lunes, 3 de marzo de 2014

Si Dios fuese un activista



Aprendí de Resu Kare la expresión txikipens, pequeños pensamientos que ella escribe y comparte con sus amigas en el taller literario que utilizan como pretexto para encontrarse, beber un poco de vino tinto, reírse del mundo y compartir. 

Los txikipens son impactos breves atrapados en papel a vuelapluma en el fragor de las tareas que una empresaria-bonsái y madre joven alterna con los sueños de un alma creativa, es decir, en perpétuo mobile.  


Cuando me siento a escribir nunca se si saldrá un txikipen o algo más elaborado, si bien es cierto que depende del tiempo que el crono me conceda. Ahora mismo siento la urgencia de escribir largo y contundente pero... ¡¡solo dispongo de una hora antes del almuerzo!! Veamos lo que emerge. Vayamos juntos hasta el final.


Es sabido que si quieres aprender algo ¡has de enseñarlo! así que como estoy recibiendo numerosos encargos formativos ¡estoy aprendiendo y disfrutando al re-leer libros y manuales que me conectan a las fuentes de mi oficio! E igual que un maestro zahorí se alegra al descubrir una veta de agua, yo salto de contento cada vez que me sintonizo un poco más con mi filón vocacional, esa vibración que emerge tras años de incansable búsqueda y afinación sutil hacia aquello que de veras aporta a las organizaciones-cliente con las que trabajo.

Las lecturas, las intervenciones profesionales en las empresas, las reflexiones solitarias a orillas del Cantábrico, las conversaciones con mentores y las clases que imparto, configuran un magma que me tiene entretenida mental, física, emocional y espiritualmente al punto de que vivo desde la curiosidad radical propia de una niña. Me gusta desmontar juguetes para descubrir qué llevan dentro -la verdad última de cualquier persona, equipo u organización con la que interactúo- ya que me fascina apartar la vacua hojarasca argumental para conocer los soterrados procesos que como un eco se repiten en las empresas.

Para reconocer la genética organizacional basta observar cómo se gestionan: el poder, las decisiones, la comunicación y acaso el reconocimiento. También es relevante comprobar si la empresa en su conjunto pone el acento en las relaciones o en la tarea. E incluso si se centran más en los procesos o en los resultados.

El ejercicio del poder, la toma de decisiones y la comunicación son diametralmente diferentes en organizaciones de corte institucional (feudal), tecnocrático, humanista o en red y -a la hora de propiciar cambios mediante el entrenamiento de los profesionales- hay que tener exquisito cuidado del contexto porque las intervenciones nunca son inocuas y lo que resulta conveniente en una organización de estilo feudal carece de sentido en una estructura que trabaja en red. También es importante conocer de antemano si la empresa se orienta en exclusiva hacia la búsqueda del beneficio a cualquier precio, o si la varible del éxito incluye otras consideraciones como el desarrollo de las personas... En sus publicaciones, Sabino Ayestarán habla de organizaciones "explotadoras" y "exploradoras" y esta mañana hemos profundizado en la pasión que compartimos que no es otra sino el ejercicio profesional en clave de "consultores vocacionales" fascinados por los pequeños cambios que propician el tránsito del modelo de liderazgo unipersonal (jerárquico, autoritario y mimetizado con el puro beneficio económico) hacia el modelo de liderazgo ético (compartido, con valores y respetuoso con las necesidades de las personas). 

Después de tomar el café con leche hemos leído la prensa internacional y descubierto un libro -recién editado pot Trotta- escrito por Boaventura de Sousa Santos cuyo inspirador título es: Si Dios fuese un activista de los derechos humanos. Al filo del mediodía hemos abandonado el confortable mirador del Hotel Londres para acercarnos a la librería Elkar y ojear el volumen...   Continuará.

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