martes, 30 de agosto de 2011

Un gramo de locura

Tras doce horas de trabajo y doscientos kilómetros de viaje observo el movimiento reflejo de algunos dedos de mi mano derecha. Quienes me tratan con frecuencia saben que cuando se mueven de manera involuntaria siguen el desplazamiento de las ideas que en ese momento bullen en mi cabeza y pugnan por salir al exterior. A pesar de mi cansancio -cercano a la extenuación- cedo al deseo de los dedos índice y corazón, abordo el teclado y escribo con la obsesiva urgencia que se rasca un perro acribillado de pulgas.

Tomado con seriedad, mi bello oficio de luciérnaga en medio de la noche oscura de algunas almas conduce directamente a la locura.

Y aunque los dedos de la mano izquierda saben que si escribo esta idea más de un lector se mofará de mi desnudez; los de mi mano derecha se mantienen firmes en su sentir: allá ellos con sus burlas, a nosotros no podrán arrebatarnos la gloria del intento (Don Quijote a Sancho Panza).

El oficio de luciérnaga en medio de la noche oscura de algunas almas conduce directamente a la locura. Al bordearla, me aferro a lo prosaico: nadar en altamar, comer fruta, escribir y escuchar a Flaubert que esta madrugada al oído me susurra: "Mi corazón permanece intacto, pero mi sensibilidad está exasperada por un lado y embotada por el otro, como un viejo cuchillo afilado demasiadas veces que se rompe fácilmente".

Me alcanza la noche, escribo negro sobre negro y ustedes creen estar leyendo este texto inexistente. En el aire los dedos índice y corazón siguen trazando invisibles señas a improbables náufragos. Ya no puedo verlos, me duermo.

domingo, 28 de agosto de 2011

El violinista camaleón


Érase una vez un camaleón que abandonó el seguro cobijo familiar del paisito y en busca de aventura -acaso de un destino- se encaminó al norte del norte: Rotterdam, donde había una extensa comunidad de camaleones de los más exóticos colores que provenían de todos los rincones del planeta.

Nuestro joven camaleón portaba un camuflaje verde-menta muy eficaz en el País Vasco, pero escandalosamente llamativo en el gris plomizo del puente Erasmus, del cielo holandés y del termómetro. ¡Gélido para un réptil! Las dificultades de adaptación lejos de amedrentarle fortalecieron su cuerpo y espíritu que se tornaron de un gris-verduzco idéntico a los ojos de su abuelo.

Siendo un intrépido camaleón con talento aspiraba a terminar con nota el segundo máster de su especialidad -ya tenía otro cum laude fechado en Stuttgart-. Y como vivir en soledad durante dos años en una ciudad gris da para muchas horas de reflexión con la calefacción a tope y doble calcetín, cuando tuvo que elegir un tema para su tesis no sintió la más mínima duda, ni pudor: hablaría de sí mismo, del violinista camaleónico.

Todo estaría milimetrado cuando se presentase ante el severo tribunal -compuesto por cinco profesores de diversas especialidades más el director del Codarts-: el power point, los 45 minutos exactos de intervención, el violín afinado, e incluso las respuestas a la sospecha de alguna pregunta-lapa que tratase de dinamitar su investigación.

Encarnando la métáfora de su propia vida, el camaleón defendería que la verdad absoluta no existe como tal sino en forma de "tu" verdad, "mi" verdad, porciones caleidoscópicas de una realidad mucho mayor que nos trasciende. Ante un jurado de corte convencional, defendería que Mozart no es un Mozart absoluto sino que se interpreta de manera diferente dependiendo de qué orquesta se trate e incluso de qué director, concertino, tradición musical, sociedad o momento histórico; y lo que en Israel puntúa, a veces penaliza en Berlin.

Un camaleón ha de anclar su identidad de roca al fondo de sí mismo mientras se mimetiza con el entorno. La flexibilidad que hace posible este milagro proviene del largo entrenamiento en la selva donde la capacidad de adaptación significa la escueta diferencia entre la vida o la muerte.Igual le ocurre a un violinista que sin perder su música ha de integrarse por completo en la sonoridad orquestal.

El 29 de agosto de 2011, el intrépido violinista enroscó su poderosa cola a la rama del tronco familiar, sopló al oído de Kodaly un poco de coraje -Kodaly es el duende del violín-, e hizo una pirueta virtuosa que barrió del entrecejo del jurado su rigor de sepultura. Subido a la tarima, fluyendo con el texto que tantas horas de investigación le había costado, y entusiasmado con el resultado, el camaleón olvidó mimetizarse: en la despedida, salió del Codarts tan ufano en un brillante verde-menta que destacaba mucho sobre el tono del canal.

jueves, 25 de agosto de 2011

La apisonadora locuaz

Tres son las concesiones de Luisa Etxenike a la frivolidad: un reloj negro de esfera grande, un anillo negro en el dedo anular de la mano izquierda y unos pendientitos que brillan cada vez que se atusa el flequillo plateado. Punto.

Subida en el estrado como un náufrago que se aferra a la última balsa, dicta a chorro sus conocimientos ahogando el suspiro de cualquier discrepancia entre el coro mientras bisecciona textos de Aldecoa, Millás, Dagerman, Hemingway, Ribeyro, Borges... como otros realizan autopsias: pegada al pliegue de las frases, diríase de las sílabas, con un estilo implacable que espanta de un certero manotazo cualquier intervención.

¿Cuándo tiempo estarían dispuestos a permanecer sentados en un aula sin aire acondicionado, en verano, frente al mar, analizando quince líneas de un cuento? ¿Diez, veinte, treinta minutos? Nooo, entre dos y tres horas con aportes teóricos intercalados. Es para freakis y somos muchos, casi setenta procedentes de todos los recodos de la geografía nacional. ¿Por qué permanezco anclada a la silla granate? Porque me hace revivir una pasión cuyos rescoldos jamás se apagaron en mi: la literatura y la añoranza de la lectora que fui, unas brasas antiguas que me conectan al sueño de escribir, de trascender el efímero paso por la tierra. También porque olfateo el aire como un sabueso en busca de alimento ¿intelectual? Nooo espiritual ¿Eh? Trascendente.

Tres concesiones y dos las virtudes: la pasión y el compromiso, que acaso sean lo mismo. Puedo entender su vehemencia en la defensa de unos criterios narrativos cimentados sobre décadas de lectura, estudio y escritura, lo que me resulta difícil de digerir es la intransigencia hacia quienes por lógica escénica estamos situados en la zona de aprendices.

En los descansos me ha dado por pensar si no se toma más en serio a los personajes que a las personas, si acaso la literatura ejerce de seguro refugio en el que las reglas de juego son controlables por el narrador -ella en este caso-, y he recordado aquella idea de Pessoa para quien "la literatura es la manera más agradable de ignorar la vida".

Al llegar a casa he anclado los aprendizajes sobre la estructura narrativa, los comienzos, los finales, los diálogos, la voz, el cromatismo y la mirada. Al mediodía me han preguntado: - ¿Qué tal tu curso? Sin saber cómo, ni porqué, he contestado: " sujeto, verbo y estofado".

miércoles, 24 de agosto de 2011

Peter Pan en Altamar


Para celebrar su trigésimo quinto cumpleaños organizó una cena íntima en altamar con un puñado de amigos suyos y de Celia. La noche transcurrió entre cánticos de "cumpleaños feliz" en todos los idiomas, brindis serios y jocosos, botellas vacías en cubierta, escotes bronceados y la sonrisa permanente de Celia, la mujer enamorada con la que vivía desde hacía dos años.

Pasadas las tres de la madrugada se quedaron solos en proa contemplando las estrellas: aún faltaban dos horas para que amaneciese y, sin embargo, el horizonte despuntaba con extraña claridad cuando él le cogió la mano suavemente y le dijo: -¿Sabes, querida, eres la mujer más maravillosa que conozco -ahí carraspeó como siempre que reconocía un defecto de carácter- sin embargo -continuó- tengo que confesarte algo. -Tú dirás, Urdao- le contestó ella mientras retiraba con dulzura su mano de la otra gigantesca. Tras un silencio en el que realmente hubiera podido amanecer, sin mirarle a la cara y atusándose la patilla izquierda dijo: -No me siento capaz de mantener una relación de pareja-.

Ella creyó abrasarse en lágrimas de sal sobre la herida del abandono reiterado de los hombres a los que amaba. Se encerró en su camarote y trató de poner orden en sus ideas mientras recogía sus enseres. Entonces descubrió el anillo de la piedra roja. Aquel objeto representaba su compromiso con Urdao, en verdad su compromiso con el amor. Con determinación lo metió en el bolsillo derecho del vaquero donde permaneció apenas unos segundos: lo que tardó en subir a cubierta y lanzarlo bien lejos a la aurora boreal.

