sábado, 13 de noviembre de 2010

Pin Pan Pun Spam

Hoy ha sido un día redondo. No sólo porque a media mañana me he comido un donut -antojo que arrastraba desde hace semanas- sino porque el cielo parece dibujado por un ángel, el sol más propio del verano, y el termómetro ha estado por encima de los veinte grados toda la jornada. He tenido tiempo de comprarme tres libros, y de salsear con las páginas de otros tantos en la librería central de la ciudad (Fnac) donde el martes a las 19.00 horas presentaré a un amigo que promociona su libro La empresa y los cinco elementos.

Todo tiene sin embargo su "manchita de mora", como decía un colega andaluz. Al llegar a casa y repasar mi correo electrónico (23 Emails de trabajo y 12 personales) reviso el spam y ¡plof! un día más entre el estupor, la indignación, la risa y el llanto: yo no quiero un alargamiento de penis, ni acudir al "embarque inmediato hacia Tenerife", ni la máxima calidad de viagra ¡cielo santo! ¿ustedes no están hartos de estos envíos masivos de chorradas? Ya perdonarán el léxico es que... venía tan Om de mi paseo vespertino, con mis libritos inspiradores, las olas en la retina y en el tímpano, que asomarme a esta vulgaridad me ha descentrado. No es la primera vez, me temo que no será la última, y me pregunto ¿por qué hemos de estar sometidos a la invasión del espacio íntimo? Espacio auditivo, visual, olfativo...

De un tiempo a esta parte tengo hiper-desarrollado el olfato y no saben qué tormento. Recuerdo una auténtica joya literaria titulada El perfume, de Patrick Süskind -un tanto perversa en su argumento- basada en el sentido del olfato. Como les digo, es casi una maldición: olor a vino a primera hora del domingo entorno a una discoteca del centro de la ciudad. Olor a sudor en los probadores de una exitosa marca española de ropa expandida por el mundo. Olor a residuos de perro en el puerto. Por favor, tomen nota quienes sean que me remiten los anónimos Emails: no deseo un alargamiento de penis. Ya vale.

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