sábado, 5 de junio de 2010

El hombre del bosque

Había un hombre que susurraba a los caballos.
Y había un hombre que asustaba a las palomas mediante un gesto mimético al de las aves: extiende los brazos-alas y avanza hacia ellas con vigor como si fuera a elevar el vuelo. Después se ríe con juguetona inocencia.

Lo veo casi todos los sábados -a primera hora de la mañana- en los jardines del Palacio de Aiete (San Sebastián) donde algunos árboles centenarios guardan el frescor de la noche y de la tierra hasta bien entrado el mediodía.

Algunas veces hablo con él, y en una ocasión nos sentamos juntos en una terraza sumergida en el bosque urbano. Es un hombre delgado, casi enjuto, que me resulta atractivo por su ausencia de pretensiones mundanas, no así espirituales. Según me ha contado es un gran andarín, y las muchas horas invertidas en recorrer los caminos de Euskadi dan para infinitas reflexiones sobre el ser humano y el cosmos. Se acompaña de una pequeña radio negra de la marca Sanyo desgastada en los cantos de tanto utilizarla como conexión axial a la realidad económica y política de nuestro paisito: echa pestes de los gobernantes y de la oposición. Este hombre enjuto -que gusta asustar a las palomas y se ríe de casi todo- aplica un apabullante sentido común al análisis de los acontecimientos y la vida, tanto... que a veces resulta irrefutable toda vez que se mueve en una frecuencia argumental que no es de este mundo sino de otro. ...Continuará...

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