miércoles, 10 de agosto de 2011

Las princesas no corren

Vivo sin vivir en mí, y me desconozco en una quietud serena que propicia el disfrute extremo de lo cotidiano.

El verano continúa hasta el viernes día 12, momento en el que la sirena volará rumbo a Rotterdam, su destino durante los dos próximos años.

Esta serenidad yin de princesa actualiza en mí lo que Milan Kundera describe en La lentitud, novela escrita en 1996 que profundiza en la bonanza del ritmo pausado como latido existencial.

"Las princesas no corren", suelo repetir con insistencia cuando mi hija se precipita hacia una cita, un recado, o un compromiso dejando tras de sí un reguero de prendas, objetos y caos de primer orden. Su vida en solitario -con varios frentes simultáneos pujando a la vez- propicia un palpito rápido, casi intrépido: estoy segura de que en más de una ocasión acabará saliendo a la calle con un zapato de cada color ;-D.

En fin, que las princesas no corren porque planifican su tiempo, ordenan su prioridades, se otorgan el necesario respiro entre quehaceres y jamás se olvidan de sí mismas. Observen, por favor, la ilustración... ¿Correr con esos zapatitos? ¿Correr con esa regaderita? ¿Y qué me dicen de ese tul, de ese collar, de esas horquillas en el pelo? Sin duda, esta princesa no corre: cuida de sí misma, de su belleza y reserva tiempo para la contemplación... Acaso la feminidad iba de esto, o no... ¡quién sabe!

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