martes, 15 de marzo de 2016

La felicidad es... ¡una decisión!


Supongo que todo lo que hacemos busca la felicidad, esa "arca perdida" que intuimos al alcance de los humanos. 

Imagino que todo lo que nos proponemos ha sido antes soñado e incluso vivido en el futuro a través de las "aperturas temporales" (Garnier Malet).

Quiero pensar que todo tiene un sentido que se nos escapa en la torpeza de una mente más lineal que circular, más lógica que intuitiva y más homo que sapiens. El caso es que una de las ciudades con más glamour del planeta, Londres,  se me antoja un hormiguero por la densidad de población que se agolpa en las principales bocas de metro poco después de las cinco de la tarde cuando los profesionales abandonan sus puestos de trabajo en la zona centro (Oxford, Piccadilly ...). 

Pero hay belleza. Hay belleza en todas las personas que habitan el planeta y en todos los lugares en los que las personas se agolpan -como hormigas- en hora punta; y hay belleza, finalmente, en muchas de las creaciones de los humanos: cerámica, escultura, pintura...


Imagen tomada en Fortnum and Mason (181 de Piccadilly, Londres).


Fuente en Hyde Park, Londres.


Galeria de arte en el barrio de Marylebone, Londres.


Una razón, una sola razón me ha traido a la city: abrazar y convivir unas horas con mi hija que trabaja aquí y explora al límite de sus capacidades los desafíos de un ritmo frenético en el que las personas consideran un lujo comer en veinte minutos, casi cualquier cosa y casi en cualquier lugar si no han tenido tiempo de hacerse un tupper antes de salir de casa.

¿Qué clase de civilización estamos haciendo? ¿Por qué todas las personas comen mientras contestan emails, beben mientras escuchan mensajes de voz, envían fotografías de zapatos y consultan páginas de viajes que nunca harán? ¿Cómo es posible mantener la consciencia y permanecer centrados en este entorno? ¿De qué forma se conectan a la tierra, al mar, al cielo, a los animales y a los demás humanos? Todo parece un sueño, un sueño loco no exento de belleza y de velocidad, sobre todo velocidad: correr... ¿hacia dónde, para qué? Todas las personas que me rodean en los museos, los cafés, las calles y las tiendas ¿serán más felices que mi abuela que vivió en menos de noventa kilómetros a la redonda y que tardaba una mañana en hacer unas alubias en cazuela de barro?





Yo a mi ritmo y estilo: en el buzón rojo que aparece a mi espalda he depositado esta mañana algunas cartas con sobre y sello para personas queridas de las que me acuerdo y a las que sé que les hará ilusión recibir unas letras escritas a mano con un poco de cariño que aspira a generar otro poco de felicidad que no es un "arca perdida" sino un espacio interior al alcance de cualquiera que se lo proponga porque la felicidad es... ¡una decisión!


2 comentarios:

Antia dijo...

Que gran entrada, algunos seguimos decidiendo cocinar las alubias al estilo de tu abuela. Un abrazo desde los fogones de La Tartera en Coruña.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...


Espero poder probarlas pronto, Antia. Y sé que disfrutaré tanto o más que cuando visitaba a la abuela en su buhardillita del Casco Viejo de Bilbao... Un abrazo agradecido por la magia de que sigas asomándote al blog. ¡Gracias!