viernes, 27 de agosto de 2010

Endorfinas al curry

Shinoda Bolen afirma en Las diosas de cada mujer y en Las ancianas no se quejan que las mujeres tenemos "mente algodonosa" a partir de cierta edad. Christiane Northrup en el libro Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer -auténtica biblia femenina- se refiere también a un cerebro algo lento, disperso y poroso que alude al mismo concepto.

Por mi parte, lo mismo que no oculto mis canas, ni mi fecha de nacimiento (la pueden ver en el perfil de la página de inicio) acepto que mi mente sea diferente -cuando menos diferente- a aquella que portaba a los... ¿treinta años? La mente de ahora me sirve fielmente sin la tiranía de látigo de antaño y además tiene muchas más cajitas, yo diría estanterías enteras de nuevos libros, cursos y experiencias.

Saben que la neurociencia y sus gurús están de moda porque -a su manera- explican muchos de nuestros desvaríos. Integrada en la marabunta yo misma leo con frecuencia asuntos relacionados con las cadenas neuronales, péptidos, transmisores y los anclajes, cuestiones que manejo en mi trabajo cotidiano.

En realidad lo que hoy me lleva a compartir con ustedes no es nada de esto (que quizá sirva de contexto) sino el hecho de que desde hace unas semanas me rió por casi todo, relativizo hasta límites exasperantes para el resto de los mortales, soy feliz como una lombriz y por todo ello me siento más anómala de lo habitual. Me ha dado por pensar si será la "mente algodonosa" pero lo he desestimado ya que en el trabajo responde como un disciplinado ejército entrenado por el mismísimo Sun Tzu en persona. ¿Entonces? Mi hipótesis provisional es que tengo un empacho de endorfinas (las llamadas hormonas de la felicidad) a las que les ha dado por expandirse y dimensionarse de una manera anárquica e inquietante. Me explicaré, es algo parecido al efecto de las drogas ya saben: euforia, risa, ingenio, afilada ironía, cercanía emocional y desinhibición... Bueno, pues algo así es lo que me ocurre desde que pongo el pie en la alfombra de mi cuarto, al despertar. Allí está la sobredosis de endorfinas. Otra hipótesis es que mi cabeza se haya pasado vuelta y media. Supongo que si no escribo en unos días, o si no saben más de mí tendremos que quedarnos con la segunda hipótesis...

El caso es que si se produce una sobredosis de endorfinas de manera natural pudiera ser interesante investigar qué ha podido producirla ya que es bastante divertido... Les contaré lo que descubra ¿Apetece?

jueves, 26 de agosto de 2010

Broma Cósmica

Si hoy fuera una diosa, cruzaría mi cuerpo sobre las agujas del reloj para que no avanzase hacia el comienzo de mis obligaciones. Si fuera una diosa, dedicaría la jornada al placer de ser, estar, observar y sentir sin más quehacer que colgar la pupila del horizonte bellísimo del mar -mi mar Cantábrico- donde los veleros aparecen esta mañana con los mástiles desnudos (sin trapo) porque no se mueve una paja en la cornisa.

Dedicaría dos horas a escribir, una hora a visitar la planta de libros del Fnac, una cuarta a leer en la terraza de La Concha y echaría una siesta para soñar imposibles realizables -bonita expresión incongruente- y sacaría por fin los aperos de acuarela para deslizar el pincel japonés sobre la delicia del papel Arches -acaso el mejor del mundo-. Después iría a tomarme un helado de cucurucho a la italiana del centro para recogerme finalmente en los brazos de mi amante... si fuera una diosa.

Aterrizo del Olimpo: pongo la lavadora, riego las plantas, coloco unos cojines del salón, guardo las pesas y la cuerda del gym, preparo mi ropa de trabajo, repaso el Email, anoto en la agenda y salgo de casa hacia los imposibles realizables. Dioses de barro incapaces de frenar las agujas del reloj cósmico! La broma del vivir ;0)

miércoles, 25 de agosto de 2010

Abdul

Conozco a un hombre musculoso que se llama Abdul y no es ni el famoso jugador de baloncesto del Harlem Neoyorkino, ni el poeta árabe loco, ni el presidente indio, sino un obrero de la construcción cuyo perfeccionismo me tiene fascinada.

