jueves, 29 de diciembre de 2016

Orillar los estragos de la civilización



Una profunda e inesperada alegría llegó hace cinco días a casa cuando al intercambiar los regalos navideños Julián -nuestro familiar más delgadito- se probó los pantalones de trabajo que le había traído Noel. Siendo de su exigua talla habitual ¡la treinta y ocho! le quedaban pequeños y hemos tenido que cambiarlos (con permiso de Noel que afortunadamente posee un talante bonachón).

Es un hecho simple que pudiera pasar desapercibo al insensible ojo del cíclope, no al de mi hija ni al mío que apreciamos a Julián porque vale lo que pesa en oro, y comprendemos que un par de tallas más en un hombre que mide un metro y ochenta centímetros ¡es estupendo! ¿por qué? porque entre otras consideraciones significa que goza de un poco más de tiempo para dormir, que come un poco más ordenadamente, y que trabaja un poco menos que durante el verano, época en la que vive un pico de trabajo enloquecedor entre la huerta y los frutales.

Me he acordado de la honda satisfacción que me produjo el incremento de talla de Julián paseando por los montes de Landarbaso (municipio de Rentería, País Vasco) donde el silencio era total salvo por el crujir de hojas secas al avanzar con las botas de mil leguas sobre caminos trazados y senderos ocultos. No ha sido, sin embargo, la única sorpresa dulce de la Navidad... 




Tras un período de intenso trabajo a ritmo trepidante en la city (Londres) mi hija suele desembarcar en el aeropuerto de Loiu (Sondica, Vizcaya) con una cara que siendo suya no le representa. Sería razonable decir que llega ¿desencajada? ¿agotada? ¿al borde de un ataque de nervios? Pues bien, al cabo de tres o cuatro días de moderada actividad en San Sebastián (País Vasco) se produce la mutación a la persona que fue (y es) aun cuando las circunstancias estiren los nervios como si fueran gomas al límite de su elasticidad. Hoy he atisbado su verdadero rostro buscando setas entre la hojarasca y no ha cejado en el empeño hasta dar con varios ejemplares de las llamadas "lengua de vaca" que hemos comido de aperitivo al mediodía.




Dos hechos simples y diríase "involuntarios" -es decir, no buscados conscientemente por la mente racional- me colman de alegría: un familiar que engorda dos tallas orillando una fragilidad física extrema dando síntomas de bienestar; y un familiar que recupera su esencia serena, dulce y confiada orillando los estragos de la enloquecida civilización y sus tiránicas exigencias.




Agradecidas a la vida y contentas,  a media tarde mi hija y yo damos un paseo por la playa sellando en un abrazo un momento extremadamente valioso que apenas podemos disfrutar tres o cuatro veces al año.


martes, 27 de diciembre de 2016

Ikigai



La vida está hecha de tiempo y es todo lo que tenemos, dijo el sabio a su amigo a lo que éste le contestó: claro Pomodoro, y además ¡no es un ensayo general!

Con generosidad me concedo tiempo durante el período navideño. Un tiempo que relame las esquinas de la ciudad descubriendo tesoros ocultos para la mirada superficial: Adolfo Domínguez al 50% en el interior de la tienda con prendas de temporada sin que el escaparate alerte a despistados; Occitane que ofrece un masaje facial gratuito con producto lujoso a clientes habituales y un belén con figuritas vascas en la Diputación Foral de Guipúzcoa (en San Sebastián):




Con mirada serena y curiosa recorro los barrios de mi ciudad y me paro donde apetece para tomar un cortado, escuchar buena música, mirar el mar y leer sobre el concepto Ikigai (propósito en japonés) que ofrece simples (y valiosas) claves cotidianas para vivir en armonía.




Descubrir tu Ikigai o gran pasión es lo que otorga a las personas un sentido en el vivir y trabajar, algo que te hace saltar de la cama para lanzarte a la acción en el mundo haciendo pan, dibujando un cuadro, construyendo una carretera o extrayendo una muela del juicio... Pasión, vocación o propósito en el vivir y trabajar, Ikigai, libro escrito por Francesc Miralles y Héctor García que alcanza su cuarta edición en menos de un año.

El texto ofrece evidencias que conectan una vida larga (y feliz) con la práctica de tu ikigai, actividad en la que "fluyes" al mismo tiempo que te ganas la vida y sirves a tu comunidad. Bello. Muy bello ¿no les parece?

Mientras escribo, una gaviota se ha posado en la farola (a la que el óxido carcome la pintura). Unos minutos después el ave alza el vuelo con elegancia y yo sonrío (me sonrío) ante la vida especialmente dulce si me concedo tiempo para la contemplación, como Ameztoy -el pintor que descubrí la semana pasada el Museo de Bellas Artes de Bilbao-.




