domingo, 7 de enero de 2018

Si no te paras... ¡no piensas!



Confieso haber sido una adolescente rara: hallaba sosiego en los museos, las iglesias y las librerías. La rareza persiste y se agudiza en la madurez, ya que encuentro estímulo espiritual o intelectual en los mismos lugares que me consuelan del combate de vivir activamente en una civilización en la que -por más que se escriba- se imponen la velocidad y la competición.




Durante Las Navidades he frenado (un poco) la marcha dedicando tiempo a pasear -me gustan las montañas y los acantilados- conversar con mis familiares, rezar, pintar y leer. También me he demorado en algunas tiendas en busca de detalles que alegren el corazón de los más cercanos, así que he visitado librerías con parsimonia seleccionando títulos acordes con la personalidad, el gusto o el momento que viven las personas. 

Elegí un libro para Marta y al entregárselo -junto con dos botes de mermelada casera- me lo agradeció con una extraña mueca. Quise saber qué ocurría: si ya tenía el libro, si le desagradaba el escritor... No, me dijo -riéndose a carcajadas- es que voy a tener que recuperar el hábito de leer ¡en papel! y entonces fui yo la que me reí con ganas de mi despiste existencial, de mi rareza de electrón libre.

El cuarenta por ciento de los españoles no lee, informa el rotativo El País. Además -prosigue el informe- quienes leen están perdiendo la capacidad de persistir más allá del tercer párrafo porque tanto ruido, tanta velocidad y tanta imagen, nos impide recogernos. Por si fuera poco, el profesor y ensayista italiano Nuccio Ordine afirma que "... si no te paras, ¡no piensas!...".




Sobrealimentamos nuestro cuerpo. Sin embargo, ¿alimentamos con idéntica pasión el espíritu? Porque en la sociedad -como en la empresa- todas las decisiones tienen un componente ético-moral-espiritual: ¿Los puestos de trabajo como prioridad o los beneficios a toda costa? ¿La calidad en el servicio o -de nuevo- el beneficio a corto plazo? ¿El deterioro del medio ambiente o el respeto al ecosistema?

Si no te paras, ¡no piensas! y ¿qué ocurre si no piensas? que eres una hoja al viento, un autómata, un consumidor, un algoritmo en el big data. Parar. Pensar. Decidir. Hacer. ¡Esa es mi propuesta! Museos, iglesias y librerías propician la "parada técnica" y el pensamiento en compañía de artistas, místicos y escritores cuyo legado nos ayuda a decidir para ¡hacer! verbo que transforma la vida.


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