jueves, 29 de octubre de 2009

Directivos en Peligro de Extinción

Están disparando a las piernas de algunos de mis directivos de banca y eso me recuerda el tiro al pichón. Como saben, está catalogado como deporte y consiste en soltar a media docena de pichones en libertad ante un cazador preparado para disparar y matar a cuantos pueda en el menor tiempo posible. Aliviados de las rejas, los pájaros aletean unos segundos y al poco mueren desangrados. Es cruel.

Esta semana he tenido sesiones de Coaching con dos directivos de otras tantas entidades financieras en las que están despidiendo a compañeros. Son personas entregadas, comprometidas con la entidad, que realizan largas jornadas de manera habitual (diez horas diarias como mínimo), que alcanzan los objetivos diarios, semanales, mensuales, trimestrales... que motivan a sus equipos, que colocan sus oficinas en el ranking, que fidelizan nóminas y clientes, que venden seguros como collares en Marraquech: hacen todo y un poco más y no sirve de nada o un poco menos.

Es toparse con la impotencia. Es encajar el golpe bajo de que no existe lógica en ciertas decisiones que se toman en los aterciopelados consejos de dirección, lejos de la batalla cotidiana por llevarse el pasivo del cliente, sobre todo del cliente de empresa. En los dos últimos años, el regateo porcentual de los depósitos parece propio de un zoco Marroquí. Por medio punto el cliente más conservador se despide de una década de fiel servicio financiero.




El caso es que cuando trato con mis preguntas de que capturen la nueva realidad de sus entidades bancarias -y se adapten a ella- descubro con perplejidad que -de alguna manera- mis directivos de banca llevan inoculado en su propia sangre el virus de la superación permanente de objetivos imposibles , de la captación de clientes y de las primas por producto colocado. Inoculado un virus que les está matando porque las entidades no tienen alma... porque las decisiones se toman demasiado lejos del campo de batalla cotidiano (y por lo tanto no tienen rostro, ni sentimientos, ni lógica -salvo la insaciable necesidad de más dinero como gritaba Groucho Mark en aquella película: ¡Más madera!-).

Están disparando a las piernas de algunos de mis directivos de banca que no saben como defenderse de la sinrazón de que les retiren personal de sus oficinas tras haber logrado objetivos, tras haber cumplido escrupulosamente con las exigencias enloquecedoras de captación de recursos. Alguno de ellos se resiste tanto a perder la ingenuidad que llora en mi despacho. No comprende. Y sin embargo... ha de reaccionar cuanto antes a una situación tan compleja como peligrosa. Tan peligrosa como grotesca. Tan grotesca como repetitiva desde que el mundo es mundo: pérdida de la inocencia que no es sino descubrir que dos más dos pocas veces son cuatro sino otra cosa y en un idioma cuyo alfabeto cambia de código binario cada cuarto de hora. Adaptarse o morir, ya lo dijo Darwin... y en esas estamos. Duro. Cansado. Y un poco desolador.

martes, 27 de octubre de 2009

Rompecabezas

Me paso el día montando puzzles. No sé si a ustedes les gustaba montar rompecabezas cuando eran niños. Yo sólo tenía uno en el que aparecía un paisaje de Zúrich (Suiza) que me fascinaba y aunque lo hacía todos los domingos jamás llegué a controlarlo. Se veían unos tejados azules terminados en afiladas agujas y era difícil (o yo lo encontraba difícil para mi edad). En el último traslado familiar terminó en un basurero y ya no lo tenemos. Hablo de hace... ¿treinta y cinco años? Una barbaridad de tiempooooo.

El caso es que ahora me gano la vida montando puzzles. Con mi visión de cíclope veo las piezas esparcidas por las naves de las empresas e imagino como puede resultar el conjunto: un sistema armónico en el que unos encajen en otros, se complementen, apoyen, alienten y estimulen inspirados por un objetivo compartido. Monto puzzles de bastantes piezas aunque no tantas como las que tenía el de Zurich. Bueno... en realidad... seamos honestos: los montan ellos a partir de los entrenamientos que compartimos. Esa es la magia de las técnicas generativas: sacan de las personas, los equipos y las organizaciones el rompecabezas que existía de antemano sólo que ¡hay que saber verlo antes de completarlo! y eso tiene su misterio y su gracia.



También de desgracia la verdad, porque si bien eres testigo de puzzles que se montan a partir de las piezas originales -lo cual es muy hermoso y alentador- no lo es menos que tan pronto sales de una empresa -con el puzzle recién montado- entras en otra en el que las piezas vuelven a estar desperdigadas por la moqueta del pabellón. Vuelta a empezar. Una y otra vez y así todos los días, muchas semanas, durante meses y años y ¡corcho! no se acaba nunca el juego de montar rompecabezas. Es una nueva profesión por eso le llamamos emergente. Y nunca controlas del todo las herramientas que ajustan cada pieza con precisión. Las personas son predecibles hasta cierto punto después del cual se sumergen en el misterio insondable del carácter, las pulsiones, la bondad/ maldad y un larguíiiiiiiiiiiiiiiiiisimo etc. que no es objeto del post y ¡claro! son el ingrediente principal de la historia: o casan o no hay sistema.