  • Relato de ficción para el taller de narrativa de Luisa Etxenike en los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco 2011.

martes, 23 de agosto de 2011

Cerise Noire 21

-No hay nada más triste que tener que pedirle dinero a tu padre para una barra de labios- lanzó mi madre sobre el tapete de los Juegos Reunidos Geiper en el que mi hermana, ella y yo entreteníamos el frío del invierno.

Mis hombros eran frágiles para semejante peso. Supongo que ella se desahogaba con nosotras en ausencia de cualquier otro bálsamo a su decepción: mi padre no era un banquero, sino un bancario, cómo el diminuto hombre en el que se convirtió recordaba cada vez que escribíamos una carta a los Reyes Magos, con la ilusión de que existieran.

Siendo viuda -muchas barras de labios después- mi madre añora un alter-ego con el que medirse mientras disuelve el cola-cao del desayuno. La nostalgia ha tardado años en aflorar sepultada bajo infinitas capas de resentimiento.

En su casa con ascensor, butaca reclinable, y cunita para su yorkshire terrier, usa barras de labios de todos los colores. Sabremos que ha muerto el día que deje de usarlas, porque encarna la idea de "antes muerta, que sencilla". Su favorita es la Cerise Noire 21, cuyo primer ejemplar le regaló un marino... antes de que yo naciera.

  • Relato de ficción, escrito para el taller de narrativa de Luisa Etxenike, estos días en los XXX Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco.

lunes, 22 de agosto de 2011

Plusmarca



Al atardecer, la galerna me ha sacado de la playa. Para entonces yo ya había batido mi propia plusmarca: once travesías a nado desde la playa de hasta la isla, ida y vuelta, este verano. El año pasado hice diez y -tras anotarlo en mi agenda- me propuse ir a más en 2011 y sucesivos. Lo he conseguido, así que estoy contenta.

No es cuestión de obsesionarse con los números, sino de disfrutar y lo estoy haciendo a raudales: tras la jornada laboral, cojo la bolsa verde que dejo preparada el día anterior con las aletas, las gafas, la toalla, el libro... todo ¡listo! para salir hacia la playa: cuatro minutos exactos a pie, desde mi casa.

En realidad la galerna se ha quedado en un amago ya que -tras despeinar un poco las olas, y levantar una polvareda de arena- se ha tranquilizado al cuarto de hora. Una falsa alarma. Como dijo Montaigne: "Mi vida ha estado llena de terribles desdichas, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron" ;-D

Durante el cuarto de hora de galerna me he puesto al cobijo en la cafetería acristalada del Eceiza donde hacen un cortado en vasito bastante apetecible. En la terraza, rodeada de setos y de pajarillos -que vienen a picotear los restos del azúcar-, he terminado la tercera lectura del The Business and Practice of Coaching, Editorial Norton (disponible en www.amazon.com), un excelente libro para entrenadores júnior y senior. Al cerrarlo, cuando el cielo ha vuelto a ser azul, una frase se ha quedado atascada en mi bucle neuronal. La formularé en su idioma original para no destrozarla: What kind of coaching can I do to change mi little piece of the world?

No sé a ustedes, pero a mi me conmueve la idea de que podamos impactar en una pequeña "porción" del mundo a través de nuestras acciones, allá donde estemos, con quien estemos, en el momento que estemos.

domingo, 21 de agosto de 2011

Chequeo Matinal

Tengo manías, lo reconozco. Cuando me despierto, conecto conmigo misma y me pregunto ¿cómo estás, Azucena? y hago un repaso rápido: ¿dolorcillos, molestias, tensiones? Primer chequeo, físico. ¿Y de moral? ¿Mustia, contenta, tranquila, pánfila, enérgica, gladiadora? Segundo chequeo, emocional. Como aún no vivo en un monasterio zen, para entonces ya hay movimiento en la casa, digamos que la sección de desayunos se ha puesto en marcha, quizá la lavadora espere que la programe, la ducha y la ropa están preparadas y la agenda abre sus fauces y amenaza con comerse todo el tiempo a la menor distracción. Entonces, una vez chequeado mi estado físico y emocional, me hago una tercera y última pregunta -mientras me dirijo a la toilette- ¿Qué harás Azucena? Y decido un par de acciones que equilibren, completen o contrarresten lo que he descubierto. Por ejemplo, si he detectado sueño puedo decidir una siesta o acostarme a las 10.30 p.m.; y si he detectado un dolorcillo en la espalda pensaré en llamar al masajista, ir a la piscina, o hacer unos estiramientos.

