miércoles, 30 de junio de 2010

Equipos Transversales

Trabajo con un equipo de duendes que -a veces- se desatan, hacen bromas y van por libre. Creativos como son, juguetones donde los haya, chispeantes a todas horas, y con ganas de reír siempre, mis duendes me acompañan al fin del mundo.

Caben en una mochila pequeña y -si es necesario- se comprimen sobre su ya exiguo tamaño. No puedo recordar cuánto tiempo llevan conmigo: acaso tengan tantos años como yo, tal vez sean parte de mí... ¿Quién sabe?

En las últimas jornadas han estado alborotando casi la totalidad de las 60 horas que he permanecido en tierra gallega. Acaso la cercanía de sus primas, las meigas, les hayan alterado. Sea como fuere, si observan algunas de las fotografías de las dinámicas desarrolladas bajo el pretexto de entrenar habilidades de comunicación, liderazgo, escucha activa etc. verán que aparecen por todas partes: subidos al papelógrafo, bajo el papelógrafo en forma de sonrisa guasona, entre los post it de las sillas, en el corner de las ideas macro que se debatirán con posterioridad en la organización (el Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Vigo), y desde luego anotando preguntas en el parking de las ideas pegadas en el ojo de buey de la entrada.

Estoy muy contenta de que hayan estado tan activos ya que en ocasiones se aletargan y tengo que hacer todo el trabajo yo sola: con mi hemisferio cerebral izquierdo tan lógico como lineal, tal teórico como serio, tan leído como repipi... En fin, que prefiero que ellos me acompañen con su presencia juguetona aligerando el ambiente, llenándolo de cómplices sonrisas y propiciando que afloren las emociones. Gracias a la magia de los duendes, las personas se acercan entre sí y por un rato florecen a la vida, la creatividad y la esperanza -según verbalizaron justo antes de la despedida-.

Horas después, aún quedan gigantescas pompas de jabón en el aire del aula azul del edificio de Ciencias Experimentales, campus Lagoas-Marcosende. ¡¡Gracias a todos!!

domingo, 27 de junio de 2010

Una nube en el ojo

Tenía un amigo budista que tomaba siempre un gota de leche en su té. Con él descubrí la expresión "una nube" de leche... y me pareció poética. Más tarde he conocido a personas que tienen una nube en el ojo... algo que no resulta tan inspirador.

Hoy he visto cúmulos y cirros durante los más de setecientos kilómetros que separan San Sebastián de Vigo. A ratos, cuando el termómetro se alzaba hasta los 32 grados, la cortina de nubes se hacía a un lado y asomaba un brutal cielo azul. En las siete horas de silencio he tenido un momento mágico (casi místico) con un arco iris espectacular. ¿Saben? siempre que veo un arco iris pienso que es un augurio alentador: en este caso, de las próximas jornadas en la Universidad de Vigo donde entrenaré a docentes, investigadores y directivos. Durante el viaje he visto castillos, ríos, puentes, cigüeñas ¡¡la vida en su máximo esplendor!! pero -sobre todo- he conectado con inmensos bosques de encinas, robles, hayas y pinos de diversas clases. Decenas, cientos de kilómetros de foresta, tantos, que tengo un colapso de verde en la retina. Verde y Madera. Ojos saturados de belleza en estado salvaje -acaso la única que en verdad merezca la pena-.

Al mediodía he comido -un menú austero y muy gallego- en un lugar paradisiaco llamado Muiño Acea da Costa (Allariz) al borde de un río lleno de patos, ocas y cisnes bajo los chopos, al lado de una antigua fábrica de curtido de pieles donde ahora hay un museo (ver foto).

Más tarde he descubierto el puerto de Vigo, sus terrazas al aire libre donde las personas disfrutan del mundial en enormes pantallas de plasma situadas sobre la acera. He hecho el crucigrama de EL PAÍS (con más fallos que nunca por mi parte... guagg) y después, he llegado hasta el Parque Do Castro y su fortaleza donde he sentido honda emoción ante unos árboles recios y centenarios.

