sábado, 23 de febrero de 2013

Cierto viento... de simplicidad


Conocedor de mis solitarios paseos por montes donde los perros semi-salvajes custodian las ovejas, el filósofo de Aiete me regaló hace más de quince años una vara de madera de acebo hecha con una rama que había arrancado la ventisca en Castilla, donde hoy he vuelto en busca de un poco de silencio, lejos, muy lejos, del mundanal ruido.

Cuatro grados de temperatura y cuatro horas de caminata sobre miles de hojas mojadas, palitos, musgo, piñas, hiedra, espinos, piedras, barro... En la pendiente del último recodo del hayedo de Leva he utilizado la vara para no rodar monte abajo, hasta el riachuelo que cantaba con fuerza debido a la intensidad de su caudal. 

En ese paraje me he acordado de Lanza del Vasto quien tras viajar a Palestina, al nacimiento del río Ganges, recorrer India, conocer a Gandhi y vivir seis meses con el líder pacifista, escribió Peregrinación a las Fuentes, un texto del que se dice que "...un cierto viento de altas montañas sopla por sus páginas..."


La vara me ha ayudado a conectar con la tierra, a marcar el pausado ritmo de mis pasos, a olvidarme de la caladura de mis botas y del frío que, por la tarde, rozaba los cero grados.

No me ha hecho falta, sin embargo, en el pantano de Sobrón, empachado de agua hasta los bordes tras semanas de persistente lluvia. El fondo del pantano tenía el color de un nesquik muy denso, y como siempre los buitres leonados y las águilas señoreaban en la brutal belleza  del invierno. 

Recordar hoy a Lanza del Vasto -cuyas lecturas inspiraron buena parte de mi juventud- ha renovado mi pasión por la naturaleza y la simplicidad, prescindiendo de todo lo supérfluo.

No hay comentarios: