sábado, 28 de mayo de 2016

El arte del co-co-co


Algunas de las metodologías colaborativas se presentan como la vanguardia del conocimiento en el contexto organizacional pero... ¡son antiguas! sin que por ello dejen de tener cierta validez.

Otras -que surgen como la salvación del planeta y sus "ecological-social-spiritual-divide"- son la síntesis de investigaciones previas, corrientes espirituales documentadas, terapias y procesos empresariales estructurados cuyas fuentes no se veneran con rigor.




Todo ello se aliña con un movimiento global de gigantescas dimensiones entorno a las propuestas colaborativas como la única luz al final de un tunel en el que nos encontramos como civilización y cuyas claves de solución no atisban sociólogos, historiadores, filósofos ni economistas.

Si reconocemos la patética soledad en la que se encuentra el ser humano, todo lo que llame a la unión con otras personas en una sala, universidad, asociación o palacio de congresos es acogido como el maná en tiempos de hambruna. Sabido es que somos "animales sociales" en busca de contacto y que el resíduo de la tribu aún resuena en nosotros con la pulsión de la sangre. 

Explosivo cóctel el de una civilización metida en un tunel sin aparente salida  al que se unen la soledad, poblaciones ociosas, algo de dinero público al servicio de la modernidad y la malicia de ciertos oportunistas.

                                  


El ser humano anhela
  cooperar / contribuir / colaborar


Pongamos algunos ejemplos que sostengan mi escepticismo hacia el movimiento co-co-co del gallinero: la "bajada" de la TeoríaU (Otto Scharmer-MIT-USA) es una mimetica resonancia del budismo tradicional. Las prácticas del Teatro de la Presencia (Arawana Hayashi) son un mega-mix-clonación de las artes marciales vinculadas a la meditación en movimiento cuyas raices ancestrales son el Tai-Chi + Chi Kung + Enraizamiento + Pushing Hands... etc.

Por otro lado, ciertos conceptos considerados novedosos como "lo que emerge en el campo", "esculturas del cuerpo social", "co-crear" y "open-mind-open-heart-open-will"... se citan en numerosos textos gestálticos ¡¡de los años sesenta del siglo pasado!!

Finalmente, dada mi pasión por el aprendizaje, he salseado en numerosos procesos colaborativos del País Vasco siendo testigo del descalabro final en el que terminan casi todos los intentos orquestados ¡con excelente intención! pero en los que se acaban por imponer algunos instintos básicos: la primacía del yo sobre el nosotros (ego) -olvidando la esencia colaborativa-, el abuso de la soledad de las personas haciéndolas rehenes altruistas de actividades remuneradas, y el aprovechamiento de la moda colaborativa para vender consumibles a las administraciones públicas en las que también hay tráfico de influencias.

Comparto mi percepción de la realidad que me circunda y reconozco que me entristrece; pero no tiro la toalla porque pese a sus definciencias el movimiento co-co-co rescata valiosos conocimientos anteriores, los presenta de un modo digerible para la mayoría y aunque sea mucho ruido y pocas nueces... ¡alguna queda! 





Más sobre el movimiento colaborativo:
The art of collaboration
ULab Vitoria
ColaBoraBora
Tecnologías Blandas

martes, 24 de mayo de 2016

Volver al cuerpo


Me lleva... la fuerza del instinto me lleva hacia un lugar que desconozco. Como en otras ocasiones ¡avanzo! sobre la incertidumbre que tiene sus certezas y -aunque aun no las alcanzo- las rozo con las yemas de los dedos. 





Aligero mis jornadas asumiendo una placentera ración de actividad y descanso que vivo como un lujo y no sé hasta cuándo prolongar... Una cosa está clara: el camino pasa por el cuerpo. ¡Volver al cuerpo! 

Curiosamente esta semana un cliente y una colega me han hablado de su necesidad de re-conectar con su cuerpo expresando la imperiosa necesidad de pensar menos y sentir más, leer menos y caminar más, llorar menos y reír más. En una palabra: salir de la caja de grillos en la que estamos (enredados en actividades cri-cri) para saltar a la dulce campiña.





Habitar nuestro cuerpo es retomar cada mañana las preguntas: ¿cómo estoy? + ¿qué necesito? + ¿qué haré? y ... ¡hacerlo! Volver al cuerpo y enraizarnos en la tierra: hacer galletas con las manos, sembrar tomates con las manos, coser con las manos y tejer jerseys de lana y sueños ¡con las manos! Siento que estamos lejos de una sencillez que colma tanto o más que exóticos viajes, coches y artilugios.

Volver a la simplicidad del cuerpo es como regresar a la abandonada casa familiar para descubrir que el huerto está lleno de maleza ¡pero ahí siguen el olivo y los rosales de la abuela! Ahí sigue la vida aguardando con paciencia, esperándote a ti, a mí ¡a nosotros! 

Me lleva... la fuerza orgánica del instinto me lleva hacia un lugar que desconozco y -como en otras ocasiones- sobre la incertidumbre avanzo. Sé que ella tiene sus certezas y las rozo con las yemas de los dedos. No estoy sola ¡hay muchas huellas en el sendero!: Arawana HayashiLaura PastoriniVirginia ImazAlain VigneauJuan LiDogen,  Blay Foncuberta...


domingo, 22 de mayo de 2016

Ongoing


Siendo niña, mi padre consiguió hacer un cuartito en el hall de la pequeña casa familiar donde instaló un secreter azul con cajoncitos para que yo pudiera estudiar con un poco de privacidad y silencio ¡a mi modo y manera! Su intuición dio buenos resultados y mis notas fueron mejores que las de mi hermana que no tuvo la suerte de gozar de un espacio similar. Si hoy conecto con aquel recuerdo es porque la directora creativa Rosan Bosch está convencida de que el diseño de un espacio condiciona el aprendizaje, las relaciones y los resultados. Esta mujer de origen holandés -graduada en Bellas Artes- ha creado un estudio repleto de arquitectos que diseñan espacios donde las personas puedan "... cambiar el modo de pensar, funcionar y reaccionar...". Los planos se trazan con esmero en alguna de las tres sedes que la firma posee en Copenhage, Singapur y Madrid y aunque muchos de sus encargos son espacios docentes o bibliotecas, otros son de empresas que desean modificar las "dinámicas de trabajo". ¡Interesante!




La primera vez que tuve consciencia del impacto de los espacios en los resultados fue cuando un consultor sueco puso el acento en la importancia de la logística para el buen desarrollo de un proyecto narrando un caso en el que se ponía de manifiesto la incongruencia de plantear una reunión participativa en una sala con mesas y sillas atornilladas al suelo pidiéndoles a las personas que formasen grupos de trabajo, intercambiasen información, alcanzasen diagnósticos y plasmasen en un documento conjunto las posibles soluciones a los dilemas de la empresa. Aquella anécdota me puso en la pista de observación que después he comprobado en numerosos procesos de entrenamiento y formación en las empresas-cliente.

¿Cómo configurar un equipo con mesas fijas colocadas como los asientos de un cine en los que solo vemos la nuca del compañero? ¿De qué manera se puede ser creativo si solo contamos con ordenadores y carecemos de pizarras o paredes cubiertas de papel para trazar dibujos, gráficos o esquemas? ¿Cómo lograr que las personas den lo mejor de sí mismas si no hay luz natural, agua, fruta, e incluso una máquina de café? ¿Cómo conseguir el flujo de las neuronas (sinápsis) si no es posible moverse por la sala? Cuestiones prosaicas como estas son el prolegómeno de una intervención fructífera donde la mente, el corazón y las manos de los empleados puedan poner su talento, emociones e intención a jugar colectivamente en busca de resultados excepcionales. Y si evidencias tangibles son pasadas por alto (o negadas) en la mayoría de los entornos industriales ¿cómo aspirar a cambios más sofisticados como la evolución de grupo de trabajo a equipo (cooperación + colaboración + ayuda mutua + objetivos compartidos)?





Los diseñadores de Rosan Bosch crean las condiciones para el aprendizaje y la fluidez. Los "facilitadores del cambio organizacional" también nos ocupamos de crear espacios (concretos y abstractos) que contengan el germen de la transformación para que florezcan relaciones profesionales de calidad donde la belleza de los proyectos supere la imaginación y los resultados acompañen haciendo cada empresa sostenible en un mundo flexible, orgánico y ¡en movimiento!