Ahora, en la cama del hotel, tecleando para ustedes este post, soy de nuevo consciente de que tengo una nube en el ojo, una nube de encinas, robles, hayas y pinos: amigos que habitan el planeta y acaso lo equilibren con su quietud y su silencio. Toca dormir... mañana tenemos mucho entrenamiento por delante. Les dejo ahora. Ya les contaré.

sábado, 26 de junio de 2010

Verano Existencial

Las bicicletas son para el verano y hoy el ritmo de las mareas acuna el sol en la bahía. Por fin los hosteleros sonríen a la vida tras unas semanas de neblina, frío e incierto porvenir. Paseo de dos horas al borde del Cantábrico, con mi pareo de rigor, saludando a conocidos sin ceder al parloteo social. Después, un café en la terraza de La Perla, entre sol y sombra, con un libro entre las manos. El edén. Un edén alcanzable a todos los bolsillos, todos los ciudadanos, razas, olores e ideologías. Casi gratis. Dicen... que las cosas más valiosas de esta vida ¡son gratis! quizá hasta que las perdemos, como el amor, la salud o la amistad.

Es verano por fin en la bahía de San Sebastián donde esta mañana he descubierto una hipótesis del psiquiatra Viktor E. Frankl según la cual: 1º. La religión -cualquier religión- practicada con intención lleva a la salud del alma. 2º. La psicoterapia -cualquier psicoterapia- practicada con intención lleva a la curación psicológica. 3º.- La religión puede propiciar la curación psicológica y 4º.- La psicoterapia puede propiciar la salud del alma.

Farragoso, lo sé. Léanlo con cariño, por favor, una segunda vez, reteniendo las ideas, y descubrirán que el padre del concepto resilencia viene a igualar los resultados de cualquier práctica terapéutica con los de las religiones: ambas convergen en la salud del alma.

Esta idea expresada en la página 63 del volumen titulado La presencia ignorada de Dios (editorial Herder) me ha tenido atrapada casi media hora porque la cita original ha comenzado a rebotar por mis neuronas como una cascada mientras me preguntaba si el entrenamiento de las personas acaso no tiene algo de calmante escucha, desafiante pregunta y buceo en el alma... Y si lo tuviera... ¿con qué delicados materiales estamos trabajando los Coaches?

Cada vez estoy más convencida de estudiar filosofía como segunda carrera. En casa dicen que estoy loca, que apenas tengo tiempo para lo esencial... Sin embargo, ¿puede haber algo más esencial que cuidar el alma propia y ajena?

Baja la marea, hace rato que terminé mi cortadito. Llega la sirena y nos vamos de tiendas: queremos echarle el ojo a las gangas que comenzarán el miércoles día 1 de julio (rebajas). Vanidad de vanidades... todo es vanidad ¿o no?

viernes, 25 de junio de 2010

Trampas

Trampa: artificio de caza. Hoy me quedo con esa definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Tengo un lector asiduo de las entradas del Blog que me pide clarifique lo que yo entiendo por hacer trampas. En verdad siento que lo que desea conocer son "mis" trampas. Creo que ya doy alguna pista en el texto Biografía I. Ahora trataré de ir un poquito más allá si bien confesaré honestamente que dudé mucho antes de publicar esa expresión en el Blog. La dejé por puro desafío, sin estar segura del efecto, acaso desconcertante como parece, que pudiera provocar tras su lectura.

El artificio de caza se utiliza para alcanzar un objeto deseado. Cada mañana tomo un cortadito en el Café de La Concha, cremoso, en vasito... pago en la barra un euro y veinte céntimos y salgo a la bellísima terraza sobre la bahía a veces incluso con un estupendo periódico bajo el brazo. Hago trampa: en la terraza el cortadito cuesta un euro y setenta céntimos. El artificio de caza es la complicidad de los camareros.

Poseo un despacho amplio y coqueto en el centro de San Sebastián, carísimo desde luego, hasta que decidí negociar con el dueño. Sabía que el local contiguo tenía un fortísimo impagado y aproveché ese momento de debilidad del casero para presionarle. Hice trampa: o congelaba la subida del IPC y anulaba el IVA de los gastos semestrales o me iba de la oficina. El artificio de caza fue el miedo del arrendador a quedarse con dos (de cuatro) oficinas vacías de golpe.

