domingo, 7 de agosto de 2016

La desafiante senda del emprendedor



Nueve días consecutivos sin pisar el despacho me han transformado... aunque algo siempre queda del profundo residuo de la identidad. ¿Qué permanece y qué cambia con el tránsito de las estaciones, las experiencias y los años? Lo desconozco, al igual que desconozco qué piensan los peces cuando buceo y me miran a veinte centímetros de mi cara. Bello el Cantábrico en bajamar a primera hora de la mañana cuando aún luce el sol sobre el horizonte e inquietante la mirada de los peces que no se inmutan en la cercanía de un humano que se interna en el territorio sagrado del silencio verdiazul...



¿Qué piensa un pez cuando te mira de frente?


En agosto cierro mi año laboral y hago balance de los proyectos realizados porque en septiembre remonto el vuelo que me traerá nuevos proyectos durante los meses venideros.

Este ha sido un buen año porque la confianza de los clientes me ha permitido experimentar aventuras plenas de propósito, creatividad e incluso atrevimiento en la activa búsqueda de soluciones nuevas a viejas dificultades. Como en la fotografía, me pongo de nuevo en marcha sobre el estrecho sendero que transitamos los emprendedores hacia la empinada cima del nuevo desafío. En mi caso sigo la orientación de las gaviotas que aparecen sobre los riscos.



La escarpada y solitaria senda del emprendedor


Hace unos días un amigo se interesó por mi oficio con la pretensión de descubrir las ventajas e inconvenientes del trabajo por cuenta propia. El hombre tenía claras las ventajas: no tener jefe, carecer de horarios fijos, poder disponer de vacaciones en cualquier momento, dedicarse a una actividad que te apasiona etc. Sin embargo, no se le ocurría desventaja alguna excepto que si enfermas apenas cobras... Dado que nos encontrábamos paseando por la zona del puerto no era cuestión de hacer una tesis doctoral entorno a la fragilidad-vulnerabilidad-precariedad de los trabajadores por cuenta propia, así que a modo de titular le dije que al menos había dos "pegas" más: la primera, que nunca sabes cuáles serán tus ingresos (y por lo tanto has de saber vivir en la incertidumbre) y la segunda que todo el tiempo has de sembrar semillas para que surjan nuevos proyectos. Creo que lo entendió porque tras un breve silencio dijo: ¡Uf... eso no es para mí!

Les dejo ahora porque tengo el cesto repleto de semillas que me propongo sembrar y abonar con amor-primor durante las próximas semanas para que en agosto del 2017 pueda contarles que -como las gaviotas- he sobrevivido una vez más en los acantilados del Cantábrico...
  

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