Finalmente alcanzo la página noventa y dos donde los autores desarrollan la técnica Pomodoro que practico desde hace una década... y me despido porque acaba de sonar el cronómetro que pauta la gestión eficiente de mi tiempo ¡también en navidad! ;-D



viernes, 23 de diciembre de 2016

El secreto de Santa Juliana


Santa Juliana le ha traicionado el colorete. Quizá no tenga un buen día y haya querido compensar su mala cara con un exceso de maquillaje, o tal vez le haya fallado el foco principal del baño principal del salón principal del convento principal en el que vivió y murió en la ciudad belga de Lieja tras haber servido a los pobres y repartido su existencia entre la oración y la contemplación. El caso es que se ha sobrepasado con el rubor de sus mejillas que pudiera encubrir algún secreto.




La madera policromada del siglo XV fue realizada por un personaje anónimo flamenco. En la actualidad se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao que visité ayer en compañía de mi familia recién llegada de Londres para disfrutar de la Navidad.




La mayoría de los vascos desconocen que el Museo de Bellas Artes de Bilbao es una de las  mejores pinacotecas de Europa por la cantidad y calidad de obra que abarca, desde el siglo XIII al XXI e incluye una colección de 89 piezas diminutas del siglo VI a.C. auténticas joyas de las culturas etrusca, romana, helenística e ibérica que reproducen deidades como Artemisa, la diosa arquera (en la fotografía inferior):




También yo, como Santa Juliana, me paso con el colorete algunos días en los que me levanto demacrada del trajín-sinfín laboral. Y como a ella me gusta la contemplación de la belleza de esculturas y cuadros realizados con la lentitud que caracterizaba la vida del medievo. La lentitud de Milan Kundera, escritor checo de culto que tanto me inspiró en los años noventa. La lentitud que repara el cuerpo y el alma de mi gente cuando nos reagrupamos en cualquier lugar del planeta para celebrar o lamentar las heridas del combate cuerpo a cuerpo con la vida un tanto salvaje que se detiene unos segundos entorno a la librería del museo que cierra (por este año) nuestro periplo cultural. 




miércoles, 21 de diciembre de 2016

Escena de Navidad. Microrrelato.



Es miércoles día 21 y consigo estar en el despacho a las 7.00 de la mañana porque tengo una montañita de tareas pendientes que  voy tachando de mi parrilla de planificación según las realizo. 

Piso el invisible acelerador neuronal y -en la primera hora- contesto más de treinta correos electrónicos estrictamente profesionales; después diseño un proceso de entrenamiento para un equipo grande, cierro los números de un año que ha sido bonito, lleno la papelera de recortes de prensa económica que ya no usaré y ¡de repente! (hacia las 10.30) me acuerdo de que es Santo Tomás (una de las fiestas populares que más me gusta) así que salgo disparada del despacho y en dos minutos alcanzo la Plaza de Guipúzcoa (en el centro de San Sebastián) donde los puestos callejeros me transportan a otro tiempo: cestería, artesanía y... ¡gastronomía tradicional! 






Hago cola en uno de los puestos, pago cuatro euros por un rico talo (pan de maíz) con chistorra frita que aprieto para no mancharme de grasilla... ¡Grande Santo Tomás! Después vuelvo al despacho y sigo ¡pedaleando! para poder disfrutar de un par de días libres en familia.




martes, 20 de diciembre de 2016

Comprender y Apreciar ¡La diferencia!



Mi abuela no hablaba castellano. Criada en Bermeo (localidad marinera del Cantábrico) no quiso "penalizar" a sus hijos transfiriendo un idioma (el euskera) que "estigmatizaba" a los vascos en la capital (Bilbao) donde mi padre se abrió camino hacia la Universidad de Deusto (la Comercial), lugar en el que se cocían muchos negocios de la oligarquía vasca en los años cincuenta.




Parece un trabalenguas pero en realidad es una paradoja. La abuela Ángela sólo hablaba euskera. Mi padre sólo hablaba castellano. Yo hablo castellano e inglés. Mi hija habla castellano, inglés, francés y alemán y ha vivido en los correspondientes países durante la última década. ¿Por qué escribo hoy de cuestiones idiomáticas que creía superadas hace tiempo?

Entrenando en Guipúzcoa a un equipo de quince directivos uno de los líderes referenciales -muy contento con mi trabajo de los últimos meses- me llamó al orden al final del encuentro. Lo hizo en privado aunque alto y claro: ¡Serías de once si hablases un poco de euskera y nada de inglés! dijo textualmente y se marchó con un aire entre irónico e indignado que no escondía del todo dos cuestiones que capturé más tarde al reflexionar (como hago siempre) cumplimentando una ficha técnica.




La primera: creo que siente cierto complejo por no hablar inglés y lo proyecta hacia los demás. Lo segundo: quiso "marcar el territorio" como cualquier líder tribal. Ninguna de las dos me competen, si bien entenderlas me ayuda a relativizar-contextualizar la escena.

¿Y la paradoja? La paradoja consiste en que mi abuela fue estigmatizada por hablar euskera. Setenta años después yo soy recriminada por no hablar euskera. Y esto me sitúa ante el dilema de seguir ejerciendo mi actividad laboral en castellano con expresiones minimalista en inglés -como coffee break o feedback- o "hacer el paripé" -como sugirió el líder referencial- de usar los 4-6-16 términos en euskera que conoce cualquier persona que viva en el País Vasco (mi tierra).

Ante semejante encrucijada me acuerdo del Manual de Estilo que durante veinte años consulté cuando ejercía como periodista de RTVE. El libro aconsejaba coherencia idiomática: todo en castellano o todo en euskera o todo en inglés... etc. ¡Coherencia! gran palabra se trate de idiomas o de liderazgo. ¡Hecho! ¡Decidido! Todo en castellano -orillando expresiones anglosajonas- mientras aprendo a amar a las diferencias de lugares, personas y proyectos apasionantes donde el café de la mañana es cuidado con primor e Ibon hace las mejores fotografías del mundo.


  
Trabajar en equipo es "aprender a cooperar"
Trabajar en equipo es "apreciar las diferencias".



domingo, 18 de diciembre de 2016

Trabajadores Libres ¡Trabajadores Eficaces!


En mi casa la cena navideña era espectacular: la mesa realmente elegante, el arbolito dorado y blanco con sus lucecitas parpadeantes, los adornos pintados de purpurina que preparaba cada año la prima Marisa y la sopa de pescado ¡ay aquella sopa de pescado! También recuerdo las postales colgadas de una coqueta cuerda, las zapatillas (de todos los tamaños), la fuente de los dulces y la calefacción caldeando cada estancia: sólo había que llegar, sentarse a la mesa, conversar y disfrutar de lo que alguien había comprado, cocinado, servido y un largo etc. que no he apreciado en su justa medida hasta que me ha tocado ser la anfitriona.




El paso de hija-invitada a madre-anfitriona es un cambio sustancial en el que se trastoca el equilibrio entre el recibir mucho -siendo hija- y dar mucho -siendo madre-. Supongo que en su conjunto las cosas adquieren una dimensión armónica de generación en generación fortaleciendo la línea ancestral.

Espero la visita de varios familiares entre los que se encuentran mi hija y su pareja (que viven en Londres) así que preparo sábanas coquetas, plancho manteles de lino y adorno rincones con mi estilo naif. También libero algunas perchas, hago sitio en los armarios, compro bebidas inusuales y turrones inusuales, repongo copas de champagne y escondo los regalos sobre uno de los armarios -como hacían mis padres con los obsequios de los reyes magos-. Me veo y les veo aunque ya no están y -en mi obsesión por el mundo empresarial- me da por coquetear con la idea de que las personas -en los trabajos- también hemos de coger el testigo de quienes nos precedieron en responsabilidad, conocimiento, experiencia o riesgo al poner en marcha una empresa empeñando bienes personales, tiempo, esfuerzo y sueños que a veces salen mal ¡y se van al traste! y a veces salen bien y pueden contratar a otras personas.



Crecer. Madurar. Dar. Recibir. Libertad. Responsabilidad. Obedecer. Mandar. Binomios que se hacen realidad algunas veces mostrando el camino a las "organizaciones que aprenden" y desarrollan proyectos, productos y personas.

En medio del trajín pre-navideño estudio la prensa económica y descubro un "caso de éxito" que alienta mis desvelos: la compañía finlandesa Vincit -propiedad de Mikko Kuitunen, con 300 trabajadores, sede en Helsinki y delegación en Palo Alto (Estados Unidos)- no tiene horarios, no tiene jefes y no despide.

Cierro el 2016 con esperanzado optimismo basado en evidencias: Vincit, galardonada como la mejor empresa europea para trabajar según un estudio del Instituto Great Place to Work (elaborado entre 2.250 compañías del viejo continente) ¡es una realidad! que alimenta el sueño de tantos "innovadores sociales" que apostamos por llevar "vida" a las empresas, por creer en las personas y por compartir con Mikko Kuitunen la certeza de que: "... Cuanto más libre se vea un trabajador, más responsable se siente y, por lo tanto, mejor trabaja...". Cojo carrerilla y me dirijo animosamente hacia el 2017...



viernes, 16 de diciembre de 2016

Horionte sereno sobre un mar de zozobra



Si la poesía fuese líquida me tomaría un trago largo porque me ayuda a vivir una dimensión agigantada de la experiencia. 

A ratos doy como parte de mi trabajo -aquello que disfruto y por lo que me pagan-. A ratos recibo inesperada y gozosamente porque en verdad no espero casi nada; acaso un poco de respeto por el trayecto realizado -llamémosle experiencia, edad, madurez, evidencias, logros y fracasos cosechados durante cuatro décadas de adultez-.

Acabo de abrir la delicada cajita cuadrada con lazo crema que me han regalado portando una "escultura con alma" de Lladró que representa una ternura que no debiéramos perder y una ingénua belleza original.

La niña de Lladró lleva un gorrito que es mi gorrito de sol adquirido en el zoco árabe de Granada este verano en una escapada de mi trabajo con Estrella y su enorme equipo de profesionales vinculados a la "innovación social", un sector cuya emocionalidad acaba erosionada de tanto roce con la miseria que devora nuestro país mientras políticos, sociólogos, tertulianos, columnistas y vividores siguen repitiendo que ¡España va bien!