Media docena de operarios realizan una obra faraónica desde hace unas semanas cubriendo la superficie exterior del garaje de mi casa donde se alojan unos... cuarenta coches (más o menos) y donde las persistentes lluvias torrenciales terminaron por filtrarse a través de diminutas grietas.

Al filo de las 7.30 de la mañana -puntual como un amanecer- aparece Abdul bajo mi balcón norte, el que da al mar, y comienza su ritual: cambio de ropa y de botas que deja pulcramente doblados en el alféizar de la planta primera. Después -aunque aún no han llegado sus compañeros, ni el jefe- comienza a ordenar los aperos de trabajo: repasa la hormigonera, pone juntas todas las palas, saca los ovillos de cuerda que utiliza para realizar líneas rectas, retira las basuras, barre restos, los lleva a la escombrera... en fin, eso es lo que puedo observar sin ser descubierta porque -si lo hace- mira hacia arriba y se ríe con una picardía que de inmediato hace que me recoja en el salón-convento de mi casa.


Sé que se llama Abdul porque sus compañeros pronuncian todo el tiempo su nombre acompañado de risas, tacos y órdenes. Creo que no habla castellano o no lo hace del todo bien porque el otro día dijo nieve refiriéndose al hielo... divertido. No crean que me paso el día espiándoles, lo que pasa es que están de sol a sol, mientras cuelgo la ropa, riego las plantas o salgo a ver el atardecer sobre la bahía. Abdul tendrá unos... cincuenta y muchos años aunque es difícil predecir su edad toda vez que carga peso como una bestia (en el mejor sentido del término) que está surcado por el sol, el frío, el viento e incluso la lluvia (le he visto trabajar bajo la lluvia) y se va siempre el último.

Mientras observo con cuánto primor realiza su trabajo, a veces me pregunto por su vida ¿de dónde será? ¿tendrá familia? ¿cuáles serán sus sueños? Por su manera de trabajar, le catalogaría de perfeccionista y su jefe lo sabe y -espero y deseo- que de algún modo le compense. Abdul, a la intemperie ¿hasta el final de su vida laboral?
He desarrollado un gran respeto hacia estos obreros de la construcción que arreglan el tejado del garaje. ¡Qué duro es su trabajo, qué buen ambiente tienen entre ellos, con sus risas, sus voces, sus tacos... y-sobre todo- con cuánto amor esparce Abdul la masa de cemento!
En fin, él nunca sabrá de este post. Ni de la picardía que emana de su mirada, ni de mis preguntas sobre su origen y destino... Escenas cotidianas.

domingo, 22 de agosto de 2010

Rodaja de limón

Con la pleamar, la bahía es una rodaja de limón y los turistas se apelotonan en el gajo de cítrico que el mar concede mientras enfilo la ascensión al monte Igueldo, entre caseríos. Los higos no están maduros (van con retraso), sin embargo las manzanas rojas están fantásticas colgadas de los árboles como adornos navideños. Las moras están en su apogeo y las primeras bellotas brillan en los robles: se aproxima el otoño en el norte vasco, un tiempo que para muchos de nosotros significa el verdadero comienzo del año psicológico, ese momento en el que trazamos propósitos en el invisible papel del porvenir. En mi caso: adelgazar dos kilos, realizar sesiones de gym tres veces a la semana, volver a pintar acuarelas, y encontrar un profesor/a nativo para practicar mi oxidado inglés de escuela oficial de idiomas.

Están contentos los hosteleros porque se han batido las mejores cifras de turistas de toda la historia guipuzcoana. A pesar de la rodaja de limón que ahora mismo es la bahía, de las muchas obras urbanas y de la climatología, la tacita de plata sigue vendiendo glamour, gastronomía fabulosa y una belleza idílica de veleros propia de Montecarlo.