Monto puzzles... todo el tiempo... desde hace siete años... siete horas al día . Siete meses de cada siete, a veces siete días a la semana. La magia está en ser oteador y adivinar la figura exacta que tendrá la construcción antes de completarla. No crean... su intríngulis. Cuando sale ¡es fabuloso! como aquel tejado azul de Zúrich donde había un reloj que marcaba las siete. Hora de terminar esta entrada. Tengo que juntar piezas en una empresa situada en el Zuatzu -a las afueras de San Sebastián- y esta vez no sé si es un tigre o un leopardo. Las personas ¡somos tan impredecibles!

domingo, 25 de octubre de 2009

Niebla

La niebla devora las montañas de Euskadi e incluso los tejados más altos de mi ciudad. Irreverente con lo divino (los montes) y lo humano (las casas) borra las apariencias y crea una sensación de ensueño cinematográfico bellísimo para el ojo atento. Por el cambio horario son las ocho de la mañana. Salgo de casa embutida en mi impermeable Gudrun Sjödens Versand comprado en centroeuropa en uno de mis viajes galácticos. Paseo de domingo hacia la cumbre verde y mojada. Llueve con ganas.

Me cuesta subir mucho más de lo habitual: secuelas del estado catarral que he pasado. Ando floja, clavo los tacos de mis talones en la tierra, me impulso con la pelvis como me enseñaron los maestros taoístas, tiro de mis pulmones hacia arriba, miro al cielo donde la niebla sigue lamiendo los montes vascos y creando figuras divertidas entorno a las alturas.

Entre la niebla y el cielo habitan los dioses. Hoy estoy enfada con ellos y no sé muy bien el porqué. Rabiosa tras una semana fuera de servicio. Rabiosa tras siete días de dormir, leer, escribir, soñar; volver a dormir, leer, soñar, comer; volver a dormir, leer, escribir, soñar, reflexionar sobre este obligado parón que se prolonga en exceso para mi temple y compromisos.

Miro la niebla, intuyo a los dioses y protesto. Me contestan con un trueno que da miedo y rebota dos montañas a la derecha de la mía. Un pajarillo salé asustado entre los matojos. Redoblan su amonestación y un segundo trueno hace que tiemble el firmamento. Poco les importa mi rabia-impotencia. Oídos sordos a mis lamentos.

Comienzo el descenso monte abajo más ligera, más ágil. Llevo buen calzado y no resbala. La niebla ya está conmigo: casi a ras de suelo borrando las apariencias y creando un ensueño fotográfico bellísimo para el ojo atento. Que te den -o algo así- me han dicho. Vale. Ya me las veré a partir de mañana con mi agenda, con mis exiguas fuerzas y recursos. Aceptación una vez más de lo que no se puede cambiar. Sigo bajando y parece que despeja. Ahora tengo mucho calor. Ha dejado de llover. Me quito el impermeable rojo, pijo y centroeuropeo. Sale el sol entre las nubes. En menos de diez minutos parece otro día, otra galaxia. Ni rastro de la niebla.


¿Y ellos? A carcajadas jugando a los bolos en otra zona del planeta. ¡Qué insensatos!

viernes, 23 de octubre de 2009

Silencio

Es viernes. Son las diez de la mañana. Estoy en pijama en el salón de casa. Veo la isla de Santa Clara, el Sagrado Corazón del Monte Urgull, el mar -bastante sereno- y la incipiente claridad del quinto día sin pisar las aceras. Llevo cinco días preguntándome cuál es el mensaje de mi afonía total. A estas alturas de la película de mi vida, sé con certeza que nada se produce porque sí. No había estado enferma -ni poco ni mucho ni nada- en los últimos siete años. Un ciclo, dirán los aficionados a la numerología. Vale. El caso es que esta mañana -tras el desayuno- me ha dado por coger un libro gordísimo de 707 páginas, Yo soy eso, de Sri Nisargadatta Maharaj (Bombay, 1897) y por abrirlo con el método zahorí: dónde caiga... dispuesta a descubrir su mensaje para este silencio obligado y reclusión que dura ya una semana laboral.


Me estaba perdiendo fuera: exceso de actividad, de palabras, de esfuerzo, de desgaste, de horas laborales, de voluntad, de riñones, de planificación, de estrategia, de marketing... De circo y noria.

Era urgente que me re-conectara dentro: en el lugar del que emergió con espontaneidad, frescura juguetona, alegría y entusiasmo a granel, las ganas de entrenar a las personas para un mejor vivir.

Y la manera más benévola que ha encontrado la vida para que me pare no es otra sino dejarme sin voz. No puedo trabajar. Fuera de servicio. Parón obligado. Dormir. Había sepultado en mí lo que siempre supe: uno planta la semilla y deja que el resto lo hagan las estaciones... Silencio para mi sistema nervioso central, mis cuerdas vocales y para mis tímpanos.