No es cierto. Y porque la calidad de vida de la mayoría resbala hacia el desagüe, es necesaria más que nunca una dieta de poesía -de belleza, si lo prefieren- que en verdad está en todos los rincones de un día cualquiera.  




La niña de Lladró aún no ha aprendido a hablar, aunque su sola presencia emite más mensaje que una estación de radio. Puesto que no habla, guarda para sí el 70% de la energía nerviosa que dilapidamos al verbalizar nuestro pensamiento -irreflexivo con frecuencia, banal casi siempre, frívolo e impreciso-. El 70% de energía que guarda para sí vitaliza una belleza que llega a mi mundo a través de Antonio (un alumno-maestro de mi taller de Aiete, San Sebastián donde la magia de la creatividad se ha desplegado durante unas semanas de una manera extraordinaria).




¡Qué alivio ese remanso en mitad del combate con la industria, la estrategia, los comités de dirección, el diseño de objetivos, las hojas excel, los mercados, las patentes...!

La felicidad me alcanza: flores en el regazo de la niña que fui, que soy: vulnerabilidad poética y fuerza samurai acompasadas al ritmo de la marea -ahora bajísima en el Cantábrico al que me asomo desde el ventanal donde escribo y siento que la vida se despliega en el horizonte siempre sereno sobre un mar de zozobra-.



domingo, 11 de diciembre de 2016

Trabajar en equipo es... ¡Aprender a cooperar!



Vuelvo de Zaragoza tras dos intensas jornadas de trabajo pivotando sobre la construcción de equipos como elemento transformador de las organizaciones. Vuelvo en coche y mentalmente escribo lo que al llegar a casa comparto...

Aragón era una tarta de niebla merengada. La niebla no escondía el bosque encantado del dar y recibir, enseñar y aprender en el "aula de innovación" del centro para el desarrollo empresarial de Ibercaja en el Monasterio de Cogullada, un lugar que he aprendido a amar por su belleza.


Es la cuarta edición en este lugar pero no dejan de maravillarme: el bosque, el lago, los nenúfares y el silencio solo alterado por ranas y pájaros. Cuarta en Ibercaja y décimo segunda edición desde que me afano en descubrir los secretos que propician el funcionamiento óptimo de los equipos de trabajo, algo tan complejo como se pueda imaginar y tan sencillo como "aprender a cooperar".

A cien kilómetros de San Sebastián los coches eran puntos rojos en la niebla densa del merengue dulce como la experiencia vivida con una decena de profesionales diversos y complementarios: investigadores, informáticos, expertos en riesgos laborales, entrenadores deportivos, bancarios, empresarios del sector alimentario, empresarios del sector deportivo... con corbata y sin ella, hombres, mujeres, de treinta y de cincuenta años... representación a escala y "prototipado" de un equipo de cualquier organización interesada en la eficiencia que asegure la sostenibilidad e incremente los resultados.

   

Genuinamente interesados en mejorar sus competencias de liderazgo estudian los libros que referencio, preguntan por otros títulos, profundizan en los casos empresariales que abordamos en aula, construyen un diagrama de afinidad, participan en la selección ponderada, musculan los hábitos de las personas altamente eficaces, preguntan por las diversas maneras de practicar el feedback: en abierto, en privado, colectiva o individualmente, pegado al presente o enfocado al futuro (feedback / feedfoward), reflexionan en voz alta y se acostumbran al arsenal de artilugios que me acompañan como parte de una pedagogía al servicio de la mente, el corazón y las manos que utiliza "cosificaciones" para alcanzar las neuronas más resistentes, fijar el recuerdo de lo aprendido y motivar el árduo aprendizaje teórico de los clásicos (Kurt Lewin, Meredith Belbin, Michael West, Stephen Covey ...).




Llego a casa. Atrás queda la tarta de niebla merengada de Aragón a la que volveré en unas semanas. Será en 2017 y si sopla el cierzo tendré que sujetar con fuerza los artilugios que -según dicen- inspiran y orientan en la dura realidad profesional del siglo XXI.



martes, 6 de diciembre de 2016

Organizaciones que no quieren organizarse



Está siendo un final de año duro por la cantidad y complejidad de proyectos en los que al profundizar en busca del origen de las cosas encuentro mucho dolor atrapado en las organizaciones que a veces no quieren organizarse.

El intenso final de año amenaza con prolongarse al menos durante el primer semestre del 2017 si es que no ha venido para quedarse. Al menos aporta una curva alta de aprendizaje y cierto sosiego económico. Pero se cobra un precio caro al punto de que acabo mis jornadas maltrecha y he de escaparme al bosquecillo cercano para reponer el cuerpo y -sobre todo- el alma.

Sabido es que en conferencias y congresos repito la idea de que: "Entre el cielo y la tierra está el hombre portando una maleta de sueños en espera de hacerse realidad". Pues bien, uno de mis sueños es ser feliz en el día a día para lo que movilizo todos los recursos a mi alcance -por modestos que sean- y normalmente ¡funciona!

