jueves, 30 de diciembre de 2010

Rue del Percebe

Ya estoy en la Rue del Percebe. Bueno... quizá ustedes no recuerden aquel cómic de los años noventa en el que aparecía una gran viñeta y varios personajes divertidos que compartían calle e incluso portal: la Rue del Percebe, número 13. A mi me gustaba mucho. Me he acordado de esta anécdota porque ya estoy "al cabo de la calle" -recuperada de una gripe malvada- a base de zumos, reposo, mimos, solidaridad de muchos clientes y amigos y algunos regalos que merecen mención de honor, tres en especial. Un libro titulado "Sopa de pollo para el alma" -cocinado por Itziar-, una caja de manzanas reinetas -cultivadas por Josean en su caserío- y un kilo de dátiles cuyas propiedades sanadoras del asma, la bronquitis o el catarro desconocía hasta ahora (por no hablar de su rico contenido en hierro, potasio, fósforo y vitamina A). También azucares, claro. Dejemos eso para otro día.

El caso es que esta mañana me he llevado algunos dátiles para energetizar la mañana laboral y he topado con uno tan gigantesco que era imposible introducirlo entero en la boca ¡enorme! Lo he mordisqueado poco a poco deleitándome con su pulpa carnosa, suave, dulce, natural, y ya en casa, he mirado la caja con curiosidad y he descubierto que han sido cultivados por granjeros del Valle del Jordán. Estos pequeños manjares son de la categoría groumet, naturales, sin aditivos, conservantes ni colorantes, y en su tapa roja pone Medjoul, tropical fruit, Categoría I entre dibujos de palmeras. ¡Muchas gracias Orfeo!

Ahora sólo cabe esperar que se fragüen a conciencia las propiedades afrodisíacas de los dátiles... y entonces tendremos la fiesta completa ;-D

lunes, 27 de diciembre de 2010

An apple a day, keeps the doctor away

Estoy "fuera de servicio", como una gasolinera en mitad de la noche castellana. Y aunque el refrán dice que good news are no news (buenas noticias no son noticias), hoy me ha dado por pensar que somos necios cuando estando sanos no cantamos y bailamos de alegría sin más motivo que gozar de vida en plenitud.

Rebotando por los ambulatorios para hacerme una analítica, para hacerme una placa, para revisarlo todo con mi médico de cabecera, he constatado de primera mano el brutal gasto sanitario español. Como afirmaba un experto norteamericano hace unos días en EL PAÍS, si bien el estado de bienestar europeo es una panacea que cualquier ciudadano del mundo desea compartir, no es sostenible como sistema. He visto kilométricas colas de personas esperando para hacerse un análisis, otras tantas para radiografiar sus pulmones, e interminables salas de espera repletas para los especialistas de oftalmología, otorrinolaringología...

Good news are good news. En cuanto vuelva al combate, al mundanal ruido, al cumplimiento de mi agenda compartimentada al milímetro, daré gracias al cielo por la fuerza, por la salud y... a lo mejor me decido a bajar la intensidad de la tarea ?! Ando cuestionándomelo estos días que estoy pachucha y "fuera de servicio". ¡Ojalá no se me olvide después!