En la página 610 he hallado una idea que me gusta. Le preguntan a Sri Nisargadatta ¿Cuál es la señal del progreso espiritual? o -si me permiten la traducción simultánea- ¿Cuál es la señal de que uno está cumpliendo su misión, aquello para lo que nació? y el maestro hindú contesta: Estar libre de toda ansiedad; un sentido de alivio y alegría; una profunda paz interior y una abundante energía externa.

Tomo nota. ¡¡Que tengan un día pletórico de energía!!

miércoles, 21 de octubre de 2009

Tres cerebros

Estoy fuera de servicio en el momento laboral más intenso de mi historia. En un ardiente desierto cuajado de proyectos a montar, estoy fuera de servicio como una gasolinera. Out. Tres días en silencio: muda como el enanito del cuento de Blancanieves. Tres días durmiendo más de quince horas por jornada. Tres días bebiendo litros de infusiones, zumos, agua, caldos, brebajes. Ibuprofeno Alter de 600 mg para la inflamación de las cuerdas vocales. Silencio. Un decreto de silencio promulgado por mi médico de cabecera. Majo él... poco le importa la ola de trabajo que me espera y se acumula. Poco le importa que sea autónoma. Silencio ¡se rueda! El juego de la vida y sus paradojas.

Estoy recibiendo mucha solidaridad de los buenos clientes a los que anulo sesiones por Email apenas días antes de su realización y a quienes he de postponer cita veintiun o más días... Solidaridad por parte de los buenos y hasta de los malos clientes. Nooo, de esos no tengo.


Me da por pensar que tenemos tres hemisferios, qué digo, tres cerebros: el derecho, el izquierdo y el ordenador. Sin él ya no somos nada. ¿Buscar un hotel? Internet. ¿Calcular cuanto tardaremos a pie de punta a punta de Madrid? Internet. Avisar a los amigos de una fiesta (Facebook-Internet). Invitar a los colegas a nuestra red (Lindekin, Internet). Preparar mi curso de Coaching Creativo en Galicia... pen drive a la orden... Contar cómo ha ido el seminario de Robert Dilts (Blog-Internet). Tres cerebros. No podemos salir a la calle sin ordenador: en los aeropuertos, cafeterías, las calles, el hall del hotel, en todas partes, como una especie de omnipresencia o deidad. Tres cerebros ¡Piénsenlo! Quien vaya sólo con el propio sistema pensante está desarmado, en inferioridad.


Sigo muda, como el enanito del cuento de Blancanieves. Los dedos hablan por mi. Mi cabeza acumula tareas y más tareas. La agenda chorrea compromisos aplazados: citas en rojo de urgencia, citas en verde de conveniencia, citas en azul de obligación, citas negras, a ciegas, al tacto, al pil pil ¡a la porra! con perdón. Me voy a echar una siesta. ¡¡Ah!! No les he contado toda la verdad: el médico de cabecera dice que padezco agotamiento... ¡Sabrá él! Silencio. Callen los mudos, hablen los cuerdos y el mundo... siga girando con sus tres cerebros: derecho-izquierdo-ordenador. Efectos de la fiebre, quiero pensar. Ya disculparán.

martes, 20 de octubre de 2009

Dilts, el mago

Volamos a seis mil metros de altitud sobre la sierra de Madrid en el Iberia 0457. Fuera la temperatura es de 37 grados centígrados bajo cero, informa el sobrecargo Juarez. Abajo 16.000 taxistas esperan la llegada de turistas, hombres y mujeres de negocios que dan sentido a una actividad frenética en la capital de España. De ellos, un diez por ciento son mujeres. La que conduce mi taxi se llama Lourdes y me lleva al auditorio donde Robert Dilts, el mago, sostendrá veinte horas de entrenamiento a un centenar de profesionales llegados de todos los sectores productivos y de todos los rincones del país. Es otoño. Es un momento de liderazgo personal cuajado de creatividad.

Nacido en Estados Unidos en 1955, Robert Dilts es conferenciante profesional, autor de más de una veintena de libros (*) traducidos a otros tantos idiomas, pedagogo, coach y -sobre todo- un referente mundial de la programación neurolingüística, PNL. Vestido con traje y camisa blanca el primer día, y con traje y camisa negra el segundo (después de haber hecho jogging por el Retiro) Dilts accedía antes que nadie al auditorio y se marchaba el último convirtiéndose en un modelo referencial de liderazgo y creatividad lo que sólo es posible cuando uno vive "en la zona" como los atletas de élite, como el plusmarquista Bolt al que referenció en varias ocasiones.

"Vivir en tu zona" consiste en: fluir con la vida, centrado, respirando más allá de los niveles de supervivencia, con un sentido de agradecimiento infinito hacia el mundo y tus semejantes, ordenando tus quehaceres cotidianos con tu visión personal (ese sueño inspirador que todos podemos imaginar y llegar a hacer realidad).