Esta mañana, al transitar por este rápido y maniático ritual de las tres preguntas: cómo estás, cómo te sientes y qué harás, la respuesta ha sido: intro... ¿intro? Sí, como la tecla del ordenador. Digamos que un poco magullada físicamente, con humor perruno y ninguna gana de intercambiar palabra con humanos. Intro: hacia dentro.

Después el día se ha recolocado a base de voluntad. Ya saben lo que ha demostrado la Universidad de Minnesota, que la felicidad tiene una composición exacta: el 50% es genético, el 10% circunstancial y el 40% restante depende de uno mismo, de cómo reacciona a lo que ocurre. Digamos que es nuestro cotidiano margen de maniobrabilidad, ¡y no es poco! Silencio. Beep. Intro.

jueves, 18 de agosto de 2011

¡Ay el blog!

Un director general DG al que entreno me ha preguntado hoy -con mucha cautela- si podía ofrecerme su feedback sobre el blog... Puesto que tenemos una consolidada relación de confianza, trabajamos juntos desde hace más de seis meses, y ambos somos bastante directos -más bien brutos- en nuestra comunicación, me ha sorprendido tanto protocolo.

He respirado profundamente, le he mirado con una sonrisa cómplice -que en realidad pedía clemencia-, y le he contestado que ¡por supuesto! que podríamos abordarlo al término de la sesión para no restar ni un segundo a su valioso tiempo empresarial.

Como saben todas aquellas personas con las que me relaciono, hay dos pasiones que (aún siendo de diferente dimensión) se encuentra en el núcleo blando de mi corazón duro: la sirena y el blog. La primera porque se trata de mi hija, y el segundo porque me permite expresar, expresarme con mayúsculas: lo que hay, cuando hay. Así que mi querido DG ha demostrado entereza y coraje al desear ofrecerme feedback sobre mi bitácora.

Después de tanto misterio, la cosa se ha quedado casi "en agua de borrajas" que dicen los castizos. "Lo que tengo que decirle, Azucena -nos tratamos de usted y estamos tan contentos- es que en los dos últimos meses su blog está un poco flojo en sus contenidos temáticos: que si ataques de cereza, que si feliz como una lombriz, que si princesas que no corren... un poco flojo, Azucena, y me inquieta porque disfruto mucho con su escritura."
?!
Tras meditar unos segundos sobre su reflexión, reconocer la exactitud de sus observaciones, y agradecer el seguimiento -es un hombre que selecciona hasta el extremo sus lecturas-, nos hemos despedido. Él se ha dirigido a su despacho y yo al mío comprometiéndome al análisis de los post de los dos últimos meses. ¡Tiene razón! Son un poco frikis si bien reflejan con honestidad mi sentir, mi ocio y mis hobbies veraniegos. En cualquier caso, iré retomaré de una "línea temática" más profesional... ¿Qué les parece?

martes, 16 de agosto de 2011

Ataque ¿de pereza o de cereza?

Llevo todo el mes de agosto en el Caribe sin haber volado a Sudamérica. Supongo que me ha picado algún tipo de mosquito, y aunque la colonización de mis neuronas ha sido indolora y silenciosa, el resultado es espectacular ya que ha diezmado mi disciplina congénita

Les cuento: Tengo la manía de hacer listas de ideas y proyectos a desarrollar, de gestiones administrativas pendientes, de objetos por reparar, ordenar, tirar... ¿me entienden? Estoy segura de que me entienden. Lo que siempre ha ocurrido es que miro los listados, me pongo a ello con un ritmo casi eficaz, voy tachando lo que realizo, y al final de la jornada me siento feliz, como una lombriz.

Este agosto 2011 no está funcionando así en absoluto: mantengo el hábito de hacer listas al final de cada jornada pero al día siguiente opto tranquila, serena, plácidamente, por no hacer casi nada de lo planificado sino aquello que me pide el cuerpo, el alma, o el mosquito del deseo que se me ha colado hasta la médula. Duermo diez horas, leo mucho, arreglo las plantas, cojo la bicicleta para tomarme un helado de nata en la otra punta de la ciudad, coso adornos en la ropa, contemplo los fuegos artificiales desde la playa, me compro objetos bellos que no necesito, acumulo cuadernos de diseño, y me lanzo desde casa al mar en cuanto atisbo baja la marea. En fin, Serafín, que hago -exactamente- lo que me da la gana lo cual hace que al término de la jornada me sienta feliz, como una lombriz.