jueves, 23 de diciembre de 2010

Blanca Navidad

La Navidad era blanca, o al menos el árbol de navidad de aquella familia rara. Lo colocaban en el amplio hall de la casa junto a un taquillón amarillo y dorado (orgullo de la madre) que a mí, ahora, me hubiera parecido extravagante. La prima Marisa -soltera recalcitante experta en manualidades- aparecía exacta como un reloj el día 23 de diciembre por la tarde y las cuatro hermanas nos poníamos a construir "centros de mesa" y adornos con piñas -que pintábamos de purpurina- cerezas artificiales y ramitos de pino natural. Volcada en la tarea, a mis ocho años me sentía importante, como si mi contribución a la fiesta navideña resultase trascendental. Ahora me doy cuenta de que era la manera de que las niñas estuviéramos entretenidas mientras mi madre cocinaba su tradicional y exquisita sopa de pescado, pelaba los mariscos, limpiaba el besugo -que hacía las delicias de los comensales- y ponía en fuentes coquetas los turrones, el jamón de la viña, el paté, los espárragos gordos y otros manjares de época. A veces venía la abuela cuyo peinado me hacía reír porque tenía tan poco pelo que las horquillas apenas podían sujetarse entorno a lo que ella pensaba que era un moño. Con tanto niño y tan poco adulto terminábamos las veladas jugando a la oca, al parchís, a los Juegos Reunidos Geyper -una caja enorme de casi un metro de largo por medio metro de ancho que habían traído los Reyes Magos "porque yo había sido buena"-.

Hoy he sentido un puño de nostalgia en el estómago recordando el árbol blanco, el taquillón amarillo, la prima Marisa y las niñas que ahora tenemos el escaso pelo de la abuela. Ya no disfrutamos de los Juegos Reunidos Geyper y nadie hace aquella deliciosa sopa de pescado ;-(

martes, 21 de diciembre de 2010

Hambre de Gol

A orillas del Urola hay un sendero de tierra y hierba del que disfrutan los azpeitiarras en los soleados días de invierno. Ayer. Una bandada de patos sobrevuela la zona y aterriza de repente sobre el río. Práctican esquí acuático al comienzo de la tarde para los cuatro privilegiados que andábamos sueltos por allí en la víspera de Santo Tomás, festividad popular donde las haya, en el País Vasco.

Llegué a la localidad guipuzcoana a primera hora de la mañana. El pretexto era la motivación, el lugar un coqueto salón de belleza de la localidad y el equipo catorce personas receptivas al aprendizaje, tímidas -casi cerradas a las 10.30 de la mañana- participativas y chispeantes a las 13.30. ¡Qué gran experiencia para mí poder compartir con ellas algunas ideas, algunas dinámicas, algunas lecturas y algunos conocimientos! El empresario y artífice de la magia del encuentro se llama Javier. Admiro el nervio de este hombre, su capacidad de romper moldes en una tierra en la que todos se conocen por su nombre. Azpeitia no es Nueva York aunque puedan vestir, peinarse, producir y consumir al mismo nivel que en Brooklyn.

Tomé café en la Oñatz Taberna de la plaza del ayuntamiento donde había un mercado de frutas, quesos y verduras del país. Todos me hablaron en euskera con rítmo rápido y acento cerrado porque las montañas protegen Azpeitia de la invasión de otros acentos. Urraki, Samiño, Ernio y el macizo de Izarraitz custodian usos y costumbres de un pueblo recio, firme, trabajador, hecho al sacrificio y a la lucha. Ayer pude palparlo y me sentí honrada de estar allí, entre ellos, desafiando algunos paradigmas del comportamiento humano en el contexto empresarial.

De regreso a San Sebastián -41 kilómetros de distancia- observé el Balneario de Cestona (queda a la izquierda camino de la capital) que parece un inmueble fantasma anclado en una novela de Patricia Highsmith. Por la tarde, ya en el despacho, tocaba reunión de sabios. Alguien en un momento dado formuló en voz alta la definición de un equipo de alto rendimiento: "... Personas ambiciosas que han llegado a comprender que juntas pueden responder mejor a los intereses particulares de cada cual". Interesante. Cuadra con la experiencia matinal. ¿Qué entiende usted por "persona ambiciosa"? pregunté al más anciano, a lo que me contesto: una persona es ambiciosa cuando tiene hambre de logro, hambre de gol. Y sonrió.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La tierra, el hogar compartido

Alto, delgado, con un poco de pelo blanco cobijando sus orejas y un impecable traje gris marengo sólo animado por una tenue nota de color en la corbata, Zygmunt Bauman ha dejado en San Sebastián un mensaje de inquietud, algo que se repite como una letanía cada vez que escuchas a los grandes pensadores.