Conozco a las personas que han puesto riñones (esfuerzo), talento, malos ratos, afán de superación y muchas cosas más para sostener las cifras de turistas y la calidad en el punto de información situado en el Boulevard. Son un puñado de profesionales a los que admiro aunque que a ratos tengo la impresión de que su "felicidad laboral" no está a la altura de sus logros. Es como si tuvieran floja la autoestima grupal. Me explico... Re-leyendo hoy al psicólogo Ferrán Salmurri he descubierto lo que denomina el "índice de la felicidad" que se obtiene a partir de la auto-evaluación de cinco factores. ¡Jueguen conmigo! ¿Quieren? Tomen lápiz y papel y dispónganse a puntuar de 0 a 10 en cada uno de estos conceptos: ¿Cómo andan de autoestima? ¿Y de capacidad de pensamiento positivo? ¿Qué tal las relaciones con los demas? y ¿el autocontrol emocional? Por último, ¿qué nota se otorgan en autocontrol de la conducta?

Sumen todas las puntuaciones, dividan entre cinco, y tendrán su índice de la felicidad hoy, en este momento. Ferrán Salmurri considera que la felicidad es una elección, así que si la nota obtenida es baja, quizá puedan proponerse aumentarla... ¡Que tengan un gran día!

sábado, 21 de agosto de 2010

Y de lo mío, ¿qué?

Los pilares de la tierra se resquebrajan bajo mis pies. Son pocos y existen desde el comienzo de la humanidad, acaso antes.


La piel padece cada vez más enfermedad no sólo por el deterioro de la capa de ozono -y el insano impacto del sol- sino porque es el límite que separa el ser (interior) del mundo (exterior): es la frontera de la identidad y está en quiebra.

En el despacho, los clientes verbalizan sufrimiento por ausencia reiterada de valores en su entorno. No crean que hablan de abstracciones, sino de hechos como la traición, el engaño, el desprecio y la deslealtad.

La familia -último bastión de las esencias- de desintegra por deslocalización, búsqueda de prosperidad, horizontes creativos o amores. Apocalípticos e integrados que diría Umberto Eco, el sabio hombre de la rosa.

Hay algo que se alza en mí como la razón que permite entender la destrucción de los pilares de la tierra. No tiene truco ni misterio, es algo simple que mi filósofo de Aiete (parque de San Sebastián) denomina "ausencia de normas" y que yo prefiero simplificar. Para mí el mundo se desintegra porque falta respeto. Dicho. Anacrónico, lo sé.

Ken Follet utilizó 400.000 palabras para desarrollar su best seller. Yo no me extenderé tanto, sólo un párrafo más para clarificar que añoro el respeto a la diferencia, a lo espiritual, a lo desconocido, al esfuerzo, al saber, al trabajo realizado con primor, al amor, a la edad y al silencio. Acaso sin respeto no halla identidad porque es el espejo en el que nos miramos, y entre parpadeo y parpadeo construimos la autoimagen que piensa, siente, decide, hace... construye o deconstruye este mundo cuyos pilares de desintegran...

miércoles, 18 de agosto de 2010

Te añoro

Llevábamos tanto tiempo juntas que nos dábamos por descontado, como las parejas de largo recorrido. De pura cercanía, no alcanzábamos a ver la singularidad de la otra. A diario paseábamos kilómetros por la bahía, fuimos envejeciendo al unísono, y aprendimos a tolerar las torpezas de la otra, igual que dos gemelas que ven en el rostro ajeno la arruga propia. Eso nos gustaba: estábamos cómodas aún en los defectos e imperfecciones que sólo se descubren en la convivencia. Entre nosotras había poco glamour y mucho realismo, complicidad y entrega, hasta que un día desapareciste sin decir nada. Te busqué por las calles que solíamos transitar, susurré tu nombre a los caminantes que me tomaron por loca, ofrecí recompensas para saber de ti y alerté a la policía que miró hacia otro lado con desidia. Nadie tomó en serio mi tristeza y argumentaron que eras sólo una vieja bicicleta. ¡Qué sabrán ellos de nosotras!

No renuncio a encontrarte allá donde estés, con quien estés: como un amor despechado, acecharé noche y día entre los ciclistas de la ciudad, olisquearé las esquinas, registraré los aparcamientos del Boulevard, de La Concha, de San Marcial, mi calle, donde tantas y tantas veces me esperaste a la salida del despacho con enorme paciencia, aligerando mi cansancio de regreso a casa, tarde, con lluvia o frío. Recias y juntas.

Trek 730, una gran bicicleta verde botella que alguien me ha robado llevándose consigo el recuerdo de la tienda en la que la compré, varios accidentes provocados por terceros, cambios de ruedas y de frenos, un timbre redondo y oxidado. Si es cierto que eres un saldo de bicicleta, que tu valor de mercado es casi nulo ¿por qué te han separado de mí? ¿para qué?

Absurdas paradojas. En casa, ante mi disgusto, me han recordado que suelo hablar del desapego budista, de la necesidad de practicarlo para no sufrir, para incrementar la libertad y la independencia. Tienen razón y -sin embargo- te añoro. Te añoro con toda mi alma vieja amiga.

martes, 17 de agosto de 2010

Mar adentro

Medirse con el mar es perder la apuesta de antemano. Gana siempre. A nado, unos metros o unos kilómetros mar adentro te vence por cansancio. Sobre la tabla de surf, avanzas -y te diviertes- justo hasta que su enorme fuerza-ola te abandona. En piragua, te voltea cuando le da la gana llenando el interior de algas, sal y abundante agua. A vela dependes por completo del mismo aire que juguetea caprichoso con las cometas en un día gris del verano norteño (ver foto).

Medirse con la naturaleza es perder la apuesta de antemano: vence siempre y -aún maltrecha- seguirá en pie cuando hayamos desaparecido del planeta: es más fuerte y carece de emociones ¿o porque carece de emociones es más fuerte? Las gaviotas se atreven a coger olas de viento que les zarandean entre nubes bajas. Jugueteando, sin resistencia, fluyen con el elemento aire haciendo de la dificultad virtud. Por contra, los humanos... ¡Cuánta soberbia para ser un grano de arena pegado a la sandalia del pescador! En el Kursaal, exponen (hasta el 12 de octubre) cuadros, esculturas, collages y bocetos de Joan Miró. Turistas y residentes aprendemos el arte de lo ecléctico y si estás un rato en el interior de la sala Kubo (observándolo todo con serenidad) te llevas mil impactos de inspiración, como si visitases el estudio del artista en Mallorca, entre 1956 y 1983. Rodeado de mar, bajo la influencia del cubismo, el fauvismo, de Van Gogh o de Cezanne (ver foto) nadaba con frecuencia en el océano-mar junto a su esposa Pilar. Me da por pensar si tener pareja será un salvoconducto de la barbarie del vivir, del ser aniquilado por las mareas ?¡¿!

Tomo un café en la terraza de la Zurriola y leo a Kundera, el gran escritor checo con quien no conectaba desde la Insoportable levedad del ser. Buceo en La identidad, un libro inquietante con pareja de fondo, y vuelvo al mar, invencible coloso sin vanidad. Me enamoran su fuerza, su profundidad y su cambiante belleza hoy gris verano en la bahía.

lunes, 16 de agosto de 2010

Volar

Uno de los piropos más bonitos que recuerdo sonaba así: "... Eres como la llama de un candelabro que, para existir, ha de bailar y elevarse...". Hermoso si fuera cierto. Sin embargo, se trata de una entre mil frases de un libro de Milan Kundera, nacido en Brno, República Checa en 1929. Este intelectual debe tener ochenta y un años con los que me gustaría pasear este atardecer por la bahía.

La llama de un candelabro que, para existir, ha de bailar y elevarse. ¿Acaso el desarrollo del potencial es otra cosa que elevarse sobre la gusano-miseria de nuestros defectos?

domingo, 15 de agosto de 2010

Stop

El país se para, no sé si porque es agosto (y eso parece justificarlo todo) o porque nos ha entrado una especie de moho en el alma, de nostalgia por la bonanza económica que se fue para no volver, como el primer amor.

