miércoles, 1 de noviembre de 2017

¡Quiero que gane papá!


La festividad de Todos los Santos ha dejado en San Sebastián un día veraniego que he aprovechado para darme un baño en la playa de mi barrio y acercarme al Real Club de Tenis de San Sebastián.

La zona ajardinada del club ofrece una veintena de mesitas bajo las palmeras en las que los lugareños leemos el periódico, charlamos con los amigos o disfrutamos de un aperitivo o un café. En mi caso, un americano con azúcar moreno como siempre recuerda Iker, el camarero del turno de mañana en días festivos. 




Mientras disfrutaba de la lectura de mi última adquisición bibliográfica: Más allá de lo medible -escrito por Margaret Heffernan- dos hombres jugaban un partido de tenis y dos niños ejercían de recogepelotas. Estaban a dos metros de distancia al otro lado de la valla protectora de la pista, así que resultaba imposible no oírles. 

El más pequeño no dejaba de repetir "¡quiero que gane papá!" mientras su padre perdía 0/15, 0/30... Cuando el tono de la criatura (un par de años mayor que la niña de la fotografía) rozaba las lágrimas, he dejado el libro sobre la mesa boca abajo en la página que estaba leyendo, me he levantado, y le he dicho al más pequeño: la próxima vez que le pases la bola a tu padre piensa que va llena de magia para ganar ¿vale? El niño ha sacudido varias veces afirmativamente la cabeza y su padre ha empezado a ganar: 15/0... 30/0... Antes de que terminasen el punto me he ido sonriendo al pequeño que me ha hecho el signo de victoria con sus deditos... ¡Actos de psicomagia! que diría Jodorowsky.


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