"Vivir en tu zona" para liderar la propia vida y ser capaces de construir (entre todos) y creativamente el mundo en el que nos gustaría vivir. Ese es el mensaje esencial que ha traído Robert Dilts desde California. ¿Cómo se hace? Alineando la mente cognitiva (intelectual-racional) con la mente somática (cuerpo-emociones) y con la mente campo (relaciones-entorno)... Tarea para varias reencarnaciones, me temo...


Imposible resumir en un post todas las ideas, los desarrollos metafóricos, los experimentos vivenciados en 20 horas de intenso entrenamiento. Elegiré una idea que orientará mi trabajo en lo sucesivo: la necesidad de equilibrar Ego y Alma en cada profesional y en cada organización. Según Robert Dilts, la mayoría de los desajustes que se producen en las personas provienen del predominio del Ego sobre el Alma lo cual -a su entender- no es ni la única ni la mejor opción evolutiva.

Resumiendo: el Ego se centra en las limitaciones, es reactivo y cortoplacista, conecta con el intelecto, la estrategia y el análisis; se basa en el control y en el auto-beneficio. El Alma es la energía esencial de la que estamos constituidos, se centra en las oportunidades, es pro-activa, largoplacista, conecta con la inteligencia emocional y con la posible contribución transpersonal (algo que va más allá de nosotros mismos).
En la empresa, el Ego son los accionistas, la búsqueda obsesiva de beneficio, la ambición. En tanto que el Alma es el valor que aporta a la sociedad, a los clientes, la contribución genuina de sus productos y servicios, aquello para lo que inicialmente fue creada como un sueño ilusionante.


No deseo extenderme más aquí. Les dejo con una pregunta para que ustedes aprovechen también las enseñanzas de este fin de semana: ¿Qué deseo aportar al mundo que vaya más allá de mi propio beneficio?

La respuesta será su visión. Desde su visión podrá vivir en "su zona" y desde ahí alinear Ego y Alma y situarse en la felicidad posible o auto-realización.

Los primeros días de noviembre publicaré on line una entrevista realizada a Robert Dilts así como varias fotografías en el siguiente enlace gratuito: http://www.coachingmagazineinternational.com/

(*) De su extensa bibliografía les recomiendo: Herramientas para el cambio, en Urano. Más de Dilts en el blog de mi amigo Quique: brandcoaching.wordpress.com

lunes, 12 de octubre de 2009

Ternura

Miguitas de ternura esparcidas por el parque de mi barrio. Cisnes, patos, pájaros, caracoles, gusanos, orugas, mariposas, abetos, acebos, abedules, robles, hayas y áceres cuyas hojas comienzan a ponerse rojizas... Otoño en mi ciudad, una tarde cualquiera. Los niños llevan panes picados a las alimañas del bosque: juegan con ellos, les asustan, buscan y se esconden. Pura ludiquez -que diría Marta- palabra que juntas inventamos hace años para describir aquello que hacemos por placer, sin más finalidad que el puro gozo que -casi siempre- tiene mucho de juego.

Entre ludiqueces (con un cortadito entre las manos) y mirando al frondoso verdor, he descubierto a un hombre dulce como la miel y hermoso como Apolo. Pudiera ser uno de esos jugadores de fútbol que aparecen en la revista Hola -que ojeo en mi peluquería- ya semi rota y desgastada por el cotilleo marujil. Pudiera ser un surfero de los que compiten en Zarautz (Guipúzcoa). Pudiera ser uno de los modelos que aparecen este fin de semana en el suplemento de El País. En fín, bellísimo: alto (1´90), delgado (unos 75 kilos), con unos bucles dorados propios de los efebos griegos, unos baqueros fabulosos, unas botas estilo Camper y una sudadera beige cuya marca desde mi posición de oteadora no podía divisar.

Mi vista ha llegado hasta él siguiendo el rastro a un hada violeta dotada de varita mágica. Tendría año y medio, rubísima, con un moñito en lo alto de la cabeza y un andar errático sobre la hierba del parquecillo. La varita le servía de sostén porque se agarraba al palito como si le fuera la vida en ello, o al menos el equilibrio para avanzar. De vez en cuando se acercaba a otros niños mayores que no querían jugar con semejante pequeñez. Su padre la seguía para evitar que se hiciera daño mientras le dejaba hacer en libertad: loable pedagogía.

En un momento en el que la niña -agarrada a su varita- iba directa hacia un columpio vacío y en movimiento, el padre lo ha frenado con serenidad, evitando que se hiriera. Ni ha gritado, ni se ha alterado, ni siquiera se ha arrugado la sudadera. El hada ha seguido señoreando por el entorno cogiendo piedritas y flores mientras (buscando aprobación) miraba cada metro y medio a su héroe: ese papá que en un momento dado le ha acariciado la carita con infinita ternura y que después le ha montado en la sillita posterior de su bicicleta. Miguitas de ternura. A veces -si estamos atentos- la vida nos hace regalos. Los freudianos hablaran de Edipo. Yo me quedo con la ternura.

