miércoles, 31 de enero de 2018

La receta de la felicidad



La felicidad es colgar la ropa en el jardín de casa -cuando el sol calienta el rincón del acebo- después de haber trabajado cuatro horas en un proyecto que pondré en marcha tan pronto me desprenda de una gripe de la que no consigo desembarazarme...



Entre las siete y las once he tecleado mis ideas en el ordenador del cuartito donde a veces también pinto acuarelas y doy rienda suelta a la fluidez de mis pensamientos (si es un proyecto) y del pincel (si es una pintura).

Al llegar a las pinzas rojas he sentido como un lujo estar en casa -soleando la ropa familiar- antes de retomar el diseño de un encargo cuya finalidad última es fortalecer la capacidad de resiliencia de los trabajadores del la sanidad pública vasca.

El puzzle de la felicidad hoy para mi ha sido sencillo: tres pinzas rojas, un gramo de consciencia, cierto sentido de propósito... y una deliciosa taza de kukicha. 


(*)  Tras escribir este post visito el Fnac y encuentro el libro Después del éxtasis, la colada -escrito por el monje budista Jack Kornfield- que alcanza su tercera edición en La liebre de marzo. Me entra la risa y compro el ejemplar. Ya les diré qué me parece. Continuará. 


domingo, 28 de enero de 2018

La empresa... ¡algo más que dinero!



Los gladiadores han muerto. Los fondos de inversión devoran el entramado empresarial vasco con suculentas ofertas a prósperas industrias familiares en segunda generación.




Sus padres levantaron pabellones y negocios con sangre, sudor y lágrimas... Los alevines sólo quieren dinero... ¿por qué? ¿para qué? ¿dónde se ha ido el "alma" de las organizaciones?

miércoles, 24 de enero de 2018

¿A qué profundidad viaja tu argumentario?



Acudo a pocos eventos sociales y -cuando lo hago- casi siempre tengo la sensación de perder el tiempo, lo que me enfada conmigo misma.

La sensación se produce cuando se habla mucho y dice poco; cuando se utilizan palabras huecas como cáscara de nuez, o cuando manejando conceptos interesantes se les vacía de contenido. La sensación de pérdida de tiempo se agudiza cuando salgo del evento sin haber aprendido nada. Nada relevante para mí.  

Dado que vivo con la actitud del principiante, adoro incorporar aprendizajes frescos que alimenten mi curiosidad y esperanza. La búsqueda de conocimiento me mantiene todavía en algunos saraos como el de ayer, en Adegi, donde se presentó el libro: La burbuja del emprendimiento.




Organizado por el Foro de Emprendedores de la patronal guipuzcoana, el acto congregó a unas setenta y cinco personas (aforo completo de la sala) entre las 17.00 y las 19.00 horas. Tuvimos un moderador y tres ponentes de relevancia desigual siendo Javier García de Sintetia quien habló con mayor profundidad. ¿Profundidad? Sí, en mi opinión, la mayor o menor aportación de las personas depende de la profundidad de la que emergen sus palabras. Si aceptan como metáfora el submarino trataré de explicar el porqué.  






La profundidad a la que viaja el submarino condiciona el descubrimiento de distintas realidades: desde las especies hasta los peligros, pasando por las necesidades tecnológicas y de combustible, o las competencias profesionales de los tripulantes.

Vivir, trabajar, analizar, escribir o hablar superficialmente condena el nivel de los hallazgos a la mediocridad, y no provoca cambios sustanciales en los sistemas ¡hace falta mayor profundidad! 

Para que un profesional aporte profundidad es necesario un amplio conocimiento, una experiencia contrastada, cierta humildad, incansable búsqueda de la verdad oculta entre tinieblas marinas, contraste con la diversidad y -seamos honestos- inteligencia para realizar sinapsis que abran nuevos senderos neuronales.

En la presentación de La burbuja emprendedora hubo momentos de profundidad vinculados al economista Javier García quien se declaró un enamorado de la creación de regiones capaces de concentrar talento porque: "... la diferencia de una región a otra ya no es el hormigón y la tonelada, sino absorber ideas...". Ideas que -insisto- surgen de la profundidad.

   

domingo, 21 de enero de 2018

Desconectar e Imaginar el Futuro



Anoche llegué a casa, vacié la maleta, puse una colada, me cambié de ropa, tomé un tentempié y me fui al despacho para cerrar algunos temas pendientes de las dos jornadas de trabajo vividas en Zaragoza. Aunque estaba cansada, los encuentros habían ido bien y el feedback de los profesionales ponía por las nubes un trabajo que adoro y en el que pongo todo mi empeño. Después de teclear un rato en el ordenador y de contestar algunos emails pensé que podía retirarme a descansar pero, antes, tenía que colgar la ropa...




Eran las 22.30 y aún faltaban diez minutos para que el programa terminase. La cocina da a un bonito jardín. Llovía, y las farolas agigantaban la enorme palmera que plantó Leo, mi vecino, hace más de treinta años. Abrí las puertas de par en par, me puse un abrigo encima del pijama y me senté tranquilamente a ver llover. Fue una experiencia serena que reparó mi cuerpo y mi alma exhaustos de hiperactividad. Allí estuve viendo llover mientras escuchaba el chapoteo del agua sobre la superficie vegetal. Fue muy placentero.

Dice la neurocientífica Mara Dierssen -en la fotografía- que cuando no estamos haciendo nada el cerebro trabaja muchísimo y que ese tiempo ¡es clave! Afirma la experta que: "... necesitamos desconectar de la tecnología para ser introspectivos, pensar, aburrirnos e imaginar el futuro...".

Después sonó el pitido de la lavadora, colgué la ropa y me fui a dormir ¡tan contenta! Creo que repetiré la experiencia de sentarme -serena y dulcemente- a ver llover. ¡Lo recomiendo!


miércoles, 17 de enero de 2018

Más vale tarde... ¡que nunca!



El dirigente de la mayor gestora de fondos del mundo, Larry Fink, se suma a la evidencia del incremento de las desigualdades, el cortoplacismo de los líderes y la incompetencia de los gobiernos. ¿Qué propone? 


Que las empresas practiquen habitualmente un papel social -no solo económico-, que se contemplen el medio-largo plazo y que se actué ¡ya! ¿Dónde ha estado este inversor en los últimos treinta años?

Para saber más pinchar aquí.

lunes, 15 de enero de 2018

¡Ponte en marcha! ¡Mejora el mundo!



Sir John Whitmore fue el padre del entrenamiento empresarial y autor del primer libro de coaching del planeta. En el año 2002 tuve el honor de ser formada por John que era un hombre fantástico (falleció el pasado mes de noviembre de 2017) y creía en mí más que yo misma, mis amigos y familiares juntos. ¡Tal era su generosidad de espíritu! y capacidad de ver en las personas el potencial en clave de futuro.




El legado de John (conocimiento, experiencia y humildad) va siempre conmigo y orientan mis zozobras profesionales. Aunque no es lo mismo, su empresa, Performance Consultants Internacional (con sede en Londres), sigue adelante gracias a la lealtad de David Brown a quien conocí en una fiesta en Neguri (Vizcaya).

Si hoy me acuerdo de Whitmore es porque entre las semillas que plantó en mí se encuentra la de la enseñanza. Hace más de dieciséis años me animaba a dedicar parte de mi actividad a la docencia de profesionales en activo. Con frecuencia me decía: "... Si quieres aprender algo... ¡enséñalo, Azucena!". Y aunque tardé años en superar el vértigo de mi pequeñez-timidez-sosez, finalmente me puse en marcha en una dirección que en 2018 alcanza la décimo cuarta edición en formato curso titulado: Construir Equipos para Transformar Organizaciones.

Whitmore tenía razón: gracias a los profesionales que aparecen en la fotografía (enero de 2018) he aprendido mucho, disfrutado, y sufrido (un poco) cuando hemos analizado "casos empresariales" que -siendo de diferentes sectores- comparten algunas características preocupantes. Pero... ¡hay esperanza!




¿Dónde hay que poner el foco para construir equipos que transformen las organizaciones? ¿Dónde hay que buscar la solución al sufrimiento innecesario? ¿En qué lugar se halla la caja de los sueños realizables? ¿Hacia donde hemos de mirar quienes -quizá con ingenuidad- aspiramos a cambiar el mundo que habitamos?

Desplegar una respuesta sensata a las preguntas formuladas alcanzaría para las próximas cien entradas de este blog. Sin embargo, lo voy a sintetizar en unas líneas:

El bien común -aquel que nos incluye a todos y sobrevuela el interés partidista- es la solución a tantos dilemas económicos, sociales y profesionales. El bien común sobreponiéndose al individualismo, el ego y los reinos de taifas. El bien común cuya teoría ha desarrollado magistralmente el profesor de la Universidad de Economía y Negocios de Viena, Christian Felber, y del que también escribe Antón Costas en El País. El bien común situado en el eje central de Reinventar las Organizaciones de Frederix Laloux. Todo está diseñado, escrito y esperando lo utilicemos como una brújula en nuestra evolución como especie. Comparto con ustedes el impulso que hace más de una década me lanzó Whitmore: ¡Ponte en marcha y haz todo lo que puedas para mejorar el mundo! 


jueves, 11 de enero de 2018

Usted ¿quiere -realmente- conocer la verdad?