Si con ambos métodos alcanzo idéntico resultado... ¿a qué viene fustigarse?

Anestesiado por la picadura del mosquito, mi Pepito Grillo interior anda un poco despistado pero no muerto, por lo que calibra que este ritmo caribeño no sería sostenible en el tiempo, así que me tira de la manga y anima a retomar el timón de mis quehaceres, aquellos que elijo como destino para desarrollar mi potencial. Digamos que apela a la coherencia entre mi comportamiento y aquello en lo que realmente creo: que podemos ser felices -alcanzar la dichosa autorealización de Maslow- mientras surcamos la reseca tierra. Me pongo a ello ¡¡ahora!!

domingo, 14 de agosto de 2011

Una mentira decente

Bajo el toldo de la carpa blanquiazul escribo en compañía de Clara, que ha venido desde Madrid para disfrutar de las fiestas donostiarras. Más que del sol, el toldo nos protege de las nubes que amenazan con una descarga de lluvia. Dejamos la ropa al cobijo de la carpa, paseamos a la orilla del mar casi desierto de bañistas, y con regocijo descubrimos que los niños siguen construyendo vías de tren en los surcos de la arena, y montañas rusas en las protuberancias que a puñados levantan con paciencia hasta que una ola intrépida desbarata el chiringuito y ¡vuelta a comenzar! Hemos observado en varios grupos que a los más pequeños les destierran a la recogida de agua -cubo en mano- porque ¡no saben construir! ;-D

Clara es dieciocho años mayor que yo (ahora alcanza los 71) aunque su apariencia fabulosa seduce al punto de no otorgarle más de sesenta años salerosos. Las dos hemos volcado la mañana en la lectura y escritura de textos. Ella repasa la cuarta corrección de Peregrinaje -el poemario que publicará este otoño- mientras yo le doy vueltas a un caso que plantearé en mi grupo de supervisión. Entre las dos hemos resuelto con facilidad el autodefinido de EL PAÍS.

A la hora del aperitivo me ha contado su preocupación por algunos colegas que -al parecer- le tildan de arrogante cuando -ante periodistas o desconocidos- desgrana con sencillez alguno de sus logros literarios... Su bondadosa mirada azul se ha oscurecido como si, de golpe, cayeran sobre sus hombros los 71 años. Entonces, buscando su consuelo, he citado a Chamfort para quien "la falsa modestia es la más decente de todas las mentiras". Me ha mirado largamente en silencio y nos hemos abrazado en medio de la bruma que, al mediodía, era cálida y densa. Después hemos recogido los bártulos llenos de arena y nos hemos dirigido al Palacio de Miramar donde -a finales de este mes- Clara y yo asistiremos a un curso de verano de la Universidad del País Vasco, junto con Luisa Etxenike...

miércoles, 10 de agosto de 2011

Las princesas no corren

Vivo sin vivir en mí, y me desconozco en una quietud serena que propicia el disfrute extremo de lo cotidiano.

El verano continúa hasta el viernes día 12, momento en el que la sirena volará rumbo a Rotterdam, su destino durante los dos próximos años.

Esta serenidad yin de princesa actualiza en mí lo que Milan Kundera describe en La lentitud, novela escrita en 1996 que profundiza en la bonanza del ritmo pausado como latido existencial.

"Las princesas no corren", suelo repetir con insistencia cuando mi hija se precipita hacia una cita, un recado, o un compromiso dejando tras de sí un reguero de prendas, objetos y caos de primer orden. Su vida en solitario -con varios frentes simultáneos pujando a la vez- propicia un palpito rápido, casi intrépido: estoy segura de que en más de una ocasión acabará saliendo a la calle con un zapato de cada color ;-D.