Leo en el suplemento Negocios de EL PAÍS a J.Bradford Delong de la Universidad de California en Berkeley sobre el filo de navaja económica, entiéndase crisis mundial galopante que, al parecer, nos acorrala. Mi trampa consiste en desoirle para que mis decisiones no se vean teñidas por sus augurios. Por supuesto que he estudiado a fondo sus cuatro columnas completas y he reflexionado. Sin embargo, no va a desanimarme en la búsqueda y el hallazgo de "océanos azules" (concepto de W.Chan Kim y Renéé Mauborgne), de nuevos segmentos de clientes a quienes el Coaching pueda cambiar su vida, su liderazgo o su negocio. El artificio de caza es tomar decisiones no sólo con la cabeza -información,reflexión- sino también con el corazón-intuición, binomio que, por cierto, ha aportado cierta prosperidad-prestigio a mi empresa.

Hace años tuve una operación grave. El cirujano pronosticó que como consecuencia de la misma envejecería estéticamente muy rápido. Mi trampa consistió en no creerle. Como cirujano era un diez, como ser humano un once, como agorero un cero. El artificio de caza consistió en poner el optimismo (junto a la dieta y el ejercicio físico) como palanca de mi realidad. Créanme mi estética está bien para mi edad. Hice trampa. Sigo haciendo trampas para cazar lo que deseo, para alcanzar mis sueños.

Artificios de caza de objetivos, eso son trampas, atajos, secretos... a voces. Y un gramo de locura, como prescribe García Márquez (Nobel de Literatura) en sus talleres de escritura en la Universidad Menéndez Pelayo (Santander). Hacer trampas es ser un rule braker,alguien que abandona el carril, lo estándar, la inercia, la zona de confort. Sin poner en peligro a nadie, desde luego. Es pensar de otra manera. Algunos lo llamarán innovación, término que resulta gaseoso por manido. Hacer trampas es actuar de otro modo, acaso único, como el Ser. ¿Rebeldía? ¿Ingenio? ¿Creación? sí, de tendencias... siendo un rule breaker, un rompedor de reglas. Otro día, en otro texto, hablamos.

Comentarios bienvenidos en el propio blog o en azucenavega_coach@yahoo.es

miércoles, 23 de junio de 2010

Sembrar Esperanza

Mirar hacia el futuro, y sembrar esperanza.
Rafael Echevarría, inspirador del Coaching Ontológico, me enseñó el concepto metanoia que hoy he vivido durante un entrenamiento a un equipo de élite en un proyecto empresarial-institucional vasco. Juntos hemos mirado al futuro con esperanza y... ¿saben? Pocas cosas son tan hermosas.

lunes, 21 de junio de 2010

Luna creciente

Mi corazón palpita... como una patata frita... Luna creciente en la bahía que anuncia la llegada de quien amo. En el salón de un lujoso hotel de mi ciudad, la televisión de plasma corea el gol de Villa, el de la patilla... para la selección española (contra Honduras, en el Mundial). Repiten la hazaña en tres ocasiones, y descubro que no siempre los logros de un equipo se deben a la colaboración de las personas. En este caso, Villa se lo ha hecho solito (liderazgo y talento en estado puro). Observándole, parece pensar/ sentir aquello de "morir matando" porque dispara sentado en cesped y el balón entra en el larguero, a pesar del esforzado portero que lo roza. Dicen que es asturiano y después la conversación se desvanece. Miro al mar, la mar de Alberti y -de nuevo- mi corazón palpita... como una patata frita. En unas horas la sirena arribará en buen puerto para quedarse unos días, nadar mar emocional adentro, y regresar a su libertaria Holanda. Todo rápido-rápido como el parpadeo de los ojos y -sin embargo- ahora parece una eternidad esperanzada.

