domingo, 19 de julio de 2015

Mandar no es suficiente ¡hay que liderar!


No sé cómo lo estoy haciendo para disfrutar tanto del verano sin dejar de pedalear. Pedalear, ya saben: seguir atenta a la actividad del despacho. En realidad palpo el latido interno y externo de la profesión que me eligió hace trece años (2002) cuando inicié la etapa 2.0 sobre mi periplo laboral anterior como periodista y creadora de historias.

Si miro hacia atrás observo la permanencia de un gozoso manantial creativo del que provienen todas mis actividades que se vertebran entorno a historias que construyo con unos gramos de realidad (objetividad) y acaso otros de espejismo.

Disfruto del verano al máximo nivel sin moverme de mi barrio donde hay playa y peces que también cuentan sus historias. Algunos días trabajo con personas cuyos desafíos hago míos durante un tiempo, y permiten que me asome a tan variados escenarios que apuntalan la idea de que hay muchos mundos ¡pero están en este!


Y me tomo ratos libres -que paladeo como un niño sus mejores gominolas- casi siempre con un libro al fondo de la mochila verde. 

Además, en verano me permito algunas licencias como leer filosofía, y así esta mañana he descubierto al pensador francés Alain Badiou para quien la crisis de nuestra civilización surge de un enfrentamiento entre la modernidad y la tradición. El influyente filósofo considera positiva la turbulencia que vivimos porque ayuda a comprender que "... si solo nos movemos por intereses egoístas no alcanzaremos pactos colectivos razonables...".
  


Y sin pactos colectivos razonables no es posible crear equipos, el tema que investigo con genuino interés en la última década. Equipos como el eslabón perdido entre el uno (individuo) y el infinito (la totalidad). Equipos como el punto de acupuntura que permite tonificar los sistemas productivos.

También tropiezo con el artículo de Gabriel García titulado El trabajo en equipo está sobrevalorado... y propongo salir de la dicotomía a la que todo se somete: ni los equipos son la panacea, ni los equipos son inútiles. Creo que para la eficaz aplicación de una metodología o propuesta la clave radica en conocer con precisión para qué hacemos las cosas ¿cuál es el objetivo que anhelamos?




Por ejemplo, Neruda no precisó un equipo para crear el micro-poema: ¿qué irrita al volcán que escupe furia y fuego? pero no imagino el funcionamiento de una oficina técnica de I+D donde no se trabaje en equipo...

Y así entre paseos, peces y lecturas engorda el verano y la carpeta donde recopilo materiales para la conferencia que ofreceré en otoño en Zaragoza sobre el mundo de los equipos de trabajo. Comparto con ustedes algunas ideas atrapadas esta mañana en el cuaderno a la sombra del toldo en la playa de mi barrio:


Mandar no es suficiente ¡hay que liderar! El liderazgo individual no es suficiente ¡se precisa la fuerza del equipo! Cuando un equipo no es suficiente  hay que movilizar la totalidad de la empresa con una lógica evolutiva y casi orgánica. Y esta es mi pasión. 



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