domingo, 20 de enero de 2013

Carta a un amigo


Estimado Eugenio: me llevará semanas (acaso meses) digerir el impacto que has dejado en mí tras el encuentro de este fin de semana en San Sebastián, con el pretexto de compartir tus conocimientos como consultor internacional especializado en organizaciones y sistemas.

Hay pocas personas que al coincidir en un cruce de caminos existenciales dejen una huella que merezca la pena seguir. Tú eres una de ellas.

Recordarás que nos conocimos en Innobasque, la agencia vasca de innovación, a la que llegaste para hablar de tu método "participación genuina" que después se convirtió en un libro y entusiasmó al punto de formarnos a un grupo de intrépidos consultores y coaches vascos. Por aquel entonces -como ahora- ya rebotabas como una pelota de ping pong entre Suecia, Sudáfrica, Nicaragua, Malí, España, Alemania y resto del planeta: vas donde te llaman para orquestar un "proceso participativo" en el que como un sabueso "tutelas" que se cumplan unos mínimos de transparencia y honestidad, dos cuestiones peliagudas en el mundo empresarial contemporáneo que se han hecho aún más críticas en un entorno de precariedad.

Desde la formación que se desarrolló en Eutokia -centro para la innovación social de Bilbao- en 2011, no te había visto aunque hemos mantenido un tibio contacto a través de Facebook y mediante el cruce de una docena de Emails que con frecuencia respondes desde la zona de embarque de los aeropuertos más exóticos de la tierra. Siempre unas líneas cortas, enérgicas, desnudas, recias -diríase muy nórdicas aunque nacieras hace 55 años en Madrid, y residas en el Santuario de Lord (Cataluña)-.  

Esta vez estabas mucho más delgado (15 kilos menos) tras lo que narraste como una cierta crisis existencial. Yo te encontré más sabio porque quizá sea cierto el adagio de que "donde hay sufrimiento hay un lugar sagrado sobre el que construir". Sin duda tu residencia en el santuario y el benedictino ritmo ora et labora vehiculan tu milésima trasformación. 

Con anterioridad nuestros egos solían chocar frontalmente con la virulencia de dos trailers ebrios. Esta vez, sin embargo, hemos fluido con hermosa complicidad cuya mejor evidencia acaso sea la fotografía en la que -tras más de diez horas de taller con los alumnos del curso Construcción de Equipos Transformadores- nos regalaron a ti una nariz roja de payaso y a mi una varita mágica. Nos pusimos reír, a bromear, y nos sintonizamos en un gesto espontáneo y mimético que expresa a la perfección el concepto empatía (rapport), habilidad que endulza la vida y los negocios. 


Ya cerrando el despacho me dijiste que ahora no chocamos porque yo te acepto como eres. Vale. Yo creo que ambos hemos cambiado y -como un buen vino- al envejecer nos hemos hecho más flexibles en nuestras creencias y más risueños, porque quizá como dijiste a los alumnos hemos asumido que "nunca es tarde para tener una infancia feliz".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Azucena por haber hecho posible esta jornada.
Sin duda una clase magistral con Eugenio!
Lupe Sánchez.

Eugenio Moliní dijo...

Azucena: abrumante tu carta. Gracias por tu confianza, tu calidez y la oportunidad de compartir mi experiencia con un grupo de profesionales tan magníficos como las que reuniste.
Deseo fervientemente volver por tu bahía y trabajar contigo mas a menudo.
Un fuerte abrazo.

Heba dijo...

Como parte de "Transformers" sin duda fue mágico Azucena y sin tener aún la barita que te regalamos y con calado muy hondo Eugenio que como sigas así te quitaremos la Eu... Genio. No dudes en ponerte esa nariz roja siempre que la necesites. Te queda bien y se pude quitar. Heba