sábado, 31 de diciembre de 2011

Expectación antes del Concierto de Navidad

En el aeropuerto, minutos antes de embarcar hacia Rotterdam.


En Zwolle, a noventa minutos de tren de Rotterdam, llueve aguanieve y a las 18.30 de un día de invierno los lugareños sienten que se cierra la noche al mismo tiempo que se abre la fiesta en el irish pub  Sally-Obriens (www.sally-obriens.nl) donde -en espacios diferentes- se mezclan niños y adultos como un coro de voces (blancas-negras) semejando un tablero de ajedrez. Pedimos comida holandesa sin traducción en la carta y la aventura resulta sabrosa. El ruido va en aumento. No está permitido fumar aunque sí cantar, y beber en abundancia  algo que- afortunadamente- sólo afecta al que alza su copa. Después de doce horas de viaje en diversos transportes y conexiones nos aproximamos a nuestra meta...

Dentro de una hora presenciaremos el Mesias de Haendel -aquí The Messiah of Haendel- en interpretación tradicional de la Orquesta y el Coro Bach de los Paises Bajos donde la sirena toca el violín (lo que da sentido a nuestro viaje).

De esta mañana recuerdo dos impactos estéticos desde el avión, asiento 27 E, ventanilla: con sol, los coches aparcados en una explanada parecían cascotes de vidrios rotos a contraluz. Más tarde, nieve en polvo, algodonosa y virgen que en el cielo nadie osaba pisar y cuyo silencio sólo rompía el Vueling UY1960. ¡Es la hora! me voy al concierto.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Tranströmer, el paraiso y yo

Hay un país que es un lago anegado por la tierra. En el lago viven zarapitos y patos entre cafés, terrazas, hoteles, restaurantes y casas-barco que flotan en los canales semejando calles.


En tierra, hay un país que compite con los molinos de La Mancha castellana. Es un país tan rápido que no basta con caminar sobre dos pies con botas nórdicas: todo gira sobre dos ruedas y un sillín tan incómodo que acaban por dolerte los isquiones;  cuando llueve, se forman charcos que puedes atravesar con impunidad porque las bicicletas holandesas no tienen frenos pero sí guardabarros: el agua no te salpica en la espalda ¡y es una gozada!

Por si el caudaloso lago no bastase para anegar las tierras bajas de este pequeño país, en su ayuda acude el río Rotte que da nombre y ordena la vida urbana de la gigantesca ciudad que -eclipsada por el glamour del cercano Amsterdam- pocos turistas conocen.

Cuatro horas de pedaleo han tenido su recompensa al alcanzar la calle Nieuwe Binnenweg en cuyo número 79 está la deliciosa pastelería Koekela  (www.koekela.nl)  donde hacen las mejores muffins que conozco acompañadas por un café doble, negro y en vasito que revive a un muerto y repara el alma de un vivo. De hecho, por la tarde hemos habitado un paraíso llamado Elysium (www.elysium.nl) a las afueras de la capital donde en tres horas no alcanzas ni la mitad del placer disponible en piscinas de agua idéntica a la del mar muerto por su salinidad, saunas de mil formas, olores, piedras y texturas, infrarrojos que te achicharran la espalda, cámaras de hielo, diminutos lagos de aguas termales, jardines propios de Grecia y Babilonia, chorros de agua cuya intensidad deshace cualquier nudo en cervicales y omóplatos... y ¡la sala del relax! una cápsula de silencio cálida y mullida al extremo donde las personas duermen, descansan, o se mueven lenta y armónicamente tras haber dejado fuera el ego y el stress.

