miércoles, 28 de julio de 2010

Al borde

Escena Uno. Rodando. Frente al Cantábrico. Al borde...
De un ataque de nervios. Tres mujeres, tres (como las hijas de Elena, que ninguna era buena) con llantina, hipo, tristeza, desgana, desaliento frente al mismo mar de todos los veranos. ¿Qué pasa? Por encima del guión, el argumento y los personajes, en la triada de ayer hubo un fondo común de anhelo romántico: las mujeres no se resignan a sepultar la ternura junto al pinta labios en el fondo del maletín de sus vidas. Veinte, treinta y cuarenta años y con diferente ritmo de hipo y color del clínex y pinta labios e idéntico ¡plof! existencial. En dos casos se ha producido una traición y un engaño, en el tercero falta coraje para vivir y gozar que -a veces- da más miedo que morir y sufrir.

Escena Dos. Rodando. Frente al Cantábrico. Al borde...
De perder la ventaja competitiva. Durante el verano algunos se duermen en los laures de las playas y montañas cuan cigarras cri cri, mientras otros -sin renunciar al descanso, el mar y el cielo azulado de la bahía- siguen tejiendo la ventaja competitiva que cuando llegue septiembre les facilitará salir los primeros en línea de meta tras el disparo que indica el comienzo del "año laboral". Los proyectos estarán presupuestados, las tarjetas re-editadas, los portfolios maquetados, la base de datos actualizada. Equilibro entre hacer y ser, entre descansar y hacer, entre hacer y deshacer la madeja del pensamiento. Ora et Labora.

Escena Tres. Rodando. Frente al Cantábrico. Al borde...
Del porno. He visto copular a dos moscas, bajo una roca, a la altura de mis ojos mientras tomaba el sol al mediodía tumbada en mi pashmina. No he percibido pudor alguno, ni culpabilidad, ni complejo de celulitis, calvicie o alitosis. Ni zozobra alguna ante la hipótesis de un embarazo. Rienda suelta al instinto sin más horizonte que el placer, sin más foco que el presente, sin más moral que el gozo propio y ajeno. Suena la sirena que en San Sebastián anuncia la hora del ángelus ¿se acuerdan cuando la España católica paraba en pueblos y ciudades, fábricas y campos, entorno a las doce del campanario? Monto en mi fiel bicicleta Trek que no sabe de ataques de nervios, ni de ventajas competitivas ni de moscas. Camino del despacho, me río.

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