Auto boicot

Festividad de El Pilar. Estoy en el despacho, avanzo trabajo a destajo, je je... me encantan los pareados que-según el manual de estilo- hay que evitar a toda costa. Me estoy saboteando, como diría mi amigo Pedro. He venido en festivo para avanzar varias ponencias que impartiré en la Escuela Gallega de Coaching y me estoy dedicando a poner al día el correo electrónico (auténtica adicción), papeles varios, proyectos que flotan en la mesa central del despacho (contratos, propuestas, concursos varios...) y no he tocado aún los materiales que tengo que revisar. Aquí los tengo, a la izquierda, en su carpeta amarilla, primorosa, casi genial. Auto boicot. Guagg. ¿Por qué no lo abordo ya? Porque no es urgente... tengo un mes para actualizarlos. Sin embargo, es importante para mi paz espiritual tenerlos al día de antemano con lo último de lo último aprendido. Vale, entonces ya sé... mi inconsciente (mucho más sabio que mi consciente) aguarda a los aprendizajes del próximo fin de semana (16-17 y 18 de octubre en Madrid). No les he dicho nada pero estoy emocionada: tres días sumergida en el caldo desafiante y creativo de Robert Dilts impartiendo enseñanzas para profesionales enrrollados del Coaching, el Liderazgo y la Creatividad ¡como si me conociese, vamos! Y... ¿saben? tengo exactamente cuatro días para leer por tercera vez su libro Herramientas para el cambio, de manera que tenga integrados los contenid0s y pueda aprovechar mucho más todo lo que nos aporte en vivo y en directo. Los creativos del gobierno vasco dirían: para que sus enseñanzas "polinicen" mi sistema, je je... Con eso de que tengo nombre de flor puede ir bien lo de la polinización. En fin que sí: esperaré a mi regreso del seminario de Robert Dilts para incorporar lo último de lo último de Estados Unidos y para realizar -a mi modo y manera- un compost que aporte valor añadido y diferencial a los alumnos de la Escuela Gallega de Coaching. Allí tengo dos amigos: Marisa y Pablo. Aún no los conozco en persona pero son dos almas generosas y visionarias que se han atrevido con esto del Coaching en la Galicia profunda. Valor ¡desde luego! y entusiasmo y riñones para empujar. Y en esas estamos.

sábado, 10 de octubre de 2009

Amor de Comedia

Acabo de llegar del cine. He sido fiel a mi cita anual con Woody Allen visionando Si la cosa funciona, una comedia romántica que me ha aburrido bastante, la verdad. Toda la prensa especializada le otorga cuatro estrellas -catalogación como muy buena- y, sin embargo, no he llorado: ni de risa, ni de tristeza, mal síntoma. Una vez más Nueva York y el homenaje permanente de Allen a Manhattan, a la estatua de la libertad, a los amigos que se reunen para tocar música clásica -siempre el clarinete que el propio director interpreta cada jueves en un pub neoyorkino-.

Curiosas alusiones a las supercuerdas por parte de Larry David, el protagonista. Inquietantes citas de Heinsenberg, el premio nobel de física cuántica, para quien "una molécula observada es una molécula transformada"... qué decir de las personas observadas, escuchadas, cuidadas, apoyadas, acompañadas... sin duda son personas transformadas. El ojo que mira transforma al otro. El oído que escucha transforma al otro...

Se pone profundo Woody Allen en su última película. Se está haciendo mayor y aún cuando no pierde el ritmo trepidante de los diálogos, ni cierta chispa irónica, la cinta tiene exceso de acritud, de cinismo, de grises... no exentos de verdad. Si la cosa funciona se centra en las relaciones afectivas... tan complejas siempre, tan ilusionantes al comienzo, tan dolorosas al final. Y las moléculas observadas que resultan transformadas, y las personas amadas que sin duda resultan transformadas. Hay luna llena. Afecta a mis neuronas ¡seguro! La película dura 92 minutos y está financiada por Francia y Estados Unidos.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Casos y Cosas

Les contaré el caso de Juan al que identificaremos con el mecanismo de la negación. Trabaja en una entidad financiera (vinculada al entramado vasco) que hace apenas año y medio tuvo un crack internacional de enorme calado que ha dejado el pasivo en carne viva. Nada, él no se da por enterado. Todo O.K.

Salió siete años con una chica que nunca quiso comprometerse y un buen día llamó desde Barajas porque se iba a Estados Unidos. Así sin más. De hoy para hoy. Juan ni se olió semejante posibilidad y tardó casi otros siete años en remontar el vuelo para aterrizar en una relación de idénticas características (sin presente ni futuro) de la que apenas acaba de salir. Reconoce ciertos rasguños emocionales y lo cierra deportivamente con un... Todo O.K, gracias.

El segundo de abordo de la sucursal se está poniendo arisco y contestón. Nada... un mal día... tras otro... al que no hay que prestar atención alguna. Todo O.K. Hay reunión de directores de la zona norte con el presidente de la entidad. El gran jefe hacen muchas preguntas y no contesta a ninguna. Cero Compromisos. Juan sale tan contento.


