lunes, 28 de mayo de 2018

Huella Digital. Marcas en el camino.



Once upon a time practicaba artes marciales a diario. La constancia tuvo su recompensa y alcancé cierta flexibilidad y consciencia de que el cuerpo, la mente y el espíritu danzan al unísono y reverberan con el universo por el que transitamos. Huellas, marcas en el camino.  




Las huellas dejan un rastro y esa orientación me ayuda a trabajar con ahínco en las organizaciones que durante un tiempo me invitan a compartir espacio, energía, procesos, conocimiento, experiencia, dilemas y la totalidad del flujo que emana de los profesionales que crean nuevas realidades (marcas en el camino).

Durante el fin de semana he trabajado muchas horas en el diseño de unas jornadas que facilitaré a mediados de junio en Granada con la cúpula directiva de una entidad con la que colaboro desde el año 2014. Me afano en construir materiales nuevos sabiendo que las verdades son pocas (y siempre las mismas) ¡también en liderazgo y cambio organizacional!

Dibujo los conceptos relevantes que propicien un sock disruptivo en los participantes vigorizando la fuerza del cambio. Y decido qué duende viajará conmigo al aeropuerto García Lorca para inspirar el corner de los "aprendizajes esenciales". Sigo mi camino con la vista en el horizonte (como en las artes marciales) y con cuidado mido el impacto de mi paso por las organizaciones. Cierto sentido de la responsabilidad me alerta sobre potenciales riesgos colaterales... Persisto y me empeño en trazar marcas por si pudieran resultar de utilidad.

Ya huelo las adelfas del Generalife y disfruto de la visita guiada por la Alhambra. Ya escucho los pájaros de la plaza Bib Rambla donde me hospedaré en una habitación cuyo balconcito permite disfrutar la luz del atardecer contra la cúpula de la catedral y el Albaicín... Sigo el bello rastro y me olvido de escribir sobre la "huella digital", pretexto inicial... Otro día. Otra historia.      


jueves, 24 de mayo de 2018

Mujeres que corren con lobos


El caos crece a mi alrededor en forma de libros, revistas, recortes, cuadernos, pinceles, acuarelas, plantas y piedras que ocupan todo el espacio de la mesa donde el ordenador parece un fósil -aunque se calienta y respira como un animal cuando lo utilizo durante mucho tiempo-. Caos y creatividad avanzan en paralelo desde hace unos días y yo sigo la huella hacia un espacio y un tiempo que desconozco y sin embargo me aguarda.

Un punto salvaje se ha desatado en mí y me mantiene creando desde las seis de la mañana hasta la media noche y -si fuera una loba- aullaría de contento.

Dentro de tres meses cumpliré sesenta años. El tiempo se acaba y con él las posibilidades de alcanzar algunos sueños creativos a los que no renuncio. Y como no renuncio corro, corro con lobos, como Clarissa Pinkola Estés, la analista junguiana cuyo libro vino a mí en sueños y he retomado de la biblioteca donde estaba desde que lo leí por primera vez en 1999.




En el epicentro de mis actividades creativas están Zaragoza, Bilbao y Granada, ciudades en las que facilitaré actividades en junio. Así que me aferro al ordenador fósil que respira y se calienta con el paso de las horas y actualizo mi manual de equipos. El capítulo dedicado a la comunicación me fascina y lo amplio con frecuencia. Hoy añado un párrafo dedicado a la escucha que surge de la página 34 del libro de Clarissa: "... Los antiguos anatomistas decían que el nervio auditivo se dividía en tres o más caminos en el interior del cerebro. De ello deducían que el oído podía escuchar a tres niveles distintos. Un camino estaba destinado a las conversaciones mundanas. El segundo para adquirir erudición y apreciar el arte. Y el tercero permitía que el alma oyera consejos que pudieran servirle de guía y adquiriera sabiduría durante su permanencia en la tierra.

Bajo a la playa de casa. Me descalzo y sumerjo en el mar frío y vigoroso donde observo las gaviotas. Escucho la espuma cuando rompe la ola y un perro que juega con su dueño. Escucho mi conexión con la sal, la arena, las algas, los peces, el agua... Escucho mis intrépidas ganas de crear y, mientras tanto, la marea alcanza mis sandalias y el vestido rojo que me compré ayer en un arrebato de contento porque si fuera loba ¡aullaría!    


jueves, 17 de mayo de 2018

Motivar el Cambio = Negociar la Recompensa



Las empresas me envían a sus mejores directivos. Aunque obtienen resultados que rozan la excelencia, las empresas quieren más de sus mánagers y -aún cuando no esté en juego el beneficio económico- la voracidad de las organizaciones no tiene fin. 

