martes, 20 de julio de 2010

Ética

19.23 del martes.
Regreso a mi despacho de San Sebastián con la batería energética personal casi a cero, cargando -en mi cabeza- con numerosos proyectos y en mi brazo con el bolso privado, el maletín con documentos, el nuevo ordenador de diez pulgadas -¡fabuloso para viajar!- y un café del Zazpi para resistir el ratito de trabajo que aún me queda.

Constato que he comenzado el post con un número, algo que nunca debe hacer un periodista según mis maestros de la UPV, Universidad Pública Vasca. Ya no soy una periodista en ejercicio, aunque mis ojos siguen mirándolo todo como una cámara que registra imágenes, sonidos, emociones, sensaciones, olores, personas, acciones, comportamientos y tendencias.

Vacío el maletín, abro el ordenador grande y me conecto a ustedes a través del blog: algo que me encanta. Uno de los proyectos en mi cabeza tiene que ver con las siglas RSC que -como saben- puede significar: Real Sociedad Complaciente o Ríase Siempre en Casa, incluso Rasca Suave el Cascabel.

En el mundo empresarial -y en algunos departamentos universitarios de investigación- se lo toman más en serio y significa Responsabilidad Social Corporativa como un cuasi-sinónimo de Ética, concepto al que voy encontrándole cada día mayor gracia, cuando no mayor aplicabilidad. En esto (como en todo) ayuda tener amigos y este mediodía he comido con una mujer excepcional cuya identidad tengo obligación de proteger y de la que, sin embargo, deseo contar algunas cosas: la he percibido feliz como una lombriz, categoría en la que me incluyo. Esto es para mí tan especial, agradable y esperanzador que hemos alzado nuestras copas de vinito blanco en cubitera para celebrarlo. Su excepcionalidad consiste también en ejercer su profesión docente con auténtica vocación en la certeza de que lo que se siembra en las aulas se cosecha en las empresas. La risa le acompaña todo el tiempo y los camareros pensaban que éramos novias (por el grado de complicidad y fluidez y porque hemos coincidido hasta en el segundo plato: salmón ¡riquísimo!). Por último, en nuestra animada conversación salpicada de citas de libros, de autores, de sistemas de aportación conceptual y de pasiones confesables, hemos llegado a la RSC después de haber hecho parada dialéctica en la Ética (en la que ella es experta) y en la Inteligencia Emocional. Juntas hemos construido semejanzas, vasos comunicantes e hipótesis conectivas entre los tres conceptos: la Responsabilidad Social Corporativa, la Ética, y la Inteligencia Emocional en las organizaciones. También hemos acordado que la crisis financiera que derivó a crisis económica en todo el planeta comenzó siendo -y es- una crísis de ética y que, por lo tanto, algún margen de maniobra tenemos cada uno de nosotros para su mejora-corrección.

Tras del postre, nos hemos despedido con la promesa de profundizar en ello otro día, acaso en otro contexto, tal vez registrando pensamientos en el diez pulgadas o... ¡quién sabe!... Rascando Suave el Cascabel, RSC.

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