Ya en casa, cambio las sábanas de su cama, pongo flores frescas en la repisa, coloco los ositos de la infancia, cuelgo sus toallas favoritas en su cuarto de baño junto a un jabón nuevo que compramos en Alemania. Dejo sus zapatillas en el hall, miro mi agenda y anoto en un papel todos mis huecos libres durante su estancia. Ahueco su almohada, repaso el polvo de las estanterías por segunda vez, ordeno algunos recortes de periódico (que aluden a sus intereses-pasiones y he guardado con primor durante las últimas semanas), pongo en fila su correspondencia bancaria, me aseguro de que hay croissants pequeños y mermelada de frutas del bosque para el desayuno. Salgo hacia el aeropuerto de Sondica.

jueves, 17 de junio de 2010

Tregua, al mediodía

Lejos de mi ciudad, en mitad de una densa jornada laboral, he disfrutado de una tratamiento gratuito de belleza en un gran centro comercial. Dos veces al año, mi casa de cosméticos favorita regala a algunas de sus clientas el detalle de un servicio facial especializado y unas muestras de cremas de última generación. Alta cosmética para el cuerpo y el alma con las mejores propiedades de las hierbas, las raíces y los aromas de las plantas: placer en estado puro durante una hora, al mediodía, de la mano de una mujer diminuta, ágil, chispeante y habladora quien -sin saberlo- me ha ofrecido la metáfora del día.

En la estepa rusa crece una rosa que sobrevive al hielo y a la nieve muchos grados bajo cero durante los largos meses del invierno soviético. No sólo se propaga allí, sino en China, Serbia y Ucracia. Pervive en condiciones extremas y diríase que se alimenta del aire o acaso de la inspiración celeste en ausencia de nutrientes esenciales: sol-calor, agua y abono.

De regreso a casa, al filo de las nueve de la noche, exhausta, con varias de historias en mi cabeza, fotogramas desgarrados de empresas y profesionales que plantan cara a la barbarie, al desplome financiero, al despido y a las sombras que amenazan con engullir los sueños, me he acordado de la Rhodiola Rose, la planta de la estepa que sobrevive solitaria en mitad de la nada. Yo misma, a ratos, me siento una Rhodiola.

miércoles, 16 de junio de 2010

Del Know How al Do How... Gin Tonic

Si me lo permiten, hoy seré vehemente: no creo en la formación. No creo en la formación como aislada metodología de aprendizaje adulto en el seno de las organizaciones. Creo en el entrenamiento, es decir, en una adecuada mezcla de tónica (teoría) y ginebra (práctica).

En la sociedad del conocimiento -a la que pertenecen buena parte de las empresas para las que trabajo- las poderosas mentes exigen con persistencia su cuota teórica bien argumentada, referenciada y santificada por la biblioteca de Babilonia. Saben muchísimo y aún anhelan mayor conocimiento. Bien, nada que objetar. Sin embargo, mi aportación pasa por sumar un poquito de práctica, experimento y aventura para descubrir (de primera mano) si funciona lo que los teóricos dicen que funciona. Hemos de saltar al gimnasio para entrenar con sudor y lágrimas, risas y cansancio, logros y errores, caídas y persistencia, frustración y esperanza.

Hace unos días -leyendo las páginas sepia de EL PAÍS- descubrí una interesante estadística según la cual cuando la formación se combina con entrenamiento la eficacia que se logra es de un 80%, un porcentaje infinitamente mayor que cuando sólo se enseña. ¿Qué les parece?

En el contexto empresarial, con frecuencia observo una persistente paradoja: mientras la insaciable mente pide más y más teoría, el cuerpo, las emociones (y acaso el alma) se retraen como un caracol miricol hacia su concha cuando se pide un gramo de práctica. Permitan que me explaye. Todos entendemos que para obtener resultados diferentes hemos de realizar cosas diferentes (Albert Einstein). Pues bien, esta idea básica inspira la necesidad de salir de la llamada "zona de confort" (conocida, tanteada) para entrar en la "zona de oportunidad" (nueva, inexplorada) lo que conlleva un cierto riesgo, concepto alérgico para algunos intelectuales.