El caso es más, más, más... ¿para qué? ¿de qué? Más liderazgo, comunicación, empatía, escucha, pro-actividad, innovación... A veces tengo la sensación de que los propietarios de un negocio han metido la mano en un bazar del que sacan conceptos con la frivolidad de los sonrientes insectos de la fotografía. 

  



La propiedad fija por escrito un objetivo con unos indicadores que cuantifican el punto en el que se encuentra el profesional y el que anhelan tras un proceso de entrenamiento en el que la transpiración está asegurada.

Sudamos para acompasar la pulsión del directivo (su identidad, valores, carácter o momento existencial) con los anhelos trazados desde un despacho en la planta décima del Paseo de la Castellana(Madrid). Alineamiento. Le llaman alineamiento entre el profesional y la organización y aquí surge el dilema.

Las personas cambian ¡si quieren! y -alcanzada cierta posición y madurez- esta afirmación se torna radical: las personas cambian solo ¡si quieren! ¿Entonces? Hay dos opciones: la empresa puede presionar (anacrónico mecanismo de gestión empresarial) o puede incentivar (sistema contemporáneo de retención y desarrollo del talento). La presión solo tiene efectos negativos ya que un  profesional bien posicionado suele tener varias opciones laborales al alcance de la mano y, por lo tanto, no servirá como revulsivo. El incentivo puede funcionar siempre que al directivo le compense el cambio que ha de realizar. Ya saben, el cuento del palo y la zanahoria... 



Incluso bajo presión,
las personas cambian ¡si quieren!


Sería conveniente que -antes de embarcar a sus mejores directivos en un proceso de entrenamiento- las organizaciones calibrasen cuál es su verdadero "margen de maniobra" para incentivar de una manera eficaz a sus profesionales. Entiendo por eficaz ¡que funcione! lo que precisa una conexión real con las motivaciones específicas de cada individuo: clima laboral, dinero, reconocimiento, aprendizaje, prestigio, formación, tiempo, flexibilidad...

En síntesis: los profesionales cambian ¡si quieren! especialmente si no temen el despido y cuentan con opciones. La manera de propiciar el cambio pasa necesariamente por negociar, un verbo que no siempre está en el imaginario empresarial.


sábado, 12 de mayo de 2018

El tiralíneas del universo



La última vez que comí con Ana Belén Juaristi era vicepresidenta de Confebask y Adegi así como gerente de Engranajes Juaristi, empresa familiar radicada en Zarauz (Guipúzcoa). Por aquel entonces ella leía con frecuencia este blog y en la sobremesa me pregunto por qué escribía. No recuerdo la totalidad de nuestra conversación, solo que en algún momento le dije que para mi escribir es respirar. Querrás decir "expresar", me corrigió ella. No, no, Ana Belén -repetí yo- para mi escribir es respirar... 




Respiro a bocanadas hacia el puntal de Pasajes Donibane con cuidado de no pisar los caracoles amarillos que pueblan el sendero embarrado por la lluvia. A ratos el viento me obliga a cerrar el paraguas y ponerme el viejo gorro de lana sin perder la atención de mis pisadas (ya que algunos caracoles son tan pequeños como la mitad de la uña de mi dedo meñique). 

Escribo a chorro (respiro a bocanadas) mientras recuerdo a Pablo Neruda: "... gracias a la escritura las obsesiones que nos agobian pueden convertirse en un hecho estético...". 

Entre maleza, viento, lluvia, barro y caracoles repaso las aventuras de la última semana que parecen trazadas por un invisible tiralíneas que se ocupa de mantener el equilibrio de mi existencia: el martes perdí un cliente industrial a pesar de haber cumplido los objetivos del encargo y obtenido un nueve en el índice de satisfacción. Me ha costado integrar la complejidad de hechos, matices, ideas, valores, proyecciones, errores y aciertos de un año de trabajo en una fábrica donde he aprendido, disfrutado, compartido mientras era fiel a mis sueños de cambio en las organizaciones. Decía José Luis Borges que un hombre que es fiel a sus sueños es una persona ética, y nada me libera más del plomo que la defensa de los valores sin los que mi trabajo y yo nos somos nada. Nada.