Esta tarde me he internado en el bosquecillo, he atrapado muchas hojas con mis manos y las he lanzado jubilosamente al aire riéndome a carcajadas de semejantes excentricidad de "niña traviesa" en un cuerpo de "anciana canosa". Las fotografías muestran el momento uno y momento dos de la humilde escena, en Aiete, San Sebastián, mi tierra.



Naturaleza y Silencio
¡La única medicina!


sábado, 3 de diciembre de 2016

No corro. No compito.


No corro. No compito. Quizá no lo haya hecho nunca, así que ahora -que soy anciana- ¿qué sentido tendría hacerlo?

Hace unos meses un joven tiburón -propietario de una empresa en expansión- quiso contratar mis servicios ofreciéndome una tarifa por debajo de los estándares de mi despacho. Profundicé en la propuesta matizando el contenido, complejidad, alcance y evidencias de calidad que literalmente desoyó mirándome como las vacas al tren o -lo que es lo mismo- practicando las implacables técnicas "niebla y disco rayado" que yo misma enseño en mis cursos de asertividad. 

Después de tres-cuatro vueltas de disco rayado que fui contrarestando con argumentos radicalmente profesionales (técnicos) sacó lo que consideraba un as de la manga y me dijo: "Tu competencia trabaja con una tarifa inferior y es lo que estoy dispuesto a contratar", a lo que yo serena y amablemente respondí: "Es que yo ¡no compito!".  

Aquella tarde el tiburón dio un coletazo malhumorado y dijo que ya retomaríamos la conversación -como de hecho hicimos, y la historia terminó con un contrato de colaboracón-.




No compito y no corro ¿para qué? Les cuento: mi habitación da al mar así que -tras sonar el despertador y desperezarnos- mi pareja y yo nos asomamos para descubrir si hay bajamar o pleamar y para ver el cielo que en invierno es de un tono negro-noche-atisbo de amanecer. 

Hace unos días él se levantó antes y sugirió que me acercará al ventanal. Cuando lo hice, señaló la luna delgada como un hilo y añadió: menos mal que está a punto de comerse la estrella y mañana estará más gordita...


Mi pareja tiene sesenta años -de los que cuarenta hemos vivido el uno en la sombra del otro- y es un hombre serio-austero así que el comentario sobre la luna que engorda a base de comer estrellas me alcanzó el costado con una punzada de ternura. Dado que no corremos, estuvimos contemplando el cielo (que comenzaba a clarear) mientras la luna olisqueaba la apetitosa estrella... Miguitas de ternura. 


   

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Proteger la Esperanza



Tras algunas reflexiones alcanzo la conclusión de que el sentido en el vivir y trabajar consiste en "proteger la esperanza". 

Me paso el día entrando (y saliendo) de las organizaciones productivas donde los humanos nos dejamos la piel (que a veces es necesario) y las alas (que nunca es necesario) porque aunque seamos "ángeles caídos" sin esperanza no merece la pena vivir.

Sabido es que los peces grandes se comen a los pequeños. El caso es que una empresa de Munguía (Vizcaya, País Vasco) llamada Alkargo S.Cooperativa se ha librado de las fauces extranjeras que iban a adquirirla para utilizar su tecnología como base para alcanzar nuevos mercados. ¿Qué ha pasado? ¿Quién se ha cruzado en el camino sembrando un poco de esperanza en los resecos ojos de quienes a diario buceamos en las miserias humanas? 




Diez profesionales de Ner Group se han "jugado" sus ahorros personales para retener la propiedad, el conocimiento y los puestos de trabajo (sesenta) en tierra vasca ya que la empresa está en fase concursal en manos de un administrador y del juez que tutela el proceso. Alkargo coloca sus transformadores eléctricos en las dos grandes firmas del sector: Iberdrola y Endesa y practica la conocida fórmula: C+C+e = capital + conocimiento + experiencia. Es este bagaje el que los inversores de Ner Group han defendido de los tiburones extranjeros...

Aunque no conozco personalmente a los profesionales que arriesgan sus ahorros en esta jugada empresarial, conozco a Koldo Saratxaga y junto a él he participado en algunos cursos de verano y jornadas en Innobasque. Creo que iniciativas como la de Ner Group inclinan la existencia del lado de la esperanza ¡y lo agradezco!



lunes, 21 de noviembre de 2016

Conexiones Improbables ¿Humanas o Robóticas?



En la cumbre Asia-Pacífico se han reunido los personajes más poderosos de la tierra. El fundador de FacebookZuckerberg, ha pedido un mundo tecnológicamente "más conectado"... 




En mi modestia de guisante yo anhelo un mundo en el que estemos más conectados a nosotros mismos, a los demás y a...


sábado, 19 de noviembre de 2016

Sherlock Holmes en la empresa siglo XXI



Aunque de momento no utilizo lupa, Sherlock Holmes y yo compartimos un enfoque existencial: ¡la observación! previa a la reflexión, análisis, hipótesis y deducción-conclusión en la que te juegas todo a una sola carta.





