martes, 20 de mayo de 2014

Secretos del Himalaya para urbanitas


Este hombre merece mi respeto y admiración. Y aunque he buscado en Google una fotografía que le hiciera honor, hay pocas que no lleven tatuado el logo del BBVA, entidad que patrocina gran parte de las expediciones del montañero y a la que no tengo ninguna manía ya que mi padre trabajó en la central del BBVA en Bilbao durante más de treinta años. 

Pero... en el blog prefiero que aparezca el ser humano libre que es Carlos Soria. No logo.




Los datos que convierten a Carlos Soria en relevante son los siguientes: ha coronado 12 ochomiles, el último el Kanchenjunga (8.586 metros de altitud y el tercero más alto del mundo). Soria tiene 75 años. Mide 1,65 y pesa 60 kilos. Viaja ligero como los hijos de la mar y tiene dos secretos: una mente de hierro que se transforma en disciplina y voluntad -lo que le ha salvado la vida en numerosas ocasiones- y olfato para elegir a sus compañeros de viaje, concretamente a la persona que le ha acompañado en nueve expediciones y cinco cumbres: Mukthu Sherpa...




Kanchenjunga quiere decir en tibetano "los cinco tesoros de la nieve". Es una montaña de endiablada dificultad, máxime para una persona que supera los setenta años, pero en el interior de Carlos Soria se mantienen intactas las cualidades del ser humano original que transitó por la niñez, la juventud y la madurez... Algunas de esas cualidades acaso se encuentran mejor musculadas ahora que antaño; por ejemplo, la resilencia o aguante al el sufrimiento, la frustración o la cercanía a los límites físicos de un ser humano al borde del abismo.




Las personas trazan su sendero más alto o más bajo, y cuando se alzan en el firmamento inspiran como las estrellas en la noche por la que transitamos la mayoría de los mortales. Carlos Soria tiene 75 años y consigue récords fabulosos ¡yo aún tengo tiempo! Mide y pesa como yo y sin embargo su fortaleza de titan le mantiene vivo a muchos grados bajo cero... yo puedo resistir la exclusión, el fracaso total o parcial de proyectos, la pérdida de seres queridos, o el vómito ante la traición. ¡Puedo!

Me resultaría fácil hacer un decálogo en el que extrapolar las cualidades del montañero al liderazgo empresarial y al trabajo en equipo... pero ¡aburre tanto decálogo on line!

Ahí está la grandeza del montañero septuagenario para quien quiera verla, honrarla, reconocerla, y tomar su experiencia como un modelo inspirador para la vida y los negocios.


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