martes, 27 de marzo de 2012

Autopista Bilbao - Manhattan

Sin éxito hoy he tratado de tomar un respiro en un proceso de entrenamiento directivo que se prolonga durante tres años. Supongo que tendría que explicar las razones de mi intento y -ahora que lo escribo- creo que ha sido algo más instintivo que racional. Improvisaré sin embargo  que me inquieta la creciente sensación -tal vez equivocada- de que en este momento las aportaciones al desarrollo del negocio del cliente no son de 11 sobre 10 como antaño.

Les cuento: cuando conocí a este joven empresario sólo tenía una delegación en la capital vizcaína y quince empleados. Próspero y exitoso gestionaba su negocio más por olfato que por conocimientos de management, algo en lo que hemos profundizado hasta convertirse en un experto. Hoy su firma tiene sedes en Pamplona y Valladolid; además la plantilla roza las cuarenta personas bien remuneradas y en abril 2012 abrirá una oficina en una torre de Madrid tan elegante que pudiera ser Manhattan lo que culmina su más recóndito sueño de grandeza. También ha multiplicado por cinco los beneficios. Sin duda está contento y ha hecho un gran trabajo. ¿Entonces?


Considero que ha llegado el momento de que vuele sólo porque sus fortalezas son más poderosas que sus defectos, y porque su aprendizaje se ha integrado con fluidez cognitivo-emocional no sólo en su propio sistema sino que lo ha transferido al resto de la empresa en un ejercicio brillante de liderazgo.

Al plantearle en el entrenamiento de esta mañana qué quiere hacer con nuestras sesiones le ha temblado el ojo izquierdo, ha tensado la mandíbula y un lagrimal levemente vidrioso me ha advertido de que algo no iba bien bajo el traje de Armani. Como es un gran seductor rápido y hábil en la argumentación ha tardado apenas unos segundos en pergueñar una respuesta convincente... por ahora. ¿Cuánto de verdad hay en sus palabras? No lo sé, honestamente no lo sé. Me ha dicho que necesita sentirse acompañado en sus reflexiones empresariales, directivas  e incluso personales; ha argumentado que sólo se para en mi despacho ya que el resto del tiempo corre mucho más de lo permitido en la autopista neuronal y en la autovía; que acaso sea la única persona con la que no se siente juzgado; que siempre refuerzo su optimismo y que soy un testigo neutral de su crecimiento en beneficios, competencias, desafíos y expansiones. En una palabra: que por favor sigamos juntos entrenando y que confíe en su instinto que difiere del mío acaso porque es joven y yo no, o porque es hombre y yo no. Me he quedado un poco mosca ?! El caso es que seguiremos entrenando aunque no me ha quedado claro si en Bilbao o en Manhattan.   

No hay comentarios: