miércoles, 6 de febrero de 2013

La metáfora de la vida


Provengo de una familia en la que no existía tradición oral, es decir, no se narraban historias de generación en generación: ni mis abuelas, ni mis tíos, ni mis padres, contaban cuentos propios o ajenos capturados del imaginario colectivo.

Acaso la ausencia de un marco referencial de fantasía, arrojó sin reservas a la niña que fui en brazos de la lectura de tebeos, comics, novelas, poesías y ensayos con una enfermiza fruición. A falta de historias de mi país, de mi tierra, de mi ciudad o de mi familia, sentía la necesidad de construir mi propio imaginario, de colonizarlo (palmo a palmo) sin más guía que el azar, dos-tres pinceladas inspiradoras de adultos, y un terco instinto de búsqueda y captura de retales para coser el tapiz de mi existencia, acaso mi viaje.


Aunque no se transferían historias orales, casi todas las noches de mi infancia mi padre se sentaba en un taburete de madera en el quicio de la puerta de mi cuarto y -antes de dormir- me leía un cuento. Fue de esa manera que llegué a familiarizarme con todo el repertorio de los Hermanos Grimm y de Hans Christian Andersen. Eran ejemplares de tapa dura, con ilustraciones elegantes en blanco y negro, y aunque mi padre los leía una y otra vez jamás me quedé dormida antes del final de Caperucia Roja, Blancanieves o Hansel y Gretel. 

Contar cuentos, escuchar cuentos, leer cuentos, inventar cuentos, ilustrar cuentos, hacer versiones de cuentos, escribir cuentos... ¡Es importante! tanto para los adultos como para los niños (seres en construcción). Esta es la principal conclusión a la que hemos llegado una veintena de personas trabajando juntas durante catorce horas entorno a la oralidad (al hecho de contar) porque bajo la inocente apariencia de las historias emergen valores, tradiciones, comportamientos, premios y castigos que moldean el mundo interior. Sin apenas descansos, durante el fin de semana nos hemos dedicado a "psicoanalizar" muchos de los cuentos tradicionales y algunos contemporáneos para constatar lo que intuíamos: una y otra vez surgen elementos antropológicos, históricos, y mensajes que se instalan clandestinamente en nuestras mentes, ajenos al filtro de la consciencia.  

Hemos disfrutado mucho al "destripar" los argumentos y las ilustraciones y hemos construido algunos finales "reparadores" (expresión de la narradora profesional Virginia Imaz). Finales que potencian -más que limitan-, que premian -más que castigan-, y que alientan a explorar el propio mundo interior. 



Josune Muñoz y Virginia Imaz (en la fotografía) están convencidas de que los cuentos propician iniciaciones y de que del manejo de las historias que contamos y nos contamos depende la construcción de nuestro mundo. Estas dos mujeres recias, desafiantes, y expertas en su oficio, sugieren dos lecturas: Mujeres que corren con lobos, y las Diosas de cada mujer y animan a que cada persona construya su propia vida como una metáfora.

5 comentarios:

Inés Bengoa dijo...

Ha sido un fin de semana rico en contenidos y como experiencia vital que, por lo menos a mí, me ha aportado una nueva visión para entender y trabajar con los cuentos. Además, el grupo ha sido un regalo añadido por su entrega y cercanía. Virginia, como siempre, muy generosa. Azuzena, ha sido un placer compartir contigo esta experiencia. Un abrazo.

Mercedes dijo...

Hoy es jueves y todavía conservo el buen sabor de la experiencia del fin de semana, tendrá relación con el tiempo invertido q por una vez ha sido intensivo y me ha permitido a mi al menos entrar en la magia de la oralidad. Virginia y Josune y todo el grupo ha sido un placer. Ahora toca practicarlo ...todo un reto, un abrazo

Almudena Frances dijo...

Yo tambié estoy muy agradecida por el fin de semana que me ordenó algunas ideas en la cabeza, me confirmó hipótesis y me tambaleó las emociones. Grácias por vuestras "mentiras" sinceras.

Eli Fisas dijo...

Quizás esas 14 horas de oralidad, quizás la energía que ha empañado el clima entre nosotras veinte, quizás las historias y su magia, quizás lo que hemos encontrado de nosotras mismas en cada una de ellas...y de repente... No puedo parar de convertir en cuento tantas cosas...Un abrazo.

Virginia Imaz dijo...

Azucena, tu crónica está preciosa. Te lo agradezco en el alma. Para mí fue un honor contar contigo en el grupo. Chicas a todas mil gracias por un fín de semana tan lleno de vida.... Vir.