domingo, 3 de enero de 2010

De viaje. Impacto Cuatro.

Se acabó. Plof. La pompa de jabón se desvanece a orillas del mar Atlántico.¡Cuánto cuesta aceptar la finitud de la vida, las experiencias, las relaciones! Ella (la sirena) se queda aquí, en Rotterdam, y yo vuelvo a la tacita de plata (San Sebastián). Atrás queda la ciudad de la arquitectura, el cóctel de edificios clásicos -anteriores al bombardeo del 14 de mayo de 1940- con ultra modernas construcciones diseñadas por Foster, Rem Koolhaas, Jo Coenen, Marcel Breuer... las famosas casas cubo, los puentes Erasmus (el más impresionante que recuerda Brooklyn) y Maas (de color rojo)... el lago... los cisnes y los patos, los capuchinos a orillas del canal, las aceras cuajadas de hielo, mi bicicleta rosa de florecitas que me ha llevado de maravilla por la city.

Suena la campana clin clin clin, el recreo ha terminado. Me subo al avión que sale con dos horas de retraso por el temporal de nieve y hielo. Afortunadamente el aeropuerto de Bruselas tiene dos pistas acondicionadas para seguir en funcionamiento en estas condiciones. Despegamos pasadas las once de la noche y por mi ventanilla observo que a la luna le han dado un mordisco (hace tres días estaba llena). El trozo ha caído en forma de luces sobre las ciudades que allá abajo parecen diminutos fósforos en la negrura de la noche. Abro EL PAÍS que no he tenido tiempo de ver en todo el día, y leo que por fin se han puesto de acuerdo las autoridades del Rijksmuseum con la poderosísima Federación Ciclista de Amsterdam sobre el diseño del acceso principal a la pinacoteca de manera que se respetará la autonomía de los ciclistas en convivencia con los peatones. Al arco de entrada los holandeses le llaman "el pasaje" y tras el consenso permitirá que las obra sigan adelante hasta el 2013, año en el que se prevé la conclusión total de la reforma.


Casi todos los pasajeros están dormidos. Las azafatas trajinan por el pasillo. Un bebé llora un instante en la parte delantera del avión. Cierro el periódico y me asalta esa emoción turbulenta que a veces me acongoja. Lo he pasado ¡taaaaaan bien con ella! Se acabó. Vivamos el presente - el aquí y el ahora- agradeciendo lo que fue y mirando esperanzados el porvenir. Buen aterrizaje en Sondica (Bilbao) y una temperatura de nueve grados (once más que en Bruselas). Recojo mi maleta que pesa más que a la ida: traigo demasiado queso, ropas de outlet, bulbos... Pago el parking. Por la autopista hacia San Sebastián voy dejando un reguero de nostalgia con el hemisferio derecho. El izquierdo se ha puesto a maquinar sobre la agenda de mañana, que será otro día, con otros desafíos y otros impactos ya no de viaje, aunque uno en verdad siempre está viajando por el sendero de la vida. Fin del cuaderno de ruta.

1 comentario:

Alicia Alberola García dijo...

Azucena me han encantado tu cuaderno de ruta y tus cuatro impactos!

Tal y como lo describes no sólo la ciudad sino todo lo que ella provoca en tí es como si lo hubiera vivido yo también...aunque como pasa con los adolescentes no quiero que me lo cuenten prefiero vivirlo en persona...es un viaje que tengo pendiente desde hace muchos años y que espero realizar en breve.

Enhorabuena por poder vivir estas experiencias tan interesantes en compañía de tu hija y gracias por transmitírnoslas tan bien como lo haces.

Un abrazo.
Alicia Alberola