Esta mañana llovía, así que he buscado un sustituto razonable a la playa-natación en la bahía y me he acercado con mi mochila al polideportivo del barrio después de hacer el crucigrama y leer un rato en la degustación de la plaza. Me he quedado boquiabierta al comprobar que estaba cerrado y una pareja de transeúntes me ha explicado que los domingos y festivos el polideportivo municipal cierra durante todo el verano. ¡Cielo Santo! de inmediato me he acordado de Alemania, de Holanda, países a los que viajo con frecuencia -por razones familiares- y en los que no sólo los centros de ocio sino la mayoría de los comercios (incluso los de lujo) están abiertos siempre, todo el año. No me extraña que la señora Merkel haya conseguido que el Producto Interior Bruto germano haya crecido un asombroso 2,2% durante el segundo semestre del año mientras el nuestro se desploma en caída libre hacia despeñaperros... es un decir. Sin duda algo influye también el nacionalismo alemán que propicia el consumo de productos fabricados en el país cerrando el paso a las importaciones. Me contaba hace poco una empresaria vasca del acero que Alemania ha dejado de comprarles porque prefieren adquirir piezas realizadas en su propio país: ellos se lo guisan y ellos se lo comen. El PIB sube ¡claro!

Vamos a contrapié de Europa y la moneda parece ser lo único que compartimos. Por la tarde, en Breakingviews Reuters, descubro varias demandas de empleo para la zona euro y me sorprendo porque sigue siendo agosto y parece que eso no explica nada en otras tierras. Busco el contraste y abro el suplemento Negocios de EL PAÍS: cero anuncios de empleo. Cero.

La Europa que se gestó en dos velocidades parece haberse escindido en veinte velocidades y la de España aún suena a charanga y pandereta: polideportivos cerrados porque es festivo, comercios cerrados los domingos, el PIB en dirección contraria de la autopista alemana e inexistente oferta de empleo a mediados de agosto. Stop. España se para ¡qué lujo! ¿no les parece?

viernes, 13 de agosto de 2010

¡No se duerma!

El directivo español medio se define como optimista, enérgico, adaptable al cambio y bien remunerado. Al mismo tiempo reconoce algunas debilidades como planificar mal, asumir un nivel de responsabilidad menor al que cabría esperar, excesiva autocomplacencia y estrés crónico. Los datos recién salidos del horno de Infova (Instituto de Formación Avanzada) -tras encuestar a 800 ejecutivos- concluyen en la conveniencia de que los directivos españoles contraten “entrenadores” que propicien mejoras sustanciales en el ejercicio jerárquico de mandar y en el ejercicio moral de inspirar.


Un ejército de hombres con bolsas deportivas se encamina al mediodía hacia los gimnasios de élite: saben que mantener el cuerpo en forma resulta vital para salir adelante en la fábrica, el despacho, los tribunales o el hospital. Un ejército de mujeres con bolsas deportivas se encaminan al mediodía hacia los gimnasios de élite: saben que mantener el cuerpo en forma resulta esencial para sobrevivir en la fábrica, el despacho, los tribunales o el hospital. ¿Por qué se resisten, sin embargo, a entrenar en el “gimnasio de habilidades”? El Coaching apalanca fortalezas (optimismo, adaptación al cambio…etc.) y minimiza las debilidades...


Tomemos el caso de N.M. -un conocido directivo institucional vasco- cuya carrera meteórica en los últimos quince años le ha llevado de un organismo a otro escalando cada vez más alto en el ranking salarial, de influencia y visibilidad mediática. N.M. ha alcanzado su sueño más loco, una ambición ni siquiera confesada, un destino en lo universal, y como consecuencia de ese vaivén de aguas mansas se está durmiendo en los laureles y la institución que lidera resbala hacia el desánimo, los grupúsculos y las "comidillas". Afortunadamente tiene un Coach que le ofrece feedback honesto, un tanto despiadado, y con algunas sugerencias de cambio-mejora. La auto-complacencia se aleja, y N.M. recupera el timón del equipo y su alerta de ardilla.


Tras el replanteamiento situacional, el Coach le propone centrarse en su agenda, en verdad, en su capacidad de planificar y “seguir” en el tiempo aquellos acuerdos o directrices marcados al equipo por él mismo o por la organización: el valor de la coherencia que tantos destrozos causa cuando se vulnera en las empresas… Tarea para los próximos meses.


