jueves, 17 de noviembre de 2011

Selva y Zoo

Aún de noche, con un rastro de luna en el firmamento y escarcha sobre motos, coches y bicicletas, la guerrera se pone en marcha. Sale de caza vestida de coraje, disfrazada de Prada, y perfumada con Channel. En la selva, la guerrera encuentra: agresividad (depredadores), rapidez (ardillas), docilidad (ovejas), independencia (cabras), lentitud (tortugas), fidelidad (perros), traidores (alacranes), dadores (vacas), receptores (terneros)...

Aunque de asfalto, la guerrera sabe que es una selva y ni por un instante olvida que su vida (empresarial) depende de sus habilidades para la caza, la recolección y la reserva de provisiones. No es la más fuerte, ni la más rápida, ni de lejos la más astuta. Sin embargo, la guerrera fortalece la musculatura de combate impulsada por el instinto de supervivencia, mientras muchos dormitan en el opiáceo limbo de las subvenciones.

Cuando llega el glaciar escasea la comida, se desvanece el mundo de la abundancia, flojea el anestésico institucional y duelen las sangrientas heridas de la masacre: mueren vacas, ovejas y tortugas. La guerrera afila su instinto de navaja: duerme poco, caza mucho, recolecta frutos y los seca al sol mientras canta una nana para espantar su soledad.  


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