Por la noche he recuperado mi libro de avión,  El cielo a medio hacer  de Tomas Tranströmer, metafórico y bellamente inspirador.. El poeta y último Premio Nobel de Literatura sugiere con su ejemplo "el derribo de las paredes que hay dentro y fuera de uno mismo".  A ello me entrego... justo antes de dooormiiiiir. 

martes, 27 de diciembre de 2011

Reloj de arena emocional

De regreso a casa me he permitido un lujo: un pastel de pasas y manzana con un cortado en Itziar (Guipúzcoa), para lo que he tenido que salir de la autopista, subir la empinada cuesta que lleva hasta la iglesia, aparcar, alzar el cuello de mi parka hasta las orejas y correr hasta la cafetería del pelotari vasco empujada por el frío. Un lujo porque ese desvío ha retrasado una hora mi llegada a San Sebastián: media hora para el deleite del cortado, y otra media para recorrer el Cantábrico por Zumaia, Guetaria, Zarautz y Orio en compañía de un cielo raso lleno de gordas estrellas y famélica luna.

Feliz como una lombriz, he viajado disfrutando del recuerdo de algunas ocurrencias traviesas de los participantes en un taller de comunicación que imparto en Bilbao a una docena de directivos; disfrutando también de la consciencia de que el reloj de arena pierde granos hacia las vacaciones que disfrutaré unos días en Rotterdam. La ciudad es lo de menos, pero la sirena importa: hace dos meses que no le estrujo y todavía no conozco su casa nueva. 

Aunque aún no he subido las maletas del garaje, ni siquiera he preparado el neceser, ya siento el vértigo del check in en el aeropuerto de Loiu (Sondica, Vizcaya) y ya puedo ilusionarme con los paseos en bicicleta entre tranvías rápidos como ardillas, incluso con las ardillas que aparecen en los bosques holandeses. Por favor, escuchen la caída de los granos de arena: 312...311...310... Cuenta atrás como la nave Soyuz minutos antes de la propulsión al infinito de las emociones compartidas: todos tenemos a alguien en algún lugar de nuestro corazón. Y si no está, podemos recordarlo. Y si no hay, podemos imaginarlo. Acaso ese latido rítmico emocional sea parte de lo que merece la pena cuidar y proteger... para disfrutar. Seguiré escribiendo, será desde la zona centro de Rotterdam, con temperatura media cero grados,  nieve en los tejados, y un gran re-encuentro.  ;-D


Dedico este post a los fieles y cada vez más numerosos lectores de Groningen (Países Bajos).  

sábado, 24 de diciembre de 2011

¿Están implicados sus trabajadores?


Hay libros y libritos. Los primeros son un destilado intenso obtenido tras un largo trayecto de investigación experiencial sobre algún aspecto teórico de la vida. Los segundos pasan casi siempre por las manos de un buen equipo de diseño: formato excepcional, papel couche, muchas fotografías e incluso, en algún caso, cuentan con la colaboración de un ilustrador cuya firma cotiza en el mercado. Los libritos siempre tienen uno o dos prólogos escritos por autores de éxito que aseguran el tirón de los lectores.

Estos ejemplares fashion tienden a caerse de mis manos aunque nunca los aparto sin leer por al menos dos razones: la primera es que no renuncio a encontrar aunque sea una idea valiosa, útil, inspiradora, o tan absurda que sirva como entremés en una reunión con mi mentor. La segunda razón es que me siento boba al haber "picado" en un producto de uso y consumo sin más trascendencia que la actualidad de su publicación.

Esta mañana, en la playa, después de haber despiezado EL PAÍS, de haber hecho hasta el crucigrama, y de haber paseado enérgicamente durante una hora, he retomado la lectura de un ejemplar que se presentó a bombo y plantillo en la capital guipuzcoana cuya autora es Silvia Damiano, una mujer encantadora, apasionada, y elocuente que -sin embargo- no ha conseguido volcar en Implícame la arrolladora fuerza de sus conocimientos de neurociencia y neuroliderazgo. Lástima, porque en persona Damiano seduce, fascina y convence.

Dado que me encuentro en un ambiente marino, "pesco" un par de ideas del volumen: las empresas con trabajadores implicados son hasta un 34% más productivas. La implicación es la conexión emocional intensificada que un empleado siente por su organización y que le lleva a hacer un mayor esfuerzo en su trabajo (definición de la Conference Board of Canada, en 2006). El porcentaje de trabajadores implicados (estudio realizado en todo el mundo) es del 29%; los no implicados representan el 54%; y "los distanciados" un 17%.

