Once upon a time practicaba artes marciales a diario. La constancia tuvo su recompensa y alcancé cierta flexibilidad y consciencia de que el cuerpo, la mente y el espíritu danzan al unísono y reverberan con el universo por el que transitamos. Huellas, marcas en el camino.
Las huellas dejan un rastro y esa orientación me ayuda a trabajar con ahínco en las organizaciones que durante un tiempo me invitan a compartir espacio, energía, procesos, conocimiento, experiencia, dilemas y la totalidad del flujo que emana de los profesionales que crean nuevas realidades (marcas en el camino).
Durante el fin de semana he trabajado muchas horas en el diseño de unas jornadas que facilitaré a mediados de junio en Granada con la cúpula directiva de una entidad con la que colaboro desde el año 2014. Me afano en construir materiales nuevos sabiendo que las verdades son pocas (y siempre las mismas) ¡también en liderazgo y cambio organizacional!
Dibujo los conceptos relevantes que propicien un sock disruptivo en los participantes vigorizando la fuerza del cambio. Y decido qué duende viajará conmigo al aeropuerto García Lorca para inspirar el corner de los "aprendizajes esenciales". Sigo mi camino con la vista en el horizonte (como en las artes marciales) y con cuidado mido el impacto de mi paso por las organizaciones. Cierto sentido de la responsabilidad me alerta sobre potenciales riesgos colaterales... Persisto y me empeño en trazar marcas por si pudieran resultar de utilidad.
Ya huelo las adelfas del Generalife y disfruto de la visita guiada por la Alhambra. Ya escucho los pájaros de la plaza Bib Rambla donde me hospedaré en una habitación cuyo balconcito permite disfrutar la luz del atardecer contra la cúpula de la catedral y el Albaicín... Sigo el bello rastro y me olvido de escribir sobre la "huella digital", pretexto inicial... Otro día. Otra historia.