Desde hace más de una década frecuenta un grupo de amigos con los que, a veces, incluso viaja en vacaciones al extranjero. Uno de ellos intercambia información con la cúpula de la empresa de Juan a quienes conoce por razones familiares. Posee información acaso reservada que a Juan le permitiría re-situarse en el actual panorama laboral, tomar decisiones e incluso trazar su propia carrera profesional. El amigo jamás informa de nada a Juan para quien sin embargo sigue siendo un amigo. Todo O.K. ¡Líbreme Dios de mis amigos que ya me ocupo yo de mis enemigos!


El mecanismo de la negación: Juan. En el zoo de Amsterdam a esto le llaman hacer el avestruz: esconder la cabeza debajo del ala pretendiendo de ese modo desintegrar la nauseabunda realidad.

Querido Juan: sabes cuánto te aprecio y lo que me importas. Por favor, ¡despierta! abre tus ojos a lo que es y -desde ahí- cambia lo que pueda ser cambiado, acepta lo que no pueda serlo y aplica lucidez todo el tiempo para distinguir una cosa de la otra.

El mecanismo de la negación es tan peligroso como conducir a 120 kilómetros por hora con los ojos vendados y en dirección contraria por una autopista neoyorkina. Tan peligroso como estar al mando de un submarino sin periscopio que se dirige en línea recta hacia las rocas. Tan peligroso como meter la cabeza bajo el ala cuando media docena de cazadores merodean en la selva de asfalto de tu barrio. ¿Conocen a algún otro practicante del mecanismo de la negación?

martes, 6 de octubre de 2009

Sobredosis

Caleidoscopio.
Escenas Cotidianas.

Mi oftalmólogo acaba de informarme de que necesito un 0´25 de aumento (dioptrías) en cada ojo. No me extraña: una multitud de observaciones se me han apelotonado en la retina. Tanto otear las tendencias, realidades, fenómenos, descubrimientos, comportamientos y personas el ojo se ha colapsado con tanta intensidad. Ahí lo tengo: 0´25, índice de protección recomendado para evitar una sobredosis de realismo.


En el piso contiguo al mío una cuadrilla de albañiles tira paredes, hace cemento en una maquinita que atormenta en su persiste giro clon, clon, clon (más rítmico que las mareas) suben y bajan escombros, martillean... Llevan casi dos semanas. Son cinco: fuertes, unos jóvenes y otros maduros, hombres, en camiseta, sin camiseta. Trabajan de ocho de la mañana a seis de la tarde con las correspondientes paradas para los bocadillos y las tarteras. Por la mañana siempre me cruzo con alguno. Ellos en tirantes y yo con chaqueta: cada uno con su ropa de faena. Hay uno encantador que se llama David (lo sé porque a gritos le piden ladrillos). Al saludarle esta mañana he pensado en las estadísticas salariales de su sector. Seguramente será mileurista y se deja la piel cada jornada. Hay mucho mundos pero están en éste. Paralelos. Observo y se me incrusta en la retina una broza de realismo que me duele. Necesito protección 0,25 como dice mi oftalmólogo que no sabe nada de mis observaciones voyeuristas del mundo y de la vida. Este David... ¿cómo podría yo -en caso de que él quisiera- apoyarle, acompañarle, aportarle? Y... ¿Cuántos Davides hay en la tierra? Jamás alcanzaré a modificar una brizna de este polvo de estrellas al que llamamos nuestro planeta. Me siento impotente con esta profesión mía de Coach.

Me haré las gafas nuevas, definitivamente. He de protegerme: al menos... 0,25.

domingo, 4 de octubre de 2009

BBVA

Durante casi cuarenta años mi padre trabajó en la 1.300, casa matriz del Banco de Bilbao en la Gran Vía de la capital vizcaína, hoy BBVA. Mi hermana y yo, con trenzas e idénticos vestidos (con nidos de abeja bordados por mi madre en la pechera) íbamos a veces a buscarle a la salida del trabajo. Emergía tras las rejas pesadas de la entidad bancaria altíiiiiiiiiiiiisimas para unas niñas de diez años y aún enormes para Gasol. Nos inculcó el orgullo simple por el trabajo que -según él- imprime carácter y el orgullo compuesto por empujar la economía vasca desde una entidad que había nacido al socaire de la oligarquía de Neguri (municipio acaudalado cercano a Bilbao).

Si viviera, hoy mi padre estaría triste. Ha salido de la cúpula José Ignacio Goirigolzarri, el último directivo vasco de altos vuelos del BBVA. Perdemos fuelle en la entidad. Llevaba ocho años en el cargo en sustitución de Emilio Ybarra y era el número dos tras el presidente Francisco González obsesionado con el avance del Santander.