En fin, que las princesas no corren porque planifican su tiempo, ordenan su prioridades, se otorgan el necesario respiro entre quehaceres y jamás se olvidan de sí mismas. Observen, por favor, la ilustración... ¿Correr con esos zapatitos? ¿Correr con esa regaderita? ¿Y qué me dicen de ese tul, de ese collar, de esas horquillas en el pelo? Sin duda, esta princesa no corre: cuida de sí misma, de su belleza y reserva tiempo para la contemplación... Acaso la feminidad iba de esto, o no... ¡quién sabe!

martes, 9 de agosto de 2011

Emprender en femenino, aire de Loewe

Como si de una ráfaga de viento se tratase, el impulso emprendedor se extiende por la cornisa Cantábrica de Galicia al País Vasco superando en cifras la media nacional, situada en un 34,1%. Hablo de las recias mujeres del norte (con una media de 47 años) que se han decidido a saltar al auto-empleo vinculadas sobre todo al sector del comercio.

En 2011, las comunidades autónomas donde el empleo autónomo femenino tiene más peso son: Galicia (42%), Asturias con un 41%, Cantabria (37%) y País Vasco, con un 36%. Aire del norte, aire de Loewe, que nos empuja a movilizar sueños, concretar planes de viabilidad y abrir la persiana de un negocio por el que apostamos nuestros ahorros, tiempo y energía.

A base de alma y coraje, sacamos adelante los proyectos y crecemos con ellos justo hasta el propio límite de lucidez y osadía. Mujeres con la falda remangada, a orillas del Cantábrico: de Galicia al País Vasco, haciendo girar la bola del globo terráqueo a nuestro modo y manera. Entre un millar de noticias pesimistas, ésta me alegra el corazón y la atrapo con mi red de optimismo.

domingo, 7 de agosto de 2011

¿Perdí la ternura?

En algún lugar se me cayó del bolsillo la ternura. Seguramente hace ya mucho tiempo, aunque hasta hoy no me dado cuenta. Descubrirlo me tiene en sock y no alcanzo a comprender cómo ha sido ?¿

El hecho banal que me ha puesto en la pista se ha producido esta tarde cuando un pre-adolescente con síndrome down ha insistido en bucear con nosotras... Tras lo que me ha parecido un siglo de paciencia, he terminado por decirle tres palabras que a mi hija le han parecido un sacrilegio y una innecesaria crueldad. Durante diez minutos he permanecido en la orilla esperando que ella le explicase que entrábamos mar adentro... Después de ese tiempo, he intervenido para decir: -queremos estar solas-. Tres palabras cuyo alcance no he medido, cuyo tono no he calibrado, y de cuya agresividad no he sido consciente en absoluto. A la sirena le han parecido una sangrienta puñalada en un cuerpo inocente. Más allá de la anécdota -y tras el rato de buceo- hemos tenido una dilatada charleta filosófica en la que ha reflejado con nitidez mi ausencia de ternura, algo que me duele.

No quiero intelectualizar el discurso al que tiende la madeja del pensamiento buscando la raíz superficial o profunda, real o imaginaria, que pudiese justificar tal pérdida. Deseo quedarme con el descubrimiento y sentir la tristeza que me produce haber perdido gramos de ternura. Lamento las tres palabras contundentes y me comprometo a remendar el bolsillo con hilo de cobre y aguja de esperanza.

viernes, 5 de agosto de 2011

Apoyo - Confrontación, el vaivén marino

Bajo la superficie del mar late la vida, infinita y silenciosa, con un vaivén de cuna gigantesca en la que -esta mañana- me he dejado mecer como una niña. Mi intrépida curiosidad ha descubierto peces de colores, rayados, erizos de un azul-morado casi eléctrico, medusas, algas, caracoles, cangrejos, quisquillas y un pulpo. En general, no se asustan a tu paso hasta que sacudes las aletas y desaparecen bajo una roca cubierta de musgo.

Las aletas, el tubo y las gafas de buceo son un regalo de cumpleaños que hoy he estrenado para re-descubrir un hobby antiguo: el mundo acuático de mi infancia. Entonces buceaba en aguas dulces, hasta que mis dedos se ponían morados y revenidos en sus yemas. Ahora buceo en agua salada, más cálida y entretenida con su trasiego de vida bajo las olas. Aunque la temperatura es agradable para un bañito de diez minutos, por encima de la media hora se agradece el neopreno que no pesa y realmente aisla de la bajada térmica.

El mar es un masaje terapeútico que energetiza y -con su capacidad seductora- te hace percibir el tiempo como una viscosidad lenta. Dentro del agua, necesito tomar puntos fijos de referencia que permiten calcular la hora por el reflejo solar. Hoy la H blanca del Hotel Codina y una grúa verde han orientado el momento om de la jornada, el primero...

