martes, 10 de octubre de 2017

Nunca darse por vencido. ¡Resiliencia!


Cuentan... que los judíos que sobrevivieron a los campos de concentración nazis compartían una característica. Narran... que caminaban descalzos sobre el hielo, que la zarpa del hambre les arañaba el estómago, que padecieron humillación, desprecio y una radical ausencia de ternura. Quienes sobrevivieron tenían algo en común ¿qué era?

En un entorno hostil -cuyas reglas y circunstancias no podían modificar- la única esperanza estaba en el interior de cada prisionero, porque podían despojarles de la ropa pero no del alma, y faltarles al respeto pero no doblegar sus convicciones, porque podían mortificar el cuerpo y tratarlos como alimañas, pero ellos poseían un arma imbatible.

Uno de prisioneros fue Viktor Frankl -neurólogo y psiquiatra austriaco- a quien sin duda sus conocimientos de la mente humana y sus infinitos recursos le permitieron movilizar el "poder la actitud" en favor de su vida y la de su hijo -recluido con Frankl en diversos campos de concentración entre 1942 y 1945-.




Con esta anécdota comencé ayer el entrenamiento de un equipo industrial que atraviesa una época frenética de pedidos. Empecé con la "resiliencia" porque se les percibe agotados (físicamente) y emocionalmente desinflados; además, cada vez que avanzo entre las máquinas oigo con frecuencia la frase "morir de éxito". 

Dado que ni ellos ni yo podemos modificar la carga de trabajo, ni las condiciones en planta, ni las exigencias de los clientes internacionales, ¿qué nos queda? crear una solida base de "resiliencia" sobre la que trabajar juntos, alineados, con una actitud positiva, solidaria y humanista en la que también tenga cabida el humor. 



Quien tiene un para qué,
encuentra un cómo.


Mi propuesta de practicar la resiliencia como elemento que les permitiera afrontar la situación en las mejores condiciones posibles fue desestimada antes de calar como concepto, ya que lo entendieron como "resignación", cuando -en realidad- es ¡justo lo contrario! 

Al amparo de la resiliencia viven: la actitud positiva, el apalancamiento en las fortalezas, el cambio, la solidaridad, cooperación, e incluso la complicidad risueña entre compañeros.

La resiliencia exige un análisis de situación, una lúcida separación entre lo que no puede ser cambiado de aquello que se puede modificar, movilizando los recursos que poseemos. ¿Cuáles? relativizar el presente a la luz de los aprendizajes del pasado,  bregando con fiereza por la creación de un futuro esperanzador. 

Mientras la resignación es claudicar ante las circunstancias sin pelearle a la vida el último suspiro para cambiar un destino, la resiliencia es un punto de apoyo sobre el que mover nuestro universo sin darnos nunca por vencidos.  Volveré a la carga en el próximo entrenamiento en el que quizá pueda transmitir mejor las bondades de la resiliencia sin las cuales despojamos a vida de profundidad y -en muchos casos- el sentido.


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