Siempre hay momentos en los que flotar, instantes en los que soltar el rol mundano que te toca asumir -entrenadora, conferenciante, mentora o docente- para subir al tobogán y resbalar al encuentro del territorio fértil al que te lleva la curiosidad. ¡Pura curiosidad como manera de ser y estar en el mundo!
Y cuanto más apretada está la agenda -y más exigente el proyecto en el que estoy inmersa- con más tesón instalo el tobogán en cualquier sitio para dedicarme sencillamente a respirar y observar.
La observación es algo que disfruto cada vez más. Como dice mi amiga Antia, observación de lo que es, como la naturaleza, que se muestra desnuda y sin pretensiones.
Ayer tuve una de esas jornadas de agenda prieta y alta exigencia con un puñado de directivos ávidos de mejora de habilidades y competencias de liderazgo en la creencia de que pueden obtener mejores resultados al frente sus equipos.
Al mediodía me escapé con sigilo para refrescar mi mente y alimentar mi cuerpo y me acerqué a la Casa del Libro donde las dependientas me dejan revolver a mis anchas. Después de husmear a fondo la sección de empresa -y de comprobar que tengo casi todos los libros que pueblan las estanterías de mi sector y periféricos-, topé con la zona de poesía que siempre es una vitamina para el alma. Cogí algunos volúmenes... y me senté con ellos junto a la cafetera donde me hice un capuchino. Aunque disponía de poco tiempo me alcanzó para oler el libro de Carlos Miguel Cortés, palpar sus páginas e incluso leer la contraportada donde el escritor de Salamanca (1987) explica el curioso concepto intranerso.
Dos horas después de haber salido con sigilo de la sala de reuniones volví renovada y con una sonrisa pilla que nadie capturó. Yo había pasado un rato fabuloso a coste cero (ya que finalmente no compré ningún libro) e incorporado a mi acervo cultural un nuevo término: intranerso, o rincón interior en el que guardamos nuestro universo personal, no dejamos entrar a cualquiera, y no sabemos si se encuentra en la cabeza o el corazón ?!
La tarde alcanzó la noche y casi al término de la jornada propicié un debate sobre una de las lecturas recomendadas: la investigación de tendencias empresariales y de liderazgo realizada por Odgersberndtson entre trescientas empresas de dieciséis subsectores para el horizonte 2015-2020. La lectura del informe completo exige una dedicación de casi tres horas -lápiz en mano- que merece la pena invertir por la calidad, el rigor y la visión innovadora de sus propuestas. Ahora bien, lo que más "juego" dio al debate fue el desequilibrio-sobrecarga que la mayoría de los profesionales confesó por exceso de dedicación al trabajo anulando casi por completo el ocio, el auto-cuidado, las aficiones y en general el lúdico acto de tirarse por el tobogán para flotar soltando el rol mundano y dejándose llevar por la curiosidad para ser-estar, respirar, observar y ¡¡disfrutar!!
Los más lectores aludieron al séptimo hábito de las personas altamente eficaces (Stephen Covey) que el ya fallecido gurú del management denominaba "pararse a afilar la sierra". Los lideres se lo llevaron como tarea porque la vida es algo más que una lista de tareas y cada uno lo practicará a su modo, estilo y manera pero quedó claro que la afirmación de "no tengo tiempo" es sencilla y perversamente ¡un auto-engaño! porque siempre sacamos tiempo para aquello que realmente nos importa. ¡Cuestión de prioridades! que también dejó escrito el sabio Covey. Continuará.
Si mi querida amiga, vivir no es un asunto de ejecución de tareas. Vivir es ser capaz de traer nuestro intranerso tras haberlo visitado y así poder compartirlo, y lograr dar frutos (disfrutar del proceso) de verdad, y no resultados (rendimiento del final). Doy fe de que eres una maestra en viajar del intranerso a los universos, tus oasis entre las cargas que son los que te permiten enseñar a flotar en el estado de ingravidez de los inexplorados intranersos, y mostrar la vía no lactea a todos lo que quieran dejar de ver la gravedad de sus esquilmados universos, tras la busca de un sentido que solo se puede encontrar reconociendo lo más natural: el Yo que habita detrás. Y si yo hubiera estado allí, habría capturado esa risa de pilla que adoro y que es la esencia de tu regreso, tras visitar tu intranerso(bella palabra). Un intrabrazo
ResponderEliminarGlub, Antia... me siento apabullada por tu prosa poética y por la intensidad de tu aprecio -que quiero sentir como cariño-. Gracias por el eco gallego a las notas del intranerso de este lado de la pantalla.
ResponderEliminarSeguimos pedaleando por un mundo en el que materia e ingradivez se apoyen mutuamente, en lo práctico, en lo cotidiano... en la acción ¡acaso lo único que mueve la vida! Gracias.