Cuando entreno a un equipo va todo sobre ruedas en la parte teórica, las referencias bibliográficas y los artículos de prensa especializada, y se tensa cuando hay que ponerlo en práctica, en una escenificación a escala de los aprendizajes que han de integrarse en la organización. Resistencia al cambio y -digámoslo sin ambages- miedo. ¡Tanto hablar de innovación y resulta que somos alérgicos a probar cosas nuevas! Paradojas con las que me encuentro cada día: inmovilismo que descorazona... ¿Será cierto que el aleteo de una mariposa puede transformar la hipérbole planetaria? Ojalá.

domingo, 13 de junio de 2010

Secretos a voces

Con asiduidad siguen el blog muchos coaches, algunos líderes, varios terapeutas y numerosos docentes de universidades y escuelas de negocios. Todos trabajamos con adultos y -en alguna medida- nos esforzamos por dimensionar el talento que ya existe en las personas propiciando que ejerciten (una y otra vez) como en un gimnasio de habilidades y actitudes.

Pues bien, acabo de terminar de leer Las claves del talento (Zenith Editorial) en cuyas páginas finales (entre la 165 y la 211) relata Dan Coyle un puñado de experiencias reales de exitosos entrenadores deportivos, artísticos y empresariales de todo el planeta. ¿Saben? La mayoría comparten algunas características que pueden inspirarnos a quienes nos consideramos aprendices de mago.

Los buenos profesionales escuchan mucho más de lo que hablan, y lo hacen en varios niveles. Además practican una mirada firme, profunda y limpia, casi un láser cuya pretensión es descodificar a la persona que tienen delante. Abordan el entrenamiento más como un arte que como una ciencia, lo que les permite adaptar el estilo, ritmo y lenguaje a cada persona. Básicamente son espejos que se vuelcan en llenar los tanques de amor y el combustible de la motivación en la certeza de que cada persona tiene todas las respuestas y capacidades para convertirse en la mejor versión de sí misma. Con primor y paciencia, dedican décadas a aprender la forma de enseñar, hasta que se convierten en una matriz. Cuando no existe un sistema diseñado para un alumno, sencillamente ¡lo inventan!

Por último, los buenos entrenadores consiguen hacer de sus alumnos pensadores independientes deseosos de profundizar en su arte o ciencia siempre un poco más. La mayoría de ellos llevan treinta años entrenando, razón por lo que los mejores se aproximan a los setenta años de edad.

Al final... va a tener razón mi filósofo del bosque de Aiete: las personas de sesenta, sesenta y cinco, y setenta años son la verdadera -acaso la única- esperanza de cultivar el talento (de otros) en las empresas, instituciones, fundaciones y organizaciones no gubernamentales del siglo XXI. El mero paso del tiempo no asegura la sabiduría. Sin embargo, la neurociencia y la lógica avalan que la sabiduría precisa muuucho tiempo para su aprendizaje y desarrollo. ¿Por qué desperdiciar esos "caldos maduros" en su mejor momento y aroma existencial?

Envejecer

Ya lo dijo Epicuro: Donde estoy yo, no habita la muerte, y donde habita la muerte, no estoy yo. A lo que le contestaron los estoicos: No bien nacemos, empezamos a morir.

Pensamos que la enfermedad, la muerte y la vejez no van con nosotros, hasta que lo inevitable ocurre: persistentes canas, apagado tono en la cabellera, dientes que han perdido su marfil, una talla más de pantalón, clavículas que no provocan desmayos, un par de varices en las piernas, manos nervadas o huesudas, cejas transparentes, una piel menos tersa en general y el recuerdo permanente de Adolfo Domínguez único ser para el que la arruga es bella.

Treinta largos de piscina y quince minutos en las duchas colectivas permiten una minuciosa observación de la decrepitud humana. Las señoras de entorno a los sesenta nadan con primor por razones estéticas o de salud, y lo hacen con ahínco seis-siete días a la semana. Por su parte, las canas, las varices, las huesudas manos y las arrugas les dan la espalda en sus esfuerzos por frenar el deterioro. Son las 8.30 de la mañana, me ato las playeras verdes -último gesto antes de salir del polideportivo hacia mi despacho- ¿cómo esquivar el paso del tiempo y sus servidumbres? No es sólo el cuerpo y su estética... acaso la carrocería sea lo de menos. En esas mañanas de vestuario compartido, lo que me atormenta son las conversaciones entorno al repollo, el norit, los muchos programas de televisión, y la receta casera del pastel vasco. No quiero convertirme en un recipiente yermo de vida propia. Buscaré modelos referenciales de mujeres que hayan llegado enteras al final de sus días: con variados intereses, actividades culturales, viajeras, sociales, intelectuales, laborales, políticas... Mujeres que cocinen repollo e ideas, que laven con norit la mundana suciedad de su entorno, que no tengan televisión ni de plasma ni en blanco y negro, y que hagan pasteles creativos de pintura, de letras, de canciones y de proyectos. Supongo que no será fácil. Tampoco imposible. Me lo anoto en la agenda del porvenir. Salgo del club y comienza mi jornada.

