domingo, 22 de enero de 2012

La enfermedad como maestro


Ante el imparable avance de la edad -en el mejor de los casos, ya que no has muerto- atisbo dos actos de compensación que acaso sean uno: la bondad lúcida y la sabiduría que entiendo más allá del saber y el sentir. 

Y aún con mi pata chula leo al compositor y músico vasco Luis de Pablo en El Diario Vasco: "...cuando tuve el infarto pensé que -si sobrevivía- haría sólo cosas que realmente quisiera...". En este enredo estoy mientras coloco en el olivo del despacho un comedero de pájaros repleto de cacahuetes con cáscara (en la foto de color rosa), al estilo holandés. 

Dedico este post a Javier, quien sufrió un infarto cerebral que trastocó su escala de prioridades. De paso me aplico el cuento ahora que estoy medio convaleciente. 

2 comentarios:

h dijo...

Aprovecha este espacio de tiempo para dedicártelo a ti y a tus actividades pendientes de reposo, como la lectura, la música o el cine, y disfruta de esta parada en lo cotidiano, con todos sus olores y sabores.
Cuida también esa rodilla, el cuerpo es el medio para el camino. Espero que te mejores pronto.
Bicos,

H

Maite Bazán dijo...

La vida en ocasiones parece que es sabia y deja que, por un momento, podamos disfrutar de esos pequeńos espacios de tiempo para el descanso obligado, que sino fuera por ellos, el frenético ritmo de nuestras vidas nunca nos lo permitiría. Disfruta, descansa, escucha a tu cuerpo y a tu alma y ve la realidad de todos los días, esa que sabes también analizar, con otros tonos mas suaves, sosegados y tranquilos. Besos con ruido desde el otro lado del río. Paola y Maite