domingo, 26 de octubre de 2014

La textura gruesa de la vida


¿Convivir o escribir? Por temporadas me debato entre dos pasiones de semejante intensidad que en su práctica resultan excluyentes entre sí: ¿escribir? o ¿convivir?  En alternancia van haciendo su caminito no exento de largos silencios cuando me sumerjo con los cinco sentidos en la textura gruesa de la vida.

Ni una, ni dos, ni tres, ni cuatro sino más clases de colores y tamaños de bellotas he encontrado en mis largas travesías de montaña lejos, muy lejos, del mundanal ruido excepto por los aullidos de los perros y disparos de los cazadores de jabalíes. Pero eso ocurría a media mañana, entre las 10 y las 13 horas. Antes de las diez solo silencio de bellas -casi sagradas- telarañas cuajadas de rocío, y después de la una los cazadores desaparecían raudos en sus cuatro por cuatro camino del restaurante más grasiento de la zona, Castilla.

  

La desconexión de la ciudad permitió que conectará conmigo misma a otro nivel, no sé si más profundo pero sí más bello: el de los recuerdos sin nostalgia de un lugar en el que aprendí a nadar (el transparente y frío río Nela) el verano en el que cumplí ocho años.




Imposible no dejarse seducir por un entorno en el que los vecinos se saludan por su nombre; un nombre que proviene de una infancia compartida junto con una historia: la de sus padres, tíos y abuelos algunos de los cuales aún juegan una partida de cartas en el bar donde el que pierde paga ronda. ¡Pongamos tres euros veinte por cuatro chupitos de orujo! Sí, de verdad.

Imposible no tomar fotografías de algunas setas que salen textualmente a los caminos para saludar porque nadie transita en décadas por allí. Entre el musgo del hayedo casi puedes ver duendes, hadas, y gnomos que ríen a carcajadas por tu desconocimiento de los hongos y que se enfadan porque haces ruido y mueves muchas hojas secas a tu paso.




En fin que ya estoy de vuelta al punto de haber estudiado con lupa la prensa económica y aquellas noticias que se relacionan con las áreas de negocio de mis clientes. En la página 23 del suplemento Negocios (El País) leo que el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, se dirigió la semana pasada a un grupo de posibles inversores asiáticos ¡en chino mandarín!  Aunque los censores del país asiático tienen vetado el acceso a la red social de Zuckerberg, es posible que los negocios del futuro -acaso del presente- se gesten en idiomas que aún no incluimos en nuestro currículum vitae. Esta mañana (domingo) he quedado con Jan (un ingeniero informático holandés -de origen chino- amigo de mi hija) que visita San Sebastián. Le he preguntado por su idioma materno y me ha confesado que chino cantonés ¡cielo santo, la Torre de Babel!

Estoy pensando en volver al bosque: prefiero el enfado de los gnomos. Es bromaaa. La semana laboral comienza con toda la magia de los profesionales, los desafíos de quienes expanden negocios en Asia y con la Expedición Aiete, un equipo fabuloso de personas que los miércoles exploramos sueños, los transformamos en objetivos, diseñamos planes de acción y nos lanzamos a la conquista. Les dejo una fotografía del entorno en el que realizamos el taller. Aunque es fabuloso ¡no hay gnomos! creo...


    


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