Preguntado por su personaje, Arthur Conan Doyle explicó que el detective británico (protagonista de 4 novelas y 56 relatos de ficción) se centraba por completo en observar las pruebas (evidencias) que analizaba a la luz de sus conocimientos y experiencia hasta alcanzar una hipótesis que solventase el dilema.

Aunque Holmes buscaba culpables de un delito, explicaciones similares sirven para cualquier encargo empresarial que se despliega en una compañía cuyos directivos escenifican en una reunión de trabajo las posiciones de poder, habilidades y torpezas en el arte de la simulación y  las estrategias personales que se imponen al bien común.

Imaginen que estoy narrando uno de los proyectos abordados la semana pasada en busca de causas y soluciones a un asunto empresarial y escribo:"... Me centro en observar pruebas que después analizo a la luz de mis conocimientos de management y experiencia hasta alcanzar una hipótesis que clarifique que el dilema padece la empresa-cliente...". Igual que hacía Holmes, quien también fue catalogado de excéntrico, raro y sagaz, epítetos que con frecuencia me adjudican...




Hay -sin embargo- una diferencia entre Sherlock Holmes y yo: el sentido último de su trabajo (aquello que en verdad le motivaba) era "... eludir la monotonía y el tedio de la vida resolviendo casos difíciles...". Yo también disfruto clarificando asuntos complejos, pero mi motivación consiste en minimizar el sufrimiento innecesario en las organizaciones productivas y -al mismo tiempo- maximizar el potencial. Finalmente hay otro rasgo que también me diferencia de Holmes ¡el sentido del humor! que acaso sea una cualidad del amor, como me dijo en una ocasión la poetisa Gloria Fuertes.


domingo, 13 de noviembre de 2016

Michael West en Bilbao


La celeridad de los acontecimientos no permite atraparlos ¡ni siquiera con un cazamariposas! Pero sin reflexividad no hay aprendizaje, y sin aprendizaje no alcanzamos a paladear el néctar que la vida nos ofrece... si le dejamos.




Durante la última semana he estado lejos del teclado del ordenador (que es mi manera de parar, serenar mis pensamientos, reflexionar, alcanzar ciertas conclusiones y escribir). Digamos que he estado "ausente" no solo del blog sino de la parte de mi que se muestra cuando sincronizo mi mente, corazón y manos -aliñadas con un chorrito de serenidad-. 

Como si fueran niños, de la manga de mi gabardina tiran a la vez numerosos proyectos que quieren un trato preferencial en mi agenda. Pongo orden y los abordo ateniéndome a lo importante, a lo urgente y a lo que es trascendente (para mi) en este momento. Total ¡que estoy sobrecargada! sin encontrar la salida al laberinto. Así que aunque es domingo comienzo mi jornada a las ocho de la mañana en el despacho de San Sebastián para diseñar un proyecto que se desplegará durante cinco jornadas consecutivas en las próximas semanas. Aunque el máximo responsable empresarial y yo nos hemos reunido para calibrar las necesidades de la organización, decidir las personas que participarán en las actividades y el margen de maniobra en el que nos movemos, cuando llega la hora de la verdad te encuentras sola con tu "presencia" y conocimiento. Así que arranco con una hoja enorme de papel en blanco sobre la mesa del despacho...



Que dos horas después tiene un aspecto mejor...


Que cuatro horas después se ha volcado en un manual de veintiséis páginas que desarrollan el contenido de la primera jornada...


Tres cafés y dos manzanas más tarde selecciono los artilugios que ilustran algunos conceptos que utilizaré en las dinámicas de equipo y que transporto en la maleta blanca que compré hace dos años en Granada.




Los conceptos abstractos se entienden mejor si se vinculan a metáforas y cosificaciones que permitan a los profesionales recordar lo aprendido mucho tiempo después de una intervención. La matrioska se ha convertido en un clásico para explicar el enfoque sistémico de las empresas en las que el todo influye en las partes (y al revés) y donde es posible descubrir lo que significan los cambios botton-up y top-botton. Las caretas -que adquirí en una tienda especializada de Amsterdam- propician que se entiendan los roles funcionales, de reunión, roles ideo o roles belbin que -queramos o no, sepamos o no- pulsan significativamente en los equipos de trabajo.

Siempre estoy a la caza y captura de nuevos aprendizajes ortodoxos o disruptivos y en búsqueda activa de nuevos artilugios que favorezcan la identificación de las personas con las propuestas de mejora que se derivan de la reflexividad cuyo padre conceptual es Michael West, profesor de la Universidad de Lancaster, que estará el miércoles día 16 de noviembre de 2016 en el Bizkaia Aretoa en el marco del Tercer Bilbao Youth Employment Forum organizado entre otras instituciones por la Fundación Novia Salcedo. Todo un lujo. ¡Ojalá nos veamos allí!


domingo, 6 de noviembre de 2016

La musculatura del empresariado aragonés


Algunas de mis jornadas de trabajo terminan cuando las pastelerías han cerrado y los transeúntes suben la solapa de su abrigo en el Paseo de la Independencia donde me hospedo cuando estoy en Zaragoza.




Termino tarde y comienzo pronto respondiendo a un encargo del centro de formación para el empresariado aragonés -promovido por Ibercaja- en el Monasterio de Cogullada donde al llegar siento el cálido recibimiento de un equipo que se ocupa de que todo salga bien: Mayte, Alberto, Virginia, Sonia, Susana, Lola, Pilar, Bea, Manolo... 




Este fin de semana he compartido espacios de inspiración con trece empresarios y directivos de Aragón. Fuera, el bosquecillo, el estanque, los nenúfares, las ranas y ranillas. Dentro, el aula cinco -que hemos estrenado- donde se han desarrollado nuestros encuentros de aprendizaje y entrenamiento.




Bajo el pretexto de Construir Equipos para Transformar Organizaciones hemos compartido experiencias empresariales de diversos sectores como la alimentación, la banca, la administración pública, la fabricación de material de montaña, la consultoría informática, la prevención de riesgos laborales, la educación o el emprendizaje y ... ¿saben un secreto? las personas me parecen cada vez más fascinantes: plenas de conocimiento y deseosas de compartirlo; ávidas de aprendizaje que les permita mejorar y repletas de recursos como el humor, la bondad, el coraje o la vulnerabilidad que alcanzó a algunos profesionales en una dinámica por parejas...




Disponemos de seis meses para profundizar en las claves que propician la transformación de las organizaciones mediante el apalancamiento en los equipos de trabajo. Lo haremos reforzando las competencias de liderazgo y la sabiduría-investigación-experimentación-evidencias de algunos sabios que nos han precedido en la búsqueda de la excelencia en el vivir y trabajar: Michael West -que estará en Bilbao el próximo 16 de noviembre (evento gratuito, previa inscripción)-, Kurt Lewin, Alain Cardon, Sabino Ayestarán, Bert Hellinguer, John Whitmore, Otto Scharmer, Arawana Hayasi, Peter Senge, Juan Carlos Cubeiro, Meredith Belbin, Germán de Nicolás, Seth Godin, Peter Drucker y Stephen Covey entre otros.  Por cierto, los días 13 y 14 de diciembre de 2016 se desarrollará en Zaragoza un seminario inspirado en el libro La velocidad de la confianza escrito por Covey.




Bajo la fórmula del "método caso" -de la Universidad de Harvard- hemos explorado el dilema de un equipo empresarial (core a nivel de producción) que se esta convirtiendo en un cuello de botella para el resto de equipos de una prestigiosa empresa de Aragón. Todas las aportaciones han sido valiosas, relevantes, plenas de sentido y nos han dejado un grato recuerdo para seguir profundizando juntos en los factores situaciones que contribuyen a la construcción de equipos y que se engloban en tres grandes líneas de trabajo: mediadores afectivos (como la confianza o el compromiso), mediadores cognitivos (como el aprendizaje grupal o la memoria transactiva) y mediadores conductuales (como la adaptación).

El viaje continúa y la próxima parada será en diciembre en el mágico monasterio (aula cinco) cerca del estanque, las ranas y ranillas que con la persistencia de su croar acompañarán el despliegue del modelo IMOI para la gestión de equipos funcionales. ¡Quedan invitados al periplo! 


miércoles, 2 de noviembre de 2016

La vida... ¿es justa?





Un director general al que entreno ha cruzado una frontera. Y -aunque creemos que las transiciones son de ida y vuelta- me temo que no pueda regresar al "país de la inocencia" al que pertenecemos los humanos hasta que algo nos obliga a cuestionar si es posible vivir confiadamente como los petirrojos en el acebo que hay frente al salón de casa donde escribo. 




Se trata de un ingeniero del sector industrial (de 39 años) que lleva cuatro meses en el puesto tras haber realizado una exitosa y meteórica carrera. Digamos que tengo el honor de acompañar un tramo de su aventura existencial y que el conjunto de habilidades, competencias, valores, conocimientos y experiencia que posee son un auténtico lujo para cualquier entrenador senior que ame las personas, los proyectos y esté dispuesto a comprometerse con los resultados. El directivo y yo trabajamos en los desafíos que presenta su carrera y avanzamos esforzada, persistente y exitosamente y, de vez en cuando, cruzamos una frontera.

Sabido es que los cambios pueden ser adaptativos e intencionales. Cuando se trata de un cambio intencional elegimos cuándo, cómo, por qué y para qué cambiar asegurando mayor porcentaje de éxito. Por el contrario, cuando se produce algo inesperado nos encontramos ante un cambio no elegido, buscado ni planificado y ¡claro! nos desconcierta. Si el acontecimiento es fuerte puede hacer tambalear nuestro "sistema de creencias" al punto de sumergirnos en un estado mental-emocional-espiritual cercano al sock y... ¡así es como llegó al despacho el joven directivo!



