sábado, 19 de noviembre de 2016

Sherlock Holmes en la empresa siglo XXI



Aunque de momento no utilizo lupa, Sherlock Holmes y yo compartimos un enfoque existencial: ¡la observación! previa a la reflexión, análisis, hipótesis y deducción-conclusión en la que te juegas todo a una sola carta.





Preguntado por su personaje, Arthur Conan Doyle explicó que el detective británico (protagonista de 4 novelas y 56 relatos de ficción) se centraba por completo en observar las pruebas (evidencias) que analizaba a la luz de sus conocimientos y experiencia hasta alcanzar una hipótesis que solventase el dilema.

Aunque Holmes buscaba culpables de un delito, explicaciones similares sirven para cualquier encargo empresarial que se despliega en una compañía cuyos directivos escenifican en una reunión de trabajo las posiciones de poder, habilidades y torpezas en el arte de la simulación y  las estrategias personales que se imponen al bien común.

Imaginen que estoy narrando uno de los proyectos abordados la semana pasada en busca de causas y soluciones a un asunto empresarial y escribo:"... Me centro en observar pruebas que después analizo a la luz de mis conocimientos de management y experiencia hasta alcanzar una hipótesis que clarifique que el dilema padece la empresa-cliente...". Igual que hacía Holmes, quien también fue catalogado de excéntrico, raro y sagaz, epítetos que con frecuencia me adjudican...




Hay -sin embargo- una diferencia entre Sherlock Holmes y yo: el sentido último de su trabajo (aquello que en verdad le motivaba) era "... eludir la monotonía y el tedio de la vida resolviendo casos difíciles...". Yo también disfruto clarificando asuntos complejos, pero mi motivación consiste en minimizar el sufrimiento innecesario en las organizaciones productivas y -al mismo tiempo- maximizar el potencial. Finalmente hay otro rasgo que también me diferencia de Holmes ¡el sentido del humor! que acaso sea una cualidad del amor, como me dijo en una ocasión la poetisa Gloria Fuertes.


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