Porque el Coaching es una mirada al futuro (desarrollo del potencial) desde el presente (plan de acción), artesanal (único para cada persona), medido en tiempo e indicadores (concreto y práctico), con un ROI (Retorno de la Inversión de 600%, según la Universidad de Alcalá de Henares). El sabio Rafael Echevarria dice que la misión de los directivos, de los líderes y de los políticos es ejercer la metanoia, es decir: mirar al futuro y sembrar esperanza. La compañía de un Coach puede marcar la diferencia.

martes, 10 de agosto de 2010

Sueños de Jabón

Camino por el agudísimo filo de esta espídica ciudad con un latido hoy intenso bajo un cielo raso más propio de Castilla que del País Vasco. Me enclaustro a orar (escribir) en la Meca del saber: la nueva biblioteca foral de Bilbao en Diputación, 7 -cinco plantas de lujo institucional, casi de despilfarro- donde reina un silencio que hiere los oídos. Ningún templo, catedral o cueva pueden emular este silencio. Rodeada de estudiantes oro a mi manera que no es otra sino trabajar, vivir, leer, reflexionar, aprender, equivocarme y escribir: escribir hasta que mi cuerpo estalle como una salchicha en una sartén con el aceite abrasador del infierno.

Tengo compañeros de viaje, personas volcadas en el aprendizaje con una fecha límite para conquistar el conocimiento. A mi izquierda, un joven con peludas piernas y bermudas para quien este vácum sonoro no es suficiente y se aisla -aún más si cabe- con unos tapones amarillos de espuma en los oídos. Sobre la mesa: un móvil, un periódico, dos rotuladores fosforecentes, un lápiz, una goma, una calculadora... dejo de mirarle porque se está poniendo nervioso. A mi derecha, una mujer madura con vestimenta hippie volcada, casi sumergida, en un temario quizá de oposición ¡cuánto miedo, qué afán por el empleo fijo! Sobre su mesa: otro móvil, un paquete de clínex, un estuche de lapiceros, una regla, un taco de post it y una botella pequeña de agua. Sin duda vienen a pasar el día, o al menos la mañana. Alienta contemplar la esforzada persistencia por aprender ¡a lo mejor es cierto que sirve para algo! Llevo toda la vida leyendo hasta el punto de que si me preguntasen qué he hecho en medio siglo de existencia -y tuviera que ofrecer una respuesta honesta y breve- diría: leer y, en segundo término, escribir y quizá pensar/ reflexionar.

Antes de llegar a esta catedral desde la que escribo he trabajado con una empresaria excepcional, una mujer con leyenda, glamour, belleza y creatividad, tanto de todo que me ha llevado a pensar si la abundancia y su gestión no es un freno para el logro ¡tanto o más que la escasez y su gestión! De veras, porque cuando hay en demasía estamos obligados a jerarquizar, a ordenar, y a elegir. Al omnipotente ser humano del siglo XXI (urbano, descreído y viajero) le duele verse sometido a la ley de la gravedad y al hecho de tener que elegir.


Camino sobre el agudísimo filo de esta espídica ciudad que hoy huele a Ágora, espacio reflexivo de la antigua Grecia que en otro contexto (Egipto) ha puesto de moda Amenabar en una película de título homónimo. En ese espacio al raso, abierto por definición a la controversia y el intercambio racional, se producen las mejores sesiones de Coaching que no es -acaso- otra cosa sino acompañar a las personas en el proceso de pensar palmo a palmo, momento a momento, a su estilo...

Pensar no es darle vueltas obsesivamente a las cosas, ni analizar. Pensar no es planificar, ni mandar, ni delegar.

Pensar es pararse y es reproducir en nuestro interior este silencio sólido que habita la biblioteca central de la ciudad. Pensar es separar el grano de la paja, lo convencional de lo que auténtico, lo importante de lo urgente, lo que tiene sentido de lo banal. Los humanos del XXI necesitamos cada vez más un compañero de viaje para realizar el proceso de pensar y preservar los sueños. ¿Se han fijado? Hay fosas de sueños por todas partes: se acumulan como los cadáveres en la Alemania nazi, como la basura en el Ámsterdam veraniego. Los sueños son hermosas y coloridas pompas de jabón que se alzan al cielo como un clamor, una plegaria, en busca de protagonistas que quieran/puedan/sepan y se atrevan a materializarlos.

domingo, 8 de agosto de 2010

Desayunos en el Ritz

Desayuno con Dios, por la mañana, cuando medito.
Nada falta, presencia total en el ahora. Respirando diafragma arriba y abajo, sentada en la posición del loto, arriba y abajo. Me río de mí y del mundo y, sin embargo, es cierto: desayuno con Dios, por la mañana, cuando medito.