Crecer conlleva cruzar fronteras y
¡pérdida de inocencia! 


Durante más de media hora escuché cuanto compartió porque su necesidad de desahogo era mayor que la de respirar. Le presté toda mi atención. Calibré su estado emocional y su respiración entrecortada, la pérdida de entusiasmo que le caracteriza, la ausencia de esperanza y -en general- un estado de zozobra que me alcanzó de pleno cuando tras relatar la muerte de un trabajador de su fábrica (en accidente laboral) alzó la voz para lanzar casi un grito, un llanto: ¡No es justo, Azucena! ¡No es justo para él, su familia...! ¡No es justo!

En silencio conté hasta treinta -como es prescriptivo en nuestro oficio-; le miré con respeto, comprensión, empatía, acogimiento y volví a contar otros treinta segundos tras los cuales terminó la frase: no es justo que yo pueda terminar en la cárcel por la imprudencia de una persona que se salta todas las alarmas de seguridad, protocolos y cualquier atisbo de sensatez. ¡No es justo! Después analizamos detalladamente la situación desde diversos ángulos (humano, laboral, empresarial, legal...). Le hice preguntas, recapitulamos, conseguí que aflojase la tensión y seguimos profundizando en el asunto explorando las opciones que tiene para gestionar un tema delicado que le tiene al borde del sock y volvió a repetir ¡No es justo! ante lo que yo le pregunté si la vida -en general- le parecía justa... Estuvo en silencio mucho más de los treinta segundos de rigor. Su mente procesó rápido. Su dolor estaba presente sobre la mesa del despacho. Terminó por contestar: No, Azucena, la vida no es justa, pero nunca pensé que algo así podía ocurrirme a mí. Después siguió reflexionando sobre lo que merece y no merece la pena en los negocios, sobre su concepto del éxito y sobre la necesidad que sentía de revisar a fondo sus metas profesionales... 

Cuando salió del despacho tuve consciencia de que el joven directivo había cruzado una frontera y me dolió que hubiera perdido algo de la inocencia y grandeza que empujaron su ascenso profesional de ingeniero de base a ingeniero jefe, responsable de producción, adjunto a la dirección general y -finalmente- a la cúspide de la empresa que -junto con otras fábricas- configura una poderosa corporación industrial. Le veré en dos semanas y espero reconocer al fondo de sus ojos la chispa esperanzada que ha alentado sus esfuerzos y orientado sus logros.



sábado, 29 de octubre de 2016

El inconsciente "diseña" nuestra realidad


La conexión con algo mucho más hermoso que la realidad evidente a los ojos me alcanza una hora antes de llegar al bosquecillo urbano de Aiete (San Sebastián) donde hay un robledal, algunas setas, muchas bellotas, un estanque, algunas flores de temporada y un palacio donde -los miércoles, de octubre a diciembre- nos reunimos un grupo de personas.


Es el tercer año en el que observo esa presencia robusta, hermosa y silente (cercana a la emoción expectante) ante un acontecimiento que se repite de manera diferente en cada ocasión. ¿Qué ocurre -exactamente- en Aiete los miércoles de octubre a diciembre?



En la segunda planta, aula 4, del Palacio de Aiete -donde se ubica la Casa de Cultura- se crea un espacio inmenso de libertad y expresión.




La conexión profunda a ese espacio-canal de libertad y expresión me conmueve y llena de júbilo una hora antes del comienzo paladeando el gozo de esa parte de mí que sabe lo que solo se puede intuir, que intuye lo que solo se puede soñar, que sueña lo que fluye... algunas veces... en la vida. ¿Qué hacemos -exactamente- en el aula 4 con ventana al estanque y al cisne que ha enviudado esta temporada?




Aprendemos los unos de los otros y de lo que "emerge" en el espacio que nos contiene y compartimos las dificultades que afrontamos los humanos cuando nos planteamos Liderar la Propia Vida. Digamos que yo soy el pretexto para que las personas exploren su potencial, retomen sus sueños, recobren la esperanza, pongan rumbo hacia el horizonte deseado, tracen objetivos ambiciosos y diseñen planes de acción que los hagan realidad.




Las personas entienden muy rápido el "juego" y se suben animosamente a la ola porque anhelan incorporar alivio al maltrecho cuerpo -y sufriente alma- que tenemos los adultos... 

Una hora antes de que ocurra siento un latido especial: sé que me espera una experiencia siempre gozosa y completamente distinta a la anterior. Y nunca sé a ciencia cierta lo que ocurrirá, ni cómo reaccionaré a cada desafío. Pero todo se coloca igual que un puzzle perfecto como si algo o alguien hubiera diseñado el desenlace para cada encuentro que comienza con una energía alta y termina con una energía alegre que estalla literalmente paredes, escaleras y jardines abajo. ¿Quién / Qué provoca esa magia? ¿Cómo sucede? No lo sé exactamente. Ahora me voy a vivirlo...




Post influenciado por la lectura de varios textos del prestigioso analista junguiano Robert A. Johnson.