jueves, 10 de junio de 2010

Móvil ¿necesidad o esclavitud?

A finales de los años ochenta trabajaba como periodista en RTVE, y recibía mensualmente un plus de disponibilidad de casi treinta mil pesetas de entonces por llevar conmigo -24 horas al día- un mensáfono (precursor del teléfono móvil de hoy).

En una ocasión, nadaba en la piscina cuando el mensáfono -situado en el banquillo junto a la toalla y las chanclas- comenzó a sonar: pipipi pipipi pipipi... salí chorreando de la corchera número tres, me sequé las manos, apreté el on y una voz en off dijo "Atentado en Munguía": tenía que salir de allí como fuera, desplazarme hasta la localidad vizcaína a la velocidad del rayo para poder cubrir el suceso, y alcanzar el informativo más cercano, el de las 19.00 horas. Es resto ya es historia.

Aunque aquellos 181 euros de los años ochenta eran dinero... ¿saben? casi nadie quería el plus de disponibilidad porque se consideraba una esclavitud estar accesible en cualquier momento, lugar y circunstancia. Esa era la razón por la que remuneraban generosamente: a cambio de esclavitud. Con esta idea en la cabeza, comprenderán que me niegue a utilizar voluntariamente teléfono móvil, y cuando me preguntan las razones -con una cara de incredulidad impresionante- suelo decir que es lo único que preserva (un poco) mi salud mental je je... Existen algunos otros porqués: el móvil pesa y ocupa espacio, en infinitas ocasiones -cuando llamas a un móvil- te sale un buzón de voz, es decir, que la supuesta accesibilidad inmediata no es tal. Además es caro (comparado con la tarifa gratuita fijo-fijo). El uso del móvil consigue que las señoras parezcan locas acercándose el bolso al oído, genera mal ambiente en los restaurantes donde debiera estar tan prohibido como el tabaco, rompe el forro del bolsillo de los trajes de los caballeros, suena en el momento cumbre de todas las conferencias y obras de teatro, rebaja la ya dispersa atención del ser humano del siglo XXI, añade "pantallas" mentales a los fragmentados cerebros que portamos, dificulta los momentos de silencio y desconexión, y hace que te sientas una basurilla cuando estás con alguien que te deja al margen para contestar su móvil.


En fin... lo veo así. Y en respuesta a algunas de mis mejores amigas: no, no pierdo cuota de mercado, ni target de clientes, ni por ello me consideran un dinosaurio: al fin y al cabo ya usaba algo similar en los años ochenta cuando el móvil no era de uso común...

No es por tirarme un farolillo, pero volviendo hace poco de aeropuerto de Schipol (Holanda) -en medio de la nube de ceniza- leí en el Financial Times que algunos de los personajes más vips del mundo empresarial han dejado de utilizar el celular. Quizá podamos revisar la utilidad/inutilidad del móvil porque... honestamente... ¿cuántas llamadas al día son realmente, realmente, realmente, necesarias y urgentes como para no poder esperar hasta una empresa, un hotel, una casa o un despacho?

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