Durante una hora de perfecto inglés, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 ha desarrollado una ponencia interesante, un tanto inconexa, con referentes históricos al comunismo y al capitalismo porque en sus ochenta y cinco años de existencia le ha dado tiempo a estudiar, aprender y enseñar mucho. Judío de origen polaco (Poznan), es Doctor Honoris Causa por quince universidades y ha mostrado ante el público -que llenaba la sede de la Diputación Foral de Guipúzcoa- la irreverente osadía de quienes ponen sus contrastadas verdades éticas por encima de las conveniencias políticas o sociales.

El pretexto era hablar de las personas y el consumo como una relación de amor-odio. El discurso ha transcurrido por meandros de ironía bien orquestada por un verbo fácil, una mente prodigiosa, y una capacidad de improvisación necesaria en las tres-cuatro veces en las que se ha despistado por completo del discurso.

Muchas ideas potentes para compartir con ustedes. Sin embargo, elijo la que Bauman ha presentado como una certeza: para que todos los habitantes de la tierra viviéramos como lo hacemos en los países desarrollados necesitaríamos cinco planetas. Y no es posible: dejemos de consumir. Este ha sido el epitafio de su discurso duro, sarcástico y profético sobre el cercano final de la tierra a la que el Premio Príncipe de Asturias se refiere como "el hogar compartido".

martes, 14 de diciembre de 2010

La última frontera

Caído el muro de Berlín, acordada la moneda única europea, y comercializados los vuelos low cost, los ciudadanos nos movemos libremente por un mundo en el que la piel acaso sea la última frontera.

Recuerdo la historia entre una mujer negra de Surinam y un hombre blanco de Holanda. Al parecer, todo dio comienzo con un paseo por un bosque en el que las hojas del otoño revoloteaban juguetonas en círculos concéntricos -cada vez más pequeños- hasta convertirse en diminutos tornados de aire, tierra y fuego.

Muchas conversaciones, paseos, películas, risas, bailes y conciertos después, la piel no representaba una frontera para encontrarse a solas, sino un coqueto balanceo hacia la intimidad de dos seres. Observados por un invisible espía ruso, hubiérase dicho que traicionaban a sus ancestros, educación, nacionalidad, idioma, gastronomía, cultura, religión y ritos sociales. Observados por un ángel negro de Antonio Machín, hubiérase dicho que juntos empujaban la última frontera en un intento (entre desesperado e irreverente) de ir más allá de todas las convenciones.

Persistieron en su empeño con los altibajos de noria inherentes a la vida, y pese a las dificultades llegaron a convivir un tiempo y tuvieron un niño -de gran belleza e inteligencia- al que llamaron Orfeo. La historia pudiera tener un final feliz si la dejásemos ahí, pero no sería honesta del todo si no les contase un pequeño detalle, Orfeo nació rayado: blanco, negro, blanco, negro, como una cebra. Diríase que su anatomía reflejaba con descaro y precisión cada una de las fronteras que sus padres habían decidido transgredir.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Detalles

La mañana ha amanecido con escarcha sobre coches y tejados. El mar en calma y el sol, tenue casi tímido, coloreaba de amarillo la bahía: perfecto escenario para un cita largamente esperada con Arundhati, la amiga (a la que no había visto en los últimos ocho años) presente en la ciudad para presentar su último libro. Hoy era el día. Se preparó con mimo en los detalles: el aceite de pelo de Origins, la crema corporal de Adolfo Domínguez, el anticelulítico de última generación y un toque discreto de Dolce Gabbana y pinta labios.