La otrora pujante y parecía que imbatible entidad financiera ha vaciado de contenido las plantas de la impresionante sede histórica en la Gran Vía de Don Diego López de Haro (fundador de la villa). Hoy parece un edificio fantasma que han intentado reiteradamente vender sin éxito alguno. Además sale de la cúpula el último vasco y -por si fuera poco- en los últimos siete años se han perdido posiciones con la competencia. El Santander ha subido un 31% en Bolsa mientras que el BBVA ha caído un 11%. Mi padre estaría triste y yo también: orgullo des-compuesto.

viernes, 2 de octubre de 2009

Funambulismo

Vuelve a habitarme la bruja chamánica que soy. No se asusten, tranquilos, sigan leyendo (por favor) les explico. Durante casi un mes he estado enredada en una noria de preparación de conferencias, entrevistas para la prensa, infinitos Emails con las instituciones que propiciaban-apoyaban-acogían los actos y -después de su realización- con el tsunami de interés despertado por el Coaching como una poderosa herramienta empresarial (tema de la ponencia).

Para el diminuto ser humano que soy (para la empresaria-bonsái que soy) ha significado dormir poco y mal, bastante tensión acumulada en la mandíbula y los hombros, cero tiempo libre para familiares y amigos, escaso margen para ir y venir a pie o en bicicleta, poca lectura, mente con tres o cuatro pantallas abiertas a la vez, cuaderno saturado de listas diarias de gestiones a realizar... Guaggg... me agoto tan solo con recordar. Exitoso (desde luego) agradecida a la vida (infinitamente) contenta (mucho) y sin embargo... En el ejercicio existencial de funambulismo que todos practicamos, había perdido mi equilibrio in-out.

He recuperado la bruja chamánica y feliz que soy. No se asusten, tranquilos, sigan leyendo (por favor) les explico. Vuelvo a sentirme ligera tras mi sesión matinal de estiramientos -un cóctel personal de Pilares, Yoga y Chi-Kun- que me deja como nueva; vuelvo a canturrear en mi bicicleta mientras me dirijo a la terraza sobre el mar donde tomo mi cortadito en vaso y leo las últimas publicaciones de mi sector; vuelvo a dormir como un osito de peluche. Aquí esta de nuevo la magia del vivir de la empresaria-bonsái, del pequeño ser humano que soy. ¡Qué contenta! Es como si hubiese recuperado mis huesos, mi piel y sobre todo mis alas. Ligera de equipaje... como los hijos de la mar -que decía el poeta.

jueves, 1 de octubre de 2009

Dos socios y un abismo

Mesa negra de sala de juntas sobre fondo blanco. Mesa negra, paredes blancas. Árboles en la terraza: un tejo,dos pinos, un ácer japonés, una camelia, dos fícus. Mi despacho. Son las 8.10 de una mañana del mes de julio de 2006. Preparadas las tazas de té, los folios de colores, dos tarros con bolígrafos, el dossier con la carpeta de los clientes, mis gafas pequeñitas con montura de pasta roja y el papelógrafo. Faltan cinco minutos para que lleguen. Son dos, ella supera la cincuentena, él no llega a los cuarenta. Son dos socios de una empresa del metal que ronda los cien trabajadores. Herederos al cincuenta por cien de un imperio que por carácter, formación y habilidades les queda grande. Son dos, provienen de distintas familias, distintas formaciones, estilos, pulsiones. No llegan. A mi me da por recolocar las sillas, blancas, ultra modernas, ultra incómodas, de diseño. A mi me da por recordar algunos aprendizajes de mi último curso universitario sobre las dificultades inherentes a las empresas familiares carentes de protocolo, sobre la errónea estrategia de estar igualados al cincuenta por cien, empate técnico a la hora de tomar decisiones. Si/ No, No/ Si... cuan margarita. Bloqueo.

Ding dong... llegan al despacho con segundos de diferencia... Vienen de la fábrica cada uno en su coche, por separado... apenas se miran o se saludan. Yo les ofrezco el tradicional abrazo de bienvenida. Están tensos. Sacan sus papeles, apagan sus iphones se quitan las chaquetas y finalmente se sientan. Esperan -equivocadamente- que lidere yo, el Coach, cuando los protagonistas absolutos de la obra son ellos.Comienza el espectáculo, el entrenamiento, la puesta en escena del abismo que les separa. Los niveles de comunicación gestual, verbal, tonal son casi inexistentes... Comencemos por construir puentes -pienso- mientras pido que repartamos roles de sesión siguiendo las pautas de Alain Cardon: medidor de tiempo, secretario o realizador del acta y observador que aporta feedback. Les he situado cara a cara... resulta casi imposible no centrar la mirada en el otro y, sin embargo, lo consiguen, se evitan. Reparto dos cuestionarios para medir el nivel de su desencuentro (quince parámetros). Cada uno lo completa por separado. Después lo comentamos en voz alta: hay indignación, ira, cólera, tristeza, emociones feas y mucha incomodidad. Ambos quisieran salir corriendo. Es lo que les pide el cuerpo, las vísceras. Se quedan. Se impone la cabeza, la decisión (consensuada) de mejorar su relación, de establecer un puente comunicacional, de aceptarse (aceptar la diferencia), de apreciarse (apreciar la diferencia), de respetarse (respetar la diferencia), de comunicarse (comunicar lo que piensan, sienten, necesitan y quieren, del otro). Para que se queden, participen y contribuyan ni siquiera tengo que apelar al sentido de la responsabilidad, se recolocan sólos: eso también forma parte de la educación y de la herencia de ambos. No lo saben, pero en el fondo comparten más de lo que piensan.