jueves, 10 de junio de 2010

Móvil ¿necesidad o esclavitud?

A finales de los años ochenta trabajaba como periodista en RTVE, y recibía mensualmente un plus de disponibilidad de casi treinta mil pesetas de entonces por llevar conmigo -24 horas al día- un mensáfono (precursor del teléfono móvil de hoy).

En una ocasión, nadaba en la piscina cuando el mensáfono -situado en el banquillo junto a la toalla y las chanclas- comenzó a sonar: pipipi pipipi pipipi... salí chorreando de la corchera número tres, me sequé las manos, apreté el on y una voz en off dijo "Atentado en Munguía": tenía que salir de allí como fuera, desplazarme hasta la localidad vizcaína a la velocidad del rayo para poder cubrir el suceso, y alcanzar el informativo más cercano, el de las 19.00 horas. Es resto ya es historia.

Aunque aquellos 181 euros de los años ochenta eran dinero... ¿saben? casi nadie quería el plus de disponibilidad porque se consideraba una esclavitud estar accesible en cualquier momento, lugar y circunstancia. Esa era la razón por la que remuneraban generosamente: a cambio de esclavitud. Con esta idea en la cabeza, comprenderán que me niegue a utilizar voluntariamente teléfono móvil, y cuando me preguntan las razones -con una cara de incredulidad impresionante- suelo decir que es lo único que preserva (un poco) mi salud mental je je... Existen algunos otros porqués: el móvil pesa y ocupa espacio, en infinitas ocasiones -cuando llamas a un móvil- te sale un buzón de voz, es decir, que la supuesta accesibilidad inmediata no es tal. Además es caro (comparado con la tarifa gratuita fijo-fijo). El uso del móvil consigue que las señoras parezcan locas acercándose el bolso al oído, genera mal ambiente en los restaurantes donde debiera estar tan prohibido como el tabaco, rompe el forro del bolsillo de los trajes de los caballeros, suena en el momento cumbre de todas las conferencias y obras de teatro, rebaja la ya dispersa atención del ser humano del siglo XXI, añade "pantallas" mentales a los fragmentados cerebros que portamos, dificulta los momentos de silencio y desconexión, y hace que te sientas una basurilla cuando estás con alguien que te deja al margen para contestar su móvil.


En fin... lo veo así. Y en respuesta a algunas de mis mejores amigas: no, no pierdo cuota de mercado, ni target de clientes, ni por ello me consideran un dinosaurio: al fin y al cabo ya usaba algo similar en los años ochenta cuando el móvil no era de uso común...

No es por tirarme un farolillo, pero volviendo hace poco de aeropuerto de Schipol (Holanda) -en medio de la nube de ceniza- leí en el Financial Times que algunos de los personajes más vips del mundo empresarial han dejado de utilizar el celular. Quizá podamos revisar la utilidad/inutilidad del móvil porque... honestamente... ¿cuántas llamadas al día son realmente, realmente, realmente, necesarias y urgentes como para no poder esperar hasta una empresa, un hotel, una casa o un despacho?

domingo, 6 de junio de 2010

Profesionales Hiper-Cualificados

En nueve días los socorristas estarán a pié de bahía prestando sus servicios. Las plataformas de los oteadoras ya están en la Zurriola, Ondarreta y La Concha: las tres playas de San Sebastián. Hoy, que es domingo y tengo trabajo en el despacho, he caminado a orillas del Cantábrico durante un buen rato -a primera hora de la mañana- sobre algas cobrizas y algas verduscas, de un color tan claro que parecen trocitos de lechuga entre las conchas y las piedritas de colores. Varias decenas de socorristas realizaban prácticas de salvamento en tiempo real, en distancia real, con esfuerzo real: hombres y mujeres sanos, fuertes y atléticos dispuestos a ayudar a quien lo necesite.

