Con la persistencia que me caracteriza, intento cuajar el flan de un post cuyo meteorito cayó hace días en mi cabeza. No lo consigo. Ya saben cómo funciona: una idea se cruza veloz justo en el umbral de la consciencia. Si la pillas, sabes que tienes el hilo de la madeja que te llevará a un argumento que desea salir a flote del inconsciente colectivo. Si estás ocupada, desoyes ese latido pensando que te esperará. A veces lo hace y otras no. García Márquez me enseñó la conveniencia de vivir con una libretita adherida al meñique de la mano derecha. ¡Vive Dios! que llevo siempre conmigo un cuaderno atiborrado de ideas germinales; pero si estoy saturada de trabajo, cometo el indisciplinado acto de no anotar esa chispa que puede desaparecer por completo en el universo de mi mente.
La imagen representa la linfa, parte del sistema circulatorio de los humanos que se ocupa de la defensa y limpieza de nuestro cuerpo. Acordarán conmigo que no es algo que podamos tomar a la ligera. Traigo hoy este asunto al blog tras haber topado la semana pasada con dos profesionales-linfa en una naviera: absorben la mayoría de las quejas, los cotilleos, las demandas y el pesimismo de la plantilla. Créanme, aunque la linfa es casi incolora, estos ingenieros tiene el color amarillento de un grano que supura, y ni de lejos están en su punto óptimo de desarrollo personal ni profesional.
Las cañerías de estos profesionales están atiborradas de basura que lastra el despliegue de su potencial. Ambos tienen coeficientes intelectuales por encima de la media: no es inteligencia o formación lo que les falta. Me pregunto en voz alta y con ustedes: ¿Por qué absorben detritus como esponjas? ¿Por qué siempre los mismos? Por parte de sus compañeros ¿que irresponsabilidad subyace en el indiscriminado lanzamiento de inmundicias sin más base que la hipótesis, y ningún interés en la búsqueda de soluciones? Y -visto desde un enfoque sistémico- ¿qué función cumplen los profesionales-linfa en las organizaciones?
En mi calidad de entrenadora con frecuencia soy depositaria de tristeza, miedo, cólera, ira e impotencia: sin duda formo parte del drenaje linfático de las empresas. Vale, aunque no estoy segura creo que este era el meteorito que cayó hace días en mi cabeza.