Ayer, una amiga compartía conmigo al detalle la muerte de varios seres queridos en los últimos meses. Alcanzamos la conclusión de existe cierta sintonía entre la forma de vivir y de morir; acaso de envejecer, vivir y morir. Por eso cuando me cruzo con señoras de plateada cabellera me pregunto si voy bien... si haciendo lo que hago llegaré a convertirme en la anciana sabia que anhelo o si, por el contrario, transito un laberinto cuajado de espejismos. ¿Cómo saberlo de antemano?

Medito y vacío mi mente de pensamientos, chuscas vanalidades y estupideces varias. Ese vacío -llamado por los budistas vacuidad y por los físicos cuánticos interfaz- está cuajado de potencial en estado puro. El maestro taoísta Juan Li afirma que durante la meditación intensificamos la conexión con el espíritu... En fin, les recomiendo los desayunos del Ritz.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Tándem

Saben que participo en algunos foros profesionales lo que me obliga a revisar continuamente mi ejercicio profesional, la teoría y la ética que lo avalan, así como la práctica cotidiana y sus aprendizajes permanentes porque seamos honestos: se aprende mucho -muchísimo- del trabajo con las personas. De hecho, considero la experiencia como la única forja de un Coach.


Pues bien, alcanzo estos días a intuir lo que prodríamos llamar el "doble juego" del Coaching y en la clarificación de esta hipótesis voy a entretenerme (si me lo permiten) durante un minuto y veintinueve segundos que es lo que me conceden cada vez que acceden a este al blog.

Sabido es que el Coaching es un proceso en el que entrenador y cliente pedalean en tándem hacia un objetivo tan alcanzable como desafiante, tan inspirador como realista, tan sudor y lágrimas como risa y complicidad. Pedalean juntos si bien al frente de la bicicleta siempre va el cliente quien marca la dirección, pega los giros en las curvas y -en definitiva- es dueño de su destino.


Ahora bien, mientras el tándem avanza por el "caminito" del logro (objetivo aparente) el Coach -si es un poco sabio y está atento- intuirá la quintaesencia del cliente (su máximo potencial profundo y sutil) viviéndose en paralelo un doble juego (o un juego doble) en el que la alerta permanente de la consciencia ha de mantenerse noche y día como un faro en altamar. En mi opinión, lo interesante va soterrado bajo lo evidente y cuando Coach y cliente alcanzan al unísono el mágico ¡aja! y descubren la grandeza trascedente del destino se produce un estallido de magia que nunca -fíjense nunca- está fuera sino dentro y nunca -fíjense que bruta que lo repito- nunca, depende de circunstancias ajenas sino propias.

Trabajé con una directiva cuyo objetivo era llegar al consejo de dirección de una gran corporación vasca, si bien lo que juntas descubrimos es que deseaba con toda su alma "salvar" a su familia de la penuria económica que ella misma había vivido durante su infancia por un rudo golpe del destino. Esta mujer luchadora consiguió su meta y está feliz por el cargo que pone en su tarjeta pero, sobre todo, porque siente que aporta un valor esencial a su familia: la seguridad-blindaje frente a la pobreza.

Decía Robert Louis Stevenson que la única meta en la vida es ser lo que somos, y convertirnos en lo que somos capaces de convertirnos. Grandeza en cada ser. El doble juego consiste por lo tanto en trabajar objetivos mundanos mientras se desarrolla la quintaesencia sagrada, espiritual y única. Minuto y veintinueve segundos. He cumplido. ¡¡Hagan juego!! Doble mejor que sencillo.