A las diez y media se encontrarían en "los relojes" -lugar estratégico de la ciudad-, ese era el acuerdo y allí aparecieron puntuales las dos amigas, sonrientes, un tanto envejecidas y con mucho que contar. Hora y media y un café más tarde seguían con interés el desarrollo inconexo del diálogo alterno mientras ojeaban con aire errático las tiendas más bonitas de la ciudad. También entraron en una galería de arte donde el marchante les explicó el porqué de la cotización del pintor. Se llevaron un catálogo editado en un fabuloso papel couché y entraron en Imaginarium donde adquirieron dos lapiceros con un hada en el puntual. Después buscaron zapatos divertidos tan comunes en centroeuropa y tan escasos en el norte del país. Hallaron poca cosa, deambularon hasta la chocolatería de "lo viejo" donde esquinaron el deber para arrojarse en brazos del placer tomando dos chocolates y una docena de churros. Después hubo un caleidoscopio de colores en la retina contemplando los puestos de las aldeanas: alubias pintas, las mejores nueces del país, queso de oveja con label de calidad, pimientos rojos para asar, espárragos naturales... Todo tan hermoso como caro. Siguieron caminando por la ciudad, perdidas en el tiempo, en el recuerdo, en el presente compartido y en el futuro que ambas intuían incierto.

Por fin llegaron a la tienda de ropa infantil donde se demoraron más de media hora. Cada diminuto jersey, body o vestidito levantaba una doble exclamación de entusiasmo y elogio que las dependientas acabaron por obviar. Compraron algunos regalos para los recién nacidos de las amigas, y con un suspiro agradecido a la vida vibraron al unísono ante el título del último libro de Arundhati Roy: El Dios de las pequeñas cosas. Sonrieron entre calles cuando el sol ya declinaba.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El canon del management

Hace unas semanas acudí a una conferencia de Juan Carlos Cubeiro en la Alhóndiga de Bilbao en un acto organizado por Aecop. Entre otros muchos datos y curiosidades, Cubeiro informó de una característica común a la mayoría de los triunfadores del mundo empresarial: leen doce libros al año (uno al mes). Aunque me sorprendió tan poca lectura, observé entre las filas de tiburones que asistían al acto (ya saben treinteañeros con despacho, traje de marca y reloj Breitling) que se quedaban boquiabiertos. ¡Un libro al mes -exclamó un pelirrojo a mi derecha- qué barbaridad, de dónde sacamos tiempo!

Entrevistando en una ocasión a la editora Carmen Barcells, aprendí que se cataloga como "gran lector" a las personas que leen entorno a treinta libros al año (dos ejemplares y medio al mes). A alguno de ustedes la cifra les parecerá inalcanzable y a otros simbólica. Personalmente leo unos sesenta libros al año voluntariamente elegidos en las librerías de las ciudades que visito, es decir, al margen de aquellos que son obligados en ciertas formaciones. En fin, unos cuantos libros... lo que explica el colapso barroco -casi churrigueresco- de las estanterías de mi casa y despacho, la invasión de los espacios familiares comunes y la cada vez más floja aportación que hallo en los volúmenes nuevos, muchos de los cuales resultan un recorta-pega y colorea de manuales anteriores o de clásicos de la empresa, el liderazgo, la escritura o la comunicación. En algunos casos se quedan en recorta y pega porque el autor ni siquiera colorea, de insulso que resulta el volumen. Es algo que me enfada porque amo sobremanera la lectura y tener la sensación de pérdida de tiempo, de dinero y de aprendizaje me resulta lamentable.


El caso es que de vez en cuando topo con una joya. El pasado fin de semana la prensa económica recomendaba un volumen escrito por Alfonso Durán-Pich, titulado El Canon del Management y editado por Deusto. Ayer me hice con un ejemplar y aprovechando la jornada festiva he devorado lenta y apasionadamente algo más de cien páginas. Se trata de un ensayo riguroso en el que este emprendedor, directivo, conferenciante y profesor de escuelas de negocios repasa todos los referentes históricos del management, desde Taylor hasta Fayol, pasando por Carnegie, Drucker, Maslow... Con un estilo académico y ameno aporta la esencia de los principales pensadores empresariales de la historia de la humanidad. Apasionada por las ideas de Chester I.Barnard, he repasado tres veces su capítulo hasta memorizar que las organizaciones que quieran sobrevivir han de tener un propósito compartido, la voluntad de cooperar y la habilidad de comunicarse. Sencillo, obvio y, sin embargo, ausente de nuestras empresas del siglo XXI.