El caso es que el viernes tenía un nuevo encargo -en este caso de un prestigioso centro de investigación que desea entrenar a sus profesionales en el bellos arte de crear equipos de trabajo. Y aunque un clavo no saca otro clavo, agradezco al tiralíneas del universo que en la misma semana haya equilibrado la cuenta de pérdidas y ganancias. Ahora toca convertirse en hija de los dioses para practicar el adagio de "divertirse trabajando" (Ray Bradbury). Respiro. Escribo. Sonrío.



miércoles, 9 de mayo de 2018

El precio de la dignidad


Esta mujer tiene ochenta y un años y expone en el Museo Guggenheim Bilbao hasta el 10 de junio de 2018. Nació en San Sebastián (1937), ha vivido en Paris, y -leyendo las entrevistas que concede- diríase que es una filósofa rebelde, ¡libre! contrasistema... 



Releo párrafos del catálogo de la exposición en los que Esther Ferrer arroja frases como arena a los convencionales ojos de los ciegos por voluntad propia. 

En la "performance" -afirma la artista- como en la anarquía, ni dios, ni dueño, ni nacionalidad, pero como en ella, un gran sentido de responsabilidad.




En la última entrevista concedida el titular a cinco columnas dice: "Pago un precio (alto) por hacer las cosas que quiero y como quiero". Esta frase me hace bien hoy que he perdido una gran cuenta (la tercera en mi ranking de facturación) a pesar de haber logrado los objetivos del proyecto y recogido un 9 sobre 10 en el índice de satisfacción... He perdido una gran cuenta por haber defendido con fiereza valores y comportamientos éticos y me consuela que una mujer con este bagaje haya alcanzado la cima de su profesión aunque en el trayecto haya pagado un precio alto.


domingo, 6 de mayo de 2018

La universidad... ¿forma para trabajar?



Sólo un 10% de las empresas están interesadas en la nota media de los universitarios que contratan, afirma la plataforma de BeWanted tras haber analizado más de 12.000 procesos de selección. Cabe preguntarse. ¿Qué es lo que les interesa a las empresas?

Las organizaciones del siglo XXI son conscientes de la necesidad de competencias hard (conocimientos en biomecánica, ortodoncia, ingeniería genética o física cuántica) y cada vez con mayor intensidad anhelan contratar a personas que además tengan competencias soft que -según un reciente estudio de Universum- no se imparten en las universidades. ¿De qué hablamos?

La investigación realizada entre 22.000 universitarios españoles revela que un cuarenta por cierto demanda a sus centros de estudio competencias transversales que no se ofrecen en aula tales como la tolerancia a la presión (resiliencia), comunicación, gestión de conflictos y -sobre todo- trabajo en equipo. ¿Qué hacer ante semejante desafío?


8 de junio de 2018, taller sobre equipos en Zaragoza


Tres preguntas que todo profesional ha de responder antes de iniciar una búsqueda activa de empleo: ¿Qué les interesa a las empresas? ¿Cuáles son mis competencias hard y soft? y ¿Cómo fortalecer aquella musculatura que siendo transversal a diversos puestos y sectores resulte relevante y diferencial para que nos contraten?

Quizá sea cierto que el dueño de un martillo ve clavos por todas partes, pero aún a riesgo de encarnar el tópico compartiré con ustedes que construir equipos de trabajo a partir de un grupo de personas es una clave esencial que se enseña, aprende y ofrece un retorno espectacular de la inversión.

Por partes: mi expertise -aquello que se ha practicado durante más de 10.000 horas- es construir equipos para transformar organizaciones. Digamos que este es el martillo que aplico allá donde me encuentro obteniendo buenos resultados, algo que siempre alegra la existencia. El retorno de la inversión se refiere al dinero (lo más obvio), al tiempo que conlleva la formación que imparto (seis meses), y la esperanza. Acaso la esperanza que traen los alumnos sea lo que más entusiasmo y compromiso genera en mí: no defraudar sus necesidades, expectativas o anhelos para encontrar un empleo de calidad, progresar en su empresa, crear su negocio o desarrollar a otros. Antes de embarcarse en un proyecto formativo de envergadura uno debiera conocer a la persona que lo impartirá para comprobar qué tipo de resonancia se produce en nuestra cabeza, corazón y manos (ganas de llevar a la vida lo aprendido). Por esta razón ofrezco un taller intensivo antes de comenzar la formación semestral. Este año será el 8 de junio en las instalaciones de Ibercaja en Zaragoza un lugar bello en el que aprenderemos juntos. También reiremos, pasearemos, tomaremos apuntes, trabajaremos casos empresariales y comeremos en un salón espectacular con vistas al bosque. Es una experiencia que hemos vivido en las quince ediciones anteriores y recomiendo. Toda la información en este link. ¡Ojalá nos veamos allí!

   

viernes, 4 de mayo de 2018

Los ricos ¡también lloran!