A las diez estaba en el despacho. He abierto la puerta y me ha entrado la risa al ver cómo dejé ayer el suelo del hall central (ver foto en Picasa): papeles en el suelo, máscaras que utilizo en las dinámicas de equipo, pinzas amarillas para colgar las ideas más brillantes -y trabajarlas después- mi campanita de Westminster para anunciar el fin del coffe break. Cuando preparo entrenamientos a profesionales hiper-cualificados (y es el caso) mi enloquecida mente rastrea hasta el último aprendizaje, conferencia ofrecida, libro, artículo o curso realizado y lo va juntando todo poco a poco (artesanalmente) como un puzzle siempre diferente, único y pensado en exclusiva para esa organización.

En este mes de junio 2010 tengo "en el horno" los materiales para dos emblemáticas organizaciones: La Universidad de Vigo e Innobasque (la Agencia Vasca de Innovación) con perfiles profesionales muy distintos y demandas de entrenamientos muy distintas, así que rastreo como un sabueso primero en los mil cajones de mi mente, después entre la mielina neuronal (de la que escribí en otro post), exploro por ensayo-error, escribo enfebrecidamente en el teclado de mi viejo ordenador (mi favorito), hallo algo que me complace ¡boilá! lo imprimo y lo deposito sobre la alfombra roja del moscú de mi despacho lo que significa que ya tengo una pieza del puzzle. Entonces voy a por otra... y así hasta que junto un rompecabezas aceptable, casi siempre al límite del crono, es decir, 48-72 horas antes de comenzar los entrenamientos.

Hay algunas ideas de lo que voy gestando que quisiera compartir con ustedes, por si pudieran resultarles de alguna utilidad. La primera es una concatenación de tres conceptos, veamos... Si quiero desarrollar en mi organización reuniones eficaces, antes es preciso contar con un equipo eficaz, para lo cual es condición previa la existencia de un líder. No hay atajo: lo lamento, es así.

Todo comienza en el líder, y por eso al abordar las reuniones delegadas (concepto de la escuela francesa de Alain Cardon) es imprescindible explicar -al menos por encima- cómo se transforma un directivo en un líder, y un grupo en un equipo. Sólo de esta manera nos aseguramos que las herramientas y metodologías que propician las reuniones eficaces se queden en la organización muchoooooo tiempo. Y en esas estamos... construyendo el "mapa" que nos permita avanzar de directivos a líderes, de grupos a equipos, y de encuentros a reuniones eficaces. Por cierto, el subtítulo de mi primer entrenamiento es: reunir-unir-reír-decidir y ¡conseguir! Les dejo ahora: quedan muchas ideas por desarrollar sobre el teclado del viejo ordenador -y la alfombra roja- y poco domingo por delante.

sábado, 5 de junio de 2010

El hombre del bosque

Había un hombre que susurraba a los caballos.
Y había un hombre que asustaba a las palomas mediante un gesto mimético al de las aves: extiende los brazos-alas y avanza hacia ellas con vigor como si fuera a elevar el vuelo. Después se ríe con juguetona inocencia.

Lo veo casi todos los sábados -a primera hora de la mañana- en los jardines del Palacio de Aiete (San Sebastián) donde algunos árboles centenarios guardan el frescor de la noche y de la tierra hasta bien entrado el mediodía.

