cuento infantil con dibujos de acuarela.

domingo, 1 de febrero de 2009

Elogio de la Rebeldía

Ahora resulta que he llegado hasta el hoy gracias a mi rebeldía. ¡Cielo Santo qué gran milonga mi educación en el colegio de monjas de las Esclavas del Sagrado Corazón y su monocorde slogan de "... las niñas buenas van al cielo..." que tántos años formó parte de mi ADN.


Confesaré que tengo un día espídico, afilado, y conector de ideas varias. Quedan alertados: en este día afilado tal vez acabe por escribir algo hiriente como el filo de la navaja sobre la que juntos caminamos. No pretendo herir -por supuesto- sino desquitarme de algunas certezas antiguas (que me inculcaron otros) ante el descubrimiento de algunas certezas nuevas (y propias) que aprendo aceleradamente a través de mis libros de empresa/ liderazgo/ gestión de marca personal y creatividad ¡ay la creatividad, cuán fecunda me resulta para comprender!


Ahora parece que la rebeldía -cierto desafío de la autoridad o de lo establecido- forma parte de los rasgos intrínsecos de los líderes, de los emprendedores y de los creativos: el bonito club privado con el que siempre soñé...


En mi infancia estaba mal visto subirse a los árboles porque no era cosa de niñas. Durante mi educación las chicas no chutaban balones, ni pescaban truchas en los ríos, ni ganaban al ping pong a sus primos. No estaba bien visto llevar botas camperas sino bailarinas o merceditas ni que pretendieses estudiar una carrera bohemia o de ciencias. Tampoco que salieses con un chico que no fuera de tu clase social o de tu ciudad, ni que quisieras irte con él a esquiar recién cumplidos los 22. Tampoco que llevases la contraria a tus padres sobre cuestiones culinarias, alimenticias o de hábitos cotidianos porque, sencillamente" ... las cosas siempre se habían hecho como te indicaban y había ido bien..." ?? !!


Mi rebeldía hizo saltar algunas cosas por los aires y si bien es cierto que visto desde el hoy me fortaleció, no lo es menos que entonces generó cierto sufrimiento en ambas partes. En ellos (mis padres) representación adulta del mundo entero y sus valores y en mi (la joven rebelde) que defendía un punto de vista singular. A los dieciocho años ya trabajaba y comencé a vivir por mi cuenta y a ser un canto rodado, una piedra zarandeada al compás de las mareas en su devenir por las diversas playas de la vida. Y volví a encontrar a bastantes personas (novios, jefes, compañeros, amigos de ambos sexos) que persistían en la idea inicial de mis progenitores de que no conviene salirse de la trillada senda de las mayorías, de lo establecido, de lo convencional.


Después ocurrieron bastantes episodios interesantes y hoy, leyendo Tú, marca personal un libro de branding escrito por Roberto Álvarez del Blanco y publicado por Prentice Hall tropiezo con el capítulo dedicado a la creatividad que cuando se trabaja con clientes consiste en "... Motivar a otros a mirar en nuevas direcciones y a explorar el territorio inexplorado..." ¡Guauuu! Cincuenta años para encontrar este bálsamo.



Y ahora resulta que el genio del pop McCartney en unas recientes declaraciones anima a "... Soñar en grande, continuar aprendiendo sin parar y trabajar constantemente para ser fuertes, ambiciosos, insaciables y diferentes..." ¡Guauuu! Diferente, se puede ser diferente sin penalización. ¿Por qué en mi educación no alentaron la diferencia? ¿Por qué alzaron muros de incomprensión? ¿Por qué tuve que explorar al tacto alternativas que a veces fueron atajos y otras desvíos? ¿Por qué me dejaron sola con mi poca o mucha o no se sabe cuanta creatividad, haciéndome sentir estigmatizada por diferente, por rebelde? El hoy viene a demostrar que tener ideas propias, llevarlas a la práctica en forma de negocios, de pedagogía o de legado es apreciado y es rentable. No poseían la verdad absoluta y no era cierto que la única alternativa exitosa fuera seguir el estático ráil de los trenes. ¡Se puede nadar, saltar, correr, pilotar, patinar, escalar y volar!


En este mismo libro (que me ha dejado mi amigo Rafa) dice: "... La creatividad se alimenta con el apetito por el cambio. Exige inspiración estética, disciplina diaria y falta de respeto por el orden establecido...". Qué curioso, en el corazón del trabajo cotidiano de un Coach -mi actual profesión- está la gestión del cambio, la pasión por el cambio, lo único permanente (Heráclito).


Si hubiera hecho caso a mis progenitores (bienintencionados... lo sé) hubiera estudiado Empresariales y hubiera seguido la carrera de mi padre en el BBVA y ahora quizá sería jefa de departamento o directora de sucursal como muchas de mis compañeras de clase y quizá sería feliz ¿por qué no? Y sin embargo, seguí mi intuición, mi instinto, mi impulso y mi rebeldía, lo que me ha traído hasta el hoy porque es cierto que las niñas buenas van al cielo y no lo es menos que las malas van... ¡a todas partes!


Como apostilla en el libro referenciado el conocido estilista Giorgio Armani: el verdadero lujo hoy es ser creativo. Ser uno mismo, seguir tu propio palpitar ya que, acaso, el verdadero propósito de la vida sea conocer y expresar las propias y relevantes cualidades en las actividades cotidianas. En una palabra ser tú, necesariamente distinto al resto de la humanidad: Tú, marca personal, el gran diferencial marketiniano, bueno para ti, bueno para tus negocios y acaso bueno para el mundo entero.