No consuela, pero... ¡los ricos también lloran! como decía el título de una serie de televisión de los años noventa. Y -aunque no consuela- hoy he llegado a casa especialmente contenta de no tener que preocuparme por la custodia de mis propiedades mundanas: voy ligera de equipaje como los hijos de la mar, y vivo con orgullo mi austeridad.

Cierto es que por razones laborales me relaciono con personas de perfil económico medio-alto. Les ayudo a reflexionar, escucho, pregunto, apoyo, sostengo, acompaño, desafío, propicio bromas, recojo emociones y así, juntos, avanzamos en la dirección de los objetivos que anhelan.

Mis clientes son de una fidelidad grandiosa al punto de atronar el firmamento: algunos están conmigo desde el año 2002 trabajando diversos aspectos de sus empresas y logrando los objetivos que perseguimos con la fiereza de un perro de presa. Una de las empresarias históricas (que ha llegado a ser una amiga) atraviesa un momento dulce que vive como un infierno: la venta de su saneada empresa familiar (segunda generación) a un grupo internacional que opera en España, Francia y China. 

Esta tarde hemos tomando un café en la terraza del club de tenis de nuestro barrio (Ondarreta, San Sebastian). El encuentro ha durado hora y media y les aseguro que he escuchado más de veinte veces la palabra ebitda (earnings before interes and taxes depreciations amortization), algo de lo que ella no había oído hablar hasta hace unos meses, cuando comenzó el coqueteo con el grupo internacional...



El caso es que los ricos también lloran porque ahora ha de cubrir las expectativas ebitda de los compradores cuya apetitosa oferta económica para hacerse con la empresa le convertirá en millonaria. La foto del momento es la siguiente: duerme mal, tiene contracturas en la espalda provocadas por estrés, se pasa el día en bufetes de abogados de 350 euros/hora y está pendiente de su smartphone como si  respirase a través del WhatsApp. Nunca la he visto tan desencajada... mañana volveremos a charlar y me volcaré en que sienta mi cercanía, apoyo y lucidez en la búsqueda de soluciones creativas a un momento que -como diría mi madre- se caracteriza por el slogan: business is business!


martes, 1 de mayo de 2018

En los negocios ¡no corro y no compito!



Un empresario al que admiro y aprecio y yo aprovechamos la jornada de ayer -puente festivo del primero de mayo- para un encuentro de trabajo en un establecimiento del Parque Tecnológico de Miramón del que ambos somos clientes habituales.



El entorno informal no despistaba a ninguno de los dos que acudimos con ideas claras sobre el proyecto cuyo enfoque partía de la paridad -lo que le obligaba a negociar- algo tremendamente disruptivo para él acostumbrado a que trescientos trabajadores obedezcan sus órdenes sin réplica.

Llegamos puntuales, nos adjudicaron una mesa discreta junto al ventanal desde el que se ve el bosque de Miramón, y comenzó la danza argumental de mi interlocutor cuyo perfil altamente comercial se mostró en todo su esplendor. La conversación resultaba fluida si bien las posturas iniciales eran casi contrapuestas. Siendo un excelente fajador iba encajando mi argumentario al mismo tiempo que se hinchaba la vena del cuello que delataba su enfado. Hacía esfuerzos por controlar su irritación, pero poco a poco fue perdiendo los papeles, alzando la voz y emitiendo gestos levemente amenazantes al punto de que el jefe de sala -que nos aprecia- vino a preguntar si todo iba bien y si necesitábamos algo...

Confesaré mi incomodidad al verle desencajado, si bien fui capaz de mantener la serenidad, el rostro afable, la práctica de la asertividad, las técnicas de negociación en las que me he formado, e incluso algunas pinceladas de mediación entrando y saliendo de mi propio papel ya que en realidad ambos queríamos realizar el proyecto. 

Les ahorraré las dos horas de conversación tensa y avanzaré que no cerramos ningún acuerdo si bien eso no es lo más relevante. 



Para mí resultó relevante descubrir que lo que le sacó de quicio fue una frase neutra e inocente que resume mi postura existencial en la vida y los negocios. Ante sus zarandeos verbales, manipulación de datos y "enfoque único" me mantuve serena en una idea: "No compito y no corro". 

Según me explico más tarde por teléfono, esa frase disparó su efervescencia de macho alfa y le condujo a la pérdida de compostura.

Esta mañana (martes uno de mayo) sigo dándole vueltas a las posibles razones de su desquiciamiento porque realmente compartí con él una opción personal cierta: en los negocios y en la vida ¡no corro y no compito!