Ser diferente ¡penaliza!

La "diversity" como anhelo integrador está bien: blanco/ negro, europeo/ asiático, hombre/mujer, junior/ senior... pero lo que encuentro en las empresas es que ser diferente ¡penaliza!...

Cuando un profesional muestra sentido crítico se le penaliza, cuando su creatividad va más allá de los estándares se le penaliza, cuando argumenta evidencias con datos y lo hace mejor que su jefe directo ¡penaliza! Entonces -concluyo- hablar de "diversity" está bien en el papel pero en la realidad de fábricas y despachos es solo una moda.

Ser excluido por ser diferente acaso sea una forma de maltrato que ocurre todo el tiempo en todos los sectores y con frecuencia alcanza a personas talentosas. 

El psiquiatra y profesor de la Universidad de Londres, Jim van Os, afirma que "... ser diferente a los demás es muy malo para la salud mental (al ser excluidos-aislados y tener que cargar con el estigma de estar fuera de la "normalidad"...). Preocupante, ¿no les parece? no solo por el sufrimiento que se provoca a las personas, sino porque en ese marco referencial la innovación (hacer las cosas de manera diferente) se torna una utopía.

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La "seguridad psicológica" en el trabajo

 

Para que un profesional ponga la totalidad de su conocimiento y experiencia al servicio de la tarea han de darse algunos elementos de contexto. Entre otros, la "seguridad psicológica" un bien preciado en extinción...

Aunque la plantilla esté llena de profesionales talentosos, no aportarán lo mejor de sí mismos si no se sienten respetados, escuchados, integrados y no ridiculizados...

La "seguridad psicológica" es la sal y la pimienta del trabajo en equipo. Hay más ingredientes, pero sin seguridad psicológica es difícil que se pueda avanzar...

Aunque hace más de dos décadas que imparto formación para directivos, es tan solo desde hace un par de años que comienzo los cursos clarificando este concepto para crear un entorno de confianza que propicie al máximo el aprendizaje, la complicidad y el apoyo mutuo... Los profesionales verbalizan su contento. Ellos y yo seguimos aprendiendo juntos...

¿Desde qué lugar tomas decisiones?

Atribuyo los males del mundo a la falta de alma en la toma de decisiones de los humanos. Algunos sinónimos harán más "digerible" el concepto: ausencia de principios, de ética, valores, propósito, moral... Y -aunque la simplificación se considera un defecto- cuando intuyo una verdad limpia como el corte de un bisturí, me rindo a sus encantos.

Cuatro décadas de vida laboral son un período pequeño para la historia de la humanidad, pero extenso en la mirada de un mortal que ha tenido el privilegio de trabajar siempre con personas; primero en el periodismo, y después en la consultoría entendida como el acompañamiento de procesos de cambio, aprendizaje y mejora. Muchas vidas y un amplio abanico de situaciones en las que es posible observar la trazabilidad entre la causa y el efecto, la toma de decisiones y sus consecuencias. 

La atenta observación del mundo registra en la retina guerras, hambrunas, abusos, maltratos, humillaciones y miseria, hechos que en gran parte se derivan del lugar desde el que tomamos decisiones los humanos. ¿Ponemos el alma en el centro de la ecuación o decidimos teniendo en cuenta otros parámetros? Ahí radica el quid de la cuestión. 

Sin principios la civilización se vuelve selva y el axioma "matar o morir" se instala en lo cotidiano. Sin valores se traiciona al amigo que ascendió por mérito propio más rápido que tú. Sin ética olvidas quién forjó tu identidad y te trajo hasta el hoy: ancestros y mentores. Sin propósito vagamos por la vida como espectros desorientados. Finalmente, sin moral te otorgas como propios los méritos ajenos y priorizas los intereses individuales (yo) a los colectivos (nosotros) olvidando aquello que compartimos como especie.

