A los osos no les gustan los humanos, y cuando nos huelen caminan en otra dirección ¡sus razones tendrán!
En el Kumano Kodo (Japón) habitan muchos osos. El monte sagrado está lleno de señales que alertan al peregrino sobre la presencia de este gran mamífero y recomiendan llevar -atado en la mochila- un pequeño cencerro que les avisa de la presencia humana de manera que puedan alejarse de nosotros cuanto antes.
Nuestra ignorancia sobre los animales y las plantas es monumental. La falta de respeto por la vida -entendida como algo más que lo humano- roza el sacrilegio.
Visito estos días Kew Gardens, uno de los templos de la naturaleza, donde se reproducen algunas de las especies más exóticas de plantas e incluso algunas semillas del mismísimo Charles Darwin, y donde he visto trabajar a Carlos Magdalena -uno de los más reputados botánicos del Reino Unido, conocido popularmente como el Mesías de la naturaleza-. El asturiano agita el cascabel de su conocimiento experto y nos recuerda que una de cada cinco plantas está en peligro de extinción y que sin plantas no hay oxígeno -imprescindible para la vida en la tierra-.
Recorro uno de los grandes invernaderos del Kew, y descubro que las plantas son mucho más que un placer estético ya que de ellas extraemos caucho, café, perfumes y medicinas -como la Madagascar Periwinkle, que se utiliza en la lucha contra el cáncer-.
Una de cada cinco plantas
está en peligro de extinción.
Tras caminar más de quince kilómetros en el perímetro del Kew alcanzo una serenidad zen que emerge de ese fondo común que compartimos con los osos y las plantas, y del que nos alejamos cada vez más. Me paro en el bosque de los acebos y observo tantas diferencias como en los humanos: altos y bajos, grandes y pequeños, jóvenes y viejos, verdes con hoja pinchuda, verdes con hoja casi redonda, verdes con variegado, con bolitas rojas y sin ellas...
Si tan solo una de las especies de Kew Gardens (Londres) presenta tantos matices diferenciales ¿qué nos hace pensar que los humanos hemos de ser iguales y que existe una verdad única?
De regreso a casa subo al segundo piso del 65, típico autobús rojo inglés, cuyo conductor es negro y donde voy sentada junto a un hombre joven con turbante azul marino, detrás de una niña y su madre (cubiertas de negro de pies a cabeza), y frente dos niños con bombín y chaqueta (azul con rayas blancas)...
Humanos distintos con verdades distintas en un planeta habitado por osos y plantas de cuya pacífica y amónica convivencia depende la sostenibilidad del planeta, la casa que habitamos.
Las plantas no solo son bellas,
sino el "pegamento" de la vida en la tierra,
afirma el reputado botánico Carlos Magdalena.
En Cambridge, cerca de estos lares, Meredith Belbin explicó hace algunas décadas que las diferencias enriquecen la convivencia y el trabajo en las empresas. Investigó y constató que existen al menos nueve maneras distintas de abordar la vida y los negocios, y que todos los arquetipos poseen fortalezas y debilidades, virtudes y defectos porque: "... Tú no eres como yo... no piensas como yo... y no actúas como yo... pero juntos ¡vamos más lejos!"