miércoles, 26 de julio de 2017

Un jefe que no delega ¡es un antilíder!


La primera multinacional con la que trabajé fue del sector del automóvil y el encargo fue muy desafiante desde el comienzo. Los máximos directivos de la compañía vinieron a conocerme desde Clermont Ferrand (Francia) antes de adjudicarme el proyecto. Su idioma materno era el francés, el mío el castellano, y nos comunicábamos en inglés con la correspondiente desviación fonética. Cuando decidieron trabajar conmigo me facilitaron las "evaluaciones en el desempeño" de los seis altos ejecutivos a los que entrenaría. Ya antes de conocerlos era evidente su brillantez en currículum, trayectoria, experiencia y logros internacionales, lo que provocó una conversación con la directora de recursos humanos para clarificar qué demonios de competencias, habilidades, conocimientos o actitudes había que mejorar en esos "gladiadores". Fue entonces cuando me desvelaron que los directivos tenían dificultad de delegar. Aún suena con claridad en mi cerebro cómo pronunciaba aquella mujer a todas horas la palabra délégation en su francés original. 




Aquel encargo fue un éxito porque a lo largo de su carrera los directivos habían desarrollado una "musculatura fabulosa" de aprendizaje, flexibidad, trabajo, disciplina y lealtad que hizo fácil alcanzar el objetivo en el plazo estipulado.

Con posterioridad he trabajado la delegación como parte de un conjunto de competencias a desarrollar en propietarios de empresas familiares, directivos de start ups o multinacionales farmacéuticas, pero nunca siendo el eje del central del encargo. 

Cabe preguntarse ¿dónde radica la dificultad para delegar? Comparto con ustedes algunos casos que he trabajado y extraigo conclusiones desde la experiencia. Unai: no delega porque su trabajo anterior como subordinado le apasiona y -a un nivel inconsciente- lo añora, así que sigue realizando tareas que ya no le corresponden. Iker: no delega por temor a que le superen (le hagan sombra) y acabe por perder poder e influencia. Marta: no delega porque no se fía de nada, de nadie. Todos están "sepultados" en jornadas de doce horas y su negativa a delegar tiene efectos colaterales que no intuyen. ¿Qué consecuencias tiene negarse a delegar?  




Además de terminar agotados físicamente y mentalmente, los directivos sepultados en papeles, encargos, reuniones, llamadas y tareas pierden perspectiva del negocio, dejan de ser dueños de su agenda -y de aportar valor añadido-, no desarrollan a los subordinados y desmotivan a sus mejores profesionales.

Practicar la micro-gestión y no delegar es la antítesis del liderazgo entendido como una mirada amplia (perspectiva global) que previene amenazas y atisba oportunidades dentro y fuera de la empresa. Tenía razón la jefa de RRHH: un líder que no delega ¡bloquea el futuro de la empresa!  


2 comentarios:

P.R. dijo...

¡Has dado en el clavo, Azucena! En mi ya larga carrera profesional en una gran empresa, la "no delegación" ha sido para mí la causa principal, con diferencia, de la obtención de resultados fácilmente superables. Supongo que las causas son variadas, como las que citas, pero yo siempre he creído que la fundamental es el llamado "principio de Peter", por el que los directivos van ascendiendo hasta su nivel de incompetencia, en el que se quedan. ¿Es usted muy bueno vendiendo? Pues le ponemos al frente de un equipo de vendedores, no importa que sea usted un malísimo gestor de personas... Sucede entonces que el "elevado" tiende a hacer lo que hacía antes, en el puesto inferior, que es lo que hace bien, descuidando lo fundamental. He llegado a ver casos de gentes que hacían trabajos que ya no les competían "sólo por ayudar".
El presidente de los EE.UU., Ronald Reagan, sin entrar en la opinión que nos merezcan sus ideas, que no comparto, era acusado muchas veces de dedicar poco tiempo al despacho oval: a las 5 de la tarde lo dejaba para irse a sus habitaciones privadas donde le esperaba Nancy. Cuando se lo preguntaron él comentó que, en realidad, su trabajo consistía solamente en tomar dos o tres decisiones diarias, para todo lo demás tenía un grandísimo equipo que hacía el resto.
Yo desconfío de la gente que, sentados en una mesa, se queja de tener un trabajo "inmenso". Si es verdad, es que falla la delegación. ¡Ah!, incluidos los autónomos.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...


Estimado P.R. sus aportaciones al blog son relevantes y ¡ojalá! se produzcan con mayor frecuencia. Tomo buena nota de "... incluídos los autónomos..." je je. Un saludo desde San Sebastián. Gracias y ¡buen verano!