Estoy en la página 95. Continúo la lectura. Acaso -ojalá- me haya equivocado en la percepción y se trate de un volumen de esos que además de subrayar presto con entusiasmo a mis amigos.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Señorita de compañía

Perdida en la Galaxia Gutenberg me pregunto por el sentido de algunos procesos que mantengo abiertos desde hace tiempo bajo demanda de algunos clientes, en este momento dos mujeres y un hombre que no avanzan en su plan de acción. 

Con ellos transito sobre frágiles y estrechos puentes atisbando profundos desfiladeros rocosos cuya sola contemplación hiere. Acompaño durante algunas jornadas la consciencia de que algo en sus vidas no va bien, camino a su lado mientras nieva en ausencia de afecto, ternura o alegría, y juntos nos calamos hasta los huesos. Ellos lo encuentran útil; yo tengo mis dudas, y -cuando medito- me inquieta no ser capaz de llevarles al otro lado de la orilla, a salvo de las miserias inherentes a la vida.


Hay algo terapéutico en el hecho de sentirse acompañado, de ser escuchado en plenitud y reflejado en el contraste de espejo que practico: sin juicio, con ética. Lo sé, pero no me parece suficiente en mi calidad de facilitadora del cambio. No niego su validez o eficacia porque las personas lo agradecen, pagan por ello y vuelven: es evidente que le otorgan un valor. Pero...en estos tres casos que refiero no me parece suficiente. Hablaré con ellos. Sólo una cosa me inquieta: no quiero que se sientan abandonados. No es fácil, veré cómo lo hago.

Dedico este post a los fieles y cada vez más numerosos lectores de Madrid (España).

martes, 20 de diciembre de 2011

Seis horas y un pico de lujo

Resulta fácil dejarse acunar por la voz de Bette Davis y la trompeta de Armstrong al fondo del gran salón del Hotel Melia Bilbao donde ahora mismo estoy sola con un fondo de camareros de negro fiesta y zapatos de charol que colocan decenas de copas altas de champagne horas antes del evento previsto para el atardecer. Lejos, en la cocina, oigo un trasiego de cubiertos y adivino la confección de canapés; miro a los árboles frondosos tras los ventanales, y  sorbo mi cortado -a dos euros setenta- acompañado de un mazapán artesano que me permito untar contra las normas de protocolo. Con grandes zancadas, cruza el hall un altísimo piloto de Iberia que me mira como quien contempla el vetusto cortinón de un museo: sin interés sensual... Escribo. Bette Davis ha dado paso a los Bee Gees -diríase que asisto a un revival de música de época, acaso de mi época, cuando había pick up, cuando podías hacer una rueda con un long play-. Escribo.

He trabajado seis horas y me he regalado un pico de lujo (*). También he hundido dos barquitos de mi cuenta corriente al entrar en COS -la fascinación del gusto hecho moda- donde me he comprado un vestido-gabardina azul marino y unas medias al tono. Miguitas de ternura que completan mis regalos navideños: unos pocos objetos de calidad hacen que me sienta bien y  -al ponérmelos por la mañana- me impulsan a ser más, mejor. Una hora en COS, una hora de librerías, y un tiempo extra que dedico a escribir en el Samsung que siempre me acompaña.

Al cierre del post oigo villancicos tradicionales en inglés que no escuchaba desde 1989, cuando los cantaba mi hija disfrazada de monaguillo en Saint George English School (Lejona, Vizcaya).  Diríase que es fácil sentirse bien si te rodeas de pequeños lujos, si te mimas, de vez en cuando. Ha pasado una hora y ya no estoy sola en el gran salón del Melia Bilbao: tres caballeros con gin tónic hablan de internacionalización a ráfagas en inglés upper class y a ratos en un castellano de academia.  En la super pantalla corren las atletas 1.500 metros en la European League ¡ni un gramo de grasa, ni residuo de celulitis! Esa es otra batalla, para después de las fiestas.

(*)  Tiempo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Grupo de Supervisión en Coaching

Toy muy contenta: se ha organizado un grupo de supervisión de coaching ¡en Zaragoza! No se desanimen las personas de otros lugares: será en sábado, una vez al mes, y está abierto a profesionales de otras zonas de la geografía española. Aunque... el grupo será reducido por cuestiones de espacio, logística y mimo en el seguimiento individualizado de cada participante. En este caso las host, las anfitrionas, son Marta y Ana, de Ad Hoc Gestión Cultural que ceden generosamente su precioso local (en la fotografía) y se encargan de las inscripciones: info@adhocgestioncultural.es

AD HOC Gestion Cultural S.L.

Puestos a jugar, le hemos llamado taller de supervisión en coaching Adobe -una mezcla de arcilla, arena, agua, experimentación, conocimientos, alegría, ganas y aprendizaje con un eje central y diez mil radios que confluyen en el saber de un grupo variopinto compuesto por algunos troyanos (término que acuñamos juntos hace unos meses en el curso "coaching de equipos"). Pero no solo troyanos, también serán bienvenidas otras personas que sientan ganas de mejorar sus conocimientos, referentes, habilidades y competencias en la práctica del coaching.


Con un enfoque teórico (30%) práctico(70%) nos reuniremos de diez de la mañana a seis de la tarde ininterrumpidamente para realizar sesiones de coaching, feedback grupal, análisis de casos reales, enfoques de propuestas empresariales para equipos y directivos; aplicación del código de ética de la profesión; búsqueda de soluciones a temas complejos; lecturas de última hornada y tendencias internacionales. El grupo nace con la intención de convertirse en un atolón que alimente y refuerce a sus miembros frente a los inherentes avatares de los profesionales que trabajamos en solitario en el competitivo mundo de los servicios empresariales.

El grupo de supervisión en coaching Adobe (Zaragoza) comienza en enero y se prolongará hasta junio 2012.

azucenavega_coach@yahoo.es
info@adhocgestioncultural.es 

domingo, 18 de diciembre de 2011

El sabio niño interior


En algún recóndito lugar de la Biblia se recomienda "ser como niños". Fascinada ante la contemplación de Lourdes (en la imagen) no pude evitar acordarme de este consejo trascendente. Observen, por favor, con qué ensimismamiento construye su "mapa de los deseos para 2012" sobre una cartulina en la que coloca imágenes y palabras que representan los anhelos de su alma adulto-infantil, atrapada en un cuerpo sometido a la tridimensional materia. Curioso estado de relajación, casi de abandono, y totalmente presente en el aquí y el ahora mientras otras compañeras, al fondo, se afanan por completar su propio mapa (sentada Ana Belén y de pie Zaira).

En compañía de otros trece compañeros desperdigados por los 500 metros cuadrados de Eutokia, Lourdes transitó -durante las siete horas que duró el taller- por la sala de los sueños, la sala de sudar y la sala del realismo (escenificaciones miméticas de otras tantas fases por las que atraviesan los equipos Disney de alto rendimiento antes de dar vida a cualquier proyecto).

Seamos o no conscientes de ello, el principal proyecto que todos tenemos entre manos es el de nuestra propia vida cuyo futuro ¡podemos construir!

El taller se desarrolló ayer, sábado, y fue la sexta jornada laboral de una semana en la que he terminado machacada como un ajo al fondo de un mortero: con más de cincuenta horas de trabajo sobre los omóplatos, ochocientos kikómetros de carretera, pocas horas de sueño, y maquillándome en los taxis. Todo el esfuerzo puesto en mi proyecto vital -que incluye actividades de alta intensidad- merece la pena cuando soy testigo de una escena en la que alguien (Lourdes, en este caso) se conecta a la torrentera de sus sueños, los transforma en objetivos, y los plasma en una cartulina-pretexto sobre la que construir el futuro en compañía del poderoso y casi siempre sabio "niño interior".

viernes, 16 de diciembre de 2011

El encanto de lo prosaico

Los hombres no saben que en la infancia las mujeres jugábamos a cocinitas. No tienen porqué saberlo, excepto si tuvieron hermanas o primas con las que compartir aquellos días festivos tras la visita de los reyes magos. 

Poco ha sobrevivido en mí de aquellas cocinitas excepto algunos ratos de ocio en los que me vuelco en limpiar recónditos lugares del espacio familiar. 

En la edad adulta, me sienta bien jugar a cocinitas tras una semana en la que he trabajado intensamente y he dormido sólo dos noches en casa. Las tareas domésticas me anclan a la materia: retirar hojas secas, remover la tierra, doblar toallas, planchar servilletas, coser botones, limpiar zapatos, tirar piedras, piñas y palitos que recojo por todos los bosques del planeta. Las presuntas prosaicas tareas me conectan a lo físico más que ninguna otra actividad ¡y me calman!

Mi amigo Txema diría que una persona que ocupa sus días leyendo, estudiando, escribiendo, manteniendo diálogos con líderes y creando equipos, corre el riesgo de terminar chiflada. Bueno, creo que él diría fragmentada, lo que en su jerga de psicólogo se traduce en vivir casi por completo en la mente. Yo no quiero acabar chiflada, así que -en busca de equilibrio- me voy a jugar a cocinitas. ¡Qué paz siento de antemano!

Dedico este post a los numerosos y fieles lectores de Reus (Tarragona, Spain).

domingo, 11 de diciembre de 2011

El encanto de lo prosaico

Los hombres no saben que en la infancia las mujeres jugábamos a cocinitas. No tienen porqué saberlo, excepto si tuvieron hermanas o primas con las que compartir aquellos días festivos tras la visita de los reyes magos. Poco ha sobrevivido en mí de aquellas cocinitas excepto algunos ratos de ocio en los que me vuelco en limpiar recónditos lugares del espacio familiar. 

En la edad adulta, me sienta bien jugar a cocinitas tras una semana en la que he trabajado intensamente y he dormido sólo dos noches en casa. Las tareas domésticas me anclan a la materia: retirar hojas secas, remover la tierra, doblar toallas, planchar servilletas, coser botones, limpiar zapatos, tirar piedras, piñas y palitos que recojo por todos los bosques del planeta. Las presuntas prosaicas tareas me conectan a lo físico más que ninguna otra actividad ¡y me calman!

Mi amigo Txema diría que una persona que ocupa sus días leyendo, estudiando, escribiendo, manteniendo diálogos con líderes y creando equipos, corre el riesgo de terminar chiflada. Bueno, creo que él diría fragmentada, lo que en su jerga de psicólogo se traduce en vivir casi por completo en la mente. Yo no quiero acabar chiflada, así que -en busca de equilibrio- me voy a jugar a cocinitas. ¡Qué paz siento de antemano!

Dedico este post a los numerosos y fieles lectores de Reus (Tarragona, Spain).

viernes, 9 de diciembre de 2011

¡Un sinvivir!



Con inexplicable virulencia he vuelto a caer en una adicción antigua. Aún no mato bajo el síndrome de abstinencia, aunque robo con premeditación y alevosía. Robo tiempo y energía, aunque no sólo. Desde hace unas semanas lleno mi baúl con tesoros ajenos: una sopa de calabaza del Lu´um, unos rollitos viétnamitas del Mao,  la azulada piel de un negro en la estación de Garellano, el café con espuma del Monterey, las triples escaleras automáticas del metro en Abando (Bilbao), los autobuses rojos, los escaparates del Corte Inglés que ni en Navidad muestran motivos religiosos sino de consumo,  las muecas de los transeúntes, el aburrimiento de los taxistas, la amabilidad madrileña de algunos camareros, el buen surtido de la Casa del Libro, el lujo del salón del Hotel Carlton, los muchos metros de alfombra roja artesana e inconexa del teatro Arriaga. 

Robo detalles que acumulo con lascivia cuan vagabundo sepultado en trastos con la ilusión de que puedan alimentar mi adicción convulsa a la escritura que practico con más intensidad si cabe desde que acudo algunos martes al taller de Luisa Etxenike, la escritora, en verdad la gran destripadora de textos clásicos y modernos.

El esqueleto de mis horas se consume en cinco verbos: dormir, trabajar, comer, leer y escribir. A ello me entrego en cuerpo y alma dedicando 8 horas a dormir, otras tantas a trabajar, entorno a 2 horas a comer, 1 a leer y otra a escribir; así de lunes a domingo, en una semana sin fin semejante a la rueda de una noria en la que el hámster somos mi sombra y yo. Desconozco por dónde se fugan las horas que faltan hasta 24 si bien intuyo que será en desplazamientos, duchas, cafetines y escaparates.

En medio  de este trasiego me alcanza cierta dosis de ansiedad que mato con las yemas de los dedos golpeando el teclado de alguno de los ordenadores que fielmente me acompaña. Si alguien osa hablarme de la gestión del tiempo, del establecimiento de prioridades o de poner límites, con facilidad puedo morderle el globo ocular. Así de virulenta es mi adicción a la escritura: no atiende a razones y me devora como a otros los piojos.

Robo tiempo, energía, gestos y detalles para calmar una obsesión tan antigua que no recuerdo haber vivido sin ella:  me acompañó en los años del periodismo y sigue conmigo ahora que centro mis esfuerzos en entrenar. Sobre la mesa del despacho de Bilbao tengo esparcidos una decena de libros que repaso para orientar mi creatividad. En la página 216 de La práctica del relato, de Ángel Zapata, dice: "... la escritura es un uso estético de la facultad de imaginar, algo que está presente en todas las personas...". Conecto esta idea con el diseño de objetivos que consiste en imaginar la mejor de las realidades antes de trazar un plan de acción. Descubro con júbilo que llevo una vida entera "elaborando" historias propias y ajenas en busca de un sentido, un sentido último al estilo de Viktor Frankl.

Mucho más tranquila me despido. Dedico este post a los fieles y numerosos lectores de Mountain View (USA). 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Artilugio del XIX para mujer del XXI

Un reguero de stress me seguía esta mañana monte arriba cuando la niebla anunciaba el comienzo de un día gloricioso. La vertical ha sido más fuerte que su terquedad y alcanzada la primera cima la tensión y sus menudillos -adheridos a mi nuca- se han despeñado ladera abajo. 

Más tarde mi retina se ha llenado de avellana, en verdad del dulce color marrón de la cáscara de avellana. El hayedo (aún con escarcha) estaba cubierto de hojarasca de una profundidad tal que, al caminar, sólo la fe en que debajo existiría un suelo ha permitido mi avance. En alguna ocasión el leve sonido de un pájaro lejano mezclado con el fluir del arroyo alertaban de la presencia de agua bajo la grueso mantón de hojas. Sólo en este entorno he podido conectarme a ella en su cumpleaños, hoy, 8 de diciembre. Ella y sus detalles. Por ejemplo, la diminuta barbillera del siglo XIX (que acaba de adquirir) construida por el compositor, violinista y director de orquesta alemán Ludwing Spohr. 

Se trata de un accesorio  minimalista que propicia una fusión casi biológica entre el músico y su instrumento. En su cumpleaños ella ofrece dos conciertos con la Bach Orchestra of Netherlands con un violín y una barbillera que, juntos, superan los 400 años de antigüedad. Plata y ébano negro como las bolitas de las cabras que completan el paisaje bucólico de hoy, sin ella, rozando la nostalgia tras cinco años de vida en el extranjero.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Kirill, el monje