Hace poco he vuelto a ver la película La Leyenda de Bagger Vance, rodada en el año 2000 bajo la dirección de Robert Redford, un film que alude al concepto central de este post cuyo rol encarna el actor Will Smith.  Para ver la película completa pinchar aquí. Duración del film: dos horas.

Espacios de creatividad en la vida y los negocios

 

Los espacios grandes oxigenan el cerebro y propician ideas grandes y emociones contundentes. Los espacios pequeños constriñen el flujo neuronal y general ideas pequeñas y emociones contenidas. Quizá ocurra igual con las ciudades. Entiendo que es una idea provocadora que surge en la mañana del sábado 7 de octubre 2023 cuando visito por enésima vez el Museo Guggenheim Bilbao, esta vez para disfrutar de la exposición de Yayoi Kusama que muestra su trayectoria artística desde el año 1945 hasta la actualidad. 

La creadora japonesa vive en Tokio, ciudad en la que se encuentra mi hija. Acaso las conexiones improbables se producen por una concatenación de hechos a los que los filósofos llaman "causalidad".

En la mochila llevo un libro de Julia Camerón que propone cultivar la creatividad con un método de probada eficacia: practicar a diario la escritura de páginas matinales, e integrar en el planning semanal una "cita con el artista (nosotros mismos)" para refrescar el manantial interior con pequeñas salidas a un templo, un bosque o un museo... Este sábado mi "cita con el artista" me ha llevado al Guggenheim Bilbao, un lugar en el que detenerse, abrir la mirada, hacerse preguntas y encontrar algunas respuestas.

La exposición de Yayoi Kusama es inquietante por los temas que elige, juguetona por el uso del color que realiza, simple y compleja según qué obras de pequeño o gran formato. De nuevo la idea recurrente de la jornada: los espacios grandes agigantan el cerebro en tanto que que los espacios pequeños lo achican. Lienzos pequeños y grandes, instalaciones grandes y enormes y -sobre todo- decenas de títulos que inspiran. Me quedo con uno que comparto: "Deseo de felicidad para los seres humanos desde más allá del universo". Sugerente ¿no les parece?

Mañana, domingo 8 de octubre 2023, será el último día de la exposición de Yayoi Kusama en el Guggenheim Bilbao. Mañana, domingo 8 de octubre 2023, mi hija abandonará Tokio tras una larga estancia en el país nipón. Mientras tanto yo persigo espacios grandes y cultivo "citas con el artista".

Los mejores no quieren ser jefes. Paradoja

 

Muchos años antes de escribir "El señor de los anillos", J.R.R.Tolkien pasó algunos meses en el barro francés de la Gran Guerra. Dada su condición de universitario de Oxford, fue reclutado como oficial. Antes de terminar la instrucción descubrió que dar órdenes no era lo suyo. En su diario hizo la siguiente anotación: "... El trabajo más impropio de cualquier hombre es ser jefe de otros hombres: ni siquiera uno entre un millón vale para ello, al menos entre los que buscan la oportunidad...".

A la luz de mi experiencia, y cuando se cumplen cincuenta años de su muerte, la afirmación de Tolkien me parece certera: ni siquiera uno entre un millón de profesionales tiene las habilidades, capacidades, ética, lucidez y humanismo suficientes para dar órdenes a otros, es decir, para ser jefe.

La empresa contemporánea requiere personalidades como las Tolkien, pero ese tipo de individuos tiene aversión al poder y prefieren dar un paseo o leer poesía. En realidad solo personalidades como la del escritor británico pueden contrarrestar el autoritarismo mediante la práctica cotidiana del espíritu crítico, tan ausente en nuestra civilización que da pánico...

Si quienes ansían el poder (y con frecuencia lo alcanzan) no están preparados para ejercerlo, y quieres poseen criterio, capacidad reflexiva, conocimientos, experiencia y principios prefieren internarse en los bosques o leer poesía, nos encontramos ante una encrucijada. Crudo dilema que dejo para que ustedes resuelvan.

Artículo relacionado en El País. Tiempo de lectura: 4 minutos.