Algunas veces hablo con él, y en una ocasión nos sentamos juntos en una terraza sumergida en el bosque urbano. Es un hombre delgado, casi enjuto, que me resulta atractivo por su ausencia de pretensiones mundanas, no así espirituales. Según me ha contado es un gran andarín, y las muchas horas invertidas en recorrer los caminos de Euskadi dan para infinitas reflexiones sobre el ser humano y el cosmos. Se acompaña de una pequeña radio negra de la marca Sanyo desgastada en los cantos de tanto utilizarla como conexión axial a la realidad económica y política de nuestro paisito: echa pestes de los gobernantes y de la oposición. Este hombre enjuto -que gusta asustar a las palomas y se ríe de casi todo- aplica un apabullante sentido común al análisis de los acontecimientos y la vida, tanto... que a veces resulta irrefutable toda vez que se mueve en una frecuencia argumental que no es de este mundo sino de otro. ...Continuará...

viernes, 4 de junio de 2010

Escaladores de hielo

Todo viaje personal o profesional comienza con algunas preguntas. Esta es mi creencia como entrenadora, por lo que hoy me permitiré compartir con ustedes tres cuestiones que han surgido en amena charleta con Igor, una persona apasionante con quien a veces tengo el lujo de quedar. La primera: ¿Cómo consigue un club de tenis ruso -que no tiene un céntimo y que tan sólo dispone de una pista cubierta- formar a más jugadoras que han alcanzado el top 20 que todo Estados Unidos? La segunda: ¿Cómo logra una humilde escuela de música situada en un local que originariamente fue una tienda (en Dallas, Texas) producir artistas y estrellas del pop con contratos fabulosos? La tercera: ¿Qué razones explicarían que en el seno de una humilde familia británica -asentada en un pueblo remoto y sin acceso a la educación superior- surjan tres escritoras del máximo nivel mundial?

La conversación se produce en la terraza del Café de La Concha, sobre la bahía de San Sebastián donde ha llegado el verano. Son las 9.30 de la mañana, el termómetro alcanza los 24 grados a la sombra y nos protegemos de un sol intenso bajo los blancos toldos. Fuera, los jardineros asesinan margaritas sin piedad con el pretexto de segar el césped. Arriba el limpido cielo azul. A nuestro lado, una avanzadilla de turistas de todas las nacionalidades alguno de los cuales -quizá- sea neurólogo y conozca la mielina, una sustancia que rodea el núcleo de las neuronas causante de la magia del despliegue del talento en acción.

Charlamos durante casi media hora (el tiempo de lo que denominamos nuestro kit kat mañanero) y coincidimos en que muchas de las personas triunfadoras de talento que conocemos se caracterizan porque se esfuerzan mucho por el logro de objetivos concretos, se permiten cometer errores, a ratos hacen un poco el ridículo, y con frecuencia escalan lo que el escritor Dan Coyle denomina "una pared vertical de hielo".

Recogemos nuestros bártulos, montamos en las bicicletas, contemplamos el césped sin margaritas, y nos comprometemos a profundizar juntos sobre las Claves del Talento (Editorial Zenith).

miércoles, 2 de junio de 2010

Motín en las alturas

Quienes me conocen saben que yo cada semana renuevo mis votos: no de castidad, je je... sino mi petición a la cocina cósmica para que me envíe ¡de una vez! la varita mágica que necesito. Silencio burocrático-institucional, como en el peor de los juzgados. Vaya... que... ni caso. Y la cuestión es que cuanto más me adentro en el muestrario humano más imprescindible me resulta. A veces por la dificultad de las situaciones, otras por la intensidad del dolor, o por la complejidad de los laberintos.

Hoy ha sido una larguísima jornada de trabajo que ha tenidos sus sístoles y diástoles en representación a escala de los latidos existenciales que todos atravesamos. Por la mañana, me he sentido tan entusiasmada con el proyecto que teníamos entre manos que notaba el vértigo de rodar por valles y montañas sobre la esfera del globo terráqueo. Alegría y potencial en estado puro. A media tarde, la meseta de un entrenamiento convencional dirigido hacia el logro de un objetivo convencional. Acercándonos a la noche, un drama organizacional que me ha dejado baldada como si cargase sobre mis frágiles hombros el peso entero de la tierra. Luces y sombras de esta apasionante profesión.

Antes de dormir, a la hora de los maitines nocturnos -que dice mi amigo Txema- me encomendaré a sirios y troyanos para que propicien un motín allá arriba y acaben por enviarme ¡de una vez! la varita mágica que tanto necesito para dulcificar ciertos dramas cotidianos. Remeros de Merlín. Pajarada de post... lo reconozco ;-D