En el cuadro, Séneca procede a cortarse las venas en cumplimiento de la orden directa de Nerón, emperador romano del siglo uno de nuestra era. Aunque era rico, Séneca dejó escrito que -tras su incineración- no se realizase ceremonia alguna.

¿Cómo había llegado el filósofo a tan triste desenlace tras una vida dedicada al cultivo de la sabiduría y a la educación de los poderosos? El historiador Tácito dejó escrito: "... los excesos del poder fueron minando a Séneca que terminó por compartir desnudamente sus verdades, lo que irritó al impulsivo y caprichoso emperador...".


Séneca pintado por Rubens. Museo del Prado.


Lejos de perderse en abstracciones -que acaso le hubieran mantenido con vida- Séneca practicaba una filosofía de lo cotidiano sin perder profundidad ni perspectiva. Además -y este detalle resultó relevante en la orden de suicidio- no renunciaba al aspecto ético-moral de las decisiones de Nerón que -siendo tomadas por uno- afectaban a tantos.

Confrontar al poder con verdades que no se quieren escuchar resulta peligroso  para el mensajero. En el siglo XXI pulula con frenesí la moda del diálogo, el feedback y la reflexividad. Sin embargo, el ejercicio de un genuino diálogo presupone una equidad entre las partes que pocas veces acontece (por rango, cultura etc.). El genuino ejercicio del feedback exige enorme generosidad del que lo ofrece y gigantesca madurez del que lo recibe junto a un ego sometido al bien común. Finalmente, la reflexividad precisa la búsqueda honesta y radical de la verdad, algo que no siempre se quiere descubrir.

En 2017 dos Ceos (hombre y mujer de diferentes empresas) con gusto hubieran pedido que me inmolase como Séneca. Tal era su incomodidad-cólera-ira ante las evidencias -basadas en datos- que presentaba a su análisis de situación. El hecho de que yo misma no tuviera nada que ganar, junto a la consciencia de que tenía mucho que perder, no sirvió para abrir sus ojos a la verdad y actuar en consecuencia. En fin, que hoy me acuerdo de Séneca y como él no reniego -en mi modestia de guisante- a ejercer éticamente mi oficio.


Post relacionado: Las incómodas verdades del bufón.

domingo, 7 de enero de 2018

Si no te paras... ¡no piensas!



Confieso haber sido una adolescente rara: hallaba sosiego en los museos, las iglesias y las librerías. La rareza persiste y se agudiza en la madurez, ya que encuentro estímulo espiritual o intelectual en los mismos lugares que me consuelan del combate de vivir activamente en una civilización en la que -por más que se escriba- se imponen la velocidad y la competición.




Durante Las Navidades he frenado (un poco) la marcha dedicando tiempo a pasear -me gustan las montañas y los acantilados- conversar con mis familiares, rezar, pintar y leer. También me he demorado en algunas tiendas en busca de detalles que alegren el corazón de los más cercanos, así que he visitado librerías con parsimonia seleccionando títulos acordes con la personalidad, el gusto o el momento que viven las personas. 

Elegí un libro para Marta y al entregárselo -junto con dos botes de mermelada casera- me lo agradeció con una extraña mueca. Quise saber qué ocurría: si ya tenía el libro, si le desagradaba el escritor... No, me dijo -riéndose a carcajadas- es que voy a tener que recuperar el hábito de leer ¡en papel! y entonces fui yo la que me reí con ganas de mi despiste existencial, de mi rareza de electrón libre.

El cuarenta por ciento de los españoles no lee, informa el rotativo El País. Además -prosigue el informe- quienes leen están perdiendo la capacidad de persistir más allá del tercer párrafo porque tanto ruido, tanta velocidad y tanta imagen, nos impide recogernos. Por si fuera poco, el profesor y ensayista italiano Nuccio Ordine afirma que "... si no te paras, ¡no piensas!...".




Sobrealimentamos nuestro cuerpo. Sin embargo, ¿alimentamos con idéntica pasión el espíritu? Porque en la sociedad -como en la empresa- todas las decisiones tienen un componente ético-moral-espiritual: ¿Los puestos de trabajo como prioridad o los beneficios a toda costa? ¿La calidad en el servicio o -de nuevo- el beneficio a corto plazo? ¿El deterioro del medio ambiente o el respeto al ecosistema?

Si no te paras, ¡no piensas! y ¿qué ocurre si no piensas? que eres una hoja al viento, un autómata, un consumidor, un algoritmo en el big data. Parar. Pensar. Decidir. Hacer. ¡Esa es mi propuesta! Museos, iglesias y librerías propician la "parada técnica" y el pensamiento en compañía de artistas, místicos y escritores cuyo legado nos ayuda a decidir para ¡hacer! verbo que transforma la vida.


sábado, 6 de enero de 2018

Disfrutar más... ¡con menos!