¿Cómo está su equipo-departamento-empresa en cuanto a propósito compartido, voluntad de cooperar y habilidad para comunicarse?

lunes, 6 de diciembre de 2010

Fauna

Por primera vez en los últimos ocho años estoy completamente sola en la playa de La Concha, ni un alma a las 9.00 de la mañana del lunes 6 de diciembre, festivo. Es una extraña sensación: nadie haciendo footing, ninguna pareja atusándose el bigote, cero veleros, traineras y piraguas en el horizonte. Calma chicha con un mar sereno, doce grados de temperatura y una brisa agradable que presagia lluvia al mediodía. Respiro bien, muy bien, conecto con el yodo marino, recojo una exótica piedra con dos agujeritos simétricos, la meto al bolsillo izquierdo de mi parka ¡pesa! ¡concho cómo pesa! y miro al Sagrado Corazón, única presencia en el entorno.


Ya en el asfalto, observo la fauna: hombres neopreno descalzos y en moto portando la tabla de surf camino de La Zurriola, ancianos insomnes, amoñis (abuelas) comprando croissants y magdalenas para los nietos aún dormidos, rumanos que deambulan, disciplinadas amas de casa que compran el periódico, policías municipales y controladores de la OTA. También algunos perros con sus amos, barrenderos y turistas con niños camino del Acuario. ¿Y yo? Observo a mis semejantes escribiendo su historia sobre la página en blanco de un festivo. Saco el libro de Pimentel, lo abro al sistema zahorí... donde caiga... para ver qué frase me depara el cercano porvenir y leo la definición de entusiasmo en griego: llevar un dios dentro ¡qué hermoso! tengo que contárselo a Natalia que investiga el entusiasmo en los equipos de trabajo como aportación a su Master de la Universidad de Mondragón (País Vasco) a cuyo tribunal pertenezco.

Entusiasmo = llevar un dios dentro. Me quedo con esto, mientras la ciudad se despereza.


viernes, 3 de diciembre de 2010

¿Gutter?

Jugando a los bolos hoy en el Centro Recreativo Oostervant (Rotterdam) -a seis minutos de casa caminando sobre la nieve- he hallado la metáfora perfecta para el entrenamiento directivo: una mezcla de técnica, conocimientos, fuerza, talento, habilidad, coordinación, concentración y ¡sentido del humor!

Sí, sentido del humor cuando aparece en la pantalla que registra los resultados de cada jugador la patética palabra holandesa: gutter, que significa cero patatero = ningún bolo derribado = risas de todos los participantes menos tú que te quedas con cara de póker (un poco frustrado) tratando de descubrir qué has hecho mal -exactamente- para no repetirlo.

Hay bolas de variados pesos que se distinguen por colores y números. Yo he jugado todo el tiempo con dos de color verde del número 6, bastante ligeras porque las usan algunos niños. He perdido la partida ¡ni que decir tiene! A pesar de la concentración plena en el objetivo buscado: tirar alguno de los diez bolos en cada ocasión.

A la salida de la bolera americana -un poco enfurruñada- me he acordado de lo cuenta Manuel Pimentel en el volumen que estoy leyendo El libro de la escritura vital: "los hombres piensan, los dioses ríen" así que he abandonado la frustración sobre la nieve, y me he reído imitando a los dioses ;-D

jueves, 2 de diciembre de 2010

Oh my God!

Uno de los amigos de la sirena es un afamado masajista tailandés al que conocí ayer tras el concierto en De Doelen. Según ella, estar en Rotterdam y no visitar a Dopey (www.i-lotus.nl) es imperdonable, así que este mediodía he tomado el tren y me he alejado seis kilómetros de la estación central para acceder a la sala de torturas ¡perdón! salón de de moxa, aceites, ventosas, acupuntura, shiatsu y un largo etc.

Acostumbrada como estoy a vivir en mi cabeza, abandonado mi cuerpo a un cuidado de mínimos puritanos -higiénicos exentos de hedonismo- la experiencia con Dopey ha sido cuando menos placentera.

Tumbada boca abajo -respirando por un escueto agujerillo- Dopey se ha dedicado a meter su codo, dedos y mullidas manos por los infinitos recobecos de mi cuerpo insensibles al comienzo, dormidos (casi anestesiados de conciencia) para ir despertando poco a poco al dolor (tensión agazapada en cada célula) calor, picor, relajación y placer en sucesivas oleadas de masajes apoyados en aceites esenciales que el propio Dopey trae cada vez que viaja a Tailandia. También me ha regalado algunos consejos sobre el mantenimiento de mi salud, actitud y "asignaturas pendientes de esta u otras vidas". Ciertamente un personaje curioso y sabio que habla poco, observa y siente mucho. Si le preguntas, te facilita la información que necesitas. No más, no menos.

Para mi vesícula biliar -al parecer un poco maltrecha- me ha recomendado tomar infusiones de barba de maíz, un remedio propio de la ancestral medicina oriental tailandesa. Salgo a comprarlas a la tienda biológica más cercana. Barba de maíz, oh my god! Como dicen aquí cuando algo resultada divertido-sorprendente.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Vestigio de un mundo amable

Hay muchos mundos pero están en éste y a veces -por un instante- desaparece la delicada cortina que los separa y se entrevé el otro lado: la trascendente belleza de lo efímero perfecto, el sublime sonido del genial Tschaikovsky y su Serenade in C op.48 compuesta en el lejano 1880 y hoy sentido hasta las huesos en la Jurriaanse Zaal, De Doelen, Rotterdam. Hay mundos aparentes, ocultos, burdos, sutiles y todos -absolutamente todos- encarnan cuerpos, nombres, profesiones, fortunas e imperios.

Sentada en la fila 4, asiento 14, butaca granate, de vacaciones en Holanda, he añorado que estuviesen allí los equipos que entreno para integrar -sin una sola palabra- conceptos trascendentes sobre la conjunción perfecta entre el talento individual (en su máxima expresión) y equipo que trabaja acompasado, tanto... que parecen un sólo cuerpo. La llamada "conectividad" hoy era visible en la Orquesta de Cámara del Codarts. Mirarse, reirse y conectar, pasar la página de la partitura en silencio y conectar, tocar forte o piano y conectar: un sólo y completo cuerpo musical dirigido por Gordan Nikolic y entonado por un puñado de músicos de la élite europea, aunque alguno sea japonés o serbio.

Los músicos en general y Gordan en particular estaban tan centrados que podía observarse una cuerdita saliendo de su cabeza (coronario) y conectando con el buen Dios que hoy sí que estaba allí. Marionetas de lujo al servicio de la música, conectando la barbarie del siglo XXI (tan real fuera de la sala de conciertos) con el mundo amable de Teleman, Vivaldi y Haydn, siglos XVII y XVIII respectivamente.

El alma de los espectadores anclada en las butacas se sacude el polvo ancestral de la desidia, y se rinde ante un puñado de locos que luchan afanosamente por ser felices haciendo lo que aman con la máxima perfección, cada día e instante. Todo un modelo referencial para mí, los equipos, y acaso el mundo que quiera escuchar las verdades a voces que llegan de todos los rincones de la tierra. Hoy, en formato musical.