domingo, 15 de julio de 2012

Quizá sea cuestión ¡de dignidad!

La americana que viajaba a mi lado debiera haber comprado dos billetes de autobús: su culo aplastaba mi muslo derecho con grosera incorrección. No le dije nada, tampoco me moví un ápice en la convicción de que su "sensibilidad de paquidermo" acabaría por ceder: no lo hizo, y lo que empezó mal empeoró cuando comenzó a roncar y temí golpeara mi cabeza con la suya, aplastándome. No exagero, la mujer tenía las dimensiones corpulentas del amigo de Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco (quiero pensar que han visto la magnífica película dirigida por Milos Forman). Sé que ésta no es una manera elegante de comenzar. Les pido disculpas. Lo intento de nuevo.

  
La noche del miércoles tuve una conversación con una tía muy querida que no está en su mejor momento y aunque no padece alzheimer se está volviendo irracional: deja que el pánico le atenace tobillos, y esos grilletes axfisian su otrora aguda inteligencia. La conversación se produjo al final de una jornada en la que yo me había desfondado con diversos asuntos laborales. Hablamos por teléfono al filo de las nueve de la noche, yo aún en el despacho, y la media hora de diálogo resultó un estéril combate entre la razón y la sinrazón porque el miedo rechaza el argumentario y sólo escucha sentimientos. No haré circunquiloquios: me enfadé como una mona, lo que desató setenta y dos horas de irritación y gruñidos varios apenas contenidos por la educación, las obligaciones, y la adultez de la que a ratos reniego con descaro -como el propio Jack Nicholson dentro y fuera del film-. Ésta tampoco es una manera elegante de comenzar, así que les pido disculpas y sigo intentándolo.


Tras movilizar todos mis recursos con escasos resultados, por fin, el sábado, recuperé mi natural estilo amable-conciliador si bien de una manera precaria que trato de afianzar antes de que comience la semana. Entre la medicina homeopática que me aplico están el mar, la mar, siempre, y la lectura. Qué bálsamo re-descubrir a Chejov a través de los ojos de Richard Ford -uno de los mejores escritores norteamericanos vivos-. Qué reparador descubrir hoy en el suplemento de El País la existencia de una Escuela de Vida situada en el londinense barrio de Bloomsbury, un lugar en el que varios intelectuales y filósofos liderados por Alain de Botton defienden la profesión que ejerzo en la última década: aportar consejo, consuelo, inspiración o dirección a las personas. Redimen la extraña ocupación que practico desde 2003 cuando en el País Vasco nadie había oído hablar del entrenamiento a líderes, equipos u organizaciones desde la pregunta y la escucha, desde la igualdad, y desde la ausencia de juicio que no de ética. 


Aunque el tronco de la Escuela de Vida lo constituyen los clásicos: Socrates, Platón, Seneca o Virgilio, la mayoría del profesorado escribe libros que en España publica Ediciones B. Entre los títulos: Cómo estar mentalmente equilibrado, de Philippa Perry (en la fotografía). Este tampoco me parece un comienzo acertado aunque servirá de cierre con una última reflexión. Voy por la vida observando ancianos y preguntándome qué aspecto tendré a los 64 años. Más que la ropa o el peinado me interesa lo que emanan: ¿razón/sinrazón, egoismo/generosidad, inteligencia/estupidez, flexibilidad/rigidez, alegría, inquietud, curiosidad...?  Hay de todo. Ciertamente quisiera tener un aspecto parecido al de Philippa: vigoroso, rebelde e intelectual.  http://cultura.elpais.com/cultura/2012/07/12/actualidad/1342092741_208951.html

No hay comentarios: