viernes, 15 de abril de 2011

Seis Sigma

Al igual que casi todos los caminos conducen a Roma, el núcleo de la mayoría de las teorías empresariales conducen a Taylor, parten de Taylor, rebaten a Taylor o patean sobre la tumba del pobre Taylor.

Frederic se pasó media vida con un cronómetro y una libreta en la mano controlando los procesos productivos en busca de la mejora permanente. Uno de los primeros fans de las teorías mecanicistas de Taylor fue Henry Ford quien en 1913 le contrató para que mejorara los tiempos de producción en fábrica de su famoso coche Modelo T.

Tras dividir el montaje de un vehículo en 84 pasos, y llevar a cabo estudios de optimización del tiempo y los procesos, Taylor consiguió que el tiempo de producción de un coche bajase de 728 a 93 minutos: un mago de la productividad, además de pionero del concepto "calidad" que en el siglo XXI tiraniza la mayoría de nuestras organizaciones.

Como saben, entreno a equipos de diversas organizaciones por lo que accedo a las reuniones de trabajo en las que se diseñan objetivos empresariales y estratégicos, se realiza un seguimiento de los procesos, se evalúan ideas etc. En estas reuniones suelen participar los miembros del comité de dirección y siempre hay un responsable de calidad. Pues bien, vengo observando con qué grado de exigencia gestionan la normativa, las recomendaciones de una E.F.Q.M., los requisitos de una ISO, las "no conformidades" y el resto de asuntos reglados en el que tanto empeño ponen estos especialistas del rigor. El hecho de gestionar un departamento de calidad permite que el correspondiente experto pueda asomar su naricilla al resto de los departamentos de la empresa con la impunidad propia de un senador. En ocasiones, he sido testigo de exigencias subidas de tono por parte del responsable de calidad al mismísimo director general... siempre en defensa de la calidad, de lo que "hay que hacer" y de la mejora permanente...

Entiéndanme, estoy a favor del cumplimiento normativo, de la mejora de procesos y -desde luego- de que pasemos de invertir 728 a 93 minutos en una cadena de montaje. Ahora bien, quisiera alzar mi voz en contra de la tiranía de los actuales expertos de calidad, del casi "acoso y derribo" de los compañeros bajo el omnipotente amparo de la ley. Sin menoscabo del loable trabajo que estos profesionales realizan, me parece clave recordar que la calidad es un medio para conseguir un fin y que ésto es lo que importa. En el caso de Henry Ford se trataba de reducir en ocho veces el tiempo de montaje de un vehículo... Ahora bien, en las empresas contemporáneas ¿tenemos tan clara cuál es la finalidad última de las atosigantes demandas de las normativas de calidad?

Al igual que un marino no pierde nunca de vista el horizonte, no despistemos el objetivo último porque quedaremos a la deriva en el maremágnun productivo olvidando tres preguntas importantes: ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? y ¿Cuál es la mejor manera de alcanzar la meta? El resto, a veces, es puro pretexto e incluso una tiranía sin sentido.

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