Durante los cuatro primeros encuentros se suceden los careos, las miradas desafiantes, los desplantes, los reproches, el chantaje del silencio, carraspeos, toses, amenazas, desaires, groserías, intentos de falta de respeto (que el Coach frena radicalmente). Tenemos un abismo bien profundo.
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Dos socios y un puente

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Mesa negra de sala de juntas sobre fondo blanco. Mesa negra, paredes blancas. Árboles en la terraza: un tejo, dos pinos, un ácer japonés, una camelia, dos ficus. Mi despacho. Son las 8.10 de una mañana del mes de julio de 2007. Preparadas las tazas de té, los folios de colores, dos tarros con bolígrafos, el dossier con la carpeta de los clientes, el papelógrafo y mis gafas pequeñitas con montura de pasta roja. Faltan cinco minutos para que lleguen. Son dos, ella supera la cincuentena, él no llega a los cuarenta. Son dos socios de una empresa del metal que ronda los cien trabajadores. Herederos al cincuenta por cien de un imperio al que han decidido sacarle chispas. Son dos, provienen de distintas familias, distintas formaciones, estilos, pulsiones y sin embargo han comprendido la necesidad, la conveniencia, de entenderse, apoyarse y trabajar juntos por el bien propio y de la empresa. Pura practicidad. Trabajan con un Coach durante un año. Construyen puentes sobre lo que otrora fue un abismo... veamos cómo.

Son las 8.14 y no llegan. A mi me da por recolocar las sillas, blancas, ultra modernas, ultra incómodas, de diseño. A mi me da por recordar algunos aprendizajes de mi último curso universitario sobre las dificultades inherentes a las empresas familiares carentes de protocolo, sobre la errónea estrategia de estar igualados al cincuenta por cien, empate técnico a la hora de tomar decisiones. Si/ No, No/ Si... cuan margarita. Bloqueo, salvo que hayan aprendido técnicas de negociación, herramientas de comunicación eficaz.


Ding dong... vienen de la fábrica. Sesión a sesión, cada quince días, durante un año, continúa el entrenamiento, la construcción de puentes. Si en los primeros encuentros se producían careos, miradas desafiantes, desplantes, reproches, chantaje silencioso, carraspeos, toses, amenazas, desaires, groserías, intentos de falta de respeto (que el Coach frenó radicalmente)... En las cuatro siguientes se fueron tomando el pulso y el Coach como testigo, como catalizador de cambios, propulsor de tareas específicas, palanca de encuentros a solas, entre ellos, en la empresa, facilitador de lecturas, emails, propuestas, preguntas, feedback... Hacia la octava sesión comenzaron a producirse cambios. Llegaban juntos en el mismo coche, y espontáneamente hablaban de temas concretos de su negocio, se servían el té el uno al otro, se disculpaban si no habían completado alguna tarea. Fisicamente se sentaban enfrente y se miraban, sostenidamente, aunque hubiera discrepancia de enfoque, de tema o de criterio. Había comenzado la construcción de puentes sobre el abismo... construcción no exenta dificultades, puente elevadizo a ratos, de quita o pon, provisional. Al medio año todavía no se habían instalado de manera permanente las "funciones" de confiar en el otro, de pedir permiso, del respeto a ultranza, de reconocer fortalezas, bonanzas del otro, de pedir ayuda, de escuchar empáticamente y de ofrecer feedback generoso... Aún había discontinuidad, corriente alterna, sobre lo que antaño fuera un abismo.

Nueve meses después del inicio del Coaching había un puente firme, estrechito, de cuerda y madera. Tres sesiones más tarde, el puente mutó al cemento: sólido, fiable, contínuo. Al año, julio de 2007, tuvimos dos socios y un puente de acero, como el de Brooklyn. No hubo atajos, no fue fácil ni cómodo: sudaron, tosieron, se revelaron, lloraron, dieron puñetacitos en la mesa, se levantaron de la silla, tiraron varias veces la toalla, volvieron a cogerla, el Coach sosteniendo el desaliento y ellos protagonistas absolutos, siempre. Ahora tenemos dos socios invencibles, como La Armada. No en vano su sector es el metal y ellos, ya lo dije en otra entrada ¡tienen en común más de lo que sospechan! La empresa va mejor, muchooooooooo mejor. La productividad y el clima de una organización depende en buena media de sus líderes. Y al final va a ser cierto que el noventa por ciento de todos los problemas empresariales son en alguna medida problemas de comunicación. Puentes. Tendamos puentes sobre todos los abismos imaginables. Final feliz en esta historia. The end.