lunes, 2 de agosto de 2010

Paola

Escribo desde el autobús que me transporta de San Sebastián a Bilbao donde trabajo al menos un día a la semana, todo el año. Cien kilómetros de autopista sepultada entre montañas de un verde intenso, tanto, que este verano -debido a las lluvias- parece primavera. Voy sobre Orio: decenas de yates en el nuevo puerto deportivo y un azul mar precioso. Dos asientos delante del mío va una mujer que parece hawaiana: piel tan tostada que diríase cobriza y un pelo que, de largo, sobrepasa la cintura. En Zarautz traspasamos el peaje y la hawaiana se da la vuelta para dormir: parece cansada. Unos kilómetros más tarde la niebla lame los valles vascos, Urkiola se alza majestuosa, desafiante, casi soberbia en su belleza dura de roca-monte. Los pinos custodian la carretera todo el tiempo y me alegra comprobar que no están enfermos. Mi samsung y yo formamos un gran equipo de trabajo. Es pequeñito, blanco, ligero como una pluma y suave al tacto. Estas características me recuerdan a Paola a quien conocí ayer. Tiene la expresión de una muñeca, la dulzura de otro mundo y el silencio le acompaña, por ahora. No escatimaré detalles: Paola es un bebé de siete meses in, es decir, en el interior del útero de su madre, quien ayer tuvo el detalle de mostrarme unas ecografías perfectas en las que se aprecia con nitidez el rostro sereno de Paola y su manita izquierda con cinco dedos que -como saben- es lo primero que miramos todas las madres... que no "falte" nada en la arquitectura corporal. Tenemos el resto de la vida para asegurarnos de que no falte nada en la arquitectura existencial. Para quienes no se relacionen con embarazadas desde hace una o dos décadas me parece sensato compartir que las ecografías actuales no son aquella mancha negra y borrosa propia de ufólogos en expedición liderada por J.J. Benítez, sino algo muy parecido a una fotografía.

La historia de Paola es muy bonita: después de tres intentos fallidos de embarazo en quirófano, ¡zas! se presentó por sorpresa de manera natural ¡cómo debe ser! y ahí está en plan cassette que diría Mafalda-Quino (en el útero) a dos meses de conocernos en persona.

Entrando a Bilbao, por Sabino Arana, desconecto el pitufo-portátil y comienzo mi jornada. La hawaiana sale de estampida con una mochila más grande que ella. No sabe nada de Paola.

domingo, 1 de agosto de 2010

Enigmáticas criaturas

Cien años tarda un eucalipto en crecer 67 metros en vertical hacia el cielo y, sin embargo, apenas diez minutos cuesta talarlo sin un para qué. Lo saben los vecinos de Chavín, localidad gallega donde vive el árbol más alto de España. El segundo clasificado es un pino, mide 52 metros -cortarlo aún cuesta menos- y está en Tenerife.

Me duele el asunto de matar árboles ¡qué quieren que les diga! acostumbrada como estoy a pasear a diario entre ellos como un ejército de amigos fieles a la cita vespertina o mañanera. Incluso en la terraza del despacho se alzan irreverentes contra el cemento y la incomprensión de los vecinos que nunca antes contaron con la inquilina ecologista (o eso dicen): un acer japonés -el favorito de los visitantes- un eucalipto que me regaló Andrés, dos robles americanos cuyas bellotas me trajo Virginia de Manhattan, el tejo que me obsequió Eli, las dos encinas de Burgos, la azalea, los helechos, las begonias, los ficus benjamines y la trepadora que no es mía pero se inclina desde la terraza de al lado tirando todas las púas hacia mí. Sin duda busca compañía y la encuentra.

Creo que yo moriría sin plantas y sin libros y hace algunas semanas me divirtió descubrir que algunas escritoras de otro tiempo cultivaban no solo el llamado "jardín interior" (sus pensamientos, reflexiones, ensayos y artículos) sino también preciosos parterres exteriores que, a su muerte, alguien cuida y muestra con primor previo pago de la cuota de entrada para visitantes. Algo tienen en común libros y plantas: una magia que se desarrolla a partir de un pretexto inicial y que después crece con voz propia. Como los textos del post: pocas veces sé dónde desembocarán y - aún sabiéndolo- me desconciertan con sus meandros. Libros, plantas e hijos: enigmáticas criaturas donde las halla. Todos somos deudores de la vida y llegamos hasta aquí utilizando el cauce de un hombre y una mujer -a los que llamamos padres- que nos enseñan diferencias y similitudes entre las plantas, los libros y los humanos sobre un fondo de vida común, un latido que escapa en su totalidad a la comprensión consciente. Magia.