Síntesis: El eco-system (el bien común) o la sociedad 4.0 necesita espacios de trabajo que propicien la activa participación de las personas. El diseño del espacio es necesario ¡pero no suficiente! para alcanzan cambios sostenibles. Los consultores transformacionales hemos de impulsar nuevas reglas de juego: uso de tecnologías simples, diálogo a partir de la escucha generativa, respeto por la diferencia, inclusión de tribus y subgrupos, gestión de la incertidumbre y el caos, y renuncia al control-control-control de las mesas atornilladas al suelo -como las butacas de un cine o un avión-. Ongoing


miércoles, 18 de mayo de 2016

Hacer el gamba


Hacer el gamba es una expresión coloquial que refleja cómo me siento, a veces, cuando algo chispeante bulle en mi interior -diríase que estoy contenta- sin grandes motivos. Incluso sin pequeños motivos. 

Supongo que es un poco alocado, fuera de órbita, excéntrico y, sin embargo, se vive como adrenalina en estado puro, adrenalina de la buena: te impulsa a reír, plantar macetas, retirar jerseys con bolitas, colgar una fotografía rara en Facebook, comprar un mantel para la destartalada cocina y a saltar juguetonamente sobre la abuela como si fueses un perrucho. También te da por escribir ¡mi terapia favorita! e incluso por pintar ¡estoy volviendo a la acuarela!

El caso es que hacer novillos (escaparme del despacho) un miércoles cualquiera en mitad de la tarde para pasear por la playa es una delicia incomparable que -si rematas con un café americano en el Brankas (puntal de Ondarreta, la playa de mi barrio, en San Sebastián)- provoca un estado de éxtasis cercano al nirvana sin haber acudido siquiera al concierto de Bruce Springsteen, ayer, en Anoeta.




Lo único que pesa es la mochila donde llevo el gordo libro de  Seán Gaffney que alcanza los 1.371 gramos y al cabo de una hora de caminata por la arena ¡agota! Claro que es tan bueno que merece la pena apurar el tiempo libre (y de paso el estupendo café que me ha hecho Eneko) para avanzar en el contenido de sus 485 páginas. 

Exactamente ¿De qué habla Gaffney? de cosas mágicas aplicables a la vida, los negocios y las organizaciones... de una visión tan global que supera lo sistémico para abrazar la teoría del campo que -como ya dije en otro post- no se refiere al lugar donde crecen las amapolas, sino a un concepto que investigo y dispara mi adrenalina tanto o más que el yodo a orillas del Cantábrico.




Puesto que es uno de mis últimos descubrimientos teóricos aún no lo tengo articulado, es decir, integrado con el conocimiento previo de otras metodologías pero... ¡me conozco! y no pararé hasta dar con las claves que me permitan ensamblar esta pieza en el puzzle teórico-práctico que construyo con primor desde hace algunos años... De momento olfateo los conceptos con la curiosidad del perrucho que salta sobre la abuela un miércoles cualquiera.

Algunos conceptos de hoy: "... el facilitador del cambio ha de practicar una capacidad poética de ver, oír, sentir, paladear y oler el entorno en el que trabaja..." ¡¡capacidad poética!! y añade: "... en su trabajo con clientes, el profesional ha de confiar-confiar-confiar en el proceso que se produce de la interacción entre ambos (el experto y el cliente-empresa) donde los "patrones" recurrentes se van mostrando ¡emergen!..." y -finalmente-: "... las sesiones de entrenamiento son actos de co-creación... entre el profesional y el cliente (sea uno, varios, o la organización entera)...". Co-creación.

Decidio. El libro se queda en la mochila en espera de nuevos paseos por la bahía, tardes de lectura efervescente, momentos de vida. ¡Gracias Gaffney!
  


domingo, 15 de mayo de 2016

El jardín de las delicias


El silencio sonaba tan alto que resultaba ensordecedor al punto de que dolían los oídos, temprano -esta mañana- en el bosque cuya ubicación protejo de los humanos que erosionamos cuanto tocamos. 

Hace catorce años que transito por mi particular jardín de las delicias en tierra guipuzcoana sin que nunca dos pasos pisen la misma senda.

