sábado, 9 de abril de 2011

Dos treinteañeros y Una amígdala

Me enorgullece trabajar como profesional independiente a jornada completa durante los últimos diez años sin haber realizado una sola gestión comercial. No es que no negocie contratos, redacte propuestas que me solicitan, o tantee colaboraciones. Lo que me llena de orgullo es trabajar full time sin tener que esperar media hora en una salita -con revistas pasadas de fecha y olor a tabaco- hasta que aparece el treintañero de turno.

Quien desea conocerme se acerca a mi despacho de San Sebastián o -excepcionalmente si estoy en la capital vizcaína- al de Bilbao. Esta semana se han producido dos visitas: la de una productora de ETB-2 (canal autonómico vasco en castellano) y la del directivo de un holding industrial radicado en Miramón (Parque Tecnológico). Y aunque en ambos casos venían a "comprar", su discurso sonaba a venta: rapidez mecánica en el verbo, ausencia de escucha, desconocimiento del concepto reflexión y evidentes muestras de impaciencia. El hombre y la mujer -que no se conocen entre sí- comparten algo: su escasa treintena y -por lo tanto- un cierto perfil sociológico, educativo y algunos valores (verbalizados en el encuentro) como la pasión por el dinero rápido y la arrolladora pretensión de que el mundo y los mortales nos convirtamos en alfombra a su paso. Dos cazatalentos -así se presentaron ambos, aunque en su tarjeta ponía la referencia empresarial, sede fiscal y cargo-, dos pulsiones similares y dos momentos en los que me ha saltado "la amígdala". Les cuento.

Desde hace dos décadas leo simultáneamente dos libros: uno en inglés y otro en castellano. En este momento tengo entre manos Cincuenta cosas que hay que saber sobre Management, escrito por Edward Russell-Walling y Primal Leadership, ya referenciado en otro post. Los fines de semana aprovecho para leer algunas horas y hoy se ha producido el curioso fenómeno de alcanzar la explicación de un concepto similar en ambos libros ¡voilá, magia en estado puro!

"La amígdala" no es algo que se inflama y duele en la faringe (que también), sino un conjunto de núcleos neuronales localizados en la profundidad de los lóbulos temporales del cerebro y -a efectos de mi historia- la sede de todas las emociones. Digamos que cuando dos personas discrepan con vehemencia, por ejemplo en el contexto empresarial, la amígdala se dispara y provoca una torrentera de emociones -en mi caso de enfado-indignación- que, de no ser controladas por las competencias inherentes a la inteligencia emocional, te hacen saltar como un tigre de bengala. Según numerosas investigaciones académicas, en una confrontación verbal gana siempre quien posee mayor conciencia de sus propias emociones y las regula. Insisto: gana el que regula sus emociones, ni más ni menos. ¿El desenlace? He tenido mi oferta para trabajar como experta un día a la semana en ETB-2, y he obtenido el O.K. a mi planteamiento para entrenar a una decena de directivos a partir de noviembre 2011. Cuestión de amígdalas.

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