Por la tarde había nubes y la playa se ha quedado desierta, bueno... casi desierta, porque los socorristas han de estar allí, custodiando los erizos y las algas, oteando el acantilado de Igueldo y el monte Ulía. Al atardecer -sin niños gritones, sin aromas aceitosos y sin toldos- la viscosidad del tiempo se hace aún más lenta propiciando una gozosa lectura-absorción de conceptos que a ratos confrontan mi propia experiencia como entrenadora y a veces la apoyan.

En este vaivén de aprendizaje me reconforta descubrir ahora -más vale tarde, que nunca- que algunos de los descubrimientos alcanzados en mi trabajo de campo (con profesionales y equipos) están académicamente avalados por sesudos manuales terapéuticos, psicológicos, experimentales y artísticos. Estoy leyendo Gestalt -lo que es decir mucho para quienes la conozcan, y nada para el resto-. Siendo un profesional que trabaja básicamente en solitario, me alegra hallar espejos teóricos de calidad en los que me veo en parte reflejada. Por ejemplo, al entender el entrenamiento como un "oficio" -de corte vocacional-, que hecha raíces en el interior de quien lo ejerce, que crece apelando a los recursos creativos propios, y que se alimenta de inseguridad. ¡Ay, dios mío, qué paradoja!: lo primero que me piden los entrenadores novatos es que les enseñe a deshacerse de la zozobra de la inseguridad, cuando los "grandes" (*) afirman que es una poderosa vitamina para la musculatura del facilitador. En management dirían "gestión de la incertidumbre". Yo me quedo con dos conceptos para mi oficio de entrenadora: la autenticidad y el coraje.

(*) Naranjo, Buber, Perls, Zinker, Satir...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Tregua


Frenandooo voy
Frenandooo vengo
Y en compañía atravieso un oasis que agradezco.

Frenandooo voy
Frenandooo vengo
En el verano-oasis 2011
Sin oleaje y fluyendo.

La sombra dice: -¡te duermes en los laureles!
La luz aconseja: -¡descansa Kukena!

En la vuelta de la esquina aguardan el otoño y su avalancha de proyectos, mientras las nubes saludan al porvenir, siempre incierto.

Aflojo el paso, en el oasis-verano 2011.
-¡Haces bien, Kukena! susurran mis pies, descalzos sobre la arena.

martes, 2 de agosto de 2011

Patchwork de Inputs

A las 8.10 de la mañana salgo de San Sebastián, camino de Bilbao. 20 grados centígrados y cielo de un plomizo desesperanzado. El sendero de asfalto que conduce a la city serpentea y ofrece un paisaje con gato negro, cerdos en libertad -de un tono gris que me fascina-, ovejas blancas y negras -que no conocen el racismo-, burros mansos, caballos indómitos, caseríos, pinos, robles y montañas... montañitas en el paisito.

9.10 de la mañana y pocos trajes en la capital: los directivos de Abandoibarra están de vacaciones. Los cafetines que frecuento están vacíos. Las boutiques más selectas ofrecen rebajas a granel y en el número 19 de la Gran Vía me compro un vestido turquesa y un chaleco al tono de la marca www.skunkfunk.com

Después del almuerzo ligero, a las 14.10 del mediodía, me atiborro de lectura con un texto fantástico de Francisco Peñarrubia (La vía del vacío fértil) cuya idea principal consiste en que la potencia curativa de un proceso depende de la autenticidad del terapeuta. Con el estudio, en vano intento acotar la inmensidad de mi ignorancia que -lejos de achicarse- da paso a horizontes cada vez más extensos recordando aquello de "... sólo sé que no se nada"...

A ratos trabajo con clientes antiguos, a ratos con clientes nuevos: personas increíbles, con historias creíbles y sueños alcanzables. En un baile hermoso y espontáneo, el cliente y yo dejamos atrás las técnicas, las herramientas, los procesos y los indicadores priorizando el latido del aquí, del ahora, de la fresca emoción que resulta del estar atento (awakeness). Nos convertimos en cuatro ojos, cuatro orejas y dos corazones, viviendo un momento único ¿sagrado? Adoro mi trabajo. Las 22.10 escribo Patchwork y una vez más me dejo seducir por Goethe: "La vida es breve. ¡No la hagamos pequeña!" 23.10 descanso ¡Buenas noches mundo!