En este entorno me propongo silenciar la madeja del pensamiento, acompasar la respiración al paso, perderme en la contemplación de la belleza y conectarme con la profunda verdad del hayedo en el que alguna vez escucho la persistencia de un pájaro carpintero. 

También -y a mi manera- venero la línea ancestral en la creencia de que una realidad espiritual nos envuelve de un modo trascendente que escapa a la pequeñez de nuestros pensamientos...




Así que no voy sola porque nunca lo estamos. Tampoco voy sola porque mi pareja reverencia el hayedo y cuando disponemos de un rato preferimos este entorno a cualquier otro.

Las botas, la vara, el chubasquero y el mala traído del Kumano Kodo (Japón) son todo lo que necesitamos para abordar la aventura camino abajo hacia el pantano y camino arriba alejándonos del Añarbe. Pero antes de salir del bosque me he tumbado sobre la hojarasca para hacer una foto a la vida que -ajena al trasiego intelectual de los humanos- se renueva una y otra vez en todo su esplendor.




De este entorno emergen mi fuerza y la inspiración creativa de mi trabajo. Sin la naturaleza vagaría a la deriva de una mente cuya tiranía tiende al empacho de contenidos de manera insaciable: periódicos, vídeos, libros, blogs... esa maraña inabarcable de la que yo misma formo parte. Así que renuncio a leerlo todo porque el mero intento de estar al día de cuanto acontece ¡me agota!




Retomo el paso, la vara y el chubasquero, y me dispongo a silenciar la madeja del pensamiento para conectarme con la verdad del hayedo cuyo silencio duele hasta que oigo al pájaro carpintero... entonces me da por pensar si será cierta la afirmación de los ideólogos de la Teoría U para quienes la calidad de los resultados que obtenemos en nuestro trabajo depende "... del lugar desde el que operamos..." (Otto Scharmer) en cuyo caso la resonancia de mi trabajo proviene de este y otros hayedos que serenan mi mente, renuevan mi alma y hacen posible abordar cada lunes con energía ¡y esperanza! 


jueves, 12 de mayo de 2016

El dilema de los equipos y ¡la humanidad!


Sin tomar la parte por el todo, hoy me ha dado por pensar que The team dilemma maybe is the human dilemma, es decir, que el dilema de los equipos (de trabajo) quizá sea el dilema de la humanidad enredada en una espiral de sinsentido que empuja el planeta hacia su propia destrucción. Apocalípticos e integrados, Umberto Eco. ¡Vale! retomo el paso y encuadro mi primera reflexión bajo la influencia de la lectura de un libro de Seán Gaffney  titulado Groups, Teams and Groupwork Revisited, originalmente editado en Australia en 2103.    

Este ensayo alimenta tanto o más que un complejo vitáminico de última generación y algunas de sus propuestas teóricas reverberan en mi mente como un inquietante eco que reconozco como propio al mismo tiempo que añade una nota singular. 

Digamos que algunos textos aportan un acento, un matiz o una metáfora que resuelve un pequeño enigma abriendo otro más grande y liberador. Y es a partir de este juego intelectual / existencial que ¡avanzamos! casi al tacto en la compleja amalgama de metodologías, textos, autores, tendencias, tribus, redes... 

Groups, Teams and Groupwork Revisited es el primer libro que he leído del consultor irlandés (Dublin) y al que me aferro como un naufrago al último fragmento de corcho en un océano en el que se hunden multitud de restos del buque llamado: "comprensión del género humano en contextos productivos". 

Tras leerlo dos veces consecutivas (llenando los márgenes de anotaciones personales) no pude resistir la tentación consumista de pedir a Amazon otro de sus títulos cuya fotografía no hace honor a sus dimensiones gigantescas: 21 x 27 centímetros y 486 páginas. Como dijeron en casa al abrir el paquete: ¡mucha diversión por delante, Azucena, aunque... no podrás llevarlo en el bolso!


  




¿Por qué pienso que el dilema de la humanidad quizá sea el mismo que el de los equipos de trabajo? Porque en el fondo todos andamos sobre la cuerda floja de querer preservar nuestra identidad (manteniéndonos separados de otros) al mismo tiempo que deseamos pertenecer a algo superior integrándonos en un todo. Appart from others / A part of others. Como decía mi profesor de inglés, las preposiciones ¡importan!

La propuesta teórico-práctica de Seán Gaffney surge de un profundo conocimiento de Kurt Lewin, uno de los referentes que mejor he estudiado en la última década y a quién debo la base de mi propia metodología de construcción de equipos de innovación entendidos como sistemas socio-técnicos basados en la interdependencia y complementariedad, y alineados hacia un objetivo compartido en el que las personas desarrollan su máximo potencial (appart from others) al mismo tiempo que se realizan y alcanzan logros excepcionales para la compañía. 
         

Apart from others / A part of others
Dilema humano. Dilema de los equipos.


Seán Gaffney web site   


Post Lewin y Post Maslow, Seán Gaffney recuerda la pirámide de necesidades por la que los humanos transitamos hacia arriba hasta el momento en el que una ráfaga de siroco nos lanza a la base misma de la subsistencia, como ocurre a algunos profesionales fusilados por sus organizaciones en un ejercicio de crueldad injustificada que asola el planeta y que alcanza a empresas, equipos y personas de nuestro entorno.

Espero que se perciba mi entusiasmo por Gaffney cuyas aportaciones ya integran mi propia metodología de desarrollo de equipos. Entre otros conceptos destaco especialmente dos: su definición de "proceso de grupo" como la evolución o el cambio de un conjunto de personas que coinciden en un espacio-tiempo y el de "dinámica de grupo" como un comportamiento que "sostiene" el proceso y lo explica...

Finalmente estoy profundizando en el concepto "campo" que no es un lugar donde se plantan zanahorias. El "campo" es algo trascendente que conecta con el lugar del que todo emerge... en resonancia con la Teoría U que también forma  parte de mi dieta hiper-calórica. Y el proceso continúa: aprender y enseñar, dar y recibir... en el eterno retorno de la vida, sus dilemas y naufragios.


lunes, 9 de mayo de 2016

Cambiar la empresa para cambiar el mundo



De vez en cuando una estrella fugaz cruza el firmamento en mitad de la noche marcando con su estela luminosa un antes y un después esperanzado en una jornada laboral. Hoy, sin ir más lejos, en mi Bilbao natal donde he visitado la sede de la Fundación Novia Salcedo de la que tanto me habla Sabino Ayestarán en nuestras jornadas reflexivas sobre la construcción de equipos como palanca de la transformación empresarial y -como concatenación de ello- de la sociedad en su conjunto.

Mi anfitriona, Begoña Etxebarria (en la fotografía), no ha podido ser más cordial, amable y explícita al compartir apasionadamente cuánto cree en los proyectos de la fundación que dirige desde una amplia y bella sede situada en el Campo Volantín de la capital vizcaína donde trabajan una treintena de personas volcadas en facilitar el acceso al mundo laboral de los jovenes sobre los que pende más de un treinta por ciento de paro aún cuando tengan una licenciatura.




Tanto Begoña Etxebarria como Ana Díaz  me han facilitado todo tipo de datos sobre el trabajo que realizan asesorando, acompañando, orientando y formando a los jovenes que se acercan a la Fundación Novia Salcedo (2.800 solo en 2015, según recoge la Memoria). De ellos 1.000 se han formado en áreas emergentes, 600 han conseguido un contrato laboral y más de 800 han realizado prácticas no laborales en empresas. ¡Una ingente montañita de trabajo que en silencio y laboriosamente realizan desde la sala diáfana con vistas a la arboleda del Campo de Volantín donde todo se aprovecha, por ejemplo, la capacidad artesana de algunos participantes en proyectos que han hecho muebles, sillas, murales o palomillas con materiales rústicos...


   


¿Cuáles son las recomendaciones de los expertos para que un joven tenga más posibilidades de acceder al mercado laboral? Que tengan lo que se denomina "pensamiento crítico" o capacidad de pensar por sí mismos, de ser creativos y de cooperar con los demás. También que posean flexibilidad mental para abordar el diálogo con aquellos que no muestran un enfoque idéntico al suyo. En tercer lugar, evolucionar de la competición (yo gano-tu pierdes) a la cooperación (yo gano y tú también). Finalmente, ser capaces de establecer negociaciones creativas de intereses para construir nuevas ideas, valores y proyectos desde la diferencia.




Algunos de estos conceptos fueron compartidos el pasado mes de abril de 2016 en el evento organizado por la Fundación Sabino Arana sobre el que ya escribí y que puede ser abordado en su totalidad pinchando aquí.

Hay jornadas en las que una estrella fugaz cruza el firmamento poniendo luz a la negrura que amenaza con colapsar el optimismo pertinaz de algunos profesionales. Hoy, sin ir más lejos, cuando sentadas en una mesita ante un café negro Begoña, Ana y yo hemos compartido nuestro entusiasmo por contribuir al cambio de las estructuras empresariales como palanca del cambio social. Ellas me han hablado de Icaro Think Tank y del proyecto Pegasus... yo -en mi humildad- he compartido mi diagnóstico de lo que a diario encuentro en las organizaciones productivas: mucha cultura vertical, unidireccional y autoritaria; poco diálogo, poca creatividad y pocos jovenes; poca innovación social y pocos equipos... ¡Ay! los equipos... las tres hemos acordado que son la clave de la construcción de un presente y un futuro mejor pero... ¡aún queda un largo camino por recorrer! En la despedida Begoña ha recordado el concepto "triple nivel" de la transformación: el individuo, las empresas y ¡la sociedad! 


martes, 3 de mayo de 2016

Frágil


En el aeropuerto de Heathtrow -con dos horas de espera por delante en la terminal tres- escribo antes de embarcar por la puerta 9 con destino al aeropuerto de Loiu (Bilbao, Vizcaya). 

Vuelvo a casa tras visitar a mi hija en Londres, una ciudad tan fascinante como rápida, competitiva e hiper-poblada (más de ocho millones de habitantes) ¡menos mal que ella sabe crear un hogar en cualquier rincón del planeta!




Coqueteo con algunos temas sobre los que me apetece escribir y dudo entre el comentario de un libro apasionante que llevo en el equipaje de mano escrito por  Seán Gaffney entorno al mundo de los equipos, u otro tema sobre el que ya tengo escritas unas pinceladas en el cuaderno de viaje. Finalmente opto por el anecdotario personal.

Frágil. Hace dos días tuve una experiencia en la que me sentí frágil en el sentido que refiere Brené Brown en su libro homónimo subtitulado: El poder de la vulnerabilidad. Esta es la historia:

Como una moto agripada, de vez en cuando, pego un petardazo motivado por expectativas insatisfechas o impotencia ante circunstancias que escapan a mi control. El estallido sonoro alcanza a mi entorno cercano que no siempre tiene algo que ver con la explosión, si bien las consecuencias les alcanzan al punto que me pregunto si dejarán en ellos una huella permanente sobre mi incompetencia en la gestión de los humores.




Digámoslo con simplicidad: provocan dolor sin por ello remediar ningún desasosiego ¡pura bobada! y, sin embargo, ocurre en los escenarios más insospechados, por ejemplo, en Londres. 




¿Cuáles son las expectativas insatisfechas? Equilibrar el placer y el deber. Sentir que cualquier rincón del mundo es accesible para mi. Sentir que pertenezco al género humano, clase social, tribu, club, gueto o barrio en el que esté. Y que se puedan explorar nuevos horizontes. En fin, que la vieja moto que soy implosiona ante las limitaciones impuestas que carecen de lógica ¡mi lógica, claro! y ahí comienza otro infinito argumental. Recompensa + Infinitud + Pertenencia + Inclusión + Aventura... son pulsiones poderosas en mi, sobre todo en vacaciones.

La historia es que el domingo por la tarde Harrods estaba colapsado de personas al punto de que no era posible conseguir un taburete ni en el corner del caviar; mucho menos en la cafetería, zona de té, ni en la heladería. En fin, que entre el calor de la tienda, la multitud, mi cansancio, las ganas de sentarme un rato a leer el libro de Seán Gaffney y de tomar algo rico -junto a la imposibilidad de hacerlo- ¡plof! implosión de moto agripada.

Al final, tenían razón los maestros budistas: donde no hay deseo ¡no hay dolor! pero donde hay deseo (expectativas)... Llaman a embarque, pongo el móvil en modo avión pero antes repaso la última fotografía tomada esta mañana en Gordon Road, donde ha salido a despedirme mi ardilla favorita: