miércoles, 31 de julio de 2013

Caso de Éxito


Me encuentro debajo de una de las señales de salida del restaurante oriental en el que almuerzo cuando trabajo en Madrid. El aire acondicionado está muy fuerte aunque por suerte no me pilla justo encima. Dos mesas a la izquierda se encuentra el que fuera presidente del gobierno vasco, Patxi López, con su mujer y cuatro amigos. Cuando he llegado ya estaban así que me llevan ventaja y para cuando llegan mis rollitos vietnamitas ellos están con el cortado. Se les ve distendidos (quizá estén de vacaciones). Frente a mi hay una familia numerosa con niños de edades diversas ¿serán amigos de sus hijos? ¿serán mezcla de los matrimonios anteriores y el actual? Al fondo a la derecha hay dos amigos a los que no enseñaron lo que contaba la Madre María en mi colegio de monjas: la diferencia entre los animales y las personas a la hora de comer. Los primeros bajan la cabeza hasta el alimento, en tanto que los humanos hemos de hacer que la comida suba hasta la boca con los utensilios adecuados. El más fuerte ha terminado el segundo plato y teclea en su móvil como si matase pulgas con el dedo índice.

Cuando acabo los rollitos comienzo la segunda copa de un Calatrava del 2012 fresquito y siento que voy sobre la ola tocando unas castañuelas que no tengo. Estoy muy contenta. Hoy he vivido una de esas jornadas gloriosas en las que un directivo viene y te cuenta un logro de gigantescas dimensiones que ha fraguado y conseguido en los últimos meses a partir -dice- de las directrices que trazamos juntos en los entrenamientos del 2012 ¡mismo año del blanco verdejo!



Es un directivo alto, guapo, culto, y con estilo aristocrático, a quien conocí en un momento personal y profesionalmente convulso. Era evidente que lo tenía todo para triunfar excepto a sí mismo: su fragmentación era tal que una parte de él se quedaba en tierra castellana mientras el resto viajaba 260 días al año a México Distrito Federal. Su IPad última generación, su moleskine negra y yo, hemos sido testigos de su transformación y logro ¡qué digo! LOGRO y hoy ha venido para contarlo y cerrar su bonito proceso de entrenamiento. No siempre sale tan bien. En este caso Guillermo (le llamaremos así para preservar la confidencialidad) ha sobrevolado la utopía que dibujó hace año y medio en su pantalla ultraplana: contrato blindado, libertad en la toma de decisiones, casa con jardín para él y su familia en un barrio coqueto (y seguro) de México, dos años de margen de maniobra para consolidar un equipo de profesionales y expandir negocio, y un sueldo -he arqueado las cejas al escucharlo- tres veces el que tenía en diciembre pasado. Hay muchos mundos pero están en este. Termino la segunda copa del Calatrava y voy sobre la ola con las castañuelas que no tengo. La profesión de agente social, de facilitadora del cambio, es apasionante. ¡Enhorabuena Guillermo! Gracias por compartirlo.

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