A pesar de la tormenta nocturna, los Reyes Magos han dejado en casa sus regalos, acertando plenamente en lo que necesitaba. Claro que cada vez me ocupo con mayor esmero en hacerles saber -exactamente- aquello que completará algún aspecto de mi vida. ¿Un poco de conocimiento? un libro ¿Previsión de algún catarro? una caja de pañuelos ¿Búsqueda de trascendencia? canto gregoriano ¿Sensación de confort? unos calcetines. ¡Pequeñeces! ¿Pequeñeces? Quizá lo sean en la opulencia de una parte del planeta pero... ¡no en todas! Baste conectar con el recuerdo de quienes han viajado alguna vez a India donde un cepillo de dientes es ¡un tesoro!

Confesaré que hemos desayunado un poco de Roscón de Reyes y que este hecho (en apariencia trivial) suscitó en casa un debate filosófico sobre la conveniencia de comprar algo -que no necesitábamos- cediendo a las convenciones, o hacer nosotros un pastel, galletitas o incluso un pan de centeno con levadura madre... 




Los regalos, el roscón... estos actos vanales -que damos por norma y no apreciamos en su justa medida- nos sitúan en una zona privilegiada de la tierra. Un propósito interesante para el nuevo año pudiera ser disfrutar más ¡con menos! y gozar de lo que ya tenemos: salud, comida, ropa, calzado... Está en nuestra mano dar sentido a ¡lo que importa! sin dejarnos llevar por cantos de sirena.


miércoles, 3 de enero de 2018

Dentro y fuera de la vorágine



Desde que soy autónoma (2002), cuando me tomo un respiro siento que estoy "abandonando" mis proyectos y me pellizca (un poco) la culpabilidad. Pero hoy ha ocurrido algo que me invita a replantear mis parámetros de productividad. 


Resultado de imagen de descanso + fotos


Cuando he enviado la newsletter de enero a mis contactos profesionales -pensando que el planeta entero estaría ya pedaleando- he descubierto que el veinte por ciento aún está "out of office". ¿Que les parece?


lunes, 1 de enero de 2018

La vida no es una hoja excel



Las fuerzas del mar y el viento pugnaban en un combate abierto la primera mañana del nuevo año, en el puntal de Pasajes Donibane, sin más espectadores que una gaviota, un zarapito y yo.




Siendo uno de mis paseos favoritos, conozco cada recodo del sendero, así como los sonidos que acompañan mis pasos en recogida practica del "aquí y el ahora" ¡tan de moda! como si fuese un invento nuevo...

No parecía Pasajes porque en todo el trayecto no he visto ninguna trainera, ni escuchado las onomatopeyas que lanza el patrón a los remeros para que breguen en un Cantábrico que hoy había sido abandonado a la orfandad de los hombres cuando nos quedamos tierra adentro.


Al mediodía he vuelto a casa renovada por el silencio y la contemplación de la belleza -que diría Aristóteles-, y tras el frugal almuerzo me he puesto con algunas tareas que los festejos navideños han ido postponiendo. Al escribir la memoría de la actividad realizada durante el año 2017 para la Asociación de Empresas de Guipúzcoa (ADEGI) he repasado el feedback de cada uno de los profesionales entrenados y me ha llenado de contento descubrir que el trabajo realizado les ha resultado de alguna utilidad: "... he encontrado soluciones a dilemas que era incapaz de resolver..."; "... he conseguido incrementar mi percepción de valía, mi autoestima..."; "... gracias a los entrenamientos he afrontado mejor los conflictos..."; "... lo que más aprecio son los nuevos puntos de vista, las preguntas poderosas de Azucena y que me anima a plantearme imposibles y a ¡lograrlos!..."; "... como consecuencia de los entrenamientos vivo de una manera más serena, relativizo, y veo luz al final del túnel..."; "... desde que entreno con Azucena mi liderazgo en el comité de dirección ha mejorado...".

Solo es un día, el primero del nuevo año, y ha oscurecido en la bahía. Desconozco cómo habrá terminado el combate entre las fuerzas del mar y el viento... Repaso la memoria, corrijo la ortografía, maqueto las imágenes, la imprimo, la guardo en su carpeta y solo un rato después la envío por correo electrónico. Cierro el ordenador y me siento satisfecha después de cuatro horas ininterrupidas de trabajo -una sentada productivamente eficiente-. Mañana más. Me voy a la cama con Estusiasmo, el libro al que Pablo d´Ors ha dedicado diez años de su vida y muchas "sentadas" en conexión consigo mismo, con los demás y con Dios.