martes, 9 de febrero de 2010

Mobbing

Dedos fríos tras una jornada exhaustiva. Termómetro en cinco... sobre cero... ¡no podemos quejarnos si miramos a la Europa del norte! Cabeza caliente tras una jornada exhausiva, en Bilbao. Cuatro clientes, cuatro mundos, cuatro pulsiones, cuatro desafíos, cuatro metalenguajes, cuatro cabezas, cuatro corazones, cuatro voces que acompañar en el trayecto preciso de su existencia. En las escuelas de negocios -donde imparto clases- suelen preguntarme ¿A cuántas personas se puede entrenar en un día? Y yo contesto con la mayor honestidad posible que depende de la entrega en cada sesión, de la intensidad del trabajo, del calado de los temas, de la musculatura del cliente (floja o fuerte en voluntad, floja o fuerte en entusiasmo...). Depende... todo depende, como decía aquella canción Kiss Fm. Para mí, cuatro está en el límite de la cordura y eso que les aprecio enormemente, que siento y padezco sus subidas y bajadas -acaso porque siento sus subidas y bajadas-. En fin, en uno de los casos de hoy se trata de una mujer saliendo de un mobbing aunque persiste en la misma empresa por diversas razones salariales, de conciliación familiar y de trayectoria laboral. Saliendo del mobbing creíamos porque está mucho mejor de ánimo, de fuerzas, de proyectos, de alegría y -sin embargo- ambas nos hemos quedado peripatéticas cuando a mi pregunta de ¿a quién presentarás en primer lugar el nuevo proyecto estratégico? Me ha contestado que a Iñigo, el lobo feroz que está practicando un desprecio persistente, una merma de tareas, un solape de competencias... Unos interminables segundos de mirada clavada la una en la otra sin entender de dónde provenía esa respuesta a estas alturas de la película. Ella decepcionadamente sorprendida consigo misma. Yo aterrorizadamente sorprendida al comprender que la herida interna del mobbing es sangrante y aún cuando no se percibe en niveles comunes de consciencia está presente, muy presente, en sus respuestas automáticas. ¿Qué está pasando ahí? De golpe me ha acordado de mis lecturas de Marie France Hirigoyen -experta en mobbing- quien en sus libros repite una y otra vez que la víctima no ha de mantener una paciencia eterna ante los pequeños-grandes desprecios cotidianos... que la víctima corre el riesgo de terminar agotada al estar sometida a persistentes dosis de tensión y estrés... y que acaso el único error auténtico de quien padece mobbing sea el de practicar extrema y confiada inocencia. Nos hemos despedido con un abrazo y la mutua tarea de reflexionar por separado. Ella sigue adelante con su proyecto y yo mantengo el estandarte de la alerta. Gran jornada.

1 comentario:

Ana dijo...

Gracias Azu, a veces cuando pasas por un mobbing acabas con algo parecido al síndrome de estocolmo...sorprendente y triste descubrimiento mi respuesta...Pero a la vez, positivo y bendito coaching! que te saca la tarjeta roja de alarma y te ayuda a darte cuenta de esa "inociencia" que llamas tu...y que yo con el cabreo que tengo conmigo misma creo que es simplemente estupidez...¡cómo se me habrá ocurrido esa respuesta!..No más, lo prometo. Muxus