Contemplo la entrevista a un monje ruso, ortodoxo de 63 años. Le preguntan qué echa de menos en la Rusia del siglo XXI: nada -contesta- mientras atusa su larguísima barba blanca deshilada en las puntas. ¿Qué le gusta hacer? pregunta Pilar Bonet. El monje encasqueta su gorro negro de fieltro que apenas cubre la parte superior de las orejas, mira lo que parece una eternidad el horizonte, y finalmente dice muy bajito a la periodista: dar de comer a las vacas, rezar, serle útil a Dios, que creo es lo más importante en la vida. Silencio. La reportera aguarda que este hombre religioso se arranque con más confesiones. No lo hace, espera con una paciencia propia del más allá. Un tanto inquieta, Pilar Bonet finaliza el encuentro con una última pregunta: Kirill, ¿qué le desagrada? Nada, todo me satisface. Retoma el libro forrado con un papel roto en los cantos. Sus manos gruesas (diríase de hombre de campo) lo cogen con delicadeza. El monje, el libro, el gorro y la barba se retiran. Kirill no se despide. Es tiempo de orar. 

viernes, 2 de diciembre de 2011

La esquinita del naufragio

Aunque la mujer no trabajaba desde hacía cuatro años y no cobraba subsidio, él permaneció en el limbo hasta la tercera semana del mes de noviembre cuando ella preparó legumbres en tres ocasiones, con poco aliño y ningún condimento cárnico.

Más por olfato que por instinto,  el hombre se percató de que ella debía de estar arruinada. Lejos de asustarse, llorar, salir corriendo o preguntar, tomó un café consigo mismo junto al rompeolas y alcanzó dos decisiones: ser optimista de una manera plena, sin fisuras en ninguna de las capas del pensar, el sentir e incluso el mundo onírico, y proteger su pareja del improbable deterioro del amor. Quizá no sería capaz de taponar la hemorragia financiera -pensó- pero al menos llenaría de humor las grietas que fuesen resquebrajando las paredes de su existencia. ¡Cualquier cosa con tal de preservar su relación!


La tercera semana del mes de noviembre Peter Cook culminaba uno de sus proyectos estrella, el Kunsthaus Graz, el museo austríaco (en la imagen inferior). En la inauguración apareció junto a su amigo, el también arquitecto Colín Fournier (a la derecha en la imagen) y ambos ofrecieron una rueda de prensa en la que -a preguntas de los periodistas- Cook declaró: se han vivido muchos años de bonanza, ahora toca trabajar, y ha llegado el momento de la imaginación y el idealismo, por lo que los edificios que construyo no responden sólo a una función artística sino que ofrecen algunos "extras" entre los que se encuentra el optimismo.

¿Optimismo ante el despliegue de la imparable recesión? preguntó en tono irónico una excéptica periodista senior francesa. Mire -contestó el arquitecto- durante mucho tiempo no he tenido encargos y me he dedicado a la docencia mientras acumulaba miles de observaciones en mi bolsillo; ahora las pongo al servicio de los seres vivos. La mayoría de la gente -continuó narrando con paciencia Peter Cook- es débil y miedosa. Hace falta valor para inventar algo. Ser optimista es una decisión. Cuando las cosas se hunden hay que buscar la esquinita del naufragio  desde la que se pueda hacer algo positivo.



Su amigo Fournier retomó la palabra mirando a la francesa para comentar: en nuestra sociedad se entienden el pesimismo y la negatividad sin necesidad de justificación ¿por qué negarle la oportunidad al optimismo? Estén como estén las cosas -añadió Cook ya cuando salía- yo no tengo interés en parecer puritano. Es más -apostilló con una sonrisa pícara- prefiero vivir y comportarme de una manera traviesa.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Viernes, página en blanco.

Llueve en la bahía. Son las 7.12 de la mañana. Salgo hacia la capital vizcaína. Llevo mis neuronas en forma, herramientas de trabajo para entrenar, hoy, a dos directores generales de quienes aprendo más de lo que comparto. Lo vivo como un lujo. Personas excepcionales, que hacen esfuerzos excepcionales, y aún se exigen más, desde el sentido de la responsabilidad, del "deber". 

También llevo mi corazón y su capacidad compasiva para sintonizarme con sus apenas confesados sufrimientos: son humanos. Escribiré más... a media tarde... tan